El poeta

Piensas que esto trabajo, esta vida despreocupada
Escuchar a la música algo y decirlo tuyo como si nada.
Y el ajeno scherzo juguetón meterlo en versos mañosos
Jurar que el pobre corazón gime en campos luminosos.
Y escucharle al bosque alguna cosa y a los pinos taciturnos ver
Mientras la cortina brumosa de niebla se alza por doquier.

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Ceguera

Me abismo en una rara ceguera luminosa,
un astro, casi un alma, me ha velado la Vida.
¿Se ha prendido en mí como brillante mariposa,
o en su disco de luz he quedado prendida?
No sé…
Rara ceguera que me borras el mundo,
estrella, casi alma, con que asciendo o me hundo.

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No estés triste‚ mi amor

No estés triste‚ mi amor‚
y si lo estás‚
que tu tristeza sea un modo de vengarte
de Dios y de las flores‚ de la alegría inútil
que debe ser la vida según ellos‚
y no estés triste nunca
por las cosas que pasan o no pasan‚
sino solo por esto: porque contempla la tristeza
desde lejos a Dios y a las flores y al tiempo
y nos lleva al lugar donde amar es posible.

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Home sweet home

de qué carajo sirvió todo el amor sobre todo
si después de todo llegaron las explicaciones
esa excrecencia que le nace al destino
cuando ya se han gastado por el uso los cuerpos
entonces me voy yendo
pero nos quedamos quedándonos
animalmente atados entre nosotros dos

y vivieron felices muchos años

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Césped inglés

Los segadores
tienen una rara vocación por la simetría
y recortan las palabras sicomoro,
serbal, abeto, roble.
Guardan las proporciones
como guardan sus partes pudendas.
Y ejercen sin condescendencia
el orden universal
porque el hombre
-como el pasto-
también debe ser cortado.

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El ojo de los días

Aún humea el ojo de los días.
En el templo las voces bordan los cielos
y las lluvias bendicen lenguas dolientes.
Un espíritu se ha levantado desde las fauces del océano
y su aliento incendia jardines de piedra.
El silencio tañe muérdago,
un ojo ríe
y cuerpos perdidos hienden la ausencia.

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Mujer

Oh mujer negra, negro corazón, labios impíos, gracia
sombría de árido y seco vientre; mar y nave, barco sin
rumbo, hundido y herrumbroso como el castillo del mago;
navío sin timón, naufragio.
Cuerpo candente, muérdago del deseo,
piernas nacaradas del puente,
piedra cerrada, muerta, olvidada por su olvido;
cuerpo para delatar la intemperie,
cuerpo donde aún la muerte es bella.

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Umbral (IX)

Y yo canto al cielo que hay en ti,
ungido de luna;
recuerda en la noche
cuando el mundo rodó al mar,
recuerda en la noche,
recuerda que éramos lo que somos:
carceleros de horas y torres,
hermanos del viento
extranjeros bebedores del rocío,
un ojo hacia el que ascendemos.

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Lo ausente no está ausente

Lo ausente no está ausente,
sólo apenas distante del instante.
Al poner el oído fantasioso
junto a la laminilla que separa
lo presente y lo ausente,
una vaga corriente se incorpora,
flor que surge del fondo del latido,
y así ya no es posible distinguir
lo que está y lo que estuvo,
y ya la ausencia duerme entre mis sienes
y la presencia es este don distante.

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