La cifra propongo; y ya
casi tengo el artificio,
cuando se abre el precipicio
de la palabra vulgar.
Las sirtes del bien y el mal,
la torpe melancolía,
toda la guardarropía
de la vida personal,
aléjalas, si procuras
atrapar las formas puras.
Poemas mexicanos
A Cuernavaca voy, dulce retiro,
cuando, por veleidad o desaliento,
cedo al afán de interrumpir el cuento
y dar a mi relato algún respiro.
A Cuernavaca voy, que sólo aspiro
a disfrutar sus auras un momento:
pausa de libertad y esparcimiento
a la breve distancia de un suspiro.
De los amigos que yo más quería
y en breve trecho me han abandonado,
se deslizan las sombras a mi lado,
escaso alivio a mi melancolía.
Se confunden sus voces con la mía
y me veo suspenso y desvelado
en el empeño de cruzar el vado
que me separa de su compañía.
Muchas sendas hollé, muchos caminos
solicitaron el afán creciente.
de contrastar los usos de la gente
y confundirme con los peregrinos.
Mezclaba los sabores de los vinos
en cada clima caprichosamente,
y yo no sé si ello fue prudente
o si mis pasos fueron desatinos.
En el más cariñoso lecho
me siento morir,
cuando en la naturaleza,
toda mansa como jardín.
Muelle, el ala del ángel blanco
-¡qué piedad, qué ternura al fin!-,
primera vez roza mis hombros
como el arco roza el violín.
-Soy la Muerte- me dijo. No sabía
que tan estrechamente me cercara,
al punto de volcarme por la cara
su turbadora vaharada fría.
Ya no intento eludir su compañía:
mis pasos sigue, transparente y clara
y desde entonces no me desampara
ni me deja de noche ni de día.
Me quedaré sola. No huyo este dardo!
Como que mi carne sale del temblor
del sollozo largo, que deja en los labios
la palabra buena o la imprecación.
He de darlo todo: La vida lo quiere!
como da en Otoño el árbol sus hojas;
más queda esperando que en la Primavera
serán su aguinaldo flores olorosas.
En la dulzura de esperar, se me han quedado
los ojos extasiados.
Otro sol y otra luna han de venir
y habrán de hallarme así:
Quietas las manos, antes flores de ruego
sombreadas las pupilas de misterio…
Otro sol y otra luna han de tornar
sin que se canse mi anhelar!
¿Verdad que tú no sabes por qué amo yo la muerte?
Porque es el fin piadoso de esta jornada loca
en que es una sentencia el jamás poseerte
ni como a aquella flor que con unción se toca.
Porque la piedra fría con que oculte al mundo
la caridad consciente de algún piadoso hermano,
a mis huesos dará un calor más humano
que el que me den tus ojos de mirar tan profundo.
a Guadalupe Alonso
Fui por unos días la mujer más bella de mi ciudad. Llevaba un vestido con doble aura. Abajo, todo se flechaba en un tiempo preciso.
En el camellón de Insurgentes fui el tigre de Blake, en San Ángel hablé con los nimbados pájaros de Dios, en la Plaza del Carmen encontré a mi madre fumando un cigarrillo.
Antes de ser nombrados,
antes aún que el animal
perdiera su extensión sobre nosotros,
caías sobre mí.
La miro desde el agua: viene a ofrecerse en la fornicación del nombre. Dibujo su sombra, le hablo a lo negro del oído. Oh, amarga. No te toco. Acaso el ojo sólo deba verte y regresar.
El dios hijo cordero lobo en aguas de fondo inmenso calamar el dios
del soplo man in black el dios de estar en cavidades donde el negro
es primario ningún color El dios llameante
negro marfil sube al cúmulo de mí
seremos eco en sus porciones
sólo fragmentos
carencia
estatua en negro marfil black ivory
aquí los corazones
como la cabeza de Juan
y yo: despierta
Se es feliz en lo infeliz se es negro en blanco black in man se es
carbón molido se es color el miedo y el lugar del miedo se es la
esposa y el padre se es la hija la hermana la piedra cristal
soplado se es el cuerpo y el espíritu santo el dogma la consu-
mación El deseo incumplido el secreto guardado la pira del secreto
Desdicha en lo supuesto feliz Avanza la expiación
*
Se encuentra el amado entre sábanas negras se incorpora se vuelca hacia la piedra con trapo húmedo la moja aparece un fresco en rojos y amarillos La música porosa En tierra de nadie en tierra de ocres: La fe
*
Son melancólicos los tonos son deliberadamente en platas oigo las cuerdas contra el chelo oigo el arpa son los tonos no elegidos Son lo que son lo que empincela en tinta el borde de los cuerpos Como un país Como la lluvia de un país Como la lluvia del arpa contra el chelo: los dedos hurgando el punto de la emanación el punto negro-llama el centro de equilibrio llueve hacia el vacío dedos hurgando en el origen de un color que se degrada El todo se cierne en un aquí: donde se toca el propio extravío
*
Era el humo liberado de un incendio el gris elevante que surcaba el negro aún en el temblor los cuerpos se amalgaman están en otro y vuelven a lo solo como un vapor
En lo envolvente Como un dibujo
En marca de agua He perdido
Me he plegado Dónde
Si no El sino
De estos días
He vislumbrado el cielo en esta tierra.
Alonso Pérez de Salazar
Flotan acelgas en el caldo acedo.
Llueve
y el agua levanta una nube de insectos y de polvo.
En el adentro, la música de Monteverdi
(Vespro della Beata Vergine)
me abre la puerta del ciberespacio.
I
Algo de cierto hay en esta historia,
en esta casa
que nos mira crecer sin hijos.
La misma casa
construida piedra a piedra de los sueños
y que nunca pensé para mí.
Todo me pertenece:
la mesa, los árboles, la repetida canción del silencio.
I
En el adentro de un corazón en jirones:
voces desgajadas
en el filo de la tragedia.
Cierro los ojos:
cuerpos, túneles en oscura sangre,
avispas,
cantos de palomas
como maldiciones,
conjuros.
Amemos, Amado, gocemos
Perdámonos en los profundos bosques verdes
Vaciémonos el uno en el otro
y desprendidos del cuerpo elevemos el alma desnuda
a los confines invencibles del deseo.
Penetremos los límites vastos que dividen el paraíso
y el infierno.
A iván, a la pasión de amar
Me has penetrado
has abierto en mi cuerpo una herida profunda
honda como la oscuridad océanica del alma
vacía y vastísima.
Y tu boca es un río que se acaba en mi boca
y mi boca una grieta donde se extingue y renace el universo
y mi vientre una gruta lasciva
un manantial de donde nace el agua subterránea
dadora de nuestro eterno aliento y alimento
y tu espada un rayo de lumbre que me parte
y el amor un astro luminoso que atraviesa la noche
y unifica la carne y el espíritu.
Abusé de tí, malamada.
Te maltraté como al peor de los esclavos.
Te obligué a desnudarte ante los otros,
a descender conmigo hasta los bajos fondos.
Eras objeto de saciedad y de goce:
Acudías como una perra obediente a mi llamado.
Nunca le pregunté al destino
si me tocaba seguirte.
Simplemente me fui.
Me desnudé y te dije:
bajemos. Metámonos
más hondo en el infierno.
Hagamos ahí dentro en lo obscuro
el paraíso del placer.
Abre la puerta negra
Hurga Entra
Desciende el misterioso abismo.
¿A dónde iremos?
¿A dónde iremos
donde la muerte no exista?
Más, ¿por ésto viviré llorando?
Que tu corazón se enderece:
aquí nadie vivirá para siempre.
Aún los príncipes a morir vinieron,
los bultos funerarios se queman.
Alegráos con las flores que embriagan,
las que están en nuestras manos.
Que sean puestos ya
los collares de flores.
Nuestras flores del tiempo de lluvia,
fragantes flores,
abren ya sus corolas.
Por allí anda el ave,
parlotea y canta,
viene a conocer la casa del dios.
(De Nezahualcóyotl cuando andaba huyendo del señor de Azcapotzalco)
En vano he nacido,
en vano he venido a salir
de la casa del dios a la tierra,
¡yo soy menesteroso!
Ojalá en verdad no hubiera salido,
que de verdad no hubiera venido a la tierra.
(Con que saludó a Moctezuma el viejo, cuando estaba éste enfermo)
Miradme, he llegado.
Soy blanca flor, soy faisán,
se yergue mi abanico de plumas,
soy Nezahualcóyotl.
Las flores se esparcen,
de allá vengo, de Acolhuacan.
Escuchadme, elevaré mi canto,
vengo a alegrar a Motecuhzoma.
En la casa de las pinturas
comienza a cantar,
ensaya el canto,
derrama flores,
alegra el canto.
Resuena el canto,
los cascabeles se hacen oír,
a ellos responden
nuestras sonajas floridas.
Derrama flores,
alegra el canto.
Con flores escribes, Dador de la Vida,
con cantos das color,
con cantos sombreas
a los que han de vivir en la tierra.
Después destruirás a águilas y tigres,
sólo en tu libro de pinturas vivimos,
aquí sobre la tierra.
Sólo allá en el interior del cielo
tú inventas tu palabra,
dador de la vida.
¿Qué determinarás?
¿Tendrás fastidio aquí?
¿Ocultarás tu fama y tu gloria en la tierra?
¿Qué determinarás?
Nadie puede ser amigo
del dador de la vida.
¿Eres tú verdadero…?
¿Eres tú verdadero, tienes raíz?
Sólo quien todas las cosas domina,
el dador de la vida.
¿Es ésto verdad?
¿Acaso no lo es, como dicen?
¡Que nuestros corazones
no tengan tormento!
Todo lo que es verdadero,
lo que tiene raíz,
dicen que no es verdadero
que no tiene raíz.
Estoy triste, me aflijo,
yo, el señor Nezahualcóyotl.
Con flores y con cantos
recuerdo a los príncipes,
a los que se fueron,
a Tezozomoctzin, a Quaquauhtzin.
En verdad viven
allá en donde de algún modo se existe.
He llegado aquí,
soy Yoyontzin.
Sólo busco las flores,
sobre la tierra he venido a cortarlas.
Aquí corto ya las flores preciosas,
para mí corto aquellas de la amistad:
son ellas tu ser, ¡oh príncipe!,
yo soy Nezahualcóyotl, el señor Yoyontzin.
Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso deveras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea de oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
Me siento fuera de sentido, lloro,
me aflijo, cuando pienso, digo y recuerdo:
¡Oh, si nunca yo muriera,
oh, si nunca desapareciera!
¡Allá donde no hay muerte,
allá donde se alcanza la victoria,
que allá yo fuera!
Por fin lo comprende mi corazón:
escucho un canto,
contemplo una flor:
¡Ojalá no se marchiten!
No acabarán mis flores,
no cesarán mis cantos.
Yo cantor los elevo,
se reparten, se esparcen.
Aún cuando las flores
se marchitan y amarillecen,
serán llevadas allá,
al interior de la casa
del ave de plumas de oro.
No en parte alguna puede estar
la casa del inventor de sí mismo.
Dios, el señor nuestro,
por todas partes es invocado,
por todas partes es también venerado.
Se busca su gloria, su fama en la tierra.
Él es quien inventa las cosas,
él es quien se inventa a sí mismo: dios.
¿Es que en verdad se vive aquí en la tierra?
¡No para siempre aquí!
Un momento en la tierra,
si es de jade se hace astillas,
si es de oro se destruye,
si es plumaje de ketzalli se rasga,
¡No para siempre aquí!
Percibo lo secreto, lo oculto:
¡Oh vosotros señores!
Así somos, somos mortales,
de cuatro en cuatro nosotros los hombres,
todos habremos de irnos,
todos habremos de morir en la tierra.
Nadie en jade,
nadie en oro se convertirá:
En la tierra quedará guardado.
¡Amigos míos, poneos de pie!
Desamparados están los príncipes,
yo soy Nezahualcóyotl,
soy el cantor,
soy papagayo de gran cabeza.
Toma ya tus flores y tu abanico
¡con ellos ponte a bailar!
Tú eres mi hijo,
tú eres Yoyontzin.
Solamente él,
el dador de la vida.
Vana sabiduría tenía yo,
¿acaso alguien no lo sabía?
¿acaso alguien?
No tenía yo contento al lado de la gente.
Realidades preciosas haces llover,
de ti proviene tu felicidad,
¡dador de la vida!,
olorosas flores, flores preciosas,
con ansia yo las deseaba,
vana sabiduría tenía yo.
Soy rico,
yo, el señor Nezahualcóyotl.
Reúno el collar,
los anchos plumajes de quetzal,
por experiencia conozco los jades,
¡son los príncipes amigos!
Me fijo en sus rostros,
por todas partes águilas y tigres,
por experiencia conozco los jades,
las ajorcas preciosas…
¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mi sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos
Hablábamos la lengua
de los dioses, pero era también nuestro silencio
igual al de las piedras.
Éramos el abrazo de amor en que se unían
el cielo con la tierra.
No, no estábamos solos.
Sabíamos el linaje de cada uno
y los nombres de todos.
Me vio como se mira al través de un cristal
o del aire
o de nada.
Y entonces supe: yo no estaba allí
ni en ninguna otra parte
ni había estado nunca ni estaría.
Y fui como el que muere en la epidemia,
sin identificar, y es arrojado
a la fosa común.
En el tiempo del sentido común
veo estallar un torito* en círculos de fuego
anhelo ese incendio que lucen los flamboyanes
me acerco al sótano de las golondrinas
para contemplar el terror del abismo
es cierto
estoy convencida
la soledad es mi perseguidora más tenaz
su dorado penacho de hierro
corona las noches
En el tiempo de las aves en vuelo
me ahogo en mi olor
y el deseo se amar se niega a mori
Unos son noches otros estrellas.
Vasko Popa
Gozo hoy este abril de palabras
te obsequio este fruto sin engaño
borró las cenizas que han dejado
en tu frente
Trás el velo
hay zurear
el tiempo es un arcángel
nos redime
nos envuelve en cristal
El amor es destello
es brillo que sosiega
horizonte y espina
allá la metralla rugiente
con su caudal de lágrima
aquí nustras manos dan forma
al árbol de la vida
I
Mi flama no alcanzó tu fuego
para despertar en espejo de sal.
Batí palmas, destrenzé mi pelo
y el amanecer fue tal como otros,
sólo escuché el diálogo
de la fuente sosiega en contraste
con mi interior.
Un día dejé de soñar álamos
de anhelar hombres de rasgos geométricos
de atemorizarme con fantasmas incandescentes
Dí vuelta a la página
inicié un nuevo capítulo
Ahí encontré a la injusticia
que rompió mi nube rosa
ahora sueño menos
y anhelo más vencerla
para hacer posible así
una nueva generación de hombres
que sueñen árboles
amores
el fruto de la vida
Si volviera sería sólo fantasma
aunque hojas de palmera abaniquen mi rostro
tu no me veras como en aquellas noches de vigilia
en mi rebelión te perdí
ahora sólo soy mascaron de proa
de un barco que no llegará
Supe de la neblina
y salí al mundo.
El miedo era un planeta extraño
verte venir desde la acera opuesta
toda tu luz burlando el mediodía.
Yo que apuré el asfalto
todo el viento del mundo reteniéndome.
De qué sirve el amor
qué extraña esencia nutre su llegada
para que se convierta en una espera
en una melodía.
A Radhis Curí
Saltó desde mi ojo a la ventana
desnuda está en la acera mojada a la intemperie
bajo una luna extraña.
De pronto ya no baila
me sigue el rastro ajeno taciturno
la ira del zapato sobre el lomo.