Sandro Boticelli

I

Un azul de cobalto transmuta la distancia
en santuario nocturno de cuyo laberinto
salva el hilo de luz del laúd de un arcángel.

Lírica línea, tu alma, miniada de lejanos
y misteriosos soles, cielos, lunas, avernos,
invoca en la pintura un jardín sideral
donde los dedos gustan arquitecturas frías
y deshojan los blancos jazmines de la carne.

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Zwiefalt

Por la noche, cansado de aprender
tantas cosas inútiles, te pierdes
en cualquier paraíso artificial.
Alguien te pide fuego con los ojos.
Lo fijo y lo volátil de la carne.
Apura de su ser la negritud.
No has de temer que lleguen esas noches
en que nada merece ser vivido.

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Brindis

Un destello de amor
es la copa del brindis,
y el tacto una huella
en el fino cristal,
y el instante un brillo
húmedo, evanescente:
hoy lo revela todo
y mañana no existe.
Un momento sublime
sin contornos ni límites.

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El paseante

Salir de mí,
ir hacia los otros,
amanece y el aire aún es limpio,
sencillamente fresco.
Conforme avanzo el sol
se deja notar más,
no interviene en mi camino,
pero está ahí, entre mis pasos:

voy hacia los otros,
dejo atrás la música primera
de los pájaros,
y se incorporan señales
de un mundo elegido
y al mismo tiempo rehusado;

no llego a conclusiones,
no dejo hacer al pensamiento,
no niego, separo
el interior del exterior,
elijo la ola y la espuma,
el tono de ruido,
el momento del viento;

ahora que estoy afuera
pero voy por dentro.

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Erosión

Ni la hosca piedra ni el metal más noble.
Una hoja seca en las páginas de un libro
y un cuerpo envejecido nada esperan,
si el tacto ya no existe.
Sólo ver respirar el mundo
y en silencio escuchar la música
que una espaciosa nube le ocupa.

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Invierno en el País de Gales

Es de noche, camino por el bosque sin rumbo,
pero no perdido, a los lejos veo una casita de invierno,
una ventana encendida y me acerco despacio:
no hay pesadas cortinas, una chimenea crepita,
parece Thomas de Quincey leyendo a Kant,
hay un libro inacabado, sobre la mesa
la vida misma, cotidiana y común,
y manos que abren puertas y los sentidos.

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La llamada

Sigo esperando tu llamada,
no me olvides ni dejes que transcurra
demasiado tiempo,
porque todo es fugaz
y se pierde el instante de las cosas.

Sigo esperando cada día,
contéstame y renuncia a este silencio
de pálidos mensajes,
porque acaban las horas
y el tacto que mantienen las palabras.

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Mensajes

En este momento estoy ausente,
pero puedes dejar algún mensaje
y te llamaré cuando vuelva.
Si eres el amor
llama más tarde, o tal vez otro día;
si eres la soledad
espera, pronto estaré contigo;
si eres el suicida
marca otro número, apenas queda tiempo;
si eres la muerte
elige otro destino, sólo soy una técnica;
si eres el pensamiento
abandona, este hilo no medita;
si eres la palabra
da la vuelta, aquí nadie te pronuncia;
y si eres una voz anónima
que llamas angustiada
en cualquier momento llegaré a casa:
habla después de oír la señal.

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Natural

Susurra el árbol, la razón entiende:
nada es el norte o el sur sino aquello que
el corazón elige, ni el objeto
es el amor sino el amor
todo en sí mismo, porque viejo o joven
hermoso es el tiempo de la luz,
como natural es el paisaje
o por libre la voluntad es fuero.

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Secretamente

Acompañar a un cuerpo dormido,
acariciar su piel mientras sueñas
en amar esos años prodigiosos
en íntima vigilia,
rememorar ese cuerpo secreto
de ojos dulces y causa ciega,
decir amor sobre sus largos cabellos
y recorrer audaz la línea divisoria,
sin transgredir su paz ni su silencio.

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De «Santa deriva»

Desvalido orgullo

Pues sabemos del viento,
la aristocracia somos, desvalida,
de lo que el viento lleva.

Somos sólo el cobijo transitorio
del arraigado sueño que en la pasión pervive,
y en la noble tarea de alimentar un sueño
nuestra vigilia apuesta su cumplimiento altiva.

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Ahora

De dios es este instante,
y él lo ignora.

Es polvo del cristal de la alegría,
es la rosa que encaña
de la sangre en su entera majestad.

Bien se ve que sabéis de la honda llaga,
de este andar a derechas
sobre la brasa pura.

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Alargaba la mano y te tocaba

Alargaba la mano y te tocaba.
Te tocaba: rozaba tu frontera,
el suave sitio donde tú terminas,
sólo míos el aire y mi ternura.
Tú moras en lugares indecibles,
indescifrable mar, lejana luz
que no puede apresarse.
Te me escapabas, de cristal y aroma,
por el aire, que entraba y que salía,
dueño de ti por dentro.

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Almuñécar

Durante un anochecer en esta playa te amé tanto
que una respiración
para los dos bastaba.
Suspendieron el mar, para mirarnos,
su armonioso escalofrío,
y su unánime vuelo de gaviotas.
Se divertía el agua, sonrosada,
como si fuera a amanecer,
y se posó el silencio sobre el aire
lo mismo que un jilguero en una rama.

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Aún eres mío, porque no te tuve

Aún eres mío, porque no te tuve.
Cuánto tardan, sin ti,
las olas en pasar…

Cuando el amor comienza, hay un momento
en que Dios se sorprende
de haber urdido algo tan hermoso.
Entonces, se inaugura
-entre el fulgor y el júbilo-
el mundo nuevamente,
y pedir lo imposible
no es pedir demasiado.

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Bagdad

Tenía tanta necesidad de que me amaras,
que nada más llegar te declaré mi amor.
Te quité luces, puentes y autopistas,
ropas artificiales.
Y te dejé desnuda, inexistente casi,
bajo la luna y mía.
A las princesas sumerias,
cuando fueron quemadas con joyas rutilantes,
les brillaban aún sus dientes jóvenes;
se quebraron sus cráneos antes que sus collares;
se fundieron sus ojos antes que sus preseas….

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Bahía

¿Cómo comer sin ti, sin la piadosa
costumbre de tus alas
que refrescan el aire y renuevan la luz?
Sin ti, ni el pan ni el vino,
ni la vida, ni el hambre, ni el jugoso
color de la mañana
tienen ningún sentido ni para nada sirven.

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