BALCÓN AL MAR

Llego a tus costas
como al reverso menos cruel de la moneda
y tengo todo el tiempo para amarte
aunque el amor no sea más que alguna carta
a veces una espera.
Me desvisto en el muelle
me deslumbro
tiendo mi mano para hallar otra respuesta
y allí estás tú
allí vuelvo a encontrarte
toda tu firma voluntad sobre mis huesos.

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HELENA O LA OTRA CARA DEL SILENCIO

Sentada ante la rueca
Helena piensa en Paris.
Sus hijos crecen
y Menelao dormita entre las mantas
en un rincón desde donde la mira a veces.
Ella hilando la rueca
está pensando en Paris
la hermosura y el pánico
y tal vez una lágrima o un pálpito
mientras el hilo corre entre sus dedos
y Menelao dormita
y sus hijos persiguen mariposas
y Paris es un sueño que el tiempo le devuelve detenido
engalanado vencedor de nada
en esta dulce tarde en que Helena está hilando su recuerdo
con una limpia lágrima o un pálpito.

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INSOMNIOS EN LA NOCHE DEL ESPEJO

Como sombras danzantes saliendo del telón
azules los anillos te atenazan
bajo una lluvia espesa.
Era tibio tu cuerpo
arañas asesinas sobre los vidrios rotos
y el atrio de la iglesia donde jugaba un niño.
Voces lejanas alegres pesadillas
bailan sobre la inútil falange enfebrecida
colman como lamentos la noche del espejo.

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LAS ISLAS

Sentada en su balcón
mirando al horizonte
la niña sueña con viajar muy lejos.
Europa bajo sus plantas
las luces de París en una mano
reconquista del mundo en sentido contrario.
La despeina el viento suave de las islas
y ella cierra los ojos atisbando a lo lejos
marido rico que mantendrá su ocio
y tiendas coloridas donde cubrir su cuerpo.

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LINTERNAS

Hoja que marca el curso de la noche
el filo de una esquina traicionera
vendedora de historias trashumantes
disueltas en la bruma.
Nadie pasa a través de la muralla
nadie espera ya el soplo de la brisa
a las cinco de la tarde.

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LOS AMANTES DE POMPEYA

La luna era distinta hace un segundo
te iluminaba
entraba por la hendija como un sorbo.
Moriremos de amor amiga mía
presiento que un tropel desciende de las cumbres
siento su oleada tibia presionando mi espalda.
Moriremos de amor
todos los vientos llegan como una manotada
y yo cubro tu cuerpo lo incorporo
quiero aliviarme en ti.

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PREMONICIÓN

Cuando el avión se alzó sobre La Habana
y se perdió hacia el sur como una baratija
era otra vez el rito de las horas
y el aullido del mar
otra vez esa música enterrada en la arena.
Todavía te alzabas sobre mi dedo índice
desde allí me observabas aterradoramente.

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TRANSPARENCIA

A Teresa. A Darsi

Yo nunca fui la luz
yo sólo era la lámpara que su mano encendía
o el fuego primigenio que ella me descubrió.
Toda anticipación era ilusoria
yo broté de su mano como una planta nueva
me inflamé en esa llama torpe viento.

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Allá ella abandonada

Ya entiendo:
la ciudad vivirá más que yo
que la he amado.
Allá ella,
abandonada.
Su corazón será
un inmenso cacto,
cubierto de primores
y de muertos.

5

Sin embargo me iré a hacer otras ciudades;
por un leve tiempo dejarás de importarme;
aunque me vaya te estaré haciendo falta.

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Canción para la golondrina

La golondrina es animal corriente,
es obvia su semejanza con el torso de una mujer flaca
aullando en la cama de los árboles; tocan sus plumas
más ocultas las ramas con el viento;
es obvia su semejanza
con sus piernas, sus caderas (la línea),
quizás un velo para tapar honestamente,
aladamente,
el pubis de la golondrina.

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Carta a mis amigos pintores

Iba por las calles viendo el esplendoroso andar de las mujeres bellas, compungido por mi azarosa consistencia de venado;

a través de la campana de humo, que tarde o temprano tañerá por nuestra retirada, hendía el prepotente sol

y nos tocaba con indiferencia las fibras aquellas que mueven de un lado para otro nuestros estados de ánimo.

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Casa demolida

Del viejo señorío sólo quedan estos viejos escombros que veo
y que celebro.
Aquí habrá estado la sala donde se recibía
(alguien aparecía con el servicio del té),
se hablaba en esta sala, de seguro, de los caminos del tiempo;
alguna mano rozó alguna mejilla,
alguna mirada rozó el lindero del silencio
y se concertaron almas con encanto.

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Cate de mi corazón

IV

Me arde la piel,
soy más hachón
que hombre
un metro
setentaiséis centímetros
de lumbre
con la cresta blanqueando
enrojecida:
ya no tengo remedio;
ardo
en la Ciudad de México.

V

Eran líquidos mis pies
y eran líquidas mis manos
y todo de agua me vi.

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Con el dedo meñique

Con el dedo meñique
me rasco el corazón;
esta casa que hicimos,
estos muros cubiertos,
qué de color, qué de
violento gusto colgado
en las paredes.
Hasta los pisos
están llenos.
Este laberinto en el que
ya no nos perderemos
ni de chiste.

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Cuando alejandro magno

Viene el conquistador;
en la sedienta casa de su corazón
la muerte vierte ríos;
con millares de hachones de cabellos incendiados
aluza el hombre de la soledad sus compañías;
son actos universales sus palabras.
Todo pase a la muerte, dice,
todo lugar y toda gente
que no tenga algo de mi nombre,
menos las casas de Píndaro, el poeta.

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De piedritas el buche

Las palabras no son aire
ni se las lleva el aire.
Las palabras, cuando caen,
se filtran en la tierra,
se escurren por las eras geológicas,
por las cavernas subterráneas
y llegan al fin a un gran depósito
que ha ido creciendo con los siglos
de donde parte la sustancia
que genera las plantas
y los árboles
dadores de los únicos frutos
que en verdad nos alimentan.

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Desayuno de trabajo

Éste que sale del baño no soy
el que entré en la regadera.

Era otro. Tenía un topacio en cada ojo.

Venía de ver la verdad escueta
y la trenzada hilatura de los sueños.

Era un yo mismo mucho más potente,
capaz de salir de sí, de su piyama
y ponerse en la tierra de los otros,
con la mirada interna del que sueña
extendida a la vista de todos,
a tomarse su jugo de naranja.

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Despedida

Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,
pedir los abrigos y marcharnos,
aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo
y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;
se quedarán los demás, que cada vez son otros
y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,
también el hueco de nuestra imaginación se queda
para que entre todos se encarguen de llenarlo,
y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,
como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo
y luego, sin rencor, deja de estarlo.

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Día domingo

Te tomaré descalza
en día domingo,
te santificaré,
te haré feliz.

Andaremos rodando
por la casa
—le pondremos alfombras—
y correremos las cortinas
para que entre el sol.

Tomaremos cerveza
y nos bañaremos.

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El fantasma del amor

La primera noche que pasé fuera de casa me quedé leyendo
hasta ver fantasmas
entre ellos estaba el fantasma del amor

los años pasan comedidos y azarosos y se van descontando como uvas del racimo
de modo que el esqueleto del tiempo sarmentoso y seco
poco a poco y sin querer se va volviendo basura.

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El halcón

He causado la ruina de los demás pájaros
y las palomas me tienen pavor;
he aquí por qué se dice que hay que pensar bien las cosas.

Antes de que yo me eligiera fui señalado para el vuelo,
no tuve la oportunidad del mamífero ni del reptil
ni se me permitió escoger el agua
en cualquiera de las tumultuosas formas que la habitan.

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Entre la noche y el día

Entre la noche y el día
¡qué misterio, carajo, qué misterio!

Urna cerrada de la luz, ábreme las compuertas.
Vengo del huracán,
hollado por los escombros:
partes de coche, conservas, esqueletos tranquilos, ramas,
callejones oscuros para que dos se presenten al espacio,
costales de pan, perplejidades.

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Fuentes

La primera

a duras penas se acerca el de la voz al pozo
se asoma
se abisma

el alma pierde pie
y cae como un idiota

la ley clama sus fueros
y esa no materia que hablaba se alebresta

le da envidia que el sol salga tan recio
haya música
tengan pieles tan lindas las mujeres
sean los lunes

curvas más o curvas menos sabe
que va derecho
a lo que va la vida

así es que jala su bulto somnoliento
ándale querido ándale le dice porque lo ve desanimado

caídos
cuerpo y alma se rescatan
se sacuden

y salen del pozo como dos perros amigos

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Hacer ciudades

Que la ciudad sea principio y fin
porque no hay soplo
que la hurte de su sitio;
cimiento la sangre de quienes la habitaron
modulando su espeso fundamento.
Óyeme decir que no me iré.
Que parta el solitario
y se hunda en el viento
entre los pájaros perdidos;
que parta el hombre común de cara lisa
que todavía cree en la salvación
y el robusto padre de familia
que busca dominar al sol.

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Inopinado vasallaje

No encuentro dónde poner el grito, ni bote donde líquido echarlo,
ni cajón, ni hoyo de topo, ni capullo, ni bolsillo, ni confesonario;
abro una máscara atrevida que ni vista de cerca ni de lejos es serena;
doy un paso tras otro conteniendo la respiración a duras penas.

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Junto las manos

Junto las manos, formo en ellas un hueco, soplo
y puedo hacer como cantan las palomas.

Una desde un árbol me saluda. Hace su doble
ruido, hondo y suave y espera hasta que yo contesto.

Hablamos (cantamos) breve y luego vuela.

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