Noche primera

Noche vasta y hermosa.

Ni Salomón
ni las joyerías más célebres de este mundo,
podrán lucir jamás una pedrería,
un vestido, un diamante más fino
que este movimiento de inútiles estrellas.

Constelaciones giratorias
danzan luminosas en torno a la Blancura
que, como un racimo de nieve,
pende de marítimos
soles galácticos:
Cruz del Sur, Hidra, Orión
titilan cerca de la Distancia Pura.

 » Leer Mas…

Perros del campamento Edén

Como los alacalufes ya no cazan,
los perros –inseparables trabajadores
en la captura de la nutria- participan
de la miseria general. ¡Polícía de aseo
de los excrementos!

No tardan en morir de inanición.
Tristísimo verlos agonizando
en el barro; pelados, descarnados,
despedazados vivos por sus congéneres.

 » Leer Mas…

Shukaku II

Ni dalias, ni cactus,
ni avellanos. Ni el aroma del ciprés.
Tampoco la frescura del álamo.

Sólo
silbos de pájaros cordiales, alturas
vegetales que oran en silencio
y huellas de seres distantes como
barcos.

Ahí, padres,
hubo la aritmética del mar,
la astrología del miedo
y bramidos de guerra en la telegrafía
irremediable de la noche.

 » Leer Mas…

Watauinewa, El Archiviejo

Cuando terminó su prédica John
Lawrence, vino a mí una yámana
y me habló:

Todo esto
ya nos lo había dicho Watauinewa Sef,
El Eterno en el Espacio de Arriba.
Él observa nuestros actos:
Que cada cual trabaje con esmero,
que nadie robe al otro,
que cada uno se conduzca
como es la buena costumbre de los yámanas.

 » Leer Mas…

A DIOS EN PRIMAVERA

Señor, matadme, si queréis.
(Pero, señor, ¡no me matéis!)

Señor dios, por el sol sonoro,
por la mariposa de oro,
por la rosa con el lucero,
los corretines del sendero,
por el pecho del ruiseñor,
por los naranjales en flor,
por la perlería del río,
por el lento pinar umbrío,
por los recientes labios rojos
de ella y por sus grandes ojos…

¡Señor, Señor, no me matéis!

 » Leer Mas…

ADOLESCENCIA

En el balcón, un instante
nos quedamos los dos solos.
Desde la dulce mañana
de aquel día, éramos novios.
«El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño.»
Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas,
como quien pierde un tesoro.

 » Leer Mas…

AHOGADA

¡Su desnudez y el mar!
Ya están, plenos, lo igual
con lo igual.

La esperaba,
desde siglos el agua,
para poner su cuerpo
solo en su trono inmenso.

Y ha sido aquí en Iberia.
La suave playa céltica
se la dio, cual jugando,
a la ola del verano.

 » Leer Mas…

DESNUDOS

Por el mar vendrán
las flores del alba
(olas, olas llenas
de azucenas blancas),
el gallo alzará
su clarín de plata.

(¡Hoy! te diré yo
tocándote el alma)

¡O, bajo los pinos,
tu desnudez malva,
tus pies en la tierna
yerba con escarcha,
tus cabellos verdes
de estrellas mojadas!

 » Leer Mas…

DIOS DE AMOR

Lo que queráis, señor;
y sea lo que queráis.

Si queréis que entre las rosas
ría hacia los matinales
resplandores de la vida,
que sea lo que queráis.

Si queréis que entre los cardos
sangre hacia las insondables
sombras de la noche eterna,
que sea lo que queráis.

 » Leer Mas…

A LA POESÍA

Ya se dijeron las cosas más oscuras.
También las más brillantes.
Ya se enlazaron las palabras como
cabellos, seda y oro en una misma trenza
—adorno de tu espalda transparente—.
Ahora,
tan bella como estás,
recién peinada,
quiero tomar de ti lo que más amo.

 » Leer Mas…

A mano amada

A mano amada,
cuando la noche impone su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;

allí,
en la esquina más negra del desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,

los recuerdos me asaltan.

 » Leer Mas…

A qué mirar, a qué permanecer

A qué mirar, a qué permanecer
seguros
de que todo que es así, seguirá
siendo… Jamás pudo
ser de otra forma, compacto
y duro,
este —perfecto en su cadencia—
mundo.
Preferible es no ver. Meter las manos
en un oscuro
panorama, y no saber
qué es esto que aferramos, en un puro
afán de incertidumbre, de mentira.

 » Leer Mas…

A UN JOVEN VERSIFICADOR

Nada te importa la verdad,
y eso no basta para ser poeta.

Para ganar las cimas del Olimpo
confías en tus amigos:
tantos y tan tontos
que acabaron metiéndote en sus antologías.

¿O lo hicieron adrede?
En cualquier caso,
merced a sus esfuerzos
tu estupidez —antes
celebrada tan sólo entre iniciados—
ya es pública y notoria.

 » Leer Mas…

A VECES

Escribir un poema se parece a un orgasmo:
mancha la tinta tanto como el semen,
empreña también más, en ocasiones.
Tardes hay, sin embargo,
en las que manoseo las palabras,
muerdo sus senos y sus piernas ágiles,
les levanto las faldas con mis dedos,
las miro desde abajo,
les hago lo de siempre
y, pese a todo, ved:
no pasa nada.

 » Leer Mas…

A veces, en octubre, es lo que pasa

Cuando nada sucede,
y el verano se ha ido,
y las hojas comienzan a caer de los árboles,
y el frío oxida el borde de los ríos
y hace más lento el curso de las aguas;
cuando el cielo parece un mar violento,
y los pájaros cambian de paisaje,
y las palabras se oyen cada vez más lejanas,
como susurros que dispersa el viento;

entonces,
ya se sabe,
es lo que pasa:

esas hojas, los pájaros, las nubes,
las palabras dispersas y los ríos,
nos llenan de inquietud súbitamente
y de desesperanza.

 » Leer Mas…

ASÍ NUNCA VOLVIÓ A SER

Como llevaba trenza
la llamábamos trencita en la tarde del jueves.
Jugábamos a montarnos en ella y nos llevaba
a una extraña región de la que nunca volveríamos.

Porque es casi imposible abandonar
aquel olor a tierra de su cabello sucio,
sus ásperas rodillas todavía con polvo
y con sangre de la última caída
y, sobre todo,
la nacarada nuca donde se demoraban
unas gotas de luz cuando ya luz no había.

 » Leer Mas…

Así parece

Acusado por los críticos literarios de realista,
mis parientes en cambio me atribuyen
el defecto contrario;
afirman que no tengo
sentido alguno de la realidad.
Soy para ellos, sin duda, un funesto espectáculo:
analistas de textos, parientes de provincias,
he defraudado a todos, por lo visto;
¡qué le vamos a hacer!

 » Leer Mas…

AYER

Ayer fue miércoles toda la mañana.
Por la tarde cambió:
se puso casi lunes,
la tristeza invadió los corazones
y hubo un claro
movimiento de pánico hacia los
tranvías
que llevan los bañistas hasta el río.

A eso de las siete cruzó el cielo
una lenta avioneta, y ni los niños
la miraron.

 » Leer Mas…

BOSQUE

Cruzas por el crepúsculo.
El aire
tienes que separarlo casi con las manos
de tan denso, de tan impenetrable.
Andas. No dejan huellas
tus pies. Cientos de árboles
contienen el aliento sobre tu
cabeza. Un pájaro no sabe
que estás allí, y lanza su silbido
largo al otro lado del paisaje.

 » Leer Mas…

CALAMBUR

La axila vegetal, la piel de leche,
espumosa y floral, desnuda y sola,
niegas tu cuerpo al mar, ola tras ola,
y lo entregas al sol: que le aproveche.

La pupila de Dios, dulce y piadosa,
dora esta hora de otoño larga y cálida,
y bajo su mirada tu piel pálida
pasa de rosa blanca a rosa rosa.

 » Leer Mas…

CAMPOSANTO EN COLLIOURE

Aquí paz,
y después gloria.

Aquí,
a orillas de Francia,
en donde Cataluña no muere todavía
y prolonga en carteles de «Toros à Ceret»
y de «Flamenco’s Show»
esa curiosa España de las ganaderías
de reses bravas y de juergas sórdidas,
reposa un español bajo una losa:
paz
y después gloria.

 » Leer Mas…

Capital de provincia

Ciudad de sucias tejas soleadas:
casi eres realidad, apenas nido
sólo un rumor, un humo desprendido,
de las praderas verdes y asombradas.

Luego hay hombres de vidas apretadas
a tu destino semiderruido
y muchachas que crecen entre el ruido
cual si estuvieran entre amor sembradas.

 » Leer Mas…

CARTA

Amor mío:
el tiempo turbulento pasó por mi corazón
igual que, durante una tormenta, un río pasa bajo un puente:
rumoroso, incesante, lleva lejos
hojas y peces muertos,
fragmentos desteñidos del paisaje,
agonizantes restos de la vida.

Ahora,
todo ya aguas abajo
—luz distinta y silencio—,
quedan sólo los ecos de aquel fragor distante,
un aroma impreciso a cortezas podridas,
y tu imagen entera, inconmovible,
tercamente aferrada
—como la rama grande
que el viento desgajó de un viejo tronco a
la borrosa orilla de mi vida.

 » Leer Mas…