Se enredó
Y desde entonces
En tu alma
Dormían los paisajes
Y la flor perpetua
De los jardines
Jamás recorridos. Tú
Y una tarde
Que acontece tú
Me hablabas
De algo me hablas
Pero el brillo de tu corazón
Te oculta
Algo me dices
Pero el estruendo
De tu alma
Me impide
Sobre el mar
Veíamos el transcurso
Del verano las flores
Del Estío las joyas
La armonía que
No debe ser quebrada.
Qué puedo yo ensayar/Sobre el autor de ese/Soneto. Creo que/
Petrarca…
la sotto giorni
nubilosi e brevi
nasce una gente a cu’il
morir non dole
En Campidoglio
Coronaron al Petrarca
De sonetos
y
la, sotto giorni
nubilosi e brevi
En Campidoglio
Se elevó el Petrarca
El triste Petrarca
A la altura
De coníferas ramas
Asfodelos
Y el agua de los ríos
Tévere
Yen lo alto
La luna
Seine
Rhein Amazonas
Y tras las siete colinas
Petrarca
My soul has grown deep
Like the rivers
Señor de los abrelatas
El jardín en flor
La hojarasca
La tristeza. El recuerdo.
El sol. Los navegantes:
Sus naos prestas
A la brisa y cambiantes, sí
Cuando el Sol desciende
Y llega al mar la Aventura
Del vivir: los puentes
De carrizo, la arena,
Señor de la desolación
Señor que tallas
En el Espíritu
Más fuerte
A tu imagen un dolor
Señor de las mañanitas
Señor del azúcar
Señor de la espera
Señor del viento
No me oigas
Oye más bien
Lo que en ningún tiempo
Hé de decir.
Trazando en el cielo
Las destellantes fases
Del enigma humano
Yo vi en un bar un arco iris
Y la grandeza de la noche
Próxima a cubrir el sol
Con un abismo azul
Y en ella misma el
Noble mar quasi una fantasía
Hermanito: Tú posees
La languidez del sueño
Y un amor. Atardece
Y en la calle
A pesar del Tiempo
Me alcanza tu alma
Y me recuerda
Que bajo todo cielo
Existe la nostalgia
Y el silencio.
Adiós Percy Shelley
Quién sabe
Si nos veremos
Der Dichtung Schleier
Aus der Hand der Wahrheit
Plena ya es mi vida
Puedo regresar
Al valle profundo
O también, Percy,
Volver a hablar contigo,
Tú, que me enseñaste
que nada es sueño
Y menos aún el amor
* * *
Como el sueño tuyo
Que se refleja
En todos los sonetos
De Inglaterra
Tú soñaste
O, igualito es,
No soñabas
Es la enredadera
Y el denso paisaje
Algunos dicen
Que hay que liberarse
De los fantasmas
Del amor
Pero el amor
No son fantasmas
Tú, que sabías
Y hay en algún lugar
Pequeños preludios
Como el sueño tuyo
Nadie puede ocultar
Su origen
En el sueño
Nadie puede cubrir
Sus ojos humanos
Nadie puede ocultar
Su propia poesía
Nadie no ha sido triste
Nadie no ha sido
Alegre
Todos hemos construido
Pequeños preludios
Oda a Percy Shelley
Y, de alguna forma,
To know
Even hate
Is but a mask
* * *
Tú sabes del amor
Lo esencial:
Que es continuo y canta
Yennoblece
Y nada puede.
1
¿Recuerdas tú
La Primavera?
El claro Sol
Y tú sonriente
Quizás así me amaras
¿Recuerdas tú
Del Sol
El límpido fulgor?
¿Recuerdas el jardín
En flor. Recuerdas
Y entonces las estrellas
En tus ojos
Se ocultaban?
Wagner reescribía
Las Sinfonías
De Beethoven
En colores
El sol brilla
Sobre el mar
Y al fondo
Los secretos del
Mar las redes
Los corchos
Las astillas
Walt Whitman
Tenía un pecho suavísimo y
(Respira y nadie sabe
Lo que él hacía
Cuando lloraba
En su comedor)
Sentid cómo navega en
Los océanos.
Qué bravo eres
William Butler
Cómo pudiste ser
valiente
-A estas palabras menudas se las va a llevar
la trampa, me aseguras.
Y añades en voz baja:
-Ojo con el hoyo hirviente
de las bellas bailarinas tramposas.
Ahora, rojo es el lenguaje,
rojo como mi lengua cuando pasa
sobre la flor labiodental del flamboyán.
Ahora, tu cara es roja,
roja como cuando se enfrenta
a la rubicundez arrugada de mi cara.
Ahora, más que nunca,
rojo antojo de tus grandes ojos.
Desnuda eres como una calle
subes, te abres, serpeas, te angostas,
doblas, sigues mis pasos y desembocas.
El amor, rodeado casi siempre por un antojo
de olvido, avanza resuelto hacia las trampas
creadas para cazar osos con piel de leopardo
y serpientes con plumaje de cóndor.
Y el amor sobrevive a las heridas y ruge,
voladora, la envidia de los venenosos.
En las trampas de los ojos
el paisaje y su escritura verde,
la tierra y su amor calizo,
la luz y sus remolinos amarillos.
El tránsito hacia los escalofríos,
hacia el vestido recto de la noche,
hacia el agua embriagante de la cercanía.
Extraño tu sexo. Piso flores rosadas al caminar y extraño
tu sexo.
En mis labios tu sexo se abre como fruta viva, como voraz
molusco agonizante.
Piso flores negras al caminar y recuerdo el olor de tu sexo,
sus violentas marejadas de aroma, su coralina humedad
entre los carnosos crepúsculos del estío.
Amo las líneas nebulosas de tu cara,
tu voz que no recuerdo,
tu racimo de aromas olvidados.
Amo tus pasos que a nadie te conducen
y el sótano que pueblas con mi ausencia.
Amo entrañablemente tu carne de fantasma.
Una gota de anís
resbala por tus muslos
con la indiferencia
de un barco que se aleja.
Suena el color dorado en las orillas del ojo,
del mar del ojo, del mal de ojo.
Sueña una imagen color naranja
con ser, eternamente,
una perseguidora quintaesencia.
I
Cómo cantarte, Diótima, sin vino
y con el piano mudo que a señas me congela.
Cómo describir, en su cadencia, tus lentas ceremonias
si no puedo beberte de mi vaso,
si no te me atragantas rumorosa,
si la botella rota no conserva tu ardor
ni los reflejos.
La primera mujer que recorrió mi cuerpo
tenía labios de maga: labios verdes y azules,
con sabor a fruto silvestre,
con señales indescifrables como la miel o el aire.
Muchas veces incendió mis cabellos con siete granos y
siete aguas, con ensalmos que sonaban a campanillas
de barro, con nubes de copal que se mezclaban al embrión
que recorría mi frente coronada por ramos de albahaca.
Déjame recordarte las gastadas palabras de siempre,
los armarios que encierran la humedad de los puertos
y el sabor a betel que dejas en mis labios
cuando desapareces en el aire.
Déjame tender tu cabello a la sombra
para que la penumbra madure como el día.
Tu sexo,
una mariposa negra.
Y no hay metáfora:
entró por la ventana
y fue a posarse
entre tus piernas.
Mayo se hizo presente y las nubes entraron
a la casa tomando posesión de los floreros.
Te imagino con la cara lavada en una mecedora, puliendo
monedas de oro. El escaso viento palúdico
me trae un olor a camarones vivos, a tehuanas
con frialdad de cerveza en los aretes.
Mis manos en tu espalda
desconocen la artritis
y las sombras de la deformación.
Mis manos, en tus muslos,
no piensan en un río
ni en la inconsciencia de la navegación.
Mis manos, en tus manos,
no extrañan cuello alguno
ni se avergüenzan
de un antojo de trampa,
de una esperanza de mutilación.
Muero por deslizar, verticalmente,
mi lengua entre tus labios.
Por humedecer, horizontalmente,
el imposible rencor de tus encías.
Se me antojan tus ojos cuando,
repletos de placer, miran empavesados
espejismos.
Desnúdate. Blanquea la oscuridad.
Ya crecieron mis uñas.
Nubes a lo lejos,
sobre el hilo tenso de la carretera.
Frente a nosotros,
manos azules desanudando
el hilo tenso de la carretera.
Puestos a secar,
tus deseos cuelgan
del hilo tenso de la carretera.
Otro día sin verte, sin poner mis pupilas
encima de tus trampas.
Quiero decir: encima de tus rodillas sin cicatrices,
de tus labios amameyados, de tus afiladas
rencillas rojas, de tus palabras claves
que continuamente preguntan si te entiendo.
Otro día sin verte, otras horas
de amarte a cielo abierto,
de acariciarte en un aire ya sujeto
por mi collar de uñas enterradas.
No me guardes en tu imaginación.
No me pienses.
Tus ojos están llenos de espléndida ponzoña.
No me mires.
Que mi saliva te inunde la garganta.
No me asfixies.
Deja de agusanar mi mente confundida.
No me pudras.
Contemplaban los dos cómo dormía
el claro Egipto bajo el cielo ardiente
y cómo hacía Bubastis, lentamente,
desembocaba el Nilo en la bahía.
En su coraza el adalid sentía
-como a través de un sueño transparente-
desfallecer sumiso y atrayente
el cuerpo voluptuoso que ceñía.
Ha tallado el marfil una mano tan fina
que se miran de colcos los tupidos boscajes,
y Jasón, y los ojos de Medea, salvajes,
y el Toisón, que en el ápice de una estela culmina.
Cerca de ellos se tiende Nilo, fuente divina
de los ríos; y en medio de los verdes follajes
de los pámpanos, ebrias de vid de amplios frondajes,
las Bacantes circundan los altares de encina.
Baña el Euxino un bosque de agrios arbustos lleno;
sobre la fuente un negro laurel la copa inclina,
y la Ninfa, sonriente, que a sus ramas se empina
huélla, tímida, el agua del arroyo sereno.
Otras, de un salto, se hunden en loco desenfreno
al oir la llamada de una oculta bocina,
y en las aguas movibles a menudo germina
un torso un claro bucle, o la rosa de un seno.
«Calixto Papa» dice sobre la empuñadura.
La tiara y el trasmallo, las llaves y la barca,
en suntuoso relieve que el viejo escudo enmarca,
se unen al Buey heráldico sobre la plancha pura.
En el losange un Fauno de grotesca figura
sonríe entre las hiedras de florida comarca
y el metal es tan claro, si su hoja se enarca,
que el refulgente estoque, mas que hiere, fulgura.
Los escombros del templo, sobre el alta colina,
yacen. Y en este erial, entre ramas fragosas,
los broncíneos héroes y marmóreas diosas
bajo el yugo cayeron de la muerte divina.
Al abrevar los bueyes, entona en su bocina
el pastor un antiguo cantar; y en las brumosas
tinieblas, se destacan sus formas prodigiosas
sobre el negro horizonte de la calma marina.
Y aves mil, asu paso, por entre los fangales,
aquí y allá, del valle donde el héroe posa,
al escaparse en brusca ráfaga premurosa
agitaban en lúgubres lagos ondas letales.
Otras, cuando cruzaban los negros matorrales,
la frente acariciaron que en Onfalia reposa,
cuando ajustando al nervio la flecha victoriosa
el arquero divino traspasó los juncales.
Huyen, ebrios de asalto, matanza y rebelión
a su guarida, encima de la cúspide enhiesta;
tienen miedo a la muerte que implacable se apresta
y husmean en las sombras un olor a león.
Arrasando la hidra y el ágil estelión
cruzan valles, torrentes; y su marcha funesta
nada impide; pues saben que ya escalan la cuesta
del Ossa, del Olimpo y el lóbrego Pelión.
A Gustave Moreau
Ambos, en los boscajes que sintieron el són
de contiendas remotas; mágica paz nacía,
y alba de milagrosas lágrimas los ceñía
bañándolos en fértil y extraña floración.
Por los aires flotaba letal emanación.
Como halcones que escapan de sus antros natales,
fatigados de empresas altivas y mezquinas,
partieron desde Palos las gentes colombinas
embriagadas de sueños épicos y brutales.
Iban a conquistar los preciosos metales
que el remoto Cipango maduraba en sus minas,
mas llevaban sus velas las ráfagas marinas
hacia los misteriosos mundos occidentales.
Buenas noches Marco Aurelio apaga la luz
y cierra el libro Encima de tu cabeza
se levanta una dorada alarma de estrellas
el cielo habla alguna lengua extranjera
este es el bárbaro grito de miedo
que tu latín no puede entender
un terror continuo un negro terror
contra la frágil tierra humana
empieza a golpear y triunfa Escucha
su rugido El flujo incesante
de los elementos ahogará tu prosa
hasta que se derrumben los cuatro muros del mundo
¿Y para nosotros?
Como un abejorro zompón
que se posó sobre la flor
hasta que se encorvó el flexible tallo
y ahora se abre paso entre filas de pétalos
parecidos a hojas de diccionario
y se dirige hacia el centro
donde están el aroma y el dulzor
y aunque pescó un catarro
y ha perdido el sabor
aún persiste
hasta que su cabeza golpea
contra el pistilo amarillo
y aquí ya el fin
difícil es penetrar
por los cálices de las flores
hasta la raíz
así el abejorro se aleja
muy ufano
y zumbando con vigor:
dentro me metí
y a quienes
no acaban de creerle
su nariz enseña
amarilla de polen
En primera página
la noticia de la matanza de 120 soldados
la guerra ya duraba mucho
uno puede acostumbrarse
justo al lado información
de un crimen espectacular
con el retrato del asesino
la mirada de Don Cógito
salta indiferente
la hecatombe de los soldados
para sumergirse con deleite
en la descripción del espanto cotidiano
un agricultor de unos treinta años
en una depresión nerviosa
mató a su mujer
y a sus dos pequeñuelos
con precisión se describen
la ejecución del crimen
la posición de los cuerpos
y otros detalles
a los 120 caídos
inútil es buscar en un mapa
la excesiva lejanía
los oculta como una jungla
no estimulan la imaginación
son demasiados
la cifra cero al final
los transforma en una abstracción
un tema para meditar:
la aritmética de la compasión
1
En Útica
los ciudadanos
no quieren defenderse
en la ciudad estalló la epidemia
del instinto de conservación
el templo de la libertad
se trocó en rastro
el senado delibera
cómo no ser senado
los ciudadanos
no quieren defenderse
asisten a acelerados cursillos
de genuflexión
pasivos esperan al enemigo
escriben aduladores discursos
entierran el oro
cosen nuevos estandartes
inocentemente blancos
enseñan a los niños a mentir
abrieron las puertas
por las que ahora penetra
una columna de arena
por lo demás como de costumbre
comercio y copulación
2
Don Cógito
querría estar
a la altura de las circunstancias
esto es
mirar al destino
directamente a los ojos
como Catón el Joven
mirad en las Vidas
no tiene sin embargo
espada
ni ocasión
para enviar a su familia a ultramar
espera pues como los demás
pasea por la insomne habitación
contra los consejos de los estoicos
querría tener el cuerpo de diamante
y alas
mira por la ventana
cómo el sol de la República
se aproxima al ocaso
le quedó poco
en realidad sólo
la elección de la postura
en la que desea morir
la elección del gesto
la elección de la última palabra
por esto no se tiende
en el lecho
para evitar
ser estrangulado mientras sueña
querría hasta el final
estar a la altura de las circunstancias
el destino le mira a los ojos
en el lugar donde estaba
su cabeza
Los bosques ardían-
y ellos
en sus cuellos enredaban los brazos
como ramos de rosas
la gente corría a los refugios
él decía que su esposa tenía cabellos
en los que uno podía esconderse
cubiertos con una sola manta
musitaban impúdicas palabras
la letanía de los amantes
Si la cosa se ponía fea
saltaban en los ojos del otro
y los cerraban con fuerza
con tanta fuerza que no sintieron el fuego
que alcanzaba sus pestañas
hasta el final fueron audaces
hasta el final fueron fieles
hasta el final fueron parecidos
como dos gotas
detenidas al borde de la cara
No puedo recordar
su rostro
estaba de pie frente a mí en lo alto
al final de sus largas piernas separadas
veía
su cadenita de oro
su gris levita
y su flaco cuello
al que estaba prendida
una inerte corbata
fue el primero que nos enseñó
el anca de una rana muerta
que pinchada con un alfiler
violentamente se contrae
él nos introdujo
a través de un microscopio dorado
en la vida íntima
de nuestro bisabuelo
el paramecio
trajo un oscuro grano
y dijo: cornezuelo
instigado por él
en el décimo año de mi vida
fui padre
cuando tras una tensa espera
de una castaña sumergida en el agua
apareció un brote amarillo
y todo estalló en canto
alrededor
en el segundo año de la guerra
mataron al de ciencias
los malandrines de historia
si es que fue al cielo-
quizá camine ahora
sobre largos rayos
vestidos con grises medias
con una enorme red
y una caja verde
alegremente bamboleándose a su espalda
pero si no se fue allá arriba-
cuando en el sendero del bosque
encuentro un escarabajo encaramándose
a una pelotilla de arena
me acerco
me cuadro
y digo:
-buenos días señor profesor
permítame ayudarle
lo transporto delicadamente
y me quedo mirando un rato
hasta que desaparece
en la obscura sala de profesores
al final del corredor de hojas
Demasiado viejo para llevar las armas y luchar como los otros-
fui designado como un favor para el mediocre papel de cronista
registro -sin saber para quién- los acontecimientos del asedio
debo ser exacto mas no sé cuándo comenzó la invasión
hace doscientos años en diciembre septiembre¹ quizá ayer al amanecer
todos padecen aquí del deterioro de la noción del tiempo
nos quedó sólo el lugar el apego al lugar
aún poseemos las ruinas de los templos los espectros de jardines y casas
si perdemos nuestras ruinas nada nos quedará
escribo tal como sé en el ritmo de semanas inconclusas
lunes: almacenes vacíos la rata ha devenido moneda corriente
martes: alcalde asesinado por agentes desconocidos
miércoles: conversaciones sobre el armisticio el enemigo confinó a los legados
ignoramos dónde se encuentran esto es el lugar de su suplicio
jueves: tras una turbulenta asamblea se rechaza por mayoría de votos
la propuesta de los comerciantes de especias de rendición incondicional
viernes: comienza la peste
sábado: se ha suicidado un desconocido inflexible defensor domingo: no hay agua
rechazamos
un ataque en la puerta este llamada Puerta de la Alianza
lo sé todo esto es monótono a nadie puede conmover
evito comentarios las emociones mantengo a raya escribo sobre hechos
aparentemente sólo ellos son valorados en los mercados foráneos
pero con cierto orgullo deseo informar al mundo
que gracias a la guerra hemos criado una nueva variedad de niños
a nuestros niños no les gustan los cuentos juegan a matar
despiertos y dormidos sueñan con la sopa el pan los huesos
exactamente como los perros y los gatos
al atardecer me gusta deambular por los confines de la Ciudad
a lo largo de las fronteras de nuestra libertad incierta
miro desde lo alto el hormigueo de los ejércitos sus luces
escucho el tronar de los tambores los alaridos bárbaros
en verdad es inconcebible que la Ciudad todavía se defienda
el asedio continúa los enemigos deben ser reemplazados
nada les une excepto el anhelo de nuestra destrucción
godos tártaros suecos huestes del César regimientos de la Transfiguración del Señor
quién los enumerará
los colores de los estandartes cambian como el bosque en el horizonte
desde el delicado amarillo de aves en primavera a través del
verde del rojo hasta el negro invernal
así al atardecer liberado de los hechos puedo pensar
en asuntos antiguos lejanos por ejemplo en nuestros
aliados de ultramar lo sé su compasión es sincera
envían harinas sacos de ánimo grasa y buenos consejos
ignoran incluso que nos traicionaron sus padres
nuestros ex-aliados desde los tiempos de la segunda Apocalipsis
sus hijos no tienen culpa merecen gratitud así que les estamos agradecidos
no sufrieron un asedio largo como una eternidad
a quienes alcanzó la desdicha están siempre solos
los defensores del Dalai-Lama kurdos montañeses afganos
ahora cuando escribo estas palabras los partidarios del pacto
conquistaron cierta ventaja sobre la fracción de los intransigentes
habituales las oscilaciones de ánimo los destinos aún se sopesan
los cementerios crecen disminuye el número de los defensores
pero la defensa perdura y perdurará hasta el final
y si cae la Ciudad y uno solo sobrevive
él portará consigo la Ciudad por los caminos del exilio
él será la Ciudad
miramos en el rostro del hambre el rostro del fuego el rostro de la muerte
y el peor de todos -el rostro de la traición
y sólo nuestro sueños no fueron humillados
Primero me describiré a mí mismo
empezando por mi cabeza
o mejor mi pie
o mi mano
o el meñique en mi mano izquierda
mi meñique
es tibio
un tanto curvado hacia adentro
termina en uña
está hecho de tres segmentos
cerca de mi palma
librado a sus propios medios
sería un gusano de buen tamaño
es un dedo muy especial
el meñique de una mano izquierda
único en todo el mundo
me lo dieron directamente
otros meñiques de una mano izquierda
son una fría abstracción
comparto con el mío
fecha de nacimiento
fecha de muerte
común soledad
sólo la sangre
ocupada en la escansión de oscuras tautologías
une playas distantes
con un hilo de mutuo acuerdo
La piedra es la criatura
perfecta
igual a sí misma
vigilante de sus fronteras
exactamente repleta
de pétreo sentido
con un aroma que a nada recuerda
a nadie espanta no despierta codicia
su ardor y frío
son justos y están llenos de dignidad
siento su duro reproche
cuando la apreso en mi mano
y su noble cuerpo
absorbe el falso calor
-Las piedras no se dejan domesticar
hasta el final nos mirarán
con su mirada tranquila clarísima
Espera en la orilla de un largo y lento río
en la otra orilla está Caronte el cielo brilla túrbido
(no es por lo demás ningún cielo) Caronte
ya está aquí se limitó a lanzar la cuerda hasta una rama
ella (el alma) saca el óbolo
que rápidamente se agriaba bajo su lengua
se sienta detrás en la barca vacía
todo esto sin una palabra
si al menos la luna
o el aullido de un perro
Todas las líneas descienden al valle de la palma
hasta un hueco en que burbujea la diminuta fuente del destino
Aquí está la línea de la vida
Mira recorre como una flecha
el horizonte de los cinco dedos iluminados por su corriente
que se levanta venciendo todos los obstáculos
y nada es más hermoso ni más fuerte
que su lucha por seguir adelante
Comparada con ella qué indefensa la línea de la fidelidad
como un grito en la noche un río en el desierto
concebido en la arena y muriente en la arena
Tal vez continúa más abajo de la piel
parte el tejido de los músculos y penetra en las arterias
para que de noche podamos ver a nuestros muertos
allá abajo allá adentro donde la memoria y la sangre fluyen
tiros de minas pozos cámaras
llenos de oscuros nombres
Esta colina no estaba aquí
Después de todo recuerdo
que había un niño de tan redonda ternura como si
una lágrima ardiente de plomo
hubiera caído en mi mano
Después de todo recuerdo el pelo
la sombra de una mejilla
frágiles dedos y el peso de una cabeza durmiente
¿Quién destruyó el nido, quién apiló
el monte de indiferencia que no estaba aquí?
Nike más bella en el instante
en que vacila
la diestra bella como una orden
descansa en el aire
mas las alas vibran
ha pues divisado
a un joven solitario
sigue el largo surco
de un carro de combate
por un gris camino en un gris paraje
de rocas y ralos matojos de enebro
aquel joven morirá pronto
de hecho el platillo de la balanza con su destino
ya está cayendo violentamente
hacia la tierra
Nike desea
acercarse
y besarle la frente
mas teme
que él que aún no conoció
la dulzura de las caricias
al sentirla ahora
podría huir como los otros
hicieron durante la batalla
así que Nike vacila
y al final decide
quedarse en esa postura
que le enseñaron los escultores
avergonzada de aquel instante de ternura
sabe bien
que mañana al alba
encontrarán a ese muchacho
con el pecho abierto
los ojos cerrados
y el amargo óbolo de la patria
bajo su lengua entumecida
En la misma esquina de este viejo mapa hay un país que añoro.
Es la patria de las manzanas, las colinas, los ríos perezosos, del vino agrio y el amor.
Por desgracia una gran araña tejió sobre él su tela
y con su viscosa saliva cerró las puertas del sueño.