Ocre y abierto en huellas, el camino
Separa opacamente los sembrados…
Lejos, la margarita de un molino.
Poemas cortos
Me borré el doctor
hace mucho tiempo.
Borré la inicial
de mi nombre feo.
No quiero ser nada
ni malo ni bueno.
Un pájaro pardo
perdido en el viento.
A punto está de deshacerse el negro
nudo de tus cabellos sobre el hombro.
Se desharía bajo un largo beso,
con un suspiro demasiado hondo.
Baña la dulce lámpara de seda
tu cara en lluvia de reflejos rojos,
mientras que blando, perezoso y puro,
en cobre vibra tu perfil morocho.
Un hombre que camina por el campo
y ve extendido entre dos troncos verdes
un hilillo de araña blanquecino
balanceándose un poco al aire leve.
Y levanta el bastón para romperlo,
y ya lo va a romper, y se detiene.
No te he visto, Marcela, en todo el santo día,
pero sé que has estado en una escribanía.
Buen lugar para estar los dos un rato solos
y arrojar al azur todos los protocolos.
¿Quién podría distinguir
en el campo, a la distancia
si aquel pobre montoncito
es un rancho o una parva?
El mismo color de tierra,
la misma forma aplastada,
el mismo aspecto de abrigo
de pequeñez resignada.
¡Una parva es un ranchito
sin puertas y sin ventanas!
Hoy fuimos lentamente
a la laguna, amigas.
Vuestros vestidos claros
festonearon la orilla.
Violeta estaba el agua,
blanca la luna arriba.
Al regresar hablábais:
Tengo las manos frías…
Tengo las trenzas húmedas…
Yo estaba distraído, y os oía.
Bajo el árbol redondo de hojas nuevas,
en el rústico banco del idilio,
ella estalló de pronto en carcajadas
como fuente que brota a borbotones.
Y estremecido el olvidado banco,
como si todo el júbilo del mundo
hinchara de vigor sus viejas fibras,
hizo saltar mi cuerpo alegremente
con renovada furia hacia las nubes.
Déjame que te llame
mi chiquitita,
aunque sepa de sobra
que es gran mentira.
El chiquitito
soy yo, señora mía,
y el pobrecillo.
Sol en el jardincillo de noviembre.
Un día de éstos cumplo los sesenta.
Tiende el oído como yo y escucha
el abejeo de las madreselvas.
Sobre la espuma,
sobre la piedra,
sobre el asfalto,
sobre la hierba,
sobre los cardos,
sobre las tejas,
brilla una estrella,
brilla mi estrella.
Lleva una malla
de oro y de seda.
Todos duermen en el tren,
todos duermen menos yo.
Por la abierta ventanilla
mirando, mirando voy
el campo negro, que argenta
la luna con su esplendor.
Todos duermen en el tren,
todos duermen menos yo.
Nadie tiene sed de espacio,
sed de luna, sed de Dios.
Nunca voltamos
polos camiños
que nos afastan de nós.
***
Nunca volvemos
por los caminos
que nos alejan de nosotros.
A memoria será ó final
un lugar no que atoparse.
***
La memoria será al final
el lugar donde encontrarse.
Mi ayer son algas de pasión,
luces de espuma.
Y una arena insaciable que devora
los cuerpos submarinos.
Un cielo blando donde beben
las palomas sin rumbo del estío.
El espacio
-debajo del espacio-
es la forma del agua
en Chantilly.
No tú, ni tu memoria.
Sólo el nombre
que tu lenguaje escribe
en tu silencio:
un idioma de agua
más allá de los signos.
Nada hay en mí, sino esos horizontes
que alguien dormido contempla desde un mar:
desde otro mar, que acaso ya no existe.
Equilibrio de luz
en el sosiego.
Mínima tromba.
Ensoñación. Quietud.
Todo:
un espacio sin voz
hacia lo hondo oculto.
Nada más, Poesía:
la más alta clemencia
está en la flor sombría
que da toda su esencia.
No busques otra cosa.
¡Corta, abrevia, resume;
no quieras que la rosa
dé más que su perfume!
Esta semana, amor,
cuando te marches de vacaciones
haré un escáner a la ciudad,
agotaré la VISA de compras toda la tarde,
visitaré antiguos amigos que te disgustan,
besaré bares y discotecas de moda,
he de beber toda la rutina con ron helado
y regresar de madrugada,
sin remordimiento quizás me levante a las doce
y si sale, por qué no, compañía
estarás jodiéndome como siempre.
¿Cómo se rompió, de pronto,
el puente que nos unía
al deseo por un lado
y por el otro a la dicha?
¿Y cómo en la mitad del puente
que a pedazos se caía
tu alma rodó al torrente
y al cielo subió la mía?
La primavera de la aldea
bajó esta tarde a la ciudad,
con su cara de niña fea
y su vestido de percal.
Traía nidos en las manos
y le temblaba el corazón
como en los últimos manzanos
el trino del primer gorrión.
No nos diremos nada. Cerraremos las puertas.
Deshojaremos rosas sobre el lecho vacío
y besaré, en el hueco de tus manos abiertas.
la dulzura del mundo, que se va, como un río…
Tarde se descubre la primera arruga.
Tarde, demasiado tarde,
cuando demasiado es un don en lo fugaz.
Tarde es en la nuca
de quien se recuesta para morir profundo
sobre el pecho de su tumba.
los músicos del aire son las flores
que flotantes semejan señoritas
vestidas con un manto de pájaros
en el parque donde la gente el domingo
deambula soñando castillos de crispetas
y caminan como si viajaran
en alfombras de mariposas
para que los poetas se inspiren
mientras un caballo
sacude con el rabo
las moscas del aburrimiento
a veces dudo que pueda ver en technicolor
más bien
creo que el color no es más que una idea
y todo lo que veo
sufre mientras no sucede
una larga metamorfosis
el día menos pensado
la vida saldrá corriendo de mis ojos
y no podré alcanzarla
altar de luna
penetración cervical
visión envejecida por mis
ojos
la luz celebra tus ceremonias
en este cuarto en ruinas
un hombre
con un saco de agujas
destruye
el símbolo de la noche
se rebela
contra la eternidad inmóvil
de un dios oscuro
que sujeta su cuerpo
a un crucifijo
amuleto de gente descalza
y sonriente
tengo pesada la presencia
por eso espanto
dejo sentado al que fui
con la multitud que he sido
¿hasta cuándo se agotará mi ceniza?
a todos los que no se
angustian desde temprano
no comen en media hora
y piensan que la felicidad
es un trabajo estable
congratulaciones