Campo traviesa, cansada,
con el hijo en el cuadril,
la moza va hacia el lejano
cuchitril.
El sol coloca en los árboles
sus moneditas de oro.
Y el niño suelta la fuente
de su lloro…
La rapaza saca el seno
rozagante a se lo dar…
El niño bebe.
Campo traviesa, cansada,
con el hijo en el cuadril,
la moza va hacia el lejano
cuchitril.
El sol coloca en los árboles
sus moneditas de oro.
Y el niño suelta la fuente
de su lloro…
La rapaza saca el seno
rozagante a se lo dar…
El niño bebe.
por aquí dibujamos navegamos
mordemos
los terrones los surcos amanecen
no hay urubú ni protervo
cuervo
agua auspicial
samaritana luz
el gris contradictorio
y negociable tao
pero la hierba azul
como la viva hierba
nueva la luz total
la pueblo lejos
la púrpura la voz
agua tan fuego
tan de verdad feroz
sí fuerza y tiempo
ciclo buscando piel
el de la entera
sobria maraña cruz
no muro enero
El mar ventana arriba
y amanecer de agua
por entre reja y reja
una alborada
celeste como el mar
ondina amarelina
el río bermellón
maría bethania soles
nadie duda la lluvia
nadie duda el camino
nadie ignora moradas
El poeta cara a cara con la luna
fuma su margarita emocionante
bebe su dosis de palabras ajenas
vuela con sus pinceles de rocío
rasca su violincito pederasta.
Hasta que se destroza los hocicos
en el áspero muro de un cuartel.
Poesía
Perdóname por haberte ayudado a comprender
que no estás hecha sólo de palabras.
Una religión que te dice que sólo hay que mirar hacia arriba
y que en la vida terrenal todo es bajeza y ruindad
que no debe ser mirado con atención
es la mejor garantía para que tropieces a cada paso
y te rompas los dientes y el alma
contra las piedras rotundamente terrenales.
Para B. H.
El último vagón ha matado al cisne
Su mayor enemigo fue la mancha de barro
y he aquí que hoy sus estertores anegan
de suciedad los trajes de los traseúntes.
Los niños ríen y traen varitas agudas
para rematarlo a estocadas.
Mi poesía
es como la siempreviva
paga su precio
a la existencia
en término de asperidad.
Entre las piedras y el fuego,
frente a la tempestad
o en medio de la sequía,
por sobre las banderas
del odio necesario
y el hermosísimo empuje
de la cólera,
la flor de mi poesía busca siempre
el aire,
el humus,
la savia,
el sol,
de la ternura.
Claro es que no tengo en las manos
el derecho a morirme
ni siquiera en las abandonadas tardes de los domingos.
Por otra parte se debe comprender que la muerte
es una manufactura inoficiosa
y que los suicidas
siempre tuvieron una mortal pereza
de sufrir.
Yo sería un gran muerto.
Mis vicios entonces lucirían como joyas antiguas
con esos deliciosos colores del veneno.
Habría flores de todos los aromas en mi tumba
e imitarían los adolescentes mis gestos de júbilo,
mis ocultas palabras de congoja.
La vida paga sus cuentas con tu sangre
y tú sigues creyendo que eres un ruiseñor.
Cógele el cuello de una vez, desnúdala,
túmbala y haz en ella tu pelea de fuego,
rellénale la tripa majestuosa, préñala,
ponla a parir cien años por el corazón.
Nunca entendí lo que es un laberinto
hasta que cara a cara con mi mismo
perfil hurgara en el espejo matutino
con que me lavo el polvo y me preciso.
Porque así somos más de lo que fuimos
a la orilla del sol alado y fino:
de sangre reja y muro bien vestidos
de moho y vaho y rata amados hijos.
Dolor el de la serpiente que no posee párpados.
Cómo no tener el veneno de saludo
ignorando la fácil solución de incluirnos en la sombra?
Era la época en que yo juraba
que la Coca Cola uruguaya era mejor que la Coca Cola chilena
y que la nacionalidad era una cólera llameante
como cuando una tipa de la calle Bandera
no me quiso vender otra cerveza
porque dijo que estaba demasiado borracho
y que la prueba era que yo hablaba harto raro
haciéndome el extranjero
cuando evidentemente era más chileno que los porotos.
Bajo un árbol ayer riéndote a oscuras
se te escapó otro nombre, otra cereza
se reventó en la hierba, que ya empieza
a encharcarse de púrpura verdura.
Sobre otoños que son roja basura
fue crujiendo mi risa que regresa.
Y mi tristeza también sabía a fresa.
Con silencio te llamo. Con un nudo,
con clavo de silencio yo te oprimo,
y te traspaso.
Hijo mío, en un viento de silencio:
raído ya te veo en todo el aire.
Brotaste en mi silencio.
Todo en ti ya lo he dicho sin los labios.
El tsunami, despliegue de dudas,
las casas, las personas,
los animales y las aceras,
vacío en el rastro
de la doble ola en las arenas,
leías.
Lugar, suspiro del agua,
de urgencia y desolación
el primer sueño antes del desorden,
viaje alterado.
Allí estaba entre ramas. Sigilosa.
Oscura sobre el blanco de la cal.
Luego, corriendo en la cornisa. Luego,
el cerco de su ojo, amarillo en la sombra,
saliendo del macizo. Y allí, otra vez, los dos,
con las manos cogidas, sabiendo que una rata
sola no hace septiembre, mirándonos perplejos.
A través del follaje perenne
Que oír deja rumores extraños,
Y entre un mar de ondulante verdura,
Amorosa mansión de los pájaros,
Desde mis ventanas veo
El templo que quise tanto.
El templo que tanto quise…
Pues no sé decir ya si le quiero,
Que en el rudo vaivén que sin tregua
Se agitan mis pensamientos,
Dudo si el rencor adusto
Vive unido al amor en mi pecho.
Has visto a cada hombre
arrastrar hasta los vertederos
la neblina inmemorial de los banquetes,
a las mujeres arañando basuras
y a los perros
de húmedos hocicos
encima de las niñas.
Es necesario, a veces, encontrar compañía.
Amigo, no es posible ni nacer ni morir
sino con otro. Es bueno
que la amistad le quite
al trabajo esa cara de castigo
y a la alegría ese aire ilícito de robo.
¿Es grande el mundo? ??Es grande. Del tamaño del miedo.
¿Es largo el tiempo? ??Es largo. Largo como el olvido.
¿Es profunda la mar? ??Pregúntaselo al náufrago.
(El Tentador sonríe. Me acaricia el cabello
y me dice que duerma.)
Día del esplendor
y la abundancia.
La cosecha me pesa
sobre la falda.
Abrid puertas, amigos,
y ventanas
convidando las gentes
a mi casa.
Dad a todos el pan,
la posada.
No ahuyentéis las palomas
si bajan.
He desandado el corazón. Benigna
lluvia: ceremonial ungido desde
un noviembre lejanamente siendo
??¡insólita belleza viva!??.
Hoy una luz fugaz,
un rayo sacro, lo ilumina:
Dios te creó al ver en sus espejos
esta manera con que yo te amo.
En mi carne sin tiempo: tacto, fuego,
brillos inmarcesibles.
Añafiles
desde mis altas torres lo pregonan,
Héspero lo pregona, más tus labios.
Aquí el instante, río de agua negra,
allí la mar, opalescente el mar.
¡Mi sangre, tu materia, la Materia!
Soñar en ti para crearte,
alzarte puro.
Ignoran las odas, las danzas,
el alto fuego de mi lengua honda,
las brasas tiernas del lujoso anhelo.
Ignora Eros mi fulgor:
amar como rocío en rosa
para esplender, brizar tus ecos
con gestos nuevos: mansedumbre;
otorgarte tu esencia, tu dosel.
Interrogantes que no existen
transitan por la madrugada
tu rostro se cuela entre mis sueños
despierta intensidades
y la soledad delinea geométricamente
la figura del frío
en la garganta de mi vigilia.
La espina dorsal de mi poesía
son tus manos
hechas de viento
la yema de tus dedos
husmeando mis secretos