En el parque

los músicos del aire son las flores
que flotantes semejan señoritas
vestidas con un manto de pájaros
en el parque donde la gente el domingo
deambula soñando castillos de crispetas
y caminan como si viajaran
en alfombras de mariposas
para que los poetas se inspiren
mientras un caballo
sacude con el rabo
las moscas del aburrimiento

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En voz alta

I

¡Escuchen: un desierto nos llamará a juicio!
¡No olviden las amígdalas en los cestos de basura!
¡Aleluya: la tierra reclamará lo suyo!
¡No se lleven los violonchelos de jade!
¡A trepar el monte del papagayo mudo!
¡Escuchen: las mandarinas se niegan a ser guardadas
en la bolsa de valores!

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Este carnaval

Este carnaval
ganó la batalla
esparció espigas
del oro del trigo intangible
que reluce entre lo que no se ve

¿Qué no se ve?
El fotógrafo

Digamos que no se ve
el sonido del verde
excepto si percibes su olor

El óleo verde huele a trementina
y el verde ¿a qué huele?

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Invocación

I

De plomo
el cielo es el pecho de una momia
molida a manotazos
De plomo
el cielo colmado de puños que apagan el sol
en ojos de niños
II

Niño que destrozas la flor
con gestos que te abominan

en el vértigo de la luz
tu pasión se desvanece

Niño de manos cortadas

desde la azotea
donde ancianas y un muerto
juegan a los dados

los brazos de tu muñeco
son arrojados

Niño que oteas
nidos de golondrinas

esplendentes

tus ojos
vuelan

III

Niño
tú yaces junto a la laguna
tu torso en la penumbra
tus pies son mojarras amarillas

tú te quedas absorto
como aquel que escucha por última vez
el aullído de un perro

la tarde
vertiginosa
te invade

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La flauta persigue a un animal de ruido

la noche destila su licor en alambiques de música
las piedras del corazón se metamorfosean en aves de remoto canto
voces en laberintos sonoros circundan los deseos

janis joplin le ordena a los volcanes que rompan el cerco
sus nervios hacen la red donde caen todos los tramposos
en el mapa de huesos de indios

con lo que quede de américa latina quieren hacer unas decenas de mortadelas
como lo último que quede en los supermercados del infierno

los nervios se sublevan para dar paso al delirio de una guitarra eléctrica
ejecutándose entre despojos
de hombres masacrados en los campos de arroz
por sicarios de west point

una música acabará con todo este delirio de los monos de hombres
estampados sus huesos en la radiografía de un ave carroñera

un gran ruido los despertará a todos cuando menos lo esperen
en el magisterio de sus ocupaciones cotidianas
y ya no podrán tomar la leche ordeñada a la cabra tetas de oro

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La muerte

La muerte es un espectro
que no tiene ojos
ni oídos

Es una cosa sin rostro
experta en relaciones
públicas

No se baña
pero canta en las lagunas
y usa tu nombre

Se sabe de memoria
todos los números
de teléfono
y le ordena a las momias
que nos den un besito

La muerte
antes de existir
no sabía que iría al cine
y a ti se parece
cuando te miras
en un espejo de sangre
cuando te quedas
sin brazos
y se te cae la cara

La muerte
es una autosugestión
crónica
es un problema psicológico

La muerte
es una alucinación colectiva
que se convirtió
en un suceso tan real
como un mordisco

La muerte
debería cambiar de oficio
debería volver
a su burdel de sombras
y que por favor
no me moleste

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La niña

hipnotizada por la danza de sombras
entre el follaje del bosque petrificado
la niña flota en el vaivén del viento de la tarde
que un pájaro azulejo se lleva en el pico
rumbo al disco ensangrentado del solequilibrista
sobre el hilo del horizonte que es la cuerda del arco iris
diadema de la niña que retorna con la música
salida del jardín de siemprevivas
para perderse en el pabellón del oído de la dama
que parece un trigal
por obra y gracia de una brisa permanente de tibieza

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Llegan las mujeres

Llegan las mujeres
a servir copas de lágrimas

para que mi bestia de luz
libe
para que el humor
haga estallar de risa
el océano negro de sus angustias

Sufren por los hombres
-sus hijos
es decir
sus novios
que rompen cítaras
en su amor-
y flotan con la mujer
que de mi sustraen
buscando la muñeca de su infancia

Carcajean cuando les digo
que no soy una muñeca
sino un burrito en el pesebre
de la niña velazqueña

También les digo que serán mis hijas
cuando masacren una rana y un cuervo
con placer inaudito

Si eso hicieran se convertirían
en niñas azules

Veo el oro fluir de sus lágrimas
Veo un prisma violeta
entre brumas azul de Prusia
Veo un punto blanco
donde el oscuro se diluye
Veo caballos en establos de éter
Son rayos

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Los adivinos en la asamblea del aire

los adivinos en la asamblea del aire
se van con las canciones
que rebotan en hombros de mármol o en platos de bronce
donde reposa la estatua de una uva o el piélago de vino
la rada de sangre de una virgen
que dejara sus menstruos
en el cuenco de un sabio
muerto desde días inmemoriales
en posición de escultura
a punto de ser confinada a un hueco
por el que se cae no se sabe a dónde
y por el que se accede quien sabe a qué

después de la algarabía en los palacios
rebuznan los asnos del tedio
bosteza una lápida
los muertos arrastran sus canastas de odio
sin importarles el tintineo o el garbo de la dama
que camina bailando con la gracia de su copete
rodeado en espiral
por una cinta azul

así representaríamos a Melancolía
en una plazoleta de pueblo

regresa de una jornada de toros
por no decir cornada
con vestuario en múltiples tonos del rojo
hasta desfallecer
jaspeado de sangre de adolescente
sacrificado en los carnavales

***
melancólico se percibe el hálito de las muchachas
envueltas en túnicas de nube errabunda en el azur

apoyadas en sus codos sobre la mesa de marfil
hacen círculo en torno a una esfera de inscripciones
talladas con el cincel del relámpago que las trajo
al reino de sopor y muerte
donde cantar es reír al rayo
una irradiación violeta las protege de los lascivos
para que no se manchen sus atuendos ni sus pieles se ajen
para que siga el hilo de sus risas sonando en las alcobas
donde todo permanece intacto

aluviones de tedio
traspasan las miradas de los cejijuntos
y de las damiselas en legión
por avenidas de paredones ocres y viento ferruginoso
con aldabones en puertas que se abren
hacia unos patios de ultratumba
vistos en el cine del intersueño

***
nos miramos para romper el pedernal que esconde las caricias
en un océano negro
donde rayos de piedra
iluminan a los más incógnitos peces
hechos de barro amasado en soles

la pasión de los árboles
impulsa la savia del día que germina en risas

en surtidores de vino se esconden
los signados por un licor más ágil que la llama

caparazones de escarcha envuelven el sonido
que cambiaría el rumbo de las aves

en campos de ceniza
manos ortopédicas
semienterradas dicen adiós

***

vamos llegando a los bosques ígneos
a los lagares de fuego ante los que
pájaros con picos de piedra
ejecutan un piano de huesos

vamos bordeando la hora giraestallante con umbelas de música

las espirales del viento se llevan nuestros amores hacia islas de alborada
y en las catedrales de las nubes tornasol invade los recintos
afluentes del gris y del rosa
se mezclan al caer en cascadas de una finísima arena sideral
describiendo en su caída
magnificas arquitecturas al tránsito del ojo

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raPAZ

Paz hecha a semejanza del rayo
En la noche circundada de gritos
Junto al estuario de los niños asesinados

Guerra sin tregua la paz del ahorcado
La paz de los perros sin huesos
La paz a la medida del colapso
La paz en remolinos del río de las decapitaciones

Dame la tormenta dame el vértigo
Dame la guadaña dame el tambor
Dame la danza dame la voz
Dame los nervios dame la lengua del sol

Paz de tendones rotos coronada de luto
El aura de tus ejércitos es una llama negra
Paz rostro de mosquita muerta
En tus lodazales se retuercen los torsos del suplicio
Paz que alguna vez fuiste hermosa como una adolescente
En tu sosiego se atascan cadáveres como moscas en la miel

Tráeme, oh Paz, tu collar de dientes de perra alegre
Tráeme, oh Paz, putita mía, la espada de un arcángel
Tráeme, oh Paz, mamasantona de pueblo, el cáliz de los futuros osarios

Un girasol y una vaca ametrallados

Paz paz paz

Te muerde el cuello una fiera rapaz

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Un hilo de música

un hilo de música nos extravía en grutas. animales de sangre caliente
resoplan en nuestros oídos.
nos movemos a tientas, casi asfixiados de pánico; casi paralizados por la
inseguridad del próximo paso, por el presentimiento de un abismo y
estalactitas de filoso alabastro atravesando el cuerpo.

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Duelo nacional

Se ha colocado tu nombre junto al asta
en la bandera de lo absurdo y lo real;
no quería recordar entonces la frase esperada,
ni los días encapotados en que solíamos salir
a mendigar unas cuantas profecías de lluvia.
Tu nombre era real o supuesto
se te desmoronaban los dedos de tierra
con solo palpar la imagen, de algún santo o de algún Cristo
puesto sobre el vidrio.

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El fotoálbum

Me pongo a mirar las fotos al fondo
Donde se erige el álbum de la nada
Mujeres antiguas con vestimentas
Que hoy se apolillan en baúles de caoba,
Caballeros de sombrero y corbata que van y vienen
A una boda que siempre asisten.

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Enterradero de El Ciprián

En este enterradero todos tenemos epitafio
Una oscura canción que nos persigue desde el pasado hasta el presente
Como una guirnalda de pobres vegetales,
Estos muertos que me habitan a veces, que tanto cargo
Que corrijo en sus posturas, en sus gestos, en sus hábitos,
Que corren detrás de mí como el niño tras el llanto amargo del agua
Se van navegando junto a mi sangre
Como se va escapando el invierno en su fragata.

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Evocación para entrar en los ojos de Emma Bovary

Toda evocación es posible de relatar, si se tiene en cuenta el poder subversivo de la mente
-cuando no era posible hurgar en tus ojos-
Y llenar de cachivaches o de materias futuristas
La casa que nos queda
Las habitaciones de hotel que llenábamos con las primaveras descalzas de Europa
Con un antiguo vaticinio de mago escanciando los dolores pasados en caldera
Y no era posible sobrevivir a tanta catástrofe, a tanta hecatombe
A tanto olor de cementerio agriándose en el colmo
De esperar las provisiones a caballo,
Ese condado que habitamos antes de nacer o desde siempre
Corriendo entre los espantapájaros y las espigas de avena
Mientras nos observaba desde la ventana los ojos inobjetables de Madame Bovary
Y desde algún lugar del campo, su esposo nos carraspeaba “cuidado con los sembrados
Que ya pronto viene la cosecha”
Y yo sólo quería acercarme a aquellos ojos de Emma y cosechar esa miel silvestre
Que destila de sus cuencas, como un licor de rododentro
Tan hermoso y tan fatídico para las aguas poderosas del alma;
Que nos unge con láudano la herida,
Cuando horadábamos hacia delante sin medir el desahucio del deseo,
La pisada del musgo en la tierra extranjera
La luz podrida que se reflejaba en mi oscuridad
Y yo portando la bombilla de las acusaciones
La viña de las eras que era un diapasón a otra eternidad
Que se repite en nuestras lágrimas,
Estando a ciegas con los biógrafos o con los periodistas
Que te succionan la tesis de la sobrevivencia hasta el cansancio,
Llenando el vaso ultraísta
Hasta llegar a la última estocada de tu himno en el cuerpo,
A ese langor de cruzada
Que penetra en la armadura,
En el casco surreal y ante el sopor de la moneda entre la nieve;
Una ofrenda forestal se erguirá por tus cabellos.

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La muerte y su barco

La muerte regresa a tientas con su barco
Escupe sus negros esclavos, sus piezas de mercadería
Regresa desde los sueños en forma de galeón o de canoa
Es en nosotros que vive con su llanto sumergido

A veces me pregunto a quien llaman mis padres
Desde la senilidad con sus tantas voces;
Por qué se repiten mis abuelos en los mismos hábitos
De hablar con la nada
O de esparcir sus fotografías
En el garabato de la niebla?

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Poemas para caminar bajo un paraguas

36

La mortal lluvia se propaga; no puedo detener el lenguaje sangriento de las aguas, un patriarca muy viejo introduce su bastón en el cuenco del destino; hay asfixia en los boscajes de la roca, un animalillo estrangulado yace con los ojos primaverales hacia el cielo, el filo de la nube corta el sistema nervioso de los soles.

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Por ti no pasa nunca el tiempo

II

Cierto, no estarás desnuda por ruinas y hospitales, ni dejarás que se lleven al mar tus revelaciones en el espejo de tu carne, mortalmente edificada por arquitectos dantescos o por guerreros y ancianos egregios, que quemaron sus barbas y alzaron las naves para huir de su pueblo y dar saltos de eclosión o de miserableza, tanto fuego reunido sirvió para consumar un cadáver, es decir un cuerpo,
una sangre una noche o un aullido no fue suficiente,
para tanta moral escrita, para tanto orgasmo petrificado en los esqueletos de la ciudad, que aún se alzan como dentelladas,
como saxofones viejos, actos de fe, pianos rotos, poemas inválidos y ciegos que murmuran frases delante de los semáforos.

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Vuelta a la Tstatieva

Me cuenta un biógrafo que a través de un resabio de cristal
Pudo visitar Rusia y tertuliar un rato
Con Marina Tstatieva. Ella lo recibió con su rostro de hambre
Y el vestido raído y con el vaso de agua desbordado por la vendimia de los años
Y le brindó rodajas de salmón desesperadamente
Después de haber tomado
El vaho del día y las temibles noticias, de deudas
Muertes y encarcelamientos de vecinos y seres queridos.

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Voces para una batalla (I)

A Jorge,

en el umbral de sus 80 años,
por los mares que junios hemos visto,
esta visión…

‘…porque el día de su retorno
ha sido abolido. ‘
Hornero, Odisea.

allá
donde la espuma se mezcla con el resplandor del día
acurrucados
como pidiendo un perdón inmerecido
con andrajos vestidos los imaginan
malolientes de años a la deriva
embrutecidos
y hasta caníbales al timón
si barcos son esos que traen desechos humanos
burla de grupas marinas corcoveando
antes del embuche final

poco a poco se van viendo otras manchas
refieren a mí
ciego desde que vi la luz
según la negra gracia de mis pares
que se amontonan groseramente en la duna
por donde acabo de rodar
oyendo en sus gritos
los de los náufragos que aún no llegan
por la distancia creciente chapoteo
de remos y brazos
despertando el recuerdo de un rostro amado
el calor de otro cuerpo en noches frías
una canción que se apaga
la playa…

desde aquí es brisa en mi frente cansada
tacto de arena finísima escurriéndose
mientras una niña susurra que agitan banderas
y el oleaje se encarniza con más rabia anuncia
el desenlace funesto
y agrieta quillas el rencor de quienes nunca el mar
surcaron
sino el miedo apenas a sus profundidades
golpeando como el sol mi testa calva
que en silencio lo agradece al preguntar:

¿y si no fuesen ellos
los nuestros
llorados en los atardeceres junto al templo ahora en
ruinas
honrados con ofrendas de flores y vino
a las divinidades de este mar
al que también yo pertenezco?

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Voces para una batalla (II)

dicen que nací para escuchar y recordar
pero mi memoria falla a medida que me hago viejo
además no sé contar
la presencia de un auditorio ávido de sangre y falsas
pasiones
termina por ofender mi ya escasa dignidad
conquistada desde niño sobre el regazo de mi madre

deletreando sonidos que eran lugares objetos
seres para mí desconocidos
todavía hoy al decir azul marino
mi mente se sume en ese desconcierto propio
de quien nombra algo incomprensible
amor orgullo cobardía
que forma tendrán
sin esa música que las encierra en una articulación
caprichosa

pero antes de que mi voz fuese reconocida
antes de poder levantarme para decir: quiero
frente al enjambre de chismosería exaltada
de golpe calla
como hembras prontas para la monta
antes del silencio cargado de presagios colgando de mi
lengua
tuve que aprender a callar
a esconderme como un criminal o leproso
en establos nauseabundos aprendí a amar el estiércol
y la paja
la baba de las bestias el metal
de argollas y cabestros forjados con maestría
para someter a la fuerza pura
tuve que soportar
golpes y odios que mis versos nunca cuentan
burlas y sarcasmos
de los que Disio el idiota se ha librado
porque sólo a mí estaban reservados
y las mujeres suspiraban que nadie
nadie hubiese sido tan bello como yo
de no haberme faltado la vista ni el andar acompasado

hoy sé que lo decían para humillar mi cuerpo
inepto para el amor y la guerra

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Voces para una batalla (IX)

antes de que los mejores se embarcaran
mi madre ya se había perdido en los pliegues de un
sueño negro
bañando en la plata del espejo su cara desfigurada
con gritos y amenazas la vieron arrastrarse
entre una multitud azorada ante su ruina sordos

a su queja fulminante mirada indescifrable para mí
otros
dijeron que había sido ella la causa del gran viaje
y la culpa se instaló en mi pecho
los mejores…
fueron a matar a robar a destruir
para ser aclamados al regreso
con una cabeza enemiga en cada mano fueron
a degollar para el aplauso
aquí todos quieren aplaudir
romper en mil pedazos este silencio de piedra que
resiste
a las más grandes olas de la propia renuncia
y abandonarse extasiados a evocar batallas
combatidas sólo en algún suburbio de la
imaginación resurgirán
poblaciones exterminadas
como una discusión tediosa se prolonga
delatando una razón exhausta de ternura y
humildad
los mejores…
qué mentirosas hazañas traerán para narrar
rodeados de adolescentes deseosas de sus brazos
magullados
por proezas inexistentes audacias
que mis versos disfrazarán de innato coraje
para que puedan emborracharse junto al fuego
negado a mis sentidos
muertos para el brillo del iris
¡ah!

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Voces para una batalla (V)

quién puede decirlo
quién quiso cómo fue cuándo
decidieron desertar los hogares para las fábricas
sacudir
el sopor de calles y de plazas
ahuyentar al dios que vigilaba el sueño y la razón
debieron de ser los mejores de nosotros sin duda
azuzados
por una fuerza desconocida
aún nadie logra explicar
aquella fiebre invadiendo las conversaciones
el llanto de las mujeres el precio de la sal
o acaso una muerte improvisa un desvío azaroso
del curso habitual de luchas y divisiones
una sequía
dio inicio a los preparativos y se dejó de hablar
de lo justo y de lo injusto
de mis miedos y tus rencores
los mejores
abrazaron la tempestad y el peligro
porque el mar estaba allí esperando
ser cortado agredido violentado
para vomitar el fruto que aridece nuestros campos
el orden en el que nadie cree ya entonces
estaba infecto de cálculos y secretos aprisionando la
risa
desnudez
en busca de un nuevo sentido
puedo decirlo
tantas veces lo he sentido dentro de mí
todo es aire vuelo
en el que me despeño sin sombra de raíz
ala despegando de las chatas costas de esta isla gris
huida furtiva en nave de piratas…

si quedaran mares para piratas
si el oleaje no me diese náuseas
abandonaría la casa materna
que con rabia antigua me posee
misteriosa corriente:
ya no se remonta

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El horno

Combando el cielo en olorosa tierra
alza su nido el laborioso hornero,
que convierte las pajas en lucero,
y en miel, el barro que su pico aferra.

Por eso el hombre que en su ser encierra
todo el saber del universo entero,
con gran acierto lo imitó al hornero,
y horneó en el horno, el trigo de la sierra.

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El lago

Sobre el terso cristal de malaquita
que aprisiona el soberbio panorama,
el carcaj de la aurora se derrama
y el bridón de los Andes se encabrita.

Su ala de nieve la leyenda agita,
muerde las islas una roja llama,
y de la ola el sonoro pentagrama
el hachazo del viento decapita.

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El médico de la aldea

Como el dulce Rabí de Galilea,
con la sonrisa iluminó la infancia,
y derramó de su alma la fragancia
sobre la humilde gente de la aldea.

Su espíritu en el Héspero aletea,
su corazón palpita en nuestra estancia,
y su mano a través de la distancia
la plata de la luna espolvorea.

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El río

Rastreando emerge del cristal de cromo,
un yacaré con ojos de esmeralda,
y serpentea entre la hierba gualda,
bajo el fogoso luminar de plomo.

Relampaguea en su quebrado lomo
el polvo de oro que la orilla escalda,
y un chiriguano de tostada espalda,
asecha al saurio, con feroz aplomo.

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El valle

Embozado en su poncho de alborada,
la lluvia de oro el sembrador apura,
y el cielo escarcha la pupila oscura
del buey que yergue su cerviz lunada.

Bajo el radiante luminar caldeada,
de agua clara, la tierra se satura,
y la mano del viento en la llanura,
riza de sol la glauca marejada.

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La casa solariega

Mordiendo la granítica quebrada
se yergue la casona solariega,
alba de sol, con la pupila ciega,
y su techumbre de ala ensangrentada.

Con rumores de espuma la cascada
sus vetustas murallas enjalbega,
y en luminoso tornasol despliega
su cola el pavo real de la cañada.

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La leyenda de El Dorado

Bajo el ardiente luminar del trópico,
como el hidalgo Caballero Andante,
jinete en ilusorio rocinante,
sueña don Ñuflo con un país utópico.

En la pupila azul de un lago hipnótico,
ve una ciudad de mármol relumbrante,
almenas de ónix, fuentes de brillante,
y aves canoras de plumaje exótico.

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La montaña

Flagela el rayo la erizada cumbre,
el huracán en sus aristas choca,
y arranca airado con la mano loca
su helada barba de encrespado alumbre.

Rueda irisado de bermeja lumbre
el turbión que en cascada se disloca,
y hunde a combazos la ventruda roca,
para que el oro en su oquedad relumbre.

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La selva

Con salvaje lujuria de pantera
se enardece la selva en el estío,
y el huracán con ímpetu bravío
destrenza su olorosa cabellera.

Blonda cascada de hojas reverbera
sobre el ramaje trémulo y sombrío,
que troncha el rayo en rudo desafío,
incendiando el plumón de su cimera.

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La vicuña

Esbelta y ágil la gentil vicuña
rauda atraviesa por la hirsuta loma,
y en su nervioso remo de paloma,
las graníticas rocas apezuña.

El sol de gemas, en su disco acuña,
la testa erguida que al abismo asoma,
y en sus pupilas de obsidiana doma
la catarata que el alfanje empuña.

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malditos sean

malditos sean los lunes
con sus labios muertos
con sus devaluaciones y fragmentos
con el agua envenenada de tiempo
con la tierra estremeciéndonos los huesos
el lunes
es el día favorito de los acreedores y las plagas
perfecto para asesinar por dinero
para colgar de los buses
y subrayar los periódicos
la ciudad es un eterno lunes podrido
se vive para asolear la sangre
para ser regañado/atropellado/eliminado

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