Episteme

Un mito es una antorcha.
Y vienen marineros detrás de la presencia
que, débil, recompone
la estatua de la luz.
Belleza. Como un jardín abriéndose
a la quietud del cosmos en la noche.
Sólo así percibimos. Veneramos. O acaso,
quebrada claridad de los torrentes,
una llama nos guía
y estallan los crepúsculos
en las últimas sombras
que instala la memoria.

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Ordalía

En el fuego pondré siempre mi mano,
que prueba es de mi fe para probarte,
y bajaré contigo a los infiernos
por arder más profundo y encendido.
Mas si en prenda de amor quemarme quieres,
envuélveme en tus brazos
y cubre con tus piernas mi cintura:
que no me sea posible
sino ser llamarada yo mismo
del disco solar de tu sexo.

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NAUFRAGIO

¡Ay qué nadar de alma es este mar!
¡Qué bracear de náufrago y qué hundirse
y hacerse a flote y otra vez hundirse!
¡Ay qué mar sin riberas ni horizonte,
ni barco que esperar! Y qué agarrarse
a esta blanda tiniebla, a este vacío
que da vueltas y vueltas… A esta agua
negra que se resbala entre los dedos…
¡Qué tragar sal y muerte en esta ausencia
infinita de ti!

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Como amar

Como amar
como verde amar y las lagunas,
sin sentir y sin sentido.
Como amar
profundo tibio y cielo,
sin pasión y sin medida.
Como amar
incandescente y tardío,
desentrañable y cronológico.
Como amar
repetitivo y poético,
recurrente y sin amor,
esa es tu forma: mi mar.

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El perro

Éste es un perro.
Una creiatura que se ignora.
No sabe
que pertenece a una clase
-de cosa o bestia-, ignora
que la palabra perro
no lo designa a él en especial:
cree que se llama perro,
cree que se llama hombre,
cree que se llama ‘ven’,
cree que se llama ‘muerde’.

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