Amaneció un revuelo el atrio de la iglesia.
La Virgen Concepción,
que desembarcó engalanada de tafetanes, sedas y
oros de Aragón y Castilla,
amaneció completamente desnuda.
No hubo robo ni ultraje. Sólo eso:
que amaneció completamente desnuda.
Y allí está:
tiritando de frío,
como si nada mostrando la mercancía,
mirando con extrañeza
a las indias vestidas de pájaros, frutas, soles,
lagos y amaneceres.
Poemas guatemaltecos
Ante el dentudo acoso de sus sabuesos,
nosotros salíamos siempre en debandada.
Así,
dejábamos coches, gallinas, chuchos
y, ardiendo todavía sobre la leña,
la sagrada y redonda tortilla.
Así andábamos: como pedazos despedazados
de un solo y único cuerpo
que debe ser el pueblo.
¡Oh salve, Patria para mí querida,
mi dulce hogar, oh salve Guatemala!
Tú el encanto y origen de mi vida.
¡Cuánto, tierra bendita, se regala
el ánimo evocando de tu suelo
las prendas todas, de natura gala!
Me acuerdo de tu clima y de tu cielo,
a tus fuentes me asomo, y se pasea
por tus henchidas calles ¡ay!
Luego que empieza el gallo generoso
a erguir amenazando el áureo cuello,
a caminar con majestad y orgullo
y a perseguir con amoroso anhelo
a sus esposas, el ardor insano
de bárbaro, letal y sutil juego
le saca del corral, su dulce patria,
y le sepulta en reducido encierro,
do atado al pie con cuerda rigurosa
del combate feroz aguarda el tiempo.
Si fuera José
-sólo José-
no tendría este pene atrofiado
mis tetas se hundirían
me llenaría de pelos.
No me las cogería a la fuerza
ni las miraría a las nalgas.
Si fuera José
sería igual de vulgar
y no me enamoraría de Regina.
Seguiré aniquilándote cada día
Cada dosis será una bala
te penetrará la carne
romperá tus huesos
doblará tus ansias
Yo veré de cerca como gimes
como sangras
y con un poco de suerte
te veré morir
Entonces abriré la boca
cerraré mis dientes
y regalaré al mundo una sonrisa
en memoria de mi difunta depresión.
La muerte no tiene metáfora
es simple y clara
dejás de funcionar
te quedás tieso en medio del todo
el reloj
-mientras-
sigue funcionando
(Inédito)
Mi abuela no me dejó
una muñeca
una joya
un te quiero
me dejó
-en cambio-
muchos rencores
envueltos en un pañuelo rojo
que decía:
personal e intransmisible
Mi cerebro lleva dentro
una masa en estado de descomposición.
Los buitres
pi co te an
pi co te an
pi co te an
Poco a poco
traspasarán el cráneo
y penetrarán sus picos.
Será entonces el día del gran banquete
del eructo último
del buen final
(Inédito)
Prensado a mis entrañas
permanece
Hace un año vive conmigo
chupando mi sangre
mi sudor
mi sexo.
He intentado un aborto
pero este amor
no conoce la muerte.
Soy un lugar común
como el eco de las voces
el rostro de la luna.
Tengo dos tetas
-diminutas-
la nariz oblonga
la estatura del pueblo.
Miope
de lengua vulgar,
nalgas caídas,
piel naranja.
Yo, que sólo creo en las aureolas de mis pezones
y conservo blanco sólo las paredes de casa
y las líneas que meto en mi nariz
odio que me llamen ángel.
Yo, que lo único que quiero es fuego.
Y las palabras callaron
cuando fueron exigidas
que hablaran todo
que lo gritaran
todo a voz en cuello;
y los tentáculos del labio
se hicieron hiedra en el cielo
de la boca desdentada;
dijeron verde sangriento
simbolizaron cadenas
que amordazaron la lengua;
la lengua ya no sirvió
más que para colgar del pecho
como corbata decente.
Y desde el pozo feroz, carisangriento
de mi pecho a horcajadas
doblado en la esquina de mi centro
ecuatorial cintura de mi medio
el grito inaugural toca a rebato
de combatientes asperezas, carraspeo
con el tumbo del humo amontonado
en mis paredes sórdidas, mis pulmonares
túneles dentro la espalda; sudo
un pensamiento en frío, una agridulce
sempiterna, sobrehumana congoja.
Araña de manto tibio
falangista en los uñazos
suspendida en baba suelta
del antebrazo…
Araña de vientre terso
arrastrandito callando
arañandito rasgando
arañita de mi miedo.
La tierra giem sin parir más dioses
los dioses tienen su pedestal tirado
los tronos están llenos de ceniza
y la ceniza manchada de blanco.
La esperanza perdió sus colores
los colores ya no son tornasolados
en su agonía mueren degollados
por el gris plomizo de la muerte.
En la semilla
está la trayectoria del maíz,
el ciclo de la cosecha.
A los ojos del hombre,
es una lágrima.
Y en ella, una sonrisa amarga.
Catástrofico es el segundo
en que a la vida volvemos,
saber que hemos tenido en las manos
la palpitación del mundo
y, hallándonos otra vez entre los muertos,
no recordar en dónde
ni por cuánto tiempo.
Eres un sarcófago viviente,
sepulcro que en la oscuridad
abre sus ramos lechosos,
agitas tus remos y crujes
devorando mi carne y mis huesos.
Fuera de ti sólo queda mi rastro
y nada que valga la pena.
Y es que yo solamente soy una sombra
que absorbe la humedad de la puerta.
El tallo abriéndose en un pensamiento
humedecido en las pisadas del tiempo.
Distraído grabador de los frutos del árbol
que extravió su trayectoria en el ámbar
el encargado de la llave que al abrir tus puertas
fue a dar al fondo con los ojos cerrados.
esta señal de la aurora
la traían en su corazón
Popl Vuh III, cap. VI
No podemos encender la hoguera
Mojado está el bosque
podridos están los troncos
No podemos quebrar los colmillos del frío
Arrancar
Y recobrar nuestros huesos entumecidos
En la humedad en el agua
nos ha tocado prender la hoguera
En la oscuridad en la noche
nosotros somos la región más espesa
A oscuras sesionamos bajo la helada
Y conferenciamos sobre nuestro qué hacer
De cómo allí los muertos continúan
jugando un gran papel en la guerra
De qué manera se escogen entre todos
Quiénes llevarán a la espalda el mayor peso
en los ratos
de agudo peligro
Acérquense los del fuego
Los enamorados de la vida
nos calentaremos con estos nuestros corazones
Hechos leña bajo este rudo temporal
Pero contentos
A decir verdad, la lluvia no habla
de ti.
Sí que hoy te confundí. Y ya van cuatro
entre la multitud.
Dejé que cayeran mis ojos al suelo
para que las personas adultas
al pasar no lastimaran mi amargura.
A Olga Kómonova
Aprehender, sí. Primero asimilando
los matices y contornos ocultos.
Lo húmedo, lo tibio, y sin soy afortunado
el rumor de tu sangre abriendo zanja en la vida.
Loco de mí. Inocente. Como si teniéndote
sería yo el señor de tus trigales
y tus bosques de abedul copados de nieve.
Las palabras, al tocarlas al aire,
crecen como las terneras.
Con los años maduran y se ahondan
y también pueden nacer muertas.
Según.
La palabra nos revela
la consistencia del espíritu.
Es una cosa delicadísima,
en boca del mentiroso
pone al desnudo el hueso
de un alma ingrata.
El escultor no hace más que llamar,
con el cincel
y a golpe de martillo,
a los guerreros que duermen
en las espesuras del mármol.
El espacio entre los dos
resbaló
como harina entre los dedos.
Ya sólo en el mundo
un lugar habitado
-tú y yo.
Tu cuerpo refugiado
en mis manos.
Mis ojos
disueltos en tu mirada,
y la húmeda rama de tu voz
palpitando
su sombra en el silencio,
la última traza de lumbre
se extinguió bajo el alero.
No me niegues que a veces,
al despertar,
quisieras refugiarte nuevamente
debajo de mis manos,
quedarte quietecita, apenas
respirando,
convertida en la misma huella
de la noche.
Fina es la lámina,
casi transparente.
La lámina de azúcar
que separa tus labios.
Por allí se fue mi corazón
relamiéndose las heridas.
Él aseguraba que ella no tenía sonrisa
Ella le mostró los dientes
manchados con sangre
de su corazón
Él está convaleciente
con el consuelo
de que ella se indigestó de él