El presente siglo

Vale más de este siglo media hora,
que dos mil del pasado y venidero,
pues el letrado, relator, barbero,
¿cuándo trajeron coche sino ahora?

¿cuándo fue la ramera tan señora?
¿cuándo vistió galones el cochero?
¿cuándo bordados de oro el zapatero?;
hasta los hierros este siglo dora;

¿cuándo tuvo la corte más lozanos
coches, carrozas, trajes tan costoso,
más músicos franceses e italianos?

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El caracol

Cuando la brisa barría apenas
las nieblas grises de la mañana
y al arrastrarse por las arenas,
con sus espumas como azucenas
jugaba, en sueños, la mar cercana,
junto a la choza de sus mayores,
se despidieron los pescadores.

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El lanzamiento

De pronto, en pleno día, cual si hubiera
caído ya la tarde, la montaña
paró de resonar… Bajó la fiera
del monte. Despertóse la alimaña
rondadora y el último gemido
del viejo roble herido
por las rústicas hachas, rebotando,
naufragó en el silencio… Se diría
una inmensa embriaguez, o la agonía
de una madre común… Labriegos mudos
corrían por las sendas, sollozando,
con sus hijos a cuestas.

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En el fondo del lago

Soñé que era muy niño, que estaba en la cocina
escuchando los cuentos de la vieja Paulina.
Nada había cambiado: el candil en el muro,
el brasero en el suelo y en un rincón oscuro
el gato, dormitando. La noche estaba fría
y el tiempo tan revuelto, que la casa crujía…
Se escuchaba a lo lejos ese rumor de pena
que sollozan las olas al morir en la arena,
y a intervalos más largos esos vagos aullidos
con que piden auxilio los vapores perdidos.

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Piedad

¿Qué es ingrata la tierra? ¿Qué es ingrata
y es cruel la humanidad en que te agitas?
¿qué no acoge tus ansias infinitas
ni se angustia el duelo que te mata?

¿Qué no hay vuelo de tu alma que no abata
su maldad?…¡di, más bien, que son malditas
tus ansias infecundas y tus cuitas
y esa loca ambición que te arrebata!

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Tienen las capuchinas

Tienen las capuchinas
una campana,
colgada de una viga
desvencijada;
laúd de mal agüero,
que sólo tañe
cuando las capuchinas
se mueren de hambre.

Cuando a la media noche
su voz resuena,
la misteriosa esquila
no pide, ruega…
Ruega, y con tanto acierto,
que al otro día
ya no se mueren de hambre
las Capuchinas…

¡Cuántas almas hambrientas,
abandonadas,
cruzan por nuestras calles
sin ser notadas!…
Es que nunca han tenido
las pobres almas,
como las Capuchinas
una campana;
un esquilón de hierro
que al mundo advierta
que ya se mueren de hambre!

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A un devoto

Dentro de un santo templo un hombre honrado
con grave devoción rezando estaba;
sus ojos hechos fuentes, enviaba
mil suspiros del pecho apasionado.

Después que por gran rato hubo besado
las religiosas cuentas que llevaba,
con ellas el buen hombre se tocaba
los ojos, boca, sienes y costado.

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A una dama

Tu gracia, tu valor, tu hermosura
muestra de todo el cielo, retirada,
como cosa que está sobre natura,
ni pudiera ser vista ni pintada.

Pero yo, que en el alma tu figura
tengo, en humana forma abreviada,
tal hice retratarte de pintura
que el amor te dejó en ella estampada.

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Baroque Behavior

Creo que todo el firmamento de eclipses
se convertirá en un Greco en llamas
para nosotros. ¿No lo crees así, Ratz?
La centuria balbucea el fin de la lengua
ya pasó el tiempo para los epicúreos
y hedonistas, para esos vagos y ladrones
y debemos hacer que desaparezcan
Ratz, yo sé dónde están los Harrier, sabe
se lo diré cuando esté revolcándose en el mar
serán las última palabras que escuchará,
no le va a ser tan Bona Palona como antes.

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Brando

Queríamos a Brando acá en el bote
queríamos recuperar a Brando
que llevaba siete años de prenda de guerra
encarcelado en la Capilla Sixtina
convertida en celda de la conciencia
por los disciplinantes milenaristas
Pero los milenaristas no lo querían soltar
Estaban embelesados con la captura de Brando
y lo hacían pasarse mirando el techo
y con la primera bajada de cuello
amenazaban con agregarlo al Juicio Final
mientras afuera rodeábamos cómo sacarlo
cómo irrumpíamos sin rozar la capilla
Ma seguido de arduas comidas privadas
de bajas recíprocas y de graves daños
y con atentados colosales durante los postres
donde las llamas ensanchaban las sacristías
canjeamos a Brando por un Tiziano
guardado en el mar bajo armamento
para cubrir expensas de gustos caros
Así que así subimos a Brando al Harrier
y le abrazamos la papada en la nave
pero Brando venía difícil y contrariado
venía con la boca mordida de ayunos
y al posarnos suave sobre la cubierta del Cittá Felice
mandó a escobillar su abrigo de sacos
y soltó el racimo que traía en la lengua:

Prescindiré de recepciones ni cancillerías
Prescindiré del alcohol, de las pastas
de los helados de asiento de alcachofa
de los propensos excesos al desengaño
y de mis mujeres que me han crucificado
Pero no cruzaré el desierto
para hacerme perdonar
el oro del dolor que he infligido
No fornicaré, no me deleitaré
ni me pondrán de rodillas
No quiero ni demostrar, ni sorprender
ni divertir, ni persuadir
Aspiro al fin de mí mismo en vida
y sin la constatación de mi muerte
Nadie me volverá a ver en mil milenios
El tiempo se está acabando.

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El gallinero

Nos educaron para atrás padre
Bien preparados, sin imaginación
Y malos para la cama.
No nos quedó otra que sentar cabeza
Y ahora todas las cabezas
ocupan un asiento, de cerdo.

Nos metieron mucho Concilio de Trento
Mucho catecismo litúrgico
Y muchas manos a la obra, la misma
Qué en esos años
Repudiaba el orgasmo
Siendo que esta pasta
Era la única experiencia física
Que escapaba a la carne.

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Nuestro salieri

Fue de entrada en casa de Carmine Galante
nuestro inculto sastre mal hablado
y experto en tapices etruscos
donde estuvimos cerca de componer un oratorio
y de dar un buffet de sesos engreídos
pues nos topamos otra vez con Salieri
el confesor laureado de esta república
que se mandaba a hacer sus casullas
de marta cibellina con Galante también
Qué promiscuidad, Luchino
y qué incómodo además para Salieri
verse sorprendido allí donde Galante
probándose la ropa
Habíamos olvidado que aun vivía
y no nos dio ganas de hacerle algo
de hilarle el cuello a los rurbos del Harrier
y dejarlo caer al mar como betarraga
por inmiscuirse en nuestras telas
Pero ahí al verlo hicimos memoria
Demonios.

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Rapto en la catedral de Cuzco

I

Veníamos en nuestros Harrier desblindados
en descenso vertical continuo
volando parados de frente
desde donde las cavernas del firmamento
absorbían corrientes curvas
de otras mentes más desapercibidas
Veníamos a llevarnos la catedral del Cuzco
a alta mar la mansión de Dios subida arriba
de nuestro portaaviones El Caravaggio
Cuarenta anclas con cadenas de espesor
comenzaron a arrastrar la catedral
mientras la levantábamos con los Harrier
por ocho costados desde los cimientos
para que pesara como un Lipchitz
Y mientras la sacábamos del Cuzco a remolque
íbamos dejando un cráter de ancho rastro
que cabía una doble fila de ríos Jordanes
hasta que metimos la catedral al mar
rodeada de boyas
y ayudados por esclusas contra mareas
la subimos a cubierta para zarpar
Y por durante la mañana de anoche
con la catedral ya arriba de El Caravaggio
y con el mar soltando las amarras
entramos los Harrier a la nave central
y los hacíamos volar por dentro
y pasearse en el aire y como muy educados
haciéndoles visitas a los santos.

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CINTA ABISMAL

Es tu lengua
acierto de vigilia
dejándose llevar
por el lascivo
inquieto
travieso
viento moreno
de mis muslos

Hebra de agua tibia
descubriendo
mis pechos despiertos
piruetea con la gana
que el espejo refleja
en una marejada
de pulsos agitados

Lápiz de filo diligente
perfilando mi abertura
que se explaya
enardece
y grita
soltando su vena
salpicando los sentidos

Voluntad de labios
sometiendo
labios a su voluntad

Anzuelo que pesca
sujeta
y
vuela
con mi carne

al punto preciso

donde el resuello
dice
que termina
y
la quietud
clama
por nace

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CLIMATERIO

Pronto se romperá la cadencia
que sostienen mis días lunares
encanecerán mis venas
mi talle tendrá voz
de verano acabado

cálidos destellos
llevarán el paso a mis horas

—no agobies el gesto
mi universo rebasa
los límites de mi cuerpo—

Despéñate en el tiempo
que me bebe
muerde esta vida
que me corre sin freno
reparte tus dedos
en la plenitud de mi tacto

La lumbre de mi lento atardecer
será faro de recios brazos
en las arrugas de tu aliento

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CONQUISTADOR

Cuando me tiene vista
como presa segura
avanza tu falo
descubriendo sus virtudes

trae en su médula
néctar de un principio
y palpitar de un fin

Tímido meñique adormecido
al rozarme
gallardo índice certero

Voz erguida articulando callada conquista

Devoto a la vigilia
arrastra
por los pliegues de mi sombra
rumor de un anhelo

Ávido ofidio
buscando en mi selva
la dulce fruta jugosa
raíz de su ardor

Llave que se acopla
a mi cerradura
se a
b
i
s
m
a en mi secreto
y me inunda y dobla mi frente
con su cálido soplo desgajante

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FUEGO SOBRE EL MADERO

Después de romper el áspero
castrante
hostil
cerrojo de las ataduras
apuñalé al pecado
cayendo agónicas
mis trabas y mis culpas

Dejé de pedir permiso para vivir

Disponiendo conocerte
abrí tus brazos en cruz
—cristo de mis pasiones—
y hundí el sabor
de mi presencia
en tus pies
en tu cuello
en la blanca playa de tu espalda

Recorriéndote fui creciendo
hoja de tu rama
rama de tu árbol
árbol de tu bosque
hoja loca al vaivén
de tu tronco elocuente

Empinando a la fiebre
mi despertar
caminé y rodé en tus cumbres
y tu sexo brotó
dejando su vasta lluvia
en mi rezumante tierra nueva.

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PLEGARIA AL ORGASMO

Ajeno a mis pensamientos
huiste a un casto silencio

Hoy
que sedienta mi sangre te busca
ni a golpes ni a ruegos
te insinúas

enajenado prosigues
riguroso y oprimido y largamente oscuro
como pasillo de convento desolado


ángel de dura delicia
apático orgasmo rebelde
erizado temblor
pólvora vulnerable

regresa a mí
y aniquílame

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