«Voy pesar??me dije el otro día??
una lágrima mía.»
y saqué del armario una balanza
de suma precisión.
«Ya sé cuál escoger: la no llorada
dura y concrecionada
que, cual badajo de campana rota,
yace en mi corazón.
Poemas españoles
Dos partes tiene el mundo, según cuento,
dos partes nada más;
una donde estás tú, mi dulce aliento,
otra donde no estás.
e fia con lopre eterno anche il mio amore.
M. BUONARROTTI (Son. xxxix).
ODA
De Paros en la pródiga cantera
arranca Fidias un informe bloque,
y, del cincel al choque,
va, con mano certera,
labrando blanca estatua portentosa,
en el cielo del arte estrella hermosa.
SONETO
Quien desea encontrar substancia pura
nunca la busca en el revuelto cieno,
ni en el hierro en fusión, de escorias lleno,
sino bajo una armónica figura.
En cristales de mágica tersura,
que claro muestran de la forma el freno,
cual hija predilecta de su seno,
nos la brinda la próvida Natura.
Muda la lira en la indolente mano;
desceñida la túnica; en el aire
la flotante abundosa cabellera,
que ya no logra sujetar el mustio
laurel de Dafne, sube la Poesía
a paso lento el Léucade riscoso;
buscando va la muerte que halló un tiempo
de Mitylene la poetisa augusta:
breve instante reposa; atrás contempla
y ve razas y pueblos sucederse;
por doquiera se mira reflejada,
siempre su luz iluminando el cuadro;
jovial sonrisa en las alegres fiestas,
lágrima dulce en las luctuosas horas;
mira lo porvenir, lo ve sombrío,
y prosigue el sendero; al ardua cumbre
llega por fin; las aguas acaricia
con su mirada virginal, y lanza
a los vientos su canto postrimero:
«Sacerdotisa de la cipria Diosa:
eolia Musa, de celeste numen;
cantora de Eros; en amor maestra;
mísera Safo.
A Sebastián Elcano
ODA
¿Qué insólita derrota
a seguir va la temeraria flota
que se apercibe a abandonar velera
de Sanlúcar la plácida ribera?
¿Acaso quiere España
que otro dominio en apartada zona
para ella el sol, ya sin descanso, alumbre?
SONETO
A mi amigo el escultor Querol
Veo brotar de tu fecunda mano,
a que tantas creaciones son debidas,
la Unidad de las fuerzas conocidas,
que la vetusta alquimia buscó en vano.
Como para tu genio todo es llano,
das cima a las ideas concebidas,
y el mundo verá en mármol convertidas,
grandes conquistas del saber humano.
ODA
Aun cuando es gigantesca la Natura,
a paso de gigante no camina;
desde la sombra oscura
al sol, que los espacios ilumina;
desde la ingente mole de granito,
al aire, que en su falda juguetea;
desde el cristal de roca al aerolito;
del caos a la idea;
desde la esponja al ruiseñor alado;
¡cuántas imperceptibles transiciones,
cuántos y cuán variados eslabones
la cadena sin fin de lo creado!
Arrojáronlos, sí, pero en sus ojos
quedó impreso el hermoso panorama
del Paraíso, y la siniestra llama
de aquella espada, fulminando enojos.
Por eso al contemplarse todo amante
en las pupilas de su dueño amado,
ve en el fondo el Paraíso reflejado,
y chispas de la espada fulgurante.
Es cosa averiguada,
por dos naturalistas comprobada,
que influyen los colores
en el aroma de las gayas flores.
Con germana paciencia,
que no hasta dar con la evidencia,
sometieron a ensayo
cuantas tributan el Abril y el Mayo,
quedando, según reza la Memoria,
a favor de las blancas la victoria;
y no así como así, ventaja y mucha
es la alcanzada en la florida lucha.
Corre una brisa de invisibles, millares
gotas de agua,
por mi corona de noche
y almendra laminada.
Corre entre dos bocas
un solo hilo de almohada
es un telar callado
la noche.
Envejecen los paisajes,
depositan sus perfiles
en cristales distantes
los cabellos del río,
y no canto,
que estoy quieta en la nota,
alto estambre
del amor.
Pienso toda la noche en el ramo
y en la figura que con la madrugada
se recorta, caída en el jardín.
Vienen con máscara los poderosos mirlos
y hunden sus picos de oro en la sombra humana
¿Y por qué fluye?
Desplegó el mantel y dispuso doce platos,
doce copas de vino, doce tenedores, doce cuchillos…
y se sentó a esperar, de espaldas a la mesa,
la llegada de sus invitados,
e imaginó:
once troncos erectos sobre once sillas,
y sus once cabezas servidas ante sus once platos,
y pensó:
‘Es una imagen justa.
Rumor de diez noches en diez diferentes estancias.
Después, se dejaba dormir. En vano yo retaba al sueño
gentil de su cayado, lo salpicaba con el rocío que germina
en las palmeras; invariablemente era su presencia y no la
mía la tentadora, la travesía, el cuidado, la gangrena.
«Por el número de escoriaciones
del buque conocemos la cantidad de
sus viajes:
por las escoriaciones de nuestra piel,
cuántas veces hemos amado.»
Cristina Peri Rossi
Había perdido el timón y las estrellas,
equivocó el marino muslos con bitácoras,
nacarados senos arrancó el arrecife
con los labios que el alba nunca había dormido.
Mediodía perfecto en Egipto. Antínoo duerme.
Diríase barbilampiño, algo rubio de sienes,
hábilmente depiladas sus piernas para hacer
más lenta y reiterada la caricia de Adriano.
Su cuerpo, apenas un botón de miel salvaje,
un cervatillo de oro bajo la faz del sol.
Pienso en un tigre. Bajará a la ciudad
a la hora en que abren los bares
y se expande un intenso perfume
humano. Anochece. Sediento
se acodará en la barra y beberá
unas copas con los ojos prendados
del brillo siniestro y metálico,
dúctil su lengua, aromado el local
con un vaivén continuo de clientes.
Decir pestes de él tiene, sin duda,
un sólido prestigio literario
-tacharlo de asesino, por ejemplo,
o compararlo con
uno de esos ciclones con nombre de corista
que pasan y que dejan en los telediarios
un paisaje de grandes palmeras derrocadas
y uralitas errantes,
o simplemente lamentarlo a base
de tardes y de otoños en pálidos jardines-,
pero ahora, con la mano en el poema,
os lo confieso: he sido siempre yo
el que salió ganando de todos nuestros tratos.
El lunes es el nombre de la lluvia
cuando la vida viene tan malintencionada
que parece la vida.
El martes es que lejos pasan trenes
en los que nunca vamos.
El miércoles es jueves, viernes, nada.
El sábado promete, el domingo no cumple
y aquí llega otra vez- o ni siquiera otra:
la misma vez- la lluvia de los lunes.
Joven,
yo era un vanidoso inaguantable.
‘Esto va mal’, me dijo un día el espejo.
‘Tienes que corregirte’.
Al cabo de unas semanas era menos vanidoso.
Unos meses después ya no era vanidoso.
Al año siguiente era un hombre modesto.
Ellos que viven bajo los focos clamorosos
del éxito y poseen
suaves descapotables y piscinas
de plácido turquesa con rosales
y perros importantes
y ríen entre rubias satinadas
bellas como el champán,
pero no son felices,
y yo que no teniendo nada más que estas calles
gregarias y un horario
oscuro y mis domingos baratos junto al río
con una esposa y niños que me quieren
tampoco soy feliz.
Es misteriosa como el tiempo y el mercurio,
delirante y exacta, álgebra y fuego.
Cuando nadie la espera, coronada de escarcha
baja tarareando con pies maravillosos
por entre los helechos. Muchos enamorados
consagraron su vida a llamarla, elevaron
laboriosos palacios para ella
y no condescendió ni a una mirada.
Era el abuelo y sus inmensas expediciones mirar
qué oruga viva y la caja con sus agujeritos los zapatos
lustrosos
para los Reyes Magos el séptimo no hurtar las canicas
el trompo el adelante mis valientes Supermán
con su vista de rayos X pero la kryptonita
era estar de vigía en la rama más alta
de un manzano musgoso doscientas veces
No debo hablar en clase
No debo hablar en clase
No debo hablar en clase
No debo hablar en clase
a la capilla filas silenciosas 4 a 1 y el córner
a los tres penalty Extremadura dos
Cáceres y Badajoz en busca del tesoro enterrado y los
laboratorios
era el ‘Celtas’ fumando entre los cuatro tras un montón
de leña el rosa-rosae y la calcopirita no es pecado
era Susana con sus trenzas
era
Con tu mirada tibia
alguien que no eres tú me está mirando: siento
confundido en el tuyo otro amor indecible.
Alguien me quiere en tus te quiero, alguien
acaricia mi vida con tus manos y pone
en cada beso tuyo su latido.
Mi vida: tantos días
que no estuve en El Cuzco
ni en Siena ni en Grenoble,
tantos aviones rubricando el cielo
en los que yo no iba, tantas voces
cuyo calor jamás
tocó mi corazón.
Sólo el tiempo, vacío,
sólo el tiempo, esta estepa
desesperada, sólo
ver los martes, los miércoles, los jueves,
ver cómo suceden, implacables,
los tubos de Colgate.
Desde ese tiempo diferente al mío
en que de una mirada ven Tus ojos
la semilla la rosa y los despojos
nacercorrerdesembocar al río
mira esta pobre vida desgarrada
entre el ayer el hoy y mil quién sabe
de los que sólo Tú tienes la llave
mírame en esta hora desolada
a tientas sin saber equivocándo-
me en todos los recodos del camino
confundiendo el veneno con el vino
mira qué Noche oscura qué sangrando
mira cómo hacia Ti se elevan juntas
desde mi herida todas las preguntas
Qué dicha no ser Basho, en cuya voz
florecían tan leves los ciruelos,
ni ser Beethoven con su borrasca en la frente
ni Tomás Moro en el taller de Holbein.
Qué dicha no tener
un bungalow en Denver (Colorado)
ni estar mirando desde el Fitz Roy el silencio
mineral de la tarde patagónica
ni oler a bajamar de Saint-Malo
y estar aquí contigo, respirándote, viendo
la lámpara del techo reflejada en tus ojos.
Os dejo el río Almofrey, dormido entre zarzas con mirlos,
las hayas de Zuriza, el azul guaraní de las orquídeas,
los rinocerontes, que son como carros de combate,
los flamencos como claves de sol de la corriente,
las avispas, esos tigres condensados,
las fresas vagabundas, los farallones de Maine, el Annapurna,
las cataratas del Niágara con su pose de rubia platino,
los edelweiss prohibidos de Ordesa, las hormigas minuciosas,
la Vía Láctea y los ruyseñores conplidos.
Se van muriendo uno tras otro
como en las películas de náufragos
o de aviones estrellados en neveros incógnitos.
Sucumbió el portero de fútbol catequístico
y el bailarín de valses bajo la luz periódica de un faro
y el estudiante que sueña
un verano arqueológico en Egipto
y el insensato que sufre por unos ojos
que eran una sucural del Cantábrico
y el posible profesor de español en Colorado.
Raro asunto la vida: yo que pude
nacer en 1529,
o en Pittsburg o archiduque, yo que pude
ser Chesterton o un bonzo, haber nacido
gallego y d’Ors y todas esas cosas.
Raro asunto
que entre la muchedumbre de los siglos,
que existiendo la China innumerable,
y Bosnia, y las cruzadas, y los incas,
fuese a tocarme a mí precisamente
este trabajo amargo de ser yo.