Una palabra para hacer llover
está sobre el armario. No la toques
que lloverá en la estepa y los armarios
saldrán mañana a flote en los pasillos mudos.
Diosa
si el filo de la espuma está conforme
con el diseño de tus labios,
tu sonrisa repite lo levísimo
del azul que te dio vida perenne
pero
no eres hija del cielo ni del azul siquiera
que el cielo presta al mar; eres espuma
y todas las palabras de amor se desvanecen
en ondas que entrelazan el engaño
de agua.
Nada queda de nuestro
palomar blanco, donde
sentimos el primer
vértigo nada queda
del almendro en el que
imaginábamos lianas
y éramos dos tarzanes nada queda
de la tapia que el mundo dividía
en territorio apache
y en territorio sioux nada queda
del cuarto de las ratas
que olía a viejas historias y tampoco
queda nada me han dicho
de la terraza ni de la
galeria de cristal donde el sol en invierno
se acurrucaba como un gato nada
queda de la escalera
de caracol ya nada
del jardín con castaños con acacias
con ¿qué?
Carta a J.R.J.
Mínima aldea de muertos olvidada
sino por ti y por mí colgados de los árboles
-cipreses, claro-
con los ojos muy abiertos
entre terribles rascacielos entre
el sueño de los vivos
y el sueño de los muertos
que no se encontrarán: dos paralelas…
Entre todos los tráfagos de todas
esas actividades te fijaste en el viento
que barre de las tumbas agrietadas la nieve
Prosiguen sin embargo
las cuatro tapias concurridas fuera:
la tapia del taxímetro
la del paso elevado
las del tranvía y el metro con su escolta
de dorados & Cé mientras la alquimia
de las losas y el polvo contemplamos:
pobre pozo de muertos con campanas ahogadas
por los timbres burócratas
las bocinas silbatos y las excavadoras
Y aquí sí que no creo -se ha estrechado
el nudo desde entonces,
1916, bastante-
que valieran la pena como tú lo creíste
la escasa yerba y la flor roja
única que brotaban y de cuya hermosura
infinita quedaba, según tú,
la ciudad viva desterrada:
el tiempo
ha venido a decírmelo y mi soga,
por más nueva, aún resiste.
Oh, náyade, nereida, ninfa, sirena, tía
buena reproducida
todo color tamaño
casi natural muslos
apetitosos anunciando
un producto, pongamos,
anticongelante, verbi gratia
gratia plena de ganas de comerte
poseerte en pleno escaparate
lo malo es que sabemos que nuestro
atrevimiento
lo pagaría el seguro
y mucho peor saber que nuestro muerdo
no iba a encontrar una manzana viva
sino más bien sabor de cartonpiedra
y una falsa apariencia de relieve camal
en la litografía
y acabamos comprando cualquier cosa
en desagravio, buenas tardes,
por nuestros malos pensamientos.
La hembra no tiene nada de notable
sus plumas pasan
del blanco al beige por gradaciones suaves
Ni por todo el oro del mundo
me tomaría la molestia
de examinar al macho y cuándo llega
a toda su belleza.
Que me traigan el humo dijo Ciro
y le trajeron todas sus victorias.
Tu más claro discurso
es tu jadeo erótico, Mademoiselle Descartes,
tu dios de mármol tu mayor esclavo,
tu ama de llaves la razón. Tus rosas
son tu blasón mejor, mas su perfume
sigue ininteligible
para vos y Clavet, pintor de corte
amigo de tu abuelo.
La vida es la ruleta
en que apostamos todos el amor es algo
maravilloso el tiempo
es oro nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar
que es el morir España
es una grande y libre
el trabajo es salud los sueños sueños
son obras son amores
y -aparte de poesía- qué eres tú?
The Rolling Stones
Ella es un arcoiris:
es rojo su calor adolescente, por pocos años. Ella
es un arcoiris. Arnarilla
la flor que tiene nunca entre sus manos
-amarillo también el estropajo.
Roja es la sangre floreciendo.
La vi deidad, y me postré a adorarla,
y por volver el ídolo benigno,
la prosa olvido, y me dedico a hablarla
en el leguaje de los dioses digno.
De entonces fue mi signo
pintar en mis canciones
sus dulces perfecciones;
¡y cuánto, oh cielos, su beldad me ilumina!
Ya el poeta no hace como antes
boceto de sus lágrimas
ni refunde su canto hasta el poema
Ahora directamente como el liquen
sobre la piedra inerme
dispone las palabras a sabiendas
de que el tiempo ha dispuesto el cañamazo
de lo que va a escribir para el olvido.
Sólo el rayo no hiere a las ortigas,
se cubren en la sombra:
desde la luz ataca: su veneno
es su sangre -saeta- ¿de qué liban?
No sus nubes, tampoco de guadaña.
(hallado en una botella de mezcal en «El farolito» y en donde -aunque esto sea lo menos importante-
se corrige un error léxico de Gustavo Adolfo Bécquer.)
Como de tu pupila la negrura,
Azul indescriptible tu iris, nunca
Tuve ocasión de ver: dulce espesura
Abierta a este habitante de espelunca.
Te vistieron de gris con uniforme
te dieron una chapa y una porra
y saliste a la calle tan conforme
con permiso oficial de armar camorra
dispuesto a demostrar todo lo enorme
que es tu amor a la patria que en la gorra
viene representada aquiliforme
aunque en el fondo no es más que una zorra,
dejaste el azadón que hoy enmohecido
dormita en el corral que abandonaste
-se puede uno ganar bien el cocido
sin trabajar-: aquel maldito traste
áspero sucio feo retorcido
no es como la pistola: ¡qué contraste!
Todo fue sobre ruedas una mutua
corriente entre las tazas
de té inglés les iba enmarañando
-complicada una música de fondo
en el asunto- todo
todo a pedir de boca las sillas casi juntas
los corazones casi paralelos…
mas ese olor de la transpiración
inevitablemente percibido
la aureola indiscreta de la axila
convirtieron la afinidad en franca
retirada de él vergüenza en ella
y todo fue desvaneciéndose
en disculpas qué lástima
que esté tan ocupado esta semana
roto el hechizo bien pensado
no era para tanto
ella perdida
sintió una presa fácil
maldijo su pecado destruyendo
-ya de vuelta en su casa-
la cuidadosa trampa de su rostro con lágrimas
pero he aquí que una amiga
percatada de todo y sonriente
susurró unas palabras
mágicas en su oído
y todo se arregló desde que ella
adoptó nuestro estilo de atracción personal
emplea nuestro jabón desodorante
(las sillas se fundieron
definitivamente
en un fragante abrazo
y vivieron felices gracias a…)
1
Sosiego: luce el élitro
bajo la piel de la manzana.
Es pulpa la tristeza, miel el dolor perdido:
tener ahora delante la fuente de aquel bosque
donde se baña la princesa y
no echar de menos su blancura, el rezo
de los enhiestos abedules
ni el cascarón de vieja que cuida de los gansos.
En catre de esmeraldas nace altiva
la bella rosa, vanidad de Flora,
y cuando en perlas le bebió a la aurora
cobra en rubís del sol la luz activa.
De nacarado incendio es llama viva
que al prado ilustra en fe de que la adora;
la luz la enciende, el sol sus hojas dora
con bello nácar de que al fin la priva.
Tú tan aficionada a los pañuelos
habrás a la sazón hallado alguno
para tu desazón paño de lágrimas
bayeta de la tiza testaruda
que narra nuestro amor velo sagrado
en tu éxtasis de música y luciérnagas
Jirón venda bandera telaraña
y sábana su cuerpo sobre el tuyo
húmeda ¿Me equivoco?
1
De nuevo llueve y lunas
se suceden: el ara
en la espera se moja,
de hiedra se recubre,
de líquenes se llena
en la espera del fuego
ritual que era suyo.
2
Se repiten los soles,
calcinanse las yerbas
alrededor del fuego
ritual que, sin ara,
se purifica solo,
quema tiempo en la espera
del ara que era suya.
¡La espuma de tu rostro fugitivo,
bello Torbes, dejástela en mis manos,
y con el vuelo de tus saltos vanos
coronas me tejiste y ramo altivo!
¡Oh, Torbes labrador! Margen furtivo
entre angélicos campos ciudadanos;
dulcífero galán que a los veranos
de dulzura te fuiste, pensativo
Joven Torbes de alzada vestimenta;
voz de poder y magna cornamenta
que muge por los campos su fragancia.
Ya lo sabes, amada
ahora podemos
realizar nuestros sueños imposibles
esa luna de miel en cielo exótico
viaje todo incluido
vistas al mar crepúsculos
íntimos revisados por expertos
a nuestro alcance todos
los silencios románticos
con el nuevo sistema de cómodos
pagos a plazos: a escoger
islas privilegiadas o lugares
de gran mundo -aquel sueño
ya es una realidad-
(o bien quedarse aquí junto a la brecha
al lado de la lucha que aún hay tiempo
de jugarse el pellejo para algo)
una de dos, amada mía, no olvides
que elegir es el único problema
que este sistema ofrece.
Pregúntale a ese mar donde solía
llorar mi corazón, si por su arena,
con dulce silbo de veloz sirena,
cruzó la virgen que me viera un día
contar los granos de la arena mía.
Y a esa virgen nocturna de serena
vestidura lunar, túrgida y llena,
pregúntale si el mar que la veía
despedirse llorando en mi memoria,
escribió por la arena aquella historia
con su pulso de espuma, triste y suave…
¡Tú también, corazón, ve a la ribera,
y con voz de esa brisa que te oyera,
pregúntaselo al mar, que el mar lo sabe!
En un papel volante, levitado,
-¿qué atril sirve a quien va, sin esperanza,
a alzar la voz antepenúltima?-
la tinta que se apoye.
Lea sin rubor ninguno, se sienta con amparo
el que compre la seda (ya las manos
que le hilaron lo dan por muy perdido).
No el astuto plebeyo que no pierde
de vista y disimula
las llaves de la cava.
Habla de la poética gravemente
reclama la verdad, astuto zorro
que entre un hipo y traspiés mantiene algo
que hasta el Señor confunde, virtuoso.
Es la ansiedad cornisa
dispensada de aristas por racimos de duda.
Peldaño de humo antiguo desde donde
se ven los frascos de la sangre, óleo
y agua, niveles. La mañana
recompondrá el lugar, copas de bronce
en las que cabe el río, el mes sin nombre,
la luz azul, terrible, mansa.
con pistolas, con rifles, con decretos.
Ángel González
Sabueso desdentado
no del todo: conservan
tu masticar de cada día las prótesis
caninas oficiales
la paga extraordinaria y el honor
de ser reconocido
como un guardián celoso
del orden prepotente en tu doble
cometido de cancerbero -orlado
por semanal incienso
y una intachable hoja de servicios-
y eficaz husmeador de pasos ilegales
de improntas digitales descarriadas…
ve a avisar a tu amo
llévale la panoplia de decretos
al borde de la cama
ve a lamerle el asiento dignatario
corre a dorar sus distintivos vuelve
al lugar destinado para que
te lleves a la boca
los restos del festín pero no olvides
-ejercita tu rabo entre las piernas-
las instrucciones (ya amarillas)
para el empleo del timbre
de alarma fiel mastís que viene el lobo.
De la mutilación de las estatuas
a veces surge la belleza, de los
capiteles truncados cuyo acanto
cayera en la maleza entre el acanto:
perfección del azar que nada tiene
que hacer para ser símbolo de todo
lo que se quiera.
(enpaquetada en una tarta nupcial de tules y organdises
con gesto de cabreo forzando una sonrisa a jesusito de
mi vida sufriste la prueba de los focos del fotógrafo)
la cofia era de perlas
cultivadas los guantes
de gasa la sonrisa
del carmín de tu tía
el libro guarnecido
de nácar con el lomo
dorado y reluciente
igual que la custodia del santísimo
el rosario de plata
labrada zapatitos
de charol el vestido
de vuelo almidonado el almidón
se extrae de la patata
el labrador que labra la patata
vela su crecimiento subterráneo
acaba malvendiéndola
para usos industriales o privados
el labrador que guarda sus ahorros
para decir
«la cofia era de perlas…»
de su hija de seis años.
Tristeza, pues yo soy tuyo,
tú no dejes de ser mía;
mira bien que me destruyo
sólo en ver que el alegría
presume de hacerme suyo.
¡Oh, tristeza!
que apartarme de contigo
es la más alta crueza
que puedes usar conmigo.