Aquella noche la abuela trajo dos mariposas blancas
y las colocó sobre los ojos del durmiente,
más tarde, cuando tras la cabeza de la luna
asomó frío el aullido del lobo,
los sueños de aquel hombre
que dormía bajo las mariposas,
nos ayudaron a crecer en la serenidad.
Poemas cortos
El pulso de los muertos
retumba insoportable
en los armarios,
ya no sabemos dónde guardar
nuestra comida hecha de relámpagos.
Abrasados en llanto,
El menor de los pájaros
es más fuerte que nosotros.
En medio de todo esto
los niños siguen arrojando
sus caídos dientes a la luna
suplicando nuevos alfabetos de hueso
para nombrar la vida.
¡Este es mi tiempo!
ha dicho Caín,
y la gente asustada se ha ido por ahí
intentando vivir,
navegando con sus barquitas de colores
por las calles inundadas de llanto.
No será desde luego
hundiendo el tenedor
en el corazón de las golondrinas
como nos alimentaremos de libertad.
Tu pene rueda hasta el sueño
como una margarita azul
en donde posa sus redes la tienebla.
La paz
es una seda oscura
tras el amor.
Siete de la mañana, todavía no ha amanecido
desfilan por las vacías calles los nacionales espectros.
Atravieso el puente de la Avenida de la Libertad,
levanto los ojos al cielo,
allí está Marina Tsvíetaieva ahorcada de una estrella.
Oscila su cuerpo en la oscuridad,
péndulo del reloj de nuestros días.
Tengo frío junto a los estandartes,
el rumor de sus himnos
hiela mi corazón
como la negra memoria
de una guerra perpetua.
La vida es insoportable
sobre las cenizas de las víctimas.
No me hables de los héroes,
he visto todos los trajes de la muerte,
la sombra de la sangre derramada
es siempre imborrable y única.
Miro nuestra casa
y sólo veo fantasmas.
Algún día
algún misterioso día húmedo
me volcaré en mí misma para siempre,
y no podrá nadie llamarme
por mi nombre,
porque seré un encierro de paz,
único y eterno.
Algún día húmedo,
con el sello infinito de dos palabras:
no volveré.
Árbol de mi pensamiento
Lanza tus hojas al viento
Del olvido,
Que, al volver las primaveras,
Harán en ti las quimeras
Nuevo nido;
Y saldrán de entre tus hojas,
En vez de amargas congojas,
Las canciones
Que en otro mayo tuvisteis,
Para consuelo de tristes
Corazones.
Hay un árbol que canta y un corazón que llora
El rocío en el alma la nieve en la cordura
La savia entre los dedos el temblor en los tallos
Son las caricias dulces de un amor prohibido
Es invierno hace frío y sangra la belleza
El brasero apagado las emociones rotas
Es un canto de siglos: el compás de la calma
O un engendro del alba donde juegan los pájaros
Quiero nacer de nuevo en un mundo intuído
Donde las ramas secas ardan luces heridas
Y emanen otras nubes con diferente lluvia
Quiero sentir la estrella en presunción de tacto
Llorar fuego en el aire cuando mires al cielo
Y templar el suspiro que nieva en tu tristeza.
Antes de partir
plazas y parques fueron una historia que no se pudo
nombrar
que sin decir las frases
bajo un pórtico le nacieron noches
tantos años para recordarnos
tantos nombres para ser suicidas
es entonces
que despertamos
con el presentimiento de saberse alguien
con la ansiedad de salir
para reencontrarse con esta distancia
y perderse.
Comienzo
a perder instantes.
A perderme.
Una décima de segundo.
Un milésimo de silencio.
Nada me despoja.
Todo me desnuda.
Es lo infinito que regresa.
Aprendo
a habitar el esplendor
de mi sombra.
Cuando nos hayamos contemplado
la melancolía será flor en los puños
mirada que pierde
origen de primera mano
para explicar este dolor.
Nos hemos dejado
facilidad de ojos al cielo
sin entender que la verdadera inocencia
sería terminar aquí la vida.
En algún lugar estas
lejos de la lluvia posada por las calles
lejos de todo lo que llamábamos
cuando era primera vez y la nombramos partida
y nos quedamos en espera
ojos de tantos años
ciudad a fuerza que nadie quiso olvidar
para intentar hacer de nosotros otras estatuas
que miran desde Triana
y lloran.
La veo
trabajar en cal pensante
como si su lujuria de tinieblas le permitiese
inscribir en tierra todos los nombres
de la soledad.
Pero aún no pudo enterrar
mi sombra.
Tampoco
la ración de sangre sola
que cada muerto cava en humildad.
La toma de conciencia
de haber sido burlados a destiempo
llega después
cuando el morir se ha vuelto
un latido obsesivo.
y acompaña los pasos.
A veces,
cuando las luces se apagan
y se termina la música,
y se me obliga a quedarme sola
con mi enfermedad y mi mundo suspendido.
A veces,
tú entras silenciosamente
y dándome un beso
realizas el milagro
y me haces dormir en paz.
Mañana escucharé
el eco de tus pasos
en mi memoria,
no para reconstruirte,
sino para negarle al tiempo
su complicidad con el olvido.
Dame lo que me quieras dar, Señor,
nada quiero pedir, nada te exijo,
hoy ya comprendo que si miro el cielo
es tu resplandor de luz lo que miro;
cuando me siento extraviado en la noche
en tus estrellas encuentro el camino.
Sentir de niña el alma
es poder apretar fuerte
el ahora entre los brazos,
hasta que no se vaya.
Es saber dejar atrás
dolores y memoria.
Mirar al frente,
erguirse entre fantasmas.
Darle paso al amor,
sentir la vida
honda y visceral.
Región de manos sucias de pinceles sin pelo
de niños boca abajo de cepillos de dientes
Zona donde la rata se ennoblece
y hay banderas innúmeras y cantan himnos
y alguien te prende, hijo de puta,
una medalla sobre el pecho
Y te pudres lo mismo.
Es árbol triste, seco y deshojado,
añoso y pensativo tronco,
rasgando los cabellos a las nieblas,
mirándose en un charco pantanado,
sorbiendo al trueno el resonido ronco,
verdugo deslumbrado de tinieblas.
Es un triste árbol; crece y no se muere,
con las raíces en la arena
y arraigadas las hojas en el viento;
caído espectro que en la luz se hiere,
herida sombra que en luces se envenena,
envenenada fuerza de lamento.
la belleza de mi mujer no resiste al tiempo
la belleza de mi mujer está hecha de tiempo
la belleza de mi mujer cuece en el horno del tiempo
y cruje entre mis brazos
Trascendida textura la del aire
en que la luz desvela su entidad
de ilusoria materia. Impasible
trasiego de traslúcidos cuerpos
en la serena suspensión de un ámbito
a cuya cualidad intemporal
propenderá el espacio.
El lugar del vacío
es la revelación de su forma absoluta.
Por tonto
por abusivo
por presuntuoso
por engañoso
por lo del gato y la liebre
por dárselas de imagen
lo han puesto de patitas en la calle
no a la imagen: a él
residuo de una imagen sin hogar
para que aprenda a ser
lo poco que es
y nada más.
Dicen que los poetas
se convierten en astros
cuando la muerte fría
viene a apagar sus melodiosos cantos.
Cuántas noches, mirando a las estrellas,
a solas he exclamado:
¡Oh! si es cierto, si es cierto lo que dicen
¿cuál de aquellos luceros será Byron?
escribo una carta infinita
en la pared ambigua del recipiente
que me contiene
unas veces adentro
otras veces afuera
sin levantar el bolígrafo
escribo una carta infinita
Cuando temblando estoy por acabarme
bien, boca abajo, dándome de dientes,
entonces siento por la dura vía
la carroza propicia, su motor
palpitante y puntual, trayendo pruebas
del límite del mundo, con mis letras
borradas por las flores. Pero un árbol,
sólo uno en su sitio bastaría
para situar sin miedo la otra tierra.
Sacudo las telarañas del cielo
desmantelado
con el mismo utensilio
de todos los días,
sacudo el polvo obsecuente
de los objetos regulares, sacudo
el polvo, sacudo el polvo
de astros, cósmico abatimiento
de siempre, siempremuerta caricia
cubriendo el mobiliario terrestre,
sacudo puertas y ventanas, limpio
sus vidrios para ver más claro,
barro el piso tapado de deshechos,
de hojas arrugadas, de ceniza,
de migas, de pisadas,
de huesos relucientes,
barro la tierra, más abajo, la tierra,
y voy haciendo un pozo
a la medida de las circunstancias.
Fuera: el trueno juega y corre con su inmenso monolito.
El huracán, monstruo asmático, lanza pavorosa tos;
los relámpagos alumbran, atraviesan lo infinito.
Como el fósforo encendido del gran cerebro de Dios!
Montmartre, Sol en Sagitario, M.C.M.
Regreso al mismo café.
Las horas lentas que pasaron en vano
atraviesan conmigo la puerta giratoria.
Y al fondo, entre las mesas,
una sonrisa tuya me mira como entonces.
Pero otra vez esos labios extraviados
tampoco son tus labios,
no hay sonrisa y el mármol de esta mesa
certifica en mis manos un mensaje de frío.
Toma también mis ojos,
la decisión de fecha escurridiza
y llévame a aprender tierra de nadie
o inciertas geografías.
Toma el camino túnel o imán de mi memoria.
Enséñame a mirar senderos, nubes,
nervaduras, metáforas.
El espacio reiterado del deseo
en su mapa de arterias no resuelve
el crucigrama de mi nombre.
La confesión de los poetas
inunda más que el diluvio de Noé
Es como decir en el buen sentido
‘El que se pique que se rasque’
Cada quien es un río interminable
en un texto universal
Los poetas saben estas cosas
y no ignoran que detrás del cancel
donde ellos exprimen sus uvas
hay otros llenos de claustrofobia
ensamblando su helicóptero azul
Ayer miré a Diógenes caminando por la playa.
Sigiloso escondió su lámpara en el viento.
Miró hacia mi cabaña y seguro de la soledad
escribió en la arena: ¡BUSCO UN HOMBRE…¡
Y se perdió en el mar.
Caigo sobre tu orquídea virgen.
De polen estelar tienes los pómulos cubiertos.
Alguien dijo que habías muerto para el canto
y en realidad comienzas a vivir.
Hoy el frío mundo te gozará en el sueño del salmista.
Desde tu rostro el cielo crecerá más hondo
y el hombre sentado en tus rodillas
meditará y soltará una lágrima indefensa.
Cuando el viento
sacude las chapas
acá
en este sur,
el mismito de siempre,
siento
que las hendijas lloran
gotitas de luz
para la gente.
Mari
lava ropas de amigos,
cocina guisos…
sonríe…
Yo la miro
y la ternura
me sabe a romero.
Arranque sus costillas
y esternón,
construya las cuadernas,
ponga su alma
de mascarón de proa,
extienda sus ganas
como velas,
gane el viento
que le deben
y llore, luche, ame,
mate, llore, luche,
hasta hacer el mar.
Muela los huesos
hasta lograr
la buena harina,
use la levadura
de su rabia,
amase
sobre madera de amigos,
con abrazo amase
hasta el cansancio,
después haga fuego
con ramitas de ‘ganamos’
y en el horno del corazón
que presten sus hermanos
cocine esa esperanza
a repartir.
Esta potranca azuleja
con remos de piedra
atraviesa corcoveando
el gélido potrero
de la tierra,
bellaquea
entre fuegos y amarillos,
para hundir al final
cascos,
hocico,
lomo,
cola,
en el mar de los olvidos.
Madre,
tu gran ojo
de cíclope gatuno
me incita
a abrazarte
con su guiño
de pestañas albinas.
Al mirar
que nos queda
ese gris horizonte
de galpones,
con sus techos
de victoria invertida
avergonzando al río,
me pregunto
qué se han hecho
las ilusiones
de este niño
que nunca quiso
remontar un barrilete
por respeto al viento.
El corazón
es la isla
más antigua y sola,
los peces de siempre
lloran por ella
y en vez de salvarla
le dan
su condición
de isla.
Yo soñaba
con peces para todos,
por eso,
ante la contienda
desigual,
piedras tiraba
al espejo del agua.
A mi padre
Cuando llegaba un amigo
cerraba el mercadito
y sobre la mesa del comedor
comenzaba a llover
pan
pescado
y vino
Un andén
labios,
manos que vuelan,
sale el tren
ojitos brillan…
Luego la distancia
es una paralela
que deja a los costados
agrestes caseríos.
Al fondo queda
una parte de estrella…
Los dos lloramos luz
la misma luz.
Si tuviese al justo de enemigo,
sería la justicia mi enemiga.
A tu lado en el campo victorioso
y junto a ti estaré cuando el fracaso.
Tus palabras tendrán tumba en mi oído.
Celebraré el primero tu alegría.
Aunque el fraude mi espada no consienta,
engañaremos juntos si te place.
Bien mirado, las plantas son monstruosas
y un bosque, una reunión de aberraciones;
y las bestias que vuelan o se arrastran,
sin saber para qué, son repugnantes,
aunque no todas tengan el ingenio
alabado y maldito de la araña.
Y bien mirado, la perpetua guerra
es la prolongación de la infinita
perversidad de la naturaleza
con otros medios y los mismos fines.
Vagas estrellas que arden para nada;
muertas lunas que surcan el vacío;
el cielo que vigila nuestro insomnio,
y, aquí abajo, la sucia piel del mundo
y la vida, su huésped más terrible.
Lo incomprensible no es que lo crearas,
sino que, pese a conocer lo absurdo
que era para los hombres tu universo,
te hicieses uno de ellos y quisieras
participar en esta pesadilla.