Irrite la codicia
por rumbos ignorados
a la sonante Tetis
y bramadores austros;
el pino que habitaba
del Betis fortunado
las márgenes amenas
vestidas de amaranto,
impunemente admire
los deliciosos campos
del Ganges caudaloso,
de aromas coronado.
Poemas venezolanos
Diálogo
POETA
-Escucha, amigo Cóndor, mi exorcismo;
obedece a la voz del mago Mitre,
que ha convertido en trípode el pupitre;
apréstate a una espléndida misión.
CÓNDOR
-¡Poeta audaz, que de mi aéreo nido
en el silencio lóbrego derramas
cántico misterioso!
I
Ve a rezar, hija mía. Ya es la hora
de la conciencia y del pensar profundo:
cesó el trabajo afanador y al mundo
la sombra va a colgar su pabellón.
Sacude el polvo el árbol del camino,
al soplo de la noche; y en el suelto
manto de la sutil neblina envuelto,
se ve temblar el viejo torreón.
«¿Líbranos de la fiera tiranía
de los humanos, Jove omnipotente
¡una oveja decía,
entregando el vellón a la tijera?
que en nuestra pobre gente
hace el pastor más daño
en la semana, que en el mes o el año
la garra de los tigres nos hiciera.
¡Piedad, piedad, Dios mío!
¡Que tu misericordia me socorra!
Según la muchedumbre
de tus clemencias, mis delitos borra.
De mis iniquidades
lávame más y más; mi depravado
corazón quede limpio
de la horrorosa mancha del pecado.
Porque, Señor, conozco
toda la fealdad de mi delito,
y mi conciencia propia
me acusa y contra mí levanta el grito.
¿Sabes, rubia, qué gracia solicito
cuando de ofrendas cubro los altares?
No ricos muebles, no soberbios lares,
ni una mesa que adule al apetito.
De Aragua a las orillas un distrito
que me tribute fáciles manjares,
do vecino a mis rústicos hogares
entre peñascos corra un arroyito.
Al arrancarme la raís a la nada
Mi madre vió, ¿qué?, no me acuerdo.
Yo salía del frío, de lo incomunicable.
Una mañana descubrí mi sexo, mis costados quemantes,
mis ráfagas de imposible primavera.
A la sombra del árbol
de mi gran nostalgia ya comenzarían a devorarme,
ya comenzarían.
Oyendo el pálpito de nuestra
oscura sangre
humana
los pájaros se nos acercan
vuelan
y
van a los nidos altos
tienen un collar de nostalgia
o bien
un ramo de magnolias
tienen nuestro corazón
sin corazón
nuestos mismos ojos en el aire
y
viajan sobre la improvisada música
Un caballo redondo entra a
mi casa luego de dar muchas vueltas
en la pradera
un caballo pardote y borracho con
muchas manchas en la sombra
y con qué vozarrón, Dios mío.
Yo le dije: no vas a lamer mi mano,
estrella errante de las ánimas.
A Malena
Yo no soy hombre ni mujer
yo sólo tengo resplandor propio
cuando no pierdo el curso de río
cuando no pierdo su verdadero sol
y puedo alejarme libre, girar, bogar,
navegar dentro de lo absoluto y el
mar blanco
entonces sí soy
el hombre rojo lleno de sangre
y sí soy la mujer: una flor límpida, un
lirio grande
y también soy el alma
y clarean los valles hondos
en nuestro mudo abrazo eterno,
amor frío
-y qué más
qué más por ahora
piragua azul
piragüita.
Aunque la gran verdad se llama arcilla, greda.
Aunque ligeros guijarros presagian
de la abisal noche el secreto
el azar del molinete de los días
valga tal vez por lo del juego.
Porque toda la sorpresa cabe
en el invento armado por un niño.
Oh mater
deífica presencia
soberbia en tu vastedad categórica
no obstante de misterio orlada
más allá del espíritu y de la experiencia.
Oh mater
Hiciste al hombre
– carne de la noche mineral y de los astros –
para soñarte.
En ti confluye todo
al paso de los ríos de la aurora
minúscula carne de Dios.
Más allá del mal de la estulticia
celebras en el sueño del silencio
la permanencia infinita del bien y la belleza.
Sobre planicies y montañas
junto al joven viento o a la niña brisa
concibes en la sabiduría de tu substancia
lo admirable.
hago constar que no la conocí en forma alguna
ni ahora ni en otra de sus vidas y reencarnaciones
ignoro si alguna vez comí un muslo suyo de gallina
si bebí leche en una ubre vacuna de su propiedad o
acaricié sin saber su pelambre de gata del tejado
quien suscribe en perfecto estado de salud
a duras penas
hace conocer su decisión de alimentarse por ahora
con flores del desierto solamente
(él es el mensaje)
ciento cincuenta canales
de televisión y nada que ver
absolutamente nada
la misma mujer el mismo
hombre los mismos
repitiendo infinitamente
el absoluto sin sentido
de sus vidas en pantalla
chica sus vidas chicas
en pantalla donde
únicamente es noticia
verdadera la apariencia
el control electrónico
saltando de la nada
a la sometida existencia
que muele sobre ti
(a Luis Beltrán Díaz)
??Alabada sea toda/ Semejanza/ si el hombre a la orilla/
de la nada/ se atreve/ y levanta la casa de los signos??
Humberto Díaz Casanueva
I
en el sepia de la tarde/ frente al enceguecido sol de mi silencio/ la
pretensión de hablar/ con estos papeles amarillos desde siempre
II
si arrancó sus ojos/ fue únicamente/ para contemplarse/ para
buscar dentro de sí/ la luz que no se extingue/ la que no cesa/ en
la larga noche/ de la casa de los signos
III
¿se acaba el hombre?/ preguntaste/ y el enigma sobrevive/ este
salto que señalan/ los viejos signos/ el oráculo/ las terribles cartas
del Tarot/ las tres monedas/ a las que asignamos/ tres al cielo/
dos a la tierra
IV
el enigma de la luz/ te opongo/ el enigma de las sombras/ ¿en que
orilla cabalgamos?// ¿me das tu todo/ y te devuelvo nada?// la
casa habita/ en su silencio
V
hoy es el día/ ¿cómo preguntarse por otra cosa?/ lo terrible de
este momento/ esconde la grandeza que señala/ un pacto inédito
entre luz y sombra
VI
sobreinfinito/ el hombre interroga/ o musita un deseo/ un trueno
lejano/ en el llano sin nombre
(a matth y a bery)
mi infancia saltaba de piedra en piedra
las ágiles corrientes del pueblo
así ha ido mi vida desde entonces
resbalando cayendo saltando de nuevo
ahora que atónito contemplo
los cauces secos de tantos ríos
saltar o caer ya no tiene importancia
Adelgazo como rabo de lagartija en el barranco
donde agua de chaparrones bajan, son piedras
golpeando el cuero de las calles
y ya no puedo decirme cosas
con la cabeza metida en los cerros.
Se cae el monte, anda en quebradas.
Bajo el cielorraso cargado de lluvias
están los comerciantes y sus arreos de burro,
los de mercancías que hacen dormir.
Dejan una vejez en mis servicios,
y el polvero en los puentes
llevándole a uno las lejanías.
Trajeron una guitarra.
Dime no me fui como te dije
para que no me vieran por dentro
Dime que fue así,
ahora que no puedo oírte desde bien distante
Que no se supo nada por el mal tiempo,
los truenos
Lo que decía yéndome
Dile eso, que yo no vivo aquí,
que me mudé unas casas más abajo.
Yo no tengo que mirar ese pájaro
para que siga ahí
dándome belleza
Sólo necesito observarlo
en el recuerdo
Y la rama tampoco necesita estar
si se estremece
Me basta cerrar los ojos
para que tiemble
para que la roce con el monte el suspiro
De cuidar su hundido en la hamaca,
el tizne, el carbón de mi tía
Los ojos picados de culebra
de mi hermano Alcides
Tenso en el patio
cuando suena la iglesia
La llave en el balcón
como un cuchillo
Si hay chirrido de puerta
trago saliva para no decir tu nombre.
Los encandilados que fuimos
Nadas,
sin volver del patio
Sin la sombra
sobre la cara, la sequedad
Agarrados a los techos,
distintos
y no así, pálidos,
sin aparecer, tocados de ceniza
Como la montaña,
el nubarrón en el techo
La lluvia vieja
Toda la casa en el cerro
con su agua subida, su leche
Nosotros, su animal,
lamiéndola
Un tiempo feo, después de insolación o cansancio:
Levantarse tirado afuera por el temporal,
esa música de cuerdas, el ventarrón
que trae la montaña hasta la puerta,
toda mi familia en los relámpagos.
Nunca se acabó este ruido,
ni el de los muertos barriendo sobre mí, buscando en los baúles
donde el sol no toca fondo.
Ya son las doce mi exasperada
Hay una pequeña desgracia allá afuera
entre nosotros y el fin
Repite la sílaba única
la que ensombrece lo que siempre fue purpúreo
El alma
en el mundo quema
es desierto
Y no hay más boca para su sed
Este Hombre es el mismo que conocen los siglos.
Vencedor o vencido, filósofo o esclavo,
justo o impenitente, conforme o vengativo.
Este hombre es el mismo
que ha tirado el guijarro o ha aromado la venda,
que ha escondido el puñal o ha cortado la rosa,
que ha erigido el patíbulo o ha apagado la hoguera.
En mi aldea
cuando niño
nunca creí en otra aldea,
nunca soñé en otra tierra.
Recortaba sus crepúsculos
y apacentaba sus nieblas.
Cristales me daba el río,
pájaros me dio la huerta.
Soy montañés y lo digo
porque montañés me siento.
Madre: mirando uno el mar
de cerca se sueña lejos.
Parece que el agua tiene
la luz de todos los puertos.
Y en cada puerto hay un barco
que nos lleva a mares nuevos.
Vamos a entrar ahora en el bosque
donde ya han esperado tanto tiempo los pájaros
tu presencia y la mía.
Vamos a oír las voces
del viento que en los árboles
se hermanan con el canto de los pájaros.