Sueños

Te rezo Jesús mío en largas tardes
estando florecidas las estrellas.
Y cuando a ti te rezo, vela en mano,
el fósforo se apaga en su pureza,
se enfrían como cierzos mis costillas,
y la mirada se me vuelve tierra.

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Tumbas

Saldrán de mis costillas las violetas,
hijas mejores de mi propio fin.
Se curará mi muerte en las raíces.
Se apagarán las llamas de arboledas.
Yo dormiré cantando en el silencio
del camposanto que olvidó la gente.
“Es una voz muy negra y muy lejana
que a medianoche en el lugar se oye”,
dirá el sepulturero a los amantes
que orinan sobre tumbas descuidadas.

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Un día tú dijiste

Un día tú dijiste: soy feliz.
La tienda azul del mar es mi camisa.
Junté en mi percha todo de este mundo:
el torso del océano y la brisa.
Te fuiste a caminar alegremente
por Chile entero dando Buenos días
al vendedor de anzuelos y pescados,
a la mujer inmóvil de la esquina,
que abrió, feliz, sus ojos, al oírte,
y abrió, también, de golpe, su sombrillas,
al sastre que lustraba un saco a cuadros,
y a la virtuosa ronda de las niñas.

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Vuelvo pronto

Tras un hombre que amé en la primavera
se marchó mi vestido, enamorado.
Él me abrazó diciendo «vuelvo pronto».
La flor que me dejó arrugó mis manos.
Mi chal de Cachemira se llevó
quien me acostó a la sombra del verano,
y mudó a sus mejillas mi color,
y la sal de sus besos a mis labios.

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Yo, Otelo

Te celo de las niñas imposibles,
rostros de brasa y lágrimas de nieve.
Me encuentras a tu madre parecida,
y de razón mudable cuando llueve.
Te quiero y tú me quieres, mas no basta,
ni esta promesa de quererse siempre.

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Cuando

Cualquier día,
nunca
las manos enlazadas
con el frío.

Cualquier día.
No en la montaña.

Cerca del mar,
¡nunca!
asfixia lenta.
No en la noche.
Ciega el balanceo de las cosas
y los colores.

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Sencillo

Sencillo y siempre mensajero
con igual pan
el tornero y el telegrafista
con igual risa
destino sagrado del hombre
Dios poderoso
diciendo adiós

A TODA LÁGRIMA

diciendo adiós
Dios poderoso
destino sagrado del hombre
con igual risa
el tornero y el telegrafista
con igual pan
sencillo y siempre mensajero

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Yo tengo

En los cuatro costados
sacrificio
y en la niñez
una muñeca herida.
Me empujaron
los sueños
en Septiembre
y de golpe,
con urgencia,
conocí al hombre.
Quise salvar el canto
tímidamente
y en la presencia del otoño
levanté mi casa
con dos ventanas
de tronco y rocío.

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Alegres éramos

Usted sabe, señor,
qué alegría colgaba en la floresta;
qué alegría severa
como raigambre sudorosa;
cómo el alegre polvo veraniego
fulguraba en su lámina esplendente,
cómo, ¡qué alegremente andábamos!

¡Qué alegremente andábamos!

Usted sabe, señor,
usted ha visto cómo
la lluvia torrencial sempiterna caía
sobre un textil aroma de bejucos salvajes
y cómo iba dejando con sus pétalos húmedos
su flora resbalosa,
su acuosa florería.

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Carta

Te escribiré mi amor, desde un sonido
de tierra apretujada,
desde un hondón, de pie, desde un frondoso
confín de llamaradas,
desde donde sus pétalos la Rosa
de los vientos deslava;
de allá te escribiré, a la luz profunda
de una estrella lejana,
desde donde me encuentres y no me encuentres
buscándome en el mapa,
te escribiré de asuntos de entereza
al punto fijo en que despunta el alba.

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Casa cautiva

Esta es la casa; es nuestra.
Esta es su música; las exigencias todas
de la vida pasaron por sus habitaciones, por el ascua
quemante de sus fronteras; la locura de quienes emprendieron
una empresa más ancha que sus fuerzas, el sueño
que los fue desgarrando, esa sal escogida
que salpicó las llagas de su vasto martirio.

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Cintura

El arco en desazón de tu cintura
cimbreó su tallo en fresco movimiento,
como si todo el soplo de tu aliento
no cupiese en la red de su envoltura.

La quemazón del lecho y su blancura,
sintió agitarse ese temblor violento
de tu cuerpo sembrado por el viento
con que ensayé sellar mi quemadura.

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Esos días estraños

Vienes de afuera. Traes
vitales adherencias en la mirada clara.
Se te ve el regocijo. El júbilo te invade.
Repites nombres, cosas. Y al punto te detienes
en ese espacio grave de distancia que existe
en ese espacio grave de distancia que existe
entre el fervor que traes y el silencio que habito…

¿Qué tengo?

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Fiesta

Y así te pasarías
la vida,
tibia carne adorada.

Danzando,
empapada de lluvias,
los cabellos pegados a la piel,
joya desengarzada, aroma y rosa
sobre un campo de hortensias y jazmines.

Cantando,
arrebatada, risa
y ofrenda clara, elástica y hermosa,
los labios frescos en la noche, agitando
el ansia de las guitarras, tentadora
música montaraz, vivaz y airosa, dulce
codicia de forasteros,
blusa de encaje y flores sobre el hombro desnudo,
llenando el patio abierto de canciones.

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Fraternidad del fusil

Con mis dedos lo acaricio, tenaz y fiel compañero.
Su inquebrantable amistad
me enseña como un ejemplo
lo que es lidiar sin flaquezas,
sirviendo de parapeto
contra las balas que llegan
buscando encontrar los cuerpos.

Con aspereza acaricio
su frío metal de acero,
oscuro túnel cargado
que en los minutos intensos
de la contienda enrojece,
se nombra y late en el fuego.

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Tormenta

La noche ha sido larga.

Como desde cien años
de lluvia,
de una respiración embravecida
proveniente de un fondo de vértigo nocturno,
de un cántaro colorado
jadeando en la tierra,
el viento ha desatado su tempestad violenta
sobre el velo anhelante de la ilusión
efímera, sobre los fatigados menesteres
y tú y yo, en la colina
más alta,
en el rincón de nuestros dos silencios,
abrazados al tiempo del amor, desvelándonos.

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Canción

La canción tiene cuchillos
que hieren, hoy más que antes
-mil puñales asesinos
a los que no acusa nadie-

cuchillos que desde el viento
con el filo de la tarde
apuñalan la palabra
y entre estertores y sangre
dejan una que otra lágrima
(¡Eso no me lo arrebaten!)

cuchillos que se refugian
cobardes, en cualquier parte,
mientras en el aire crece la canción
con letras que son cadáveres.

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Misión diplomática

De chica, yo quería
pertenecer al cuerpo diplomático.

Apenas pude, redacté una larga
solicitud de empleo.
La guardé bien doblada
en un sobre oficio americano
y anduve por ahí
buscando a quien pudiera dársela,
a quien pudiese ofrecerme, oficialmente,
un cargo autorizado,
permanente,
de embajadora.

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Origen

Porque los sueños mueren
nacen los suspiros
y viven en nosotros
minúsculos o inmensos,
pálidos o encendidos.

Sí.
Tú te irás.
Para entonces, tal vez ya habré partido.
Y cada cual caminará
-sin detenerse a investigar su origen-
con su dosis de amor y de suspiros.

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Envío

Hermano:
te buscaré detrás de las esquinas.
Y no estarás.

Te buscaré en la nube de los pájaros.
Y no estarás.

Te buscaré en la mano de un mendigo.
Y no estarás.

Te buscaré también
en la Inicial Dorada de un Libro de Oraciones.

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Pequeña letanía en voz baja

Elegiré una Piedra.
Y un Arbol.
Y una Nube.
Y gritaré tu nombre
hasta que el aire ciego que te lleva
me escuche.
(En voz baja.)

Golpearé la pequena ventana del rocío;
extenderé un cordaje de cáñamo y resinas;
levantaré tu lino marinero
hasta el Viento Primero de tu Signo,
para que el Mar te nombre.

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Tú, del sur

Tu, del sur,
de esa tierra
que huyendo de los trópicos se sumerge en el río;
de allá donde se borran las fronteras del alba,
de allá donde florece la arena en la simiente,
de allá trajiste, niña, tus ojos de agua y malva.

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Adaptación

Si retirase con esta mano
cuanto hubiese dado con la otra
si a mi mano izquierda no le importase
en qué asuntos anda la derecha
si con buenísimas maneras me convencieran
de que lo cortés no quita lo valiente
si de tanto hacer la ronda
se me diera al fin por elegir pareja.

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Cópula

La cópula es un árbol loco y triste
donde florece repentinamente
esa nada que se esparce desde la carne
hasta la piel y el grito.
La cópula es un cuchillo de angustia
fraccionado en milésimas de júbilo.
Es un dolor en tosco disimulo
una perdida redondez de ausencia
un tiempo sin pulso.

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Desubicación

Aquí se estila
lavarse las axilas
por tiempo indefinido
mientras se viva
y se acostumbra
el amor por cuotas
el vestido decorosamente
limpio
sin señales de pasto
ni de mariposas
o sea que todo
viene a ser
cuestión de estilo
y de mandamientos
por lo cual entiendo
razono
que aquí no quepo yo
con mis desobediencias lógicas
con mis amores incompletos.

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Reflexión

Si no tuviera
este enjambre de amor en el pecho
sería perfecto
vivir a tu lado buenamente
como se recomienda
palidecer contándote cuentos
acerca de nietos y de insecticidas.

Si no tuviera
los pies incontrolables
sería edificante
comerme las preguntas
esperarte quieta
con una sombra leve en la manos
limándose las uñas.

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Fuga a las tres

Los carceleros se beben
tranquilos su tereré
y Humberto nervioso espera
su libertad a las tres.
En el sucio moridero
de una mazmorra cruel
cuenta los fríos barrotes
por la centésima vez.
De la cárcel de Asunción
exactamente a las tres
saldría Humberto Garcete
por gracia de un coronel.

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Yo ya no sé

Yo ya no sé
qué se puede decir y estoy hablando
que se puede alentar y estoy pensando
en no sé qué figuras desvaídas,
en no sé qué quimeras obsoletas
de galopes cayendo hacia la nada.

Y me pongo a cantar pero el sollozo
el sollozo que anuda tu garganta
ese oscuro sollozo que del fondo
sube entre lutos y geranios tristes
para anegarme como a ti en el llanto.

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