En el tacto interior de esas gaviotas
hay un eco de sombras que conduce
a una intemperie toda de cristal.
Lo que el aire levanta es su presencia
que, en un compás de luces, se diluye
hacia una abierta y sola identidad.
En el tacto interior de esas gaviotas
hay un eco de sombras que conduce
a una intemperie toda de cristal.
Lo que el aire levanta es su presencia
que, en un compás de luces, se diluye
hacia una abierta y sola identidad.
¿Qué puede al hombre cautivar, sino la música
que en la quietud la arena en sí eterniza
y las olas tan sólo que a lo lejos
una a una, en su olvido, repite sin cesar?
Como su cuerpo son, también, de sombra
y entre su voz la sal es lo que dura
y ese rumor del eco en transparencia
de quien no sabe de otra eternidad.
La noche te escribe,
te transcribe,
te inventa.
Así,
sobre el papel,
lienzo tan sólo,
tiempo:
papel donde la noche
abriera sólo
la tierra de su efigie,
la figura,
el cuerpo del que brotan
los invisibles signos.
Una antorcha es el mar y, derramada
por tu boca, una voz de sustantivos,
de finales, fugaces, fugitivos
fuegos fundidos en tu piel fundada.
Una nieve navega resbalada
en resplandor de ojos reflexivos,
de sonoros silencios sucesivos
y de sol en la sal por ti mojada.
El espacio
-debajo del espacio-
es la forma del agua
en Chantilly.
No tú, ni tu memoria.
Sólo el nombre
que tu lenguaje escribe
en tu silencio:
un idioma de agua
más allá de los signos.
(A José Ma. Guelbenzu)
Y si, pronto, tú, naturaleza,
entre pliegues de piedra me mirases
y no pudiera ser yo, sino tu música
en los mismos instantes que dura una verdad;
una verdad que pasa por un cuerpo
abriéndole a los ojos todas sus superficies
para dejar de ser lo sido cada día,
para dejar de ser una verdad,
qué transparencia en la quietud del fondo.
Nada hay en mí, sino esos horizontes
que alguien dormido contempla desde un mar:
desde otro mar, que acaso ya no existe.
aún entre la magia negra del jet lag
y la búsqueda del hotel en calle Veinte Art Decó.
Honestamente, como todo siglo un exceso,
demasiado pronto para situarse entre lo desconocido,
no queda sino la defensa propia contra el titán imposible,
del miedo una huida desesperada que me desborda.
Equilibrio de luz
en el sosiego.
Mínima tromba.
Ensoñación. Quietud.
Todo:
un espacio sin voz
hacia lo hondo oculto.
Ayer me descubrieron un leviatán silencioso
que se ha alojado en mi más deseado trofeo,
aquel que desatara envidias por igualarlo,
el que despertó la codicia por poseerlo,
el que ofrecí por entero a ese amigo
y enemigo con el que comparto un solar
de sueños afiliados a lo imposible.
Y cuando en la interminable cola,
perdidos ya todos tus derechos,
todos empujan indignados:
blancos primero, afros y chinos;
latinos, indios y musulmanes;
para que sus familias no sequen
sus calcetines de zurcida rabia
al viento rasante del metro
que taja todas sus gargantas.
Llegado septiembre tendrá fecha nuestro contrato,
debo un par de letras al banco de la fidelidad
y tú, que el deseo te ha prestado hipoteca,
no pareces darte cuenta que el amor se hunde
como las pinzas de la ropa caen
aullando por mi patio interior.
Reivindico el desenfado
y la desinhibición de mis deseos,
el punto de alcohol compatible con mis sentidos,
el encuentro furtivo con un amante efimero,
el bullicio sin rumbo de un grupo humano,
el golpe mortal a la rutina,
la amargura cuando sale el sol,
el exceso, sobre todo el exceso
Magnifico la valentía
de todos aquellos que viven con ojeras,
que no le ponen precio a la hora,
que desacatan las leyes ordenadas de la Naturaleza,
que amarían sólo hasta el alba,
capaces de todo en el punto exacto de la Medianoche,
de nada cuando unas gotas de luz
rayan la noche descarada,
vencida ya.
Nuestra tarea no es ya recolectar madura fruta
con trampa mortal que se muerda.
Ahora que en la casa dejamos atrás las naves hundidas,
sin olvidar la flor en el cabello
que nos perfuma desde generaciones,
no seremos más
púgiles en un ring sexual de barro,
superdotadas para el teatro del amor,
aficionadas al abalorio antes de iniciar la pubertad,
al ritual de cuerpos engastados en aceites nocivos
para que resbalen todas las enemigas.
Desde esta pelliza de toro tan angosta a veces,
gran bazar de la droga, según los diarios,
portaviones de sol, vehemencia y gozo,
preñada de inquilinos que bailan
-y qué remedio- con el alegre subsidio de la palabra,
sólo se puede aceptar una contienda de juego y paz,
aunque la mancha de petróleo en el océano
siga ahogando pateras
y sus inagotables fuegos de artificio
iluminen haciendas y solares encalados.
Sabía que atravesando Akakira
al final se llega a una vieja fábrica de aceros,
donde los prendidos sueños arden
como en plena calle verdes
papeleras de plástico galvanizado.
Era todo un milenio en llamas,
crepitaban utopías y principios,
un viejo sombrero de fieltro de Pablo Iglesias,
y la daga samurai de un múltiple Harakiri.
Va a llover… Lo ha dicho al césped
el canto fresco del río;
el viento lo ha dicho al bosque
y el bosque al viento y al río.
Va a llover… Crujen las ramas
y huele a sombra en los pinos.
(Dinamarca)
He de advertir que nunca creí en patria,
e incluso una gitana, anuncio constante de España
en el extranjero, resulta motivo de ofensa,
pero hoy que no se dio bien
por tanta y tanta malgastada corona
en varias cosas reparo.
Ahora que las últimas cohortes
incendiaron las últimas praderas,
en esta soledad de mármol roto,
de lámparas extintas y de palabras yertas;
sobre un polvo que fue trubuna o plinto,
corona de palacio o tímpano de iglesia;
mientras el odio se organiza
para un asedio más, en la tormenta,
contra el pavor de un reino devastado;
pienso en los que vendrán ¿desde qué estepa?
a poblar estas ruinas,
a erigir su arrogancia en este polvo,
a confiar otra vez en estas praderas…
Y, humildemente,
con la ciudad caída bajo una estela.
¿Qué habría yo de buscar en este barco,
en medio de tanto cuerpo de salsa encendido,
desesperado en un país hostil a la cumbia,
que nunca baila con el tercer mundo y cerrados sus pubs
borrachos ninguna campana para nadie suena?
Nada más, Poesía:
la más alta clemencia
está en la flor sombría
que da toda su esencia.
No busques otra cosa.
¡Corta, abrevia, resume;
no quieras que la rosa
dé más que su perfume!
Declaro haber vivido en miles:
de patio interior, oscuro y de vida intensa;
el del sexto sin ascensor
lleno de goteras y fuertes vientos;
del que nos echaron porque nos amábamos
sin control ni reglas fijas;
el que no escondía siquiera letrina;
uno con demasiados recovecos y sin esperanza;
otro compartido sólo viernes noche y ya sabes para qué,
y aquella casita en Cájar de vistas a la vega.
Se nos ha ido la tarde
en cantar una canción,
en perseguir una nube
y en deshojar una flor.
Se nos ha ido la noche
en decir una oración,
en hablar con una estrella
y en morir con una flor.
Un hombre muere en mí siempre que un hombre
muere en cualquier lugar, asesinado
por el miedo y la prisa de otros hombres.
Un hombre como yo; durante meses
en las entrañas de una madre oculto;
nacido, como yo,
entre esperanzas y entre lágrimas,
y —como yo— feliz de haber sufrido,
triste de haber gozado,
Hecho de sangre y sal y tiempo y sueño.
Esta semana, amor,
cuando te marches de vacaciones
haré un escáner a la ciudad,
agotaré la VISA de compras toda la tarde,
visitaré antiguos amigos que te disgustan,
besaré bares y discotecas de moda,
he de beber toda la rutina con ron helado
y regresar de madrugada,
sin remordimiento quizás me levante a las doce
y si sale, por qué no, compañía
estarás jodiéndome como siempre.
No has muerto. Has vuelto a mí. Lo que en la tierra
donde una parte de tu ser reposa
sepultaron los hombres, no te encierra;
porque yo soy tu verdadera fosa.
Dentro de esta inquietud del alma ansiosa
que me diste al nacer, sigues en guerra
contra la insaciedad que nos acosa
y que, desde la cuna, nos destierra.
…………………
ni escribir de amor a ojos que no sean verdes.
Miro esa fotografía, difunto recuerdo en blanco
y negro de aquella boda que nunca tendremos.
Sobre su pómulo derecho aparto las sombras,
se resisten y no lo consigo
porque el misterio siempre purifica,
y ahorra tantas excusas
que de las miserias nos salva.
¿Cómo se rompió, de pronto,
el puente que nos unía
al deseo por un lado
y por el otro a la dicha?
¿Y cómo en la mitad del puente
que a pedazos se caía
tu alma rodó al torrente
y al cielo subió la mía?
Con las manos juntas,
en la tarde clara,
vámonos al bosque
de la sien de plata.
Bajo los pinares,
junto a la cañada,
hay un agua limpia
que hace limpia el alma.
Bajaremos juntos,
juntos a mirarla
y a mirarnos juntos
en sus ondas rápidas…
Bajo el cielo de oro
hay en la montaña
una encina negra
que hace negra el alma:
Subiremos juntos
a tocar sus ramas
y oler el perfume
de sus mieles ásperas…
Otoño nos cita
con un son de flautas:
vamos a buscarlo
por la tarde clara.
He tocado los límites del tiempo.
Y vuelvo del dolor como de un viaje
alrededor del mundo…
Pero siento
que no salí jamás, mientras viajaba,
de un pobre aduar perdido en el desierto.
Caminé largamente, ansiosamente,
en torno de mi sombra.
La primavera de la aldea
bajó esta tarde a la ciudad,
con su cara de niña fea
y su vestido de percal.
Traía nidos en las manos
y le temblaba el corazón
como en los últimos manzanos
el trino del primer gorrión.
La mañana está de fiesta
porque me has besado tú
y al contacto de tu boca
todo el cielo se hace azul.
El arroyo está cantando
porque me has mirado tú
y en el sol de tu mirada
toda el agua se hace azul.
Tener, al mediodía, abiertas las ventanas
del patio iluminado que mira al comedor.
Oler un olor tibio de sol y de manzanas.
Decir cosas sencillas: las que inspira el amor…
Beber un agua pura, y en el vaso profundo
ver coincidir los ángulos de la estancia cordial.
México está en mis canciones,
México dulce y cruel,
que acendra los corazones
en finas gotas de miel.
Lo tuve siempre presente
cuando hacía esta canción;
¡su cielo estaba en mi frente,
su tierra en mi corazón!
Como el bosque tiene
tanta flor oculta,
parece olorosa
la luz de la luna.
Como el cielo tiene
tanta estrella oculta,
parece mirarnos
la noche de luna.
Como el alma tiene
su música oculta,
¡parece que el alma
llora con la luna!…
Nunca me cansará mi oficio de hombre.
Hombre he sido y seré mientras exista.
Hombre no más: proyecto entre proyectos,
boca sedienta al cántaro adherida,
pies inseguros sobre el polvo ardiente,
espíritu y materia vulnerables
a todos los oprobios y las dichas…
Nunca me sentiré rey destronado
ni ángel abolido mientras viva,
sino aprendiz de hombre eternamente,
hombre con los que van por las colinas
hacia el jardín que siempre los repudia
hobre con los que buscan entre escombros
la verdad necesaria y prohibida,
hombre entre los que labran con sus manos
lo que jamás hereda un alma digna,
¡porque de todo cuanto el hombre ha hecho
la sola herencia digna de los hombres
es el derecho de inventar su vida!
Esta piedad profunda es tierra mía.
Aquí, si avanzo, lo que toco es patria:
presencia donde siento a cada instante
el acuerdo del cuerpo con el alma.
Esta voz es mi voz. Pero la escucho
en bocas diferentes. Y aunque nada
de cuanto dice pueda sorprenderme,
oírla me cautiva porque canta
en ella un corazón siempre distinto
que nos lo explica todo sin palabras.
No nos diremos nada. Cerraremos las puertas.
Deshojaremos rosas sobre el lecho vacío
y besaré, en el hueco de tus manos abiertas.
la dulzura del mundo, que se va, como un río…
¡Río en el amanecer!
¡Agua en tus ojos claros!
Caer —¡subir!— en lo azul
transparente, casi blanco.
Cielo en el río del alba
—mi amor en tus ojos vagos—
oh, naufragar —¡ascender!—
¡siempre más hondo! ¡Más alto!
Para Omar Martínez Verde
Atardecemos.
El arco de la luz se disuelve lento.
¿Qué son las alas y para qué sirven?
Por la piel escurre el ámbar,
la edad que llegará cuando dejemos al frío en simple sensación,
cuando los trópicos existan sólo para los hijos de nuestros hijos,
cuando el dinosaurio sea la escama de la tierra
y nosotros fósiles,
cuna de petróleo;
acaso cuna de nostalgia.
Las alas podrían ser una extraña manera
de nombrar los pétalos de algunas flores;
el esfuerzo de la oruga
que dejó en sí misma una vida de anhelos
y de piedra.
Tarde se descubre la primera arruga.
Tarde, demasiado tarde,
cuando demasiado es un don en lo fugaz.
Tarde es en la nuca
de quien se recuesta para morir profundo
sobre el pecho de su tumba.
Dicen que las alas son un instante,
una mueca gris,
tardía,
y son quizá el destino vegetal de la libélula,
los brazos de una nave antigua,
los remos de la barca perdida en el fallido cálculo
de su destino.
Reapareces
aquí
dentro de la palabra y tan afuera
en ti misma
liberada de estas MAYÚSCULAS REVERENCIAS
cierras una puerta
y yo abro otra
(Mi río se desborda en estas afirmaciones)
ANTES
Teníamos poca edad
pero suficiente para creernos en el margen del mundo
Aquellos días
empezó la mitad de la vida a circular por su debido cauce
provocando ahogos aquí y allá
remolinos
pérdidas
en donde los hombres habían forjado una esperanza
Di vueltas alrededor de tantas noches di vueltas
¿Qué decía Zita de mí?
No se llega al alba
sino por el sendero de la noche
Proverbio Náhuatl
My nerves are bad to-night. Yes, bad. Stay with me.
T.S. Eliot
No sé
Quizá nunca inicia la frase
y el dolor ya viene con nosotros
Herencia de soledad y temor
No sé
Digo no saber
aún cuando todo mi cuerpo
lo siente en cada gesto
y en cada célula de insomnio
Aún cuando la lluvia nocturna
es sólo el eco de las tempestades
que los niños guardan en su memoria
para recordarlas al borde de la muerte
Yo
Nazco en mí mismo
No hay llanto
No hay festejo de padre ebrio y madre solitaria
Hay algo más que un nacimiento
Es el rosario y la maldición
en la fiesta negra del velorio
Es la niña ciega
que empuña una vela apagada
como el soldado
empuña su arma contra el enemigo
Es la sangre en la mano cortada
Herida
por tocar el vientre de la pesadilla
Insisto
A leguas se nota en mi saliva
En mi purulenta cobardía
Yo
me digo
y
No duermo
Dormir con el tambor del corazón
es una marcha
hacia el profundo estar del otro lado
Hacia esa vigilia eterna
Nací el día
del año
del siglo
En el primer trago de leche que el infante recibe en su
estómago
Abrí los puños
No había nadie
Sólo un cristo
Un nopal
La palma de la resurrección en llamas
Y una moneda
Y no había nada
Estuve ahí
Esa fue mi cuna
Y hoy he vuelto para ser testigo de mí mismo
Me alimento de mi brazo izquierdo
Escribo con la mano derecha
Y me falta un corazón
para soportar éstos
mis nervios de cristal
Quiero unos oídos más sordos
para evitar el chillido de los cerdos por la mañana
Para entender lo que es la infancia
Estoy parado frente a mi lecho:
Cuarenta días sin dormir
Cuarenta segundos sin hablar
Cuarenta años tuvo mi padre
(No siento en mí la condición de lo que se desgasta)
En la punta de la lengua
un gramo de azúcar
me ayuda a recuperar la memoria
En la piel
Una aguja incrustada
(El pico de un colibrí)
Soy tu carne
tu igual
Piedra y Fuego
Soy una fuente a punto de iniciar su trayecto hacia la nube
la rueda que te hace feliz y amargo
Lluevo en sentido contrario
Mírame más cerca
Cómo respiro en tu nariz
Cómo imito al mono para enamorar
a la que será mi mujer
Siente mi pensamiento
Algodón de ideas
( confuso )
Como cuando Uno cruza el umbral de la ansiedad
y se acurruca en el rincón menos quejumbroso
Hubo una vez el fango en mi cuello
y fango también hubo en mi boca
Y esto que hoy digo no lo dije nunca
Algo se mece en las ramas de este gran árbol
Y todos decimos
con una sola voz
lo que dijimos de espaldas
Cuando la vergüenza nos cerró la garganta
y el perdón no fue sino la esperanza sucia del orgullo
Pues bien
Yo elevo mi Palabra
y te perdono Volcán
Te perdono Tigre
y te perdono Puente
Te perdono Dios
y te perdono Diablo
Hoy cosecho mi fruto
Mi huerto entero está en llamas
Porque me perdono me digo
Haz crecer tus límites
Ensancha tus continentes
Abre los brazos
Hombre
Y abrazo al espejo que me mira sorprendido
Abrazo a los amigos de tus amigos
a los traidores
Al hombre que cierra la llave de agua
mientras el sediento lo mira
Extiendo mis brazos y contemplo un mundo
Entero
Real
Arcaico como él mismo
Mis ojos no son las ventanas
son las puertas
Y para que todo y todos entren en mí
los abro de par en par
Y aquí
Entre ustedes
Yo me pronuncio vivo
nos movemos en el aire del soliloquio
en la jaula de bejucos con fiera a bordo
y tití grita que grita
para que no le hagan mala cara y lo dejen irse
hasta la copa del árbol a gritarle obscenidades
a las cotorras en legión y guacamayas
haciendo una fiesta de colores
para que los ojos no se olviden del cielo
y del arte del vuelo
en las grandes esferas de transparencia y viento de oro
con briznas que son golondrinas que son cartas de amor
que son canciones de un niño
extraviado en la inmensidad de un relámpago
mientras los venados
contemplan a la perdiz alejarse
hacia la fronda de muchísimos arbustos
caminos abiertos por animales que andan en manada
como el sahino
piénsese en el olvidado ponche
en la soledad del armadillo tan evasivo del sol
parece que nos espiara desde su túnel en la montaña
por donde se mueven los hijos del tigre
y sus hermanitas menores
ya listas para saltar
sobre un animalito correlón pero no tanto como ellas
tan precisas en sus dentelladas
no nos queda mas remedio que sentarnos sobre una piedra
a esperar al perico ligero o perezoso
para saber todo acerca de la paciencia
y la abolición del tiempo
que es algo parecido a la eternidad contemplada
por la iguana inmóvil de éxtasis místico
viendo el origen de las tormentas y la explosión de la luz
La mantis religiosa cabalga un muerto.
Ese es su rito a las estrellas esta noche.
Nos cobija un cielo de remota luz
Un antiguo oficiante yace muerto.
Cuántas historias atraviesan sus ojos
Cuántos conjuros rebotan en los ángulos
de un palacio sideral
La pulsación de las estrellas
le trae noticias de canciones
holocaustos en ofrenda al viaje de la luz
La mantis religiosa parece poseída
por las palabras que el muerto no dijo
El resplandor lunar hace la densidad
¿Quién quedó detrás de las ventanas
observando el recinto donde todo calla?
Con muslos de damas toledanas
están abullonadas mis almohadas
Mi sombrero de oro
lo luce el Arcángel del Dragón
Mientras llueve anís
la música y sus tribus
avanzan a ínsulas de ónice
Parecemos cortejos del Véspero
un robledal que flota
en la exhalación de las
caléndulas
Cielos hacen una espiral
sólo perceptible
desde un útero
parecido al vacío
siempre girando
en el dédalo de su preñez
La difuminación
de las Auroras
es el teatro de las muchachas
saltarinas en las esteras del Relámpago
Todo se verá dorado
cuando la membrana negra ocupe su trono de luz
seguimos rutas de súbitos recodos. canciones nos recuerdan ceremonias ya
olvidadas. donde la montaña es casi azul, el río semeja el lomo de un
relámpago.
la mantis religiosa yace muerta y las flores de manzanilla son una
constelación en la soledad del arado.
Atraído por la visión de un árbol, camino por la sabana, hasta extraviarme
en su paisaje. Su tallo, abarcable por ocho hombres en círculo. Tan alto
que aves migratorias se desvían de su ruta, allá lejos, imantados por su
presencia. Palacio para pájaros.