La humedad corre sin aviso.
En la ciudad caracolean desnudos
se enroscan buscando calor en el asfalto
el centro blanco de la noche
sólo puede regalarles luz
¡Si tan solo fuera queso!
Si tan solo se llevara el hambre…
Poemas cortos
Tengo un sueño dormido
en la espalda
una ilusión
que bate alas
en mi vientre.
Tengo siete letras
tatuadas en mis manos
para escribirle
a un papel en blanco
tu sonrisa
y un balcón en mi calendario
para dejar entrar tus golondrinas.
Es la oscuridad
asentada por los resquicios
de la sombra,
con esos peces
que siembran
pan de pétalos noctámbulos.
Los peces rodean el istmo
de las manos candentes.
Extrañan la ausencia de los cuerpos.
La luz amortajada
surge con un soplo de árbol.
Vamos a bendecir la oscuridad
con ramos de sayales y murciélagos,
con velas sarmentosas y guitarras
que dobleguen al ángel de la furia.
Pero también vendrá a nuestras casas
con un alarido constante y seco,
y devorará los panes,
y beberá el vino que era agua
de nuestros propios labios.
Y el niño aquella noche
le pidió a la niña que le odiara;
y ella, recogidas las manos en su cintura,
lloró en grieta el largo camino de la palabra,
fría de silencios y de tiempos,
de quien antes le pidiese que le amara.
Escribir el instante
que no es poco.
Inventarlo, intentarlo
con palabras indóciles.
Acomodar los signos
en desacuerdo con el día.
Saber un poco más
o un poco menos.
Y adivinar que mañana
habrá otro borrador indescifrable.
Ninguém me habita. A não ser
o milagre da matéria
que me faz capaz de amor,
e o mistério da memória
que urde o tempo em meus neurônios,
para que eu, vivendo agora,
possa me rever no outrora.
Ninguém me habita.
A morte é indolor.
O que dói nela é o nada
que a vida faz do amor.
Sopro a flauta encantada
e não dá nenhum som.
Levo uma pena leve
de não ter sido bom.
E no coração, neve.
Donde la vida y la muerte cruzan sus límites
se descuelgan las pieles feroces de un deseo interminable
se tropieza con toda rapidez
están rotas las medidas eficaces
armado de lo hondo a la burbuja del vientre
asoma y rompe el vacío de su presencia dejada
por la tenaz ausencia del probable visitante
¡tan a deshora se conmueve el corazón del amante
y de su amante!
Al fin y al cabo
Cantar a toda hora es de buen juicio
Aunque siga en un hilo nuestra vida
Cuando la luz hace parir las flores de la tierra
Cuando la lluvia desangra en los tejados su caballería
Cuando el hincha comprime con sus manos al ídolo que aplaude
Cuando vamos en bus nalga con nalga y lomo a lomo
Cuando vemos que aumenta la injusticia…
No sé si a ustedes
Se les cae el rostro o les pica el cabello como alergia
Si es que entienden que habitan
Con tanto deprabado. Si aún tienen el cerebro bajo la voluntad
De tres candados yale golpéense la cabeza
Y ustedes
Chuchos politiqueros
Lameculos desde el siglo pasado
No jodan la paciencia
Sean breves!
Pastorcico nuevo
de color de azor,
bueno sois, vida mía,
para labrador.
Pastor de la oveja,
que buscáis perdida,
y ya reducida
viles pastos deja;
aunque vuelta abeja,
pace vuestras flores.
Si sembráis amores
y cogéis sudor;
bueno sois, vida mía,
para labrador.
Despierto:
con su anzuelo imantado
me pesca el día
desde el fondo de las corrientes
perdidas
donde estaba viviendo
(había un bosque submarino
mecido por oscuras marejadas
en su rincón más sombrío
había una gruta
en la gruta
había una mujer
en la mujer
había una gruta…)
Fluye también pero a su modo
Por un lecho obstinado
Como un tirar de cabra a un monte otro
Ese tiempo frenético en el que sostienes
Cuando algo en ti
que nunca habló tu lengua
Como en una caricia del dolor
se encoge
Al escuchar mi nombre
Que me dieron aquí para otra cosa.
La pobre carne inocente,
dulce montón de tibieza
y ciega orfandad, se siente,
tras la elástica corteza
de la piel, cómo responde
al llamado. Porque esconde
en su entraña agradecida
de construida blandura
toda la rica hermosura
de un destino de vencida.
Qué poco dura
la huella de una página
o el sabor de un verso,
o el saber de tan débil arquitectura;
poesía;
mezcla de tejidos y piel y memoria,
alquimia de fluidos y sangre y fotos y nada
sobre la palma inerte de esta hoja
que mide su tiempo
en ausencias al cuadrado.
Y aunque parezco un hombre como tantos otros
y el aire que respiro
parece ser suficiente para llenar mis pulmones
y cobrar vida,
en realidad, vida,
no soy más que un paisaje de ropas
al que le falta tu cuerpo.
El ferry zarpó rumbo a la Perdiguera.
Un grupo de niños jugaba en cubierta
a lanzarse un flotador sin mucho acierto.
Terminaba el verano. Éramos, sin saberlo,
el último grupo de turistas.
El mar menor brillaba como un desierto de plata
frente a las terrazas vacías, desencajadas
como trajes que visten esqueletos.
Uno habita una casa y está solo. Se han ido
lentamente los sonidos
como aves de otras latitudes que alzan el vuelo
y sin previo aviso
se llevan el sabor a verano, el desorden
de la risa, los verbos que otros ofrecen a nuestros labios.
Vendrán una mañana los abrazos que amagué,
los labios,
las manos que entre mis manos
fueron espuma,
las palabras de vino
matriz del polvo.
Vendrán una mañana con su vacío,
dejarán sobre mis sábanas
el hueco inútil,
la muda caligrafía de todo lo incompleto.
Esas marcas de salitre que dejan las olas
sobre la arena
son como nosotros;
restos de espuma que el mar,
impreciso,
no supo pronunciar en futuro. Y el sol las desvanece.
Hay palabras que ya no decimos,
que se quedan varadas entre el deseo
y los labios,
que se arrastran por nuestro cansancio
y son espuma.
Van cayendo los días sobre nosotros
como una tormenta de costumbres
que ha empapado de inviernos
el libro que guarda
nuestra ruta de regreso.
A veces me invade el pasado
como una enredadera que oxida mis paredes
y sangra lágrimas ocultas
que no puedes ver ni comprender ni apaciguar.
No es fácil navegar en la oscuridad,
adentrarse furtivo en el pretérito
y asesinar con rencor
la voz de lo perdido.
Tu recuerdo es
un hilo del que cuelga mi vida.
Sólo cinco dedos me sujetan.
Qué dulce y dolorosa es, amor,
la caída.
Decías unas cosas que me asustaban.
En cubierta el pelo ondeando al viento como una bandera-
camino de Turquía.
Hablabas distante de lo hermoso de lanzarse al mar,
sentir en la piel el contacto permanente, ser distancia
sin frontera.
Esas cosas decías.
En esta alargada sombra
en que deriva la vida
aún queda un trozo de mar
azul e inmenso
en el que podemos soñar
que donde se extinguió el amor
aún quedan frescos los labios,
que donde secaron los labios
aún permanece,
húmedo, fresco y rosado,
el roce de su poesía.
No hay voluntad de persistir sobre este asunto
No quiero hablar
sobre posibles razones respecto
de mi comportamiento: te acaricié
como si estuviera repasando con el dorso de una mano
las miguitas de la mesa
hasta la palma de la mano contraria y no tengo
más que amor para darte
Después anuncio: yo puedo
consolarte, dejame, hacerte creer que poseo
dedos de valor incalculable. Soy la madre
recién nacida. Soy viento
revolviendo tu cuero
cabelludo o tu cuero sintético
gran asistente de luces
para el efecto: de cuerpo entero
mi nombre.
Después de tantos años,
La lluvia te ha calado hasta los huesos
Y tú sigues en pie bajo la lluvia.
Con la esperanza, al menos
De hallar en las palabras
No tan sólo hermosura, sino ánimo,
Aunque a veces encuentres el desánimo,
Aunque a veces encuentres la tristeza.
Soy el desconocido que se aparta.
El que se queda solo y en silencio, más allá del aplauso.
El que busca en la noche
Unas pocas palabras, ajenas casi siempre.
El que quemó las naves en silencio
Y aguarda todavía.