Espera en aquel banco
que llegue hasta ella un ángel
-soy el único
(y no soy de este mundo)
que se sienta a su lado y no pregunta nada-.
vuelve y ya no está ella:
y le hace reverencias a su ausencia brillante.
Espera en aquel banco
que llegue hasta ella un ángel
-soy el único
(y no soy de este mundo)
que se sienta a su lado y no pregunta nada-.
vuelve y ya no está ella:
y le hace reverencias a su ausencia brillante.
Aquella música que nunca
acepta su armonía es armonía:
arpegios que se miran en la luna,
trinos que se regalan el oído
son sucia miel, no música
Tienes ejemplos en las olas
que saben que su próxima batida
en el acantilado no es la última
ni la mejor de todas
y en la lluvia
que da su aroma a tierra agradecida
y no puede sentirlo
De la lucha
contra tus propios ídolos
nace toda, la única
armonía celeste: lluvia, olas
son insatisfacción, son melodía,
inagotable música.
Bien que te gustaría confiésalo lanzarte
de bruces al abismo devorar para siempre
esas terribles ganas que humedecen tus sueños
y en tus pechos habitan enjauladas…
Dale suelta a ese inmenso poder embalsamado
momia viviente abre las compuertas:
verás cómo florecen dos volcanes
en el lugar que el hielo
cerrara la clausura y perdiera la llave…
Encárate al ariete que reclama en tu puerta
la entrada por lo menos en cada primavera:
verás cómo te llenas de caballos salvajes
y de luz que produzcan tus turbinas de sangre…
Pero, antes, mastica la medalla
de dirección prohibida que cuelga de tu cuello.
-¿Pandora volverá?
-Pandora vuelve:
polvo de plata esparce el viento
por bosques y abalarios.
Un esquife resbala
por el lago inclinado:
Otra especie
que se nos va: el saberlo
no oculta al sol: Que sea bienhallada
la hija de lo múltiple.
Tibio yeso tus ojos tienden sobre
mi corazón en ruinas: rapidísima
reconstrucción de un templo a ti advocado.
Un fotógrafo fue quien cogió, al vuelo
de los pasos del rock, como un espía
de convenios de amor, la simetría
reciente de tú y yo: baile en un cielo.
Ya frente a la inminencia del pañuelo
del adiós prometimos: sólo había
que esperar que picase en el anzuelo
la hora de recobrar la compañía.
Felicidades ante todo te
elijo a ti la de la fila
tercera casi al centro
un poco a la derecha
desde el espectador
cabello rubio ni
largo ni corto no
es buena pista claro ni asimismo
la de los dientes de conejo todas
las yankis los tenéis no te lo tomes
a mal la de los ojos
la de los ojos tiernos
de carnero miopes que yo ayer
en el segundo banco a tu derecha
con gabardina clara
y cara de zapatos
nuevos qué más te da:
tú estarías a lo tuyo
siguiéndole las yemas a miss eva…-
que yo ayer y tu boca
quisiera haber tenido
para no mancillar.
Tu represión de niña emancipada
te hace empuñar
con asco amortiguado la boquilla
del rubio que apresuras
en consumir para quemar el tiempo
de la espera
-la pantera se aburre en el acecho
a cuestas con su espléndido pelaje-
para llenar las tardes de volutas
como tejía Penélope
la ausencia de su hombre
el mal presagio
SINTIENDO ESE PLACER
DEL HUMO EMBRIAGADOR
QUE ACABA POR PRENDER LA LLAMA ARDIENTE
DEL AMOR
para acabar volviendo
con una arruga más en el anzuelo
a tu tiniebla íntima
-te agarras a la almohada-
superpoblada de hojas amarillas
(nadie viene a quemarlas a incendiar
el cuarto de los trastes abrumado
de irremediables juanas
de arco a edulcorar
tus ganas
de salirte de madre
de que salten las lunas del asediante armario)
y no divisas moscas -como último recurso-
dispuestas a quedar presas de patas
en la miel cenagosa de tu rimmel.
1
Soterradas semillas
cenizas hácense
bajo cimientos rotos
2
Gesto de la doncella
en quebradizos pomos;
sangre la mano de los asaltantes
3
Harina calcinada.
impronta de azulejos,
huella de las vasijas;
el perfume voló cuando entraron los cuervos
4
Bóveda del aljibe;
los jóvenes cadáveres
por el brocal cayeron
5
Recogidas señales
para bajar al rio
un día sin merodeos
que no llegó
6
Mimbres y sedas:
todo ardió en la cruel alba,
nítida la victoria en el signo del garfio
7
Los remaches del yelmo,
el pecho de los mozos
saltaron.
He metido las manos en el fuego
por saber si era cierto su suplicio
y supe -el si era o no lo supe luego-
que el saber esperar ya no es mi oficio.
Y lo es desesperar, quiera o no quiera,
y es el seguir no hallándote en lo oscuro
de esto que llaman llanto por ahí fuera
y yo de que es mi vida estoy seguro.
«Hermosas ninfas que en el río metidas
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de Vidrio sostenidas…»
…echad la llave no salgáis ya más a la ondulada piel de
la corriente grabad deprisa y para siempre el rumor de
las aguas -hoy contar podéis con aparatos de alta fidelidad-
haced acopio de imágenes de márgenes -sugiero que utilicéis
color en vuestras fotos- encerraros por siempre en
la morada dondo el jaspe sustenta diamantinas bóvedas
daros prisa mucha prisa
que vamos a soltar los sumideros
y el río sera ya en pocos segundos
dominio de la espuma detergente.
La rosaleda del chalé mantiene
relaciones cordiales con la baja
maleza del camino
Esto bastaba
para hacer una fábula, un cuento edificante
sobre la abolición de las barreras
sociales por amor. Añadiríamos
que una abeja dorada es la correveidile
y que sin que lo sepa el jardinero
ha brotado un rosal al otro lado
La sola exposición de estos detalles
de por sí moraliza: de su mera
contemplación surgió la moraleja,
la urgencia de escribirla
y un precoz sentimiento de sonrojo
intentando variar sin conseguirlo
el vuelo de la musa moralista
Esperemos…
que el lastre de verdad que la corona
la haga precipitarse y vuele libre
cuando haya perdido la cabeza
…sentados.
1
Mira de los tres ríos
ese nudo que forman confundiendo
aguas y nombres y depón la pértiga
de la barca en las jambas de la puerta arruinada.
Habrá nacido -dime- amarga hiedra
o trepadora correhuela
por los muros.
Tus ojos de ese verde
que no sube la bolsa ni los corceles pastan
-corceles son caballos guerreadores-
Tus ojos que me cuentan de fértiles inundaciones cíclicas
Morir soñando, sí, mas si se sueña
Ilusión es la muerte, fe la vida,
Guerra la paz; y si la paz se olvida
El tiempo al fin de eternidad se adueña.
La desgana de ayer ¿qué nos enseña
Deshaciéndose en hoy?
Una palabra para hacer llover
está sobre el armario. No la toques
que lloverá en la estepa y los armarios
saldrán mañana a flote en los pasillos mudos.
Diosa
si el filo de la espuma está conforme
con el diseño de tus labios,
tu sonrisa repite lo levísimo
del azul que te dio vida perenne
pero
no eres hija del cielo ni del azul siquiera
que el cielo presta al mar; eres espuma
y todas las palabras de amor se desvanecen
en ondas que entrelazan el engaño
de agua.
Nada queda de nuestro
palomar blanco, donde
sentimos el primer
vértigo nada queda
del almendro en el que
imaginábamos lianas
y éramos dos tarzanes nada queda
de la tapia que el mundo dividía
en territorio apache
y en territorio sioux nada queda
del cuarto de las ratas
que olía a viejas historias y tampoco
queda nada me han dicho
de la terraza ni de la
galeria de cristal donde el sol en invierno
se acurrucaba como un gato nada
queda de la escalera
de caracol ya nada
del jardín con castaños con acacias
con ¿qué?
Carta a J.R.J.
Mínima aldea de muertos olvidada
sino por ti y por mí colgados de los árboles
-cipreses, claro-
con los ojos muy abiertos
entre terribles rascacielos entre
el sueño de los vivos
y el sueño de los muertos
que no se encontrarán: dos paralelas…
Entre todos los tráfagos de todas
esas actividades te fijaste en el viento
que barre de las tumbas agrietadas la nieve
Prosiguen sin embargo
las cuatro tapias concurridas fuera:
la tapia del taxímetro
la del paso elevado
las del tranvía y el metro con su escolta
de dorados & Cé mientras la alquimia
de las losas y el polvo contemplamos:
pobre pozo de muertos con campanas ahogadas
por los timbres burócratas
las bocinas silbatos y las excavadoras
Y aquí sí que no creo -se ha estrechado
el nudo desde entonces,
1916, bastante-
que valieran la pena como tú lo creíste
la escasa yerba y la flor roja
única que brotaban y de cuya hermosura
infinita quedaba, según tú,
la ciudad viva desterrada:
el tiempo
ha venido a decírmelo y mi soga,
por más nueva, aún resiste.
Oh, náyade, nereida, ninfa, sirena, tía
buena reproducida
todo color tamaño
casi natural muslos
apetitosos anunciando
un producto, pongamos,
anticongelante, verbi gratia
gratia plena de ganas de comerte
poseerte en pleno escaparate
lo malo es que sabemos que nuestro
atrevimiento
lo pagaría el seguro
y mucho peor saber que nuestro muerdo
no iba a encontrar una manzana viva
sino más bien sabor de cartonpiedra
y una falsa apariencia de relieve camal
en la litografía
y acabamos comprando cualquier cosa
en desagravio, buenas tardes,
por nuestros malos pensamientos.
La hembra no tiene nada de notable
sus plumas pasan
del blanco al beige por gradaciones suaves
Ni por todo el oro del mundo
me tomaría la molestia
de examinar al macho y cuándo llega
a toda su belleza.
Que me traigan el humo dijo Ciro
y le trajeron todas sus victorias.
Tu más claro discurso
es tu jadeo erótico, Mademoiselle Descartes,
tu dios de mármol tu mayor esclavo,
tu ama de llaves la razón. Tus rosas
son tu blasón mejor, mas su perfume
sigue ininteligible
para vos y Clavet, pintor de corte
amigo de tu abuelo.
La vida es la ruleta
en que apostamos todos el amor es algo
maravilloso el tiempo
es oro nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar
que es el morir España
es una grande y libre
el trabajo es salud los sueños sueños
son obras son amores
y -aparte de poesía- qué eres tú?
The Rolling Stones
Ella es un arcoiris:
es rojo su calor adolescente, por pocos años. Ella
es un arcoiris. Arnarilla
la flor que tiene nunca entre sus manos
-amarillo también el estropajo.
Roja es la sangre floreciendo.
La vi deidad, y me postré a adorarla,
y por volver el ídolo benigno,
la prosa olvido, y me dedico a hablarla
en el leguaje de los dioses digno.
De entonces fue mi signo
pintar en mis canciones
sus dulces perfecciones;
¡y cuánto, oh cielos, su beldad me ilumina!
Ya el poeta no hace como antes
boceto de sus lágrimas
ni refunde su canto hasta el poema
Ahora directamente como el liquen
sobre la piedra inerme
dispone las palabras a sabiendas
de que el tiempo ha dispuesto el cañamazo
de lo que va a escribir para el olvido.
Sólo el rayo no hiere a las ortigas,
se cubren en la sombra:
desde la luz ataca: su veneno
es su sangre -saeta- ¿de qué liban?
No sus nubes, tampoco de guadaña.
(hallado en una botella de mezcal en «El farolito» y en donde -aunque esto sea lo menos importante-
se corrige un error léxico de Gustavo Adolfo Bécquer.)
Como de tu pupila la negrura,
Azul indescriptible tu iris, nunca
Tuve ocasión de ver: dulce espesura
Abierta a este habitante de espelunca.
Te vistieron de gris con uniforme
te dieron una chapa y una porra
y saliste a la calle tan conforme
con permiso oficial de armar camorra
dispuesto a demostrar todo lo enorme
que es tu amor a la patria que en la gorra
viene representada aquiliforme
aunque en el fondo no es más que una zorra,
dejaste el azadón que hoy enmohecido
dormita en el corral que abandonaste
-se puede uno ganar bien el cocido
sin trabajar-: aquel maldito traste
áspero sucio feo retorcido
no es como la pistola: ¡qué contraste!