EN EL ÁLBUM DE LA CIEGA

EN EL ÁLBUM DE LA CIEGA DE MANZANARES DONDE HABÍAN EMPEZADO A ESCRIBIR POR EL REVÉS

Bien se conoce que es
ciega del álbum la dueña.
Cuando el que escribe se empeña
en ponérselo al revés.

Y aunque un álbum contrahecho
no es fácil de corregir,
yo quiero en él escribir
por ponérselo al derecho.

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EN EL ÁLBUM DE UN CLÁSICO MODERNO

¡Gracias, señor, gracias mil!
¡Ah siglo… dichosa suerte!
Ya nuestra edad se convierte
en bella edad infantil.

Ya en vez de los lagrimones
de romántico dolor,
los ojos del trovador
brotan risa a borbotones,

Ya a la sombra del ciprés
vagos, errantes, inquietos,
no nos traen los esqueletos
arrastrando por los pies.

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EN EL ÁLBUM DE UNA SEÑORA QUE DESEABA

EN EL ÁLBUM DE UNA SEÑORA QUE DESEABA QUE SE PUSIERA SU NOMBRE DENTRO DE UNA OCTAVA

Para ponerte, como pides dentro,
sin que te escapes de la floja octava,
es preciso mirar cómo se clava
tu nombre, Pepa Juana, aquí en el centro:
si por fortuna consonante encuentro
para otro verso que termine en ava,
en esta octava que tu nombre encierra
quedas como debajo de la tierra.

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EN EL ÁLBUM FÚNEBRE

A LA MEMORIA DE UNA JOVEN

¡Nadie se muere de amor!

¡Cómo habías de vivir
si amando, pobre mujer,
tenemos que combatir,
y el luchar nunca es vencer,
el luchar siempre es morir!

Cuando entre galas y flores
amor te daba la palma,
le dije a tus amadores:
«No le habléis tanto de amores
que tiene sensible el alma».

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EN EL CASTILLO DE SALVATIERRA

¿Por qué vengo a estas torres olvidadas
a hollar de veinte siglos las ruinas
espantando al subir con mis pisadas
las felices palomas campesinas?

¡Oh Walia! ¿no es verdad que prisioneras
la esclava del feudal y la del moro,
pobres mujeres de remotas eras,
regaron estas torres con su lloro?

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EN LA CATEDRAL DE SEVILLA

Sólo en el pobre altar del pueblo mío
adoré yo al Señor —una mañana:
un templo veo junto a hermoso río
que embelesada miro… no es Guadiana…
De árboles tiene pabellón sombrío,
y por su orilla vi, con gente humana,
venir rugiendo un monstruo devorante
que se tragaba al río palpitante.

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EN LA MUERTE DE LISTA

No le lloréis, amigos, ese canto,
himno de gloria al sueño de la muerte,
era la inspiración del alma fuerte
de aquel varón tan apacible y santo;
ya fatigado de enseñaros tanto,
y ya sintiendo su entusiasmo inerte,
quiso muriendo de su yerto labio
la postrera lección daros el sabio.

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EN LA ÚLTIMA HOJA DEL ÁLBUM

El fin de todo busca el alma mía
porque en esta existencia pasajera
del más hermoso y regalado día
siempre viene a turbarnos la alegría
el miedo del dolor que nos espera.

Si fe tenéis en la amistad lozana
del joven que en la infancia habéis querido,
desvanecida como sombra vana
por otra nueva dejaréis mañana
esa tierna amistad en el olvido.

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EN OTRO (TRADUCIDO DEL DANTE)

¡Eh!… peregrino que por esta vía
atraviesas con planta indiferente,
¿Vienes tal vez de tan remota gente
que el duelo ignoras de la patria mía?

¿Cómo no lloras ¡ay! cuando sombría
cruzas por medio su ciudad doliente,
como quien nada sabe, nada siente
del grave luto que oscurece el día?

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EN UN ÁLBUM DE UNA DAMA DE LISBOA. EL TERREMOTO DE LISBOA

Las torres han temblado sacudidas,
las casas se han movido en sus cimientos,
las piedras y columnas desprendidas
hieren los inseguros pavimentos.

¡Mirad!… Mirad los templos derrumbarse
en masas enormísimas despresos
que abajo con estruendo al desplomarse
estallan de mil víctimas los huesos…

Allá baja el anciano desplomado
de su morada envuelto entre el escombro,
allí el joven sostiene ensangrentado
el quebrantado cráneo sobre el hombro.

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EN UN ÁLBUM DE UNA DAMA DESCREÍDA. NADA CREO

I

Señora, os amo con igual ternura
que en el hora en que os dije mi deseo,
jamás, jamás hallé en mí devaneo
rival a vuestro genio y hermosura…
—Será verdad, garzón, mas no lo creo.

—Alejéme de vos, mas viva y fija
tal memoria llevé en mi corazón
que pensamiento no hay que mi pasión
no anime, no sostenga, no dirija
—Será verdad, mas no lo creo, garzón.

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EN UN ÁLBUM DE UNA PRINCESA ITALIANA

Veggo ardente nel cielo sffolgorare
de sua corona l’ornamento chiaro,
quel chi la luce dá superbo faro
e quel chi fá le piante germinare.

Veggo in la schezzia il pianto scintillare
de la matina, che á la terra è caro,
ascolto il fiume fra l’olcandro amaro
sulla pianura herbosa mormorare:

Odo l’uccelli e la sonora aureta
chi pello azurro spazzio tende il vuolo,
ma questa bello assai ridente stuolo

L’anima mia ancor non rende lietta:
sul bracio trista e languida mi piego
ch»il mio diletto ¡aimè!

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