Soy alta;
en la guerra
llegué a pesar cuarenta kilos.
He estado al borde de la tuberculosis,
al borde de la cárcel,
al borde de la amistad,
al borde del arte,
al borde del suicidio,
al borde de la misericordia,
al borde de la envidia,
al borde de la fama,
al borde del amor,
al borde de la playa,
y, poco a poco, me fue dando sueño,
y aquí estoy durmiendo al borde,
al borde de despertar.
Poemas españoles
¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!
La esperanza es de los cielos
precioso y funesto don,
pues los amantes desvelos
cambian la esperanza en celos.
Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed…
Lo demás, nada… Vida… Cosas… Lo que se sabe…
Calaveradas, amoríos… Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía…
¿Vicios?
Con qué nobleza se revuelven
Todos juntos esos muchachos
Y claman por una justicia
Perturbando, vociferando,
Tan inocentes los carrillos,
Tan fieros el porte y los pasos,
Con la mirada en dirección
De un porvenir extraordinario,
Pero a la vista ahora, ahora,
Presente ya sobre el asfalto
De las calles estimuladas
Por los rumores calculados
De esa tan filial muchedumbre,
Coro de gargantas y brazos,
Crédulamente fiel y dócil
-Candor por alud- al dictado
De los mayores en edad,
En crueldad y en aparato,
Aun carceleros de una cárcel
Donde todo queda murado,
Sin salida a ningún futuro:
Ni a ese que van anhelando
Los que, por fin, desfilan jóvenes,
Magníficos frente al tirano.
Un paquete de tabaco,
un libro de poemas,
cuarenta duros
para tomar unas cervezas…
Poca cosa, es verdad:
pero para mí
era suficiente.
Y entonces aparecieron las mujeres.
***
Autor del poema: Karmelo Iribarren
Qué secreta y hermosa
es la noche festiva para aquel
que no tiene pasado: un tiempo frío
dentro del corazón.
Qué exacta noche
de fuego y juventud.
Qué diferente
ya de cuando éramos
aquellos que en la sombra
furtivos se besaban y reían.
El humo cuelga en la estancia
como un chiste malo.
Lou Reed habla
de familias rotas
desde los altavoces:
«La verdad es que sólo están contentos
cuando sienten dolor.
Por eso se casaron…»
¿Y yo? Yo no digo nada.
Allí donde se agrupan los tenderetes blancos
de los libreros, con mercancía escasa
y a menudo banal;
allí donde más claramente se confunden
palabras y monedas, el desdén y el olvido
hacia autores triviales;
allí donde se mezclan muy raras ediciones
con el libro vulgar;
allí donde está escrita la sombra de una mano
no diestra en dar memoria de su mundo,
no templada en el arte,
que es incierto, y de trato difícil;
allí donde los libros son apenas mercado
de la desolación,
de un hermoso fingir lo que no es cierto
ni tiene falsedad y poco importa,
la sensación de vida es algo extraño
y un gesto no muy noble, allí la vida.
Mariposa de luz, la belleza se va cuando yo llego a su rosa.
Corro, ciego, tras ella… La medio cojo aquí y allá…
¡Sólo queda en mi mano la forma de su huida!
En los Paseos junto al mar
en las sillas de mimbre de los bares
reclinadas en suaves chaises-longues de terciopelo
fumando cigarrillos atrevidos y exóticos
vestidas de colores muy decentes
o en lugares cerrados y más íntimos
mirándose al espejo
retocando sus labios y empolvándose
las mujeres de antes parecían irreales
eran como otra cosa algo distinto
pero cuando nos daban caramelos
o las fotografiaban de perfil
todos todos sabíamos que aquello se acababa
que no podía ser
que la hermosa película no iba a continuar siempre
y que la extraña joya que al parecer tenían
escondida en los pliegues del escote
o quizás entre las piernas
iba a volverse pronto mercancía barata
que ellas eran como nosotros
con sus deseos y melancolías
con sus trabajos y su desengaño.
Es tarde ya en la noche
y la playa está desierta.
Rompe el mar
sobre las rocas.
Un aire cálido,
espeso de salitre
y de recuerdos,
me baña la cabeza.
Cierro los ojos.
Inhalo.
Me dejo llevar.
Un pájaro de papel en el pecho
dice que el tiempo de los besos no ha llegado;
vivir, vivir, el sol cruje invisible,
besos o pájaros, tarde o pronto o nunca.
Para morir basta un ruidillo,
el de otro corazón al callarse,
o ese regazo ajeno que en la tierra
es un navío dorado para los pelos rubios.
no me quedan lugares
(hay un sombrero boquiabierto
en el cuarto de huéspedes)
no tengo adónde ir
(un ángel disecado
cuelga de mi salón)
han helado mi casa
(un anciano merienda
monstruos en mi jardín)
dónde he puesto las llaves
(una loca me dice
que soy un policía)
La Virgen,
sonríe muy bella.
¡Ya brotó el Rosal,
que bajó a la tierra
para perfumar!
La Virgen María
canta nanas ya.
Y canta a una estrella
que supo bajar
a Belén volando
como un pastor más.
Papa Noel vuela de aquí a allá
en su trineo por ocho renos tirado
regalos reparte de Madrid a Panamá
pero mi regalo no ha dejado.
¿Creerá que he sido travieso?
Pienso mientras veo su estela pasar
¡Muy bueno fui, lo confieso!
Del Verbo divino
la Virgen preñada
viene de camino:
¡si le dais posada!
Duérmete, Niño amante
luz de mi sueño.
Duérmete sin cuidados
que yo te velo
Cuando caiga la noche
sobre el silencio,
se hará cojín de espumas
mi blanco pecho.
Cuando frías estrellas
nieven del cielo
será para tu carne
pañal mi beso.
Tan cerca como le tuve
y dejé que se me fuera.
Malhaya la posadera.
Y eso que les vi la luz
nimbando sus sienes, pero…
Malahaya sea el posadero.
Malhaya la posadera
que me dijera que no
abriera.
Pues andáis en las palmas,
Ángeles santos,
Que se duerme mi Niño,
Tened los ramos,
Palmas de Belén
Que mueven, airados,
Los furiosos vientos
Que suenan tanto,
No le hagáis ruido,
Corred más paso;
Que se duerme mi Niño,
Tened los ramos,
El Niño divino,
Que está cansado
De llorar en la tierra
Por su descanso,
Sosegar quiere un poco
Del tierno llanto;
Que se duerme mi Niño,
Tened los ramos,
Rigurosos hielos
Le están cercando;
Ya veis que no tengo
Con qué guardarlo;
Ángeles divinos,
Que vais volando,
Que se duerme mi Niño,
Tened los ramos.
El camello se pinchó
con un cardo del camino
y el mecánico Melchor
le dio vino.
Baltasar
fue a repostar
mas allá del quinto pino…
e intranquilo el gran Melchor
consultaba su «Longinos».
-¡No llegamos,
no llegamos,
y el Santo Parto ha venido!
Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraba los días
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.
¡Morena por el sol de la alegría,
mirada por la luz de la promesa,
jardín donde la sangre vuela y pesa;
inmaculada Tú, Virgen María!.
¿Qué arroyo te ha enseñado la armonía
de tu paso sencillo, qué sorpresa
de vuelo arrepentido y nieve ilesa,
junta tus manos en el alba fría?.
El sueño como un pájaro crecía
de luz a luz borrando la mirada;
tranquila y por los ángeles llevada,
la nieve entre las alas descendía.
El cielo deshojaba su alegría,
mira la luz el niño, ensimismada,
con la tímida sangre desatada
del corazón, la Virgen sonreía.
Yo vengo de ver, Antón,
un niño en pobrezas tales,
que le di para pañales
las telas del corazón.
Repastaban sus ganados
a las espaldas de un monte
de la torre de Belén
los soñolientos pastores,
alrededor de los troncos
de unos encendidos robles,
que, restallando a los aires,
daban claridad al bosque.
En los nudosos rediles
las ovejuelas se encogen,
la escarcha en la hierba helada
beben pensando que comen.
¿Quién ha entrado en el portal,
en el portal de Belén?
¿Quién ha entrado por la puerta?
¿quién ha entrado, quién?.
La noche, el frío, la escarcha
y la espada de una estrella.
Un varón -vara florida-
y una doncella.
Jesús, el dulce, viene…
Las noches huelen a romero…
¡Oh, qué pureza tiene
la luna en el sendero!
Palacios, catedrales,
tienden la luz de sus cristales
insomnes en la sombra dura y fría…
Mas la celeste melodía
suena fuera…
Celeste primavera
que la nieve, al pasar, blanda, deshace,
y deja atrás eterna calma…
¡Señor del cielo, nace
esta vez en mi alma!
Novia del campo, amapola
que estás abierta en el trigo;
amapolita, amapola
¿te quieres casar conmigo?
Te daré toda mi alma,
tendrás agua y tendrás pan.
Te daré toda mi alma,
toda mi alma de galán.
Tendrás una casa pobre,
yo te querré como un niño,
tendrás una casa pobre
llena de sol y cariño.
Miedo a perderse ambos,
vivir el uno sin el otro:
miedo a estar alejados
en el viento de la niebla,
en los pasos del día,
en la luz del relámpago,
en cualquier parte. Miedo
que les hace abrazarse,
unirse en este aire
que ahora juntos respiran.
Pregón
El mar, la mar
Se equivoco la paloma
A volar
Del barco que yo tuviera
Ja, je, ji, jo, ju
Madrigal de Blanca-nieve
¡Madre, vísteme!
Nana de la tortuga
Nana del niño malo
La niña que se va al mar
La novia
El platero
Por qué me miras tan serio
Gatos, gatos y más gatos
me cercaron la alcoba en que dormía.
Pero gato que entraba no salía,
muerto en las trampas de mis diez zapatos.
Cometí al fin tantos asesinatos,
que en toda Roma ningún gato había,
más la rata implantó su monarquía,
sometiendo al ratón a sus mandatos.
(poema escénico)
Me aburro.
Me aburro.
Me aburro.
¡Cómo en Roma me aburro!
Más que nunca me aburro.
Estoy muy aburrido.
¡Qué aburrido estoy!
Quiero decir de todas las maneras
lo aburrido que estoy.
(Autorretrato burlesco)
Por las calles, ¿quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Tonto llovido del cielo,
del limbo, sin un ochavo.
Mal pollito colipavo,
sin plumas, digo, sin pelo.
¡Pío-pic!, pica, y al vuelo
todos le pican a él.
Sobre el cuerpo de la luna
nadie pone su calor.
Frente a frente sol y luna
entre la luna y el sol
que se buscan y no se hallan
tú y yo.
Pero por fin se hallarán
nos hallaremos, amor,
y el mundo será redondo
hacia nuestro corazón.
El sol, la rosa y el niño
flores de un día nacieron.
Los de cada día son
soles, flores, niños nuevos.
Mañana no seré yo:
otro será el verdadero.
Y no seré más allá
de quien quiera su recuerdo.
Un soneto me manda hacer Violante;
en mi vida me he visto en tal aprieto,
catorce versos dicen que es soneto,
burla burlando van los tres delante.
Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.
En las mañanicas
del mes de mayo
cantan los ruiseñores.
Retumba el campo.
En las mañanicas,
como son frescas,
cubren ruiseñores
las alamedas.
Ríense las fuentes
tirando perlas
a las florecillas
que están más cerca.
La nena astuta
Un lobito muy zorro junto a un cortijo
se ha encontrado a una niña
y así le dijo:
– Mira niña, vente conmigo a mi viña
y te daré uvas y castañas.
Y respondió la niña:
– No, que me engañas.
Malvas, rosadas, celestes,
las florecillas del campo
esmaltan la orilla azul
del arroyo solitario.
Parece como si una
niña perdida en el prado,
con sus ojos dulces las
hubiese ido regando…
La brisa juega con ellas…
¡Oh, qué olor!
¡Qué mejor oración,
qué mayor ansia
que sonreír a las rosas
de la mañana;
ponernos su alma bella
en nuestra alma;
desearlo todo
con su fragancia!
¿Mar desde el huerto,
huerto desde el mar?
¿Ser el que pasa cantando,
oírlo desde lejos cantar?
Hallarme en las manos
jazmines con sol,
con el primer sol;
saber que amanece
en mi corazón;
oír en el alba
una sola voz…
Eso quiero yo.
Regresar sin odios
cerrar sin pasión;
soñarme en las manos
celindas con sol,
el último sol;
dormir escuchando
una sola voz…
Eso quiero yo.
¡Trasunto de cristal,
bello como un esmalte de ataujía!
Desde la galería
esbelta, se veía
el jardín. Y María,
virjen, tímida, plena
de gracia, igual que una azucena,
se doblaba al anuncio celestial.
Un vivo pajarillo
volaba en una rosa.
(Anda el agua de alborotada. Romance popular).
Doraba la luna el río
(¡fresco de la madrugada!)
Por el mar venían las olas
teñidas de luz de alba.
El campo débil y triste
se iba alumbrando.
Verde es la niña. Tiene
verdes ojos, pelo verde.
Su rosilla silvestre
no es rosa ni blanca. Es verde.
¡En el verde aire viene!
(La tierra se pone verde)
Su espumilla fulgente
no es ni blanca ni azul.
La tarde equivocada
se vistió de frío.
Detrás de los cristales
turbios, todos los niños
ven convertirse en pájaros
un árbol amarillo.
La tarde está tendida
a lo largo del río.
Y un rubor de manzana
tiembla en los tejadillos.
La Virgen,
sonríe muy bella.
¡Ya brotó el Rosal,
que bajó a la tierra
para perfumar!
La Virgen María
canta nanas ya.
Y canta a una estrella
que supo bajar
a Belén volando
como un pastor más.
Hay un Niño que dicen
que llora música.
¡Vamos a verle todos
con aleluya!
Hay un Niño nacido.
¡Qué resplandores!
¡Vamos a verle todos
no sea que llore!
¡Hay un Niño con alas
en el pesebre…!
Jesús, María, y José
estaban junto al pesebre.
El niño tenía frío.
María tenía fiebre.
Al Niño Jesús Bendito,
le entretiene un angelito.
Se arremolina la gente,
Vienen los Reyes de Oriente.
Se acercan los mensajeros.
El Niño hace pucheros.
No para Jugar a Matar (de mentira)
Las pistolas (ni de agua)
El revolver (ni de broma)
La escopeta (ni tocarla)
Los juguetes para todo
Y las armas para nada.