Muchacho fugaz

Recuerdo que era invierno,
que los almeces iban cobijando
mi vuelta a casa, y que me seguía
un muchacho. Jamás supe quién era.
Así durante un rato. Los Jardines
entonaban la noche con el último
gorjeo de algún pájaro.

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Nadie te ha dado nada

Nadie te ha dado nada, tú lo sabes.
Y lo entiendes mejor cada mañana
cuando abres tu vacío a los primeros
rayos del sol. Entonces agradeces
tener por toda herencia tus sentidos
para ese instante alado de gorriones
que te hace despertar, para ese aroma
florido de la brisa más temprana.

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Tú y yo nos encontramos

Tú y yo nos encontramos
en Washington Square.
Me invitaste a cenar
en un club, y la orquesta
tocó para nosotros
Indian summer… Bailamos
inmersos en la noche
neoyorquina. Más tarde, mi vestido
brillaba abandonado sobre el suelo
de aquel apartamento, donde era
muy distinta la música: palabras
y suspiros mezclados con sirenas
de los barcos lejanos…

Pero, ¿será posible
que no recuerde ahora,
mientras abro los ojos,
cómo se titulaba la película
donde vi estas escenas?

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Un remanso del Arno

Al llegar a Florencia, se entrelazan
luminosos recuerdos con vivencias
de cercana ebriedad. Transcurre el día
plasmado en asimétricos espejos
que un remanso del Arno desdibuja.
Al llegar o al partir, qué importa entonces
si atraviesan el tiempo las palomas
del alma… Quiero aquí bajar mis ojos
al húmedo cristal donde se funden
un escorzo, una cúpula, un ducado.

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Casa de Blanca

No llamaré a tus puertas, aldaba de noviembre:
el árbol de las venas bajo mi piel se pudre
y una astilla de palo el corazón me horada.
Porque tu no estás, Blanca, tu costurero antiguo
se olvida de los tules, y el Niño de Pasión
va llenando de llanto el cristal de La Granja.

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Casa de los baños

En dañados espejos un azogue de muerte
revoca el esplendor morado de los lirios.
¿Podréis reconoceros bajo el palio sin techo
de las aguas hediondas? Ocho columnas cercan
la majestad del baño, mientras corroe el óxido
el metal de los grifos, deja su mancha roja
sobre la porcelana o se aquieta en el mármol
de una tina sarcófago a ras de las baldosas.

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Epitafio para una muchacha

Porque te fue negado el tiempo de la dicha
tu corazón descansa tan ajeno a las rosas.
Tu sangre y carne fueron tu vestido más rico
y la tierra no supo lo firme de tu paso.

Aquí empieza tu siembra y acaba juntamente
-tal se entierra a un vencido al final del combate-,
donde el agua en noviembre calará tu ternura
y el ladrido de un perro tenga voz de presagio.

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La casa

Me adentraba en ella -ante mí en la cubierta del libro-,
en su planta cuadrada y un silencio en sus muebles que adivino o invento:
podría pintarla como cuando era niña y abrir con una cuchilla sus ventanas,
porque ella era mi mundo inserto en otro mundo de intimidad discreta
que yo invadía y daba a los demás.

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La marcha

Eramos gente hechas al don de mansedumbre
y a la vaga memoria de un camino a algún sitio.
Y nadie dio la orden. -Quién sabría su instante.-
Pero todos, a un tiempo y en silencio, dejamos
el cobijo usual, el encendido fuego que al fin se extinguiría,
las herramientas dóciles al uso por las manos,
el cereal crecido, las palabras a medio, el agua derramándose.

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La rueda

Verdad es que en el mapa figuraba distante, que una rueda
de mi maleta iba gimiendo, y que en las bocacalles
su cansancio exponían con razón mis tacones.
Signos quizás de pérdida -de la esperanza al menos- en la ciudad oscura,
con mi mapa y más calles de rótulos vedados.

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Mar

Bajo mi cama estáis, conchas, algas, arenas:
comienza vuestro frío donde acaban mis sábanas.
Rozaría una jábega con descolgar los brazos
y su red tendería del palo de mesana
de este lecho flotante entre ataúd y tina.
Cuando cierro los ojos se me cubren de escamas.

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Puerto

Para Biruté Ciplijauskaité

Escucho las campanas del puente de los barcos:
septiembre es mes de tránsito y una goleta viene
a llamarme a las islas, o el cuarto se desplaza
lentamente. ¿Quién parte
junto a los marineros o quién roza mis muebles?

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Sazón

Ya está todo en sazón. Me siento hecha,
me conozco mujer y clavo al suelo
profunda la raíz, y tiendo en vuelo
la rama, cierta en ti, de su cosecha.

¡Cómo crece la rama y qué derecha!
Todo es hoy en mi tronco un solo anhelo
de vivir y vivir: tender al cielo,
erguida en vertical, como la flecha

que se lanza a la nube.

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A todos los que al mirar

A todos los que al mirar
véis algo,
os saludo.
A todos los que al nacer
lleváis yerba buena en la boca
os saludo.
Y a los que os dejásteis
la hiel
en la tórtola,
la carne
en la garra del buitre,
el musgo
en el hueco del árbol,
y la moneda
en el bolsillo ajeno
os saludo.

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Cómo mengua mi propia arquitectura

¡Cómo mengua mi propia arquitectura
saber que no te tengo contenido,
y sentir el querer disminuido,
disminuyendo mi inicial postura!

Yo quisiera vivirme en piedra dura
gigante de mi mal, en el olvido,
aunque llorara con dolor crecido
en oculto raudal, mi desventura,

que vale más querer y haber perdido
y poder reclamar como alimento
el parco grano del tronchado trigo,

que pasar la vida sin amigo
levantando murallas contra el viento
en un alarde de valor fingido.

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La vida es así

La vida es así.

Tú y yo.

Pero
por muy corta
que sea la distancia
de tu corazón
al mío,
tú no puedes sentir
mi sed,
mi doler,
mi hambre;
no puedes
reír mi risa
ni llorar
mis lágrimas

(Hay sociedades benéficas,
almas caritativas,
generosos filántropos…)

En la arena cálida
de las playas,
y a dos pasos
tan sólo
del agua
boca arriba
mirando al cielo,
está vacío
y seco,
el caparazón de la tortuga.

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CANCIÓN

Recuérdate de mi vida,
pues que viste
mi partir e despedida
ser tan triste.

[I]

Recuérdate que padesco
e padesçí
las penas que non meresco,
desque vi
la respuesta non devida
que me diste;
por lo qual mi despedida
fue tan triste.

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La mozuela de Bores

Moçuela de Bores,
allá do la Lama
púsome en amores.

Cuydé que olvidado
amor me tenía,
como quien se había
grand tiempo dexado
de tales dolores,
que, más que la llama
queman amadores.

Mas vila fermosa
de buen continente,
fresca como rosa,
de tales colores
qual nunca vi dama
nin otra, señores.

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Berlín: enero 1929

Vita interrumpió
sus versiones de Rilke.
El teléfono era Moabit 37-94,
y Friedrichistrasse la estación de llegada.

En la Funkturm, una tarde,
en escapada breve y solitaria,
Vita le dio a entender
la duración escasa de las pasiones humanas.

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Schöneberg

Como siempre, fue un affaire casual:
amistades de amistades, aquí, allá,
en el Norte, en el Sur…

Al principio no me gustas.
Quizá reconozca en ti mis defectos
(¡difícil encuentro entre escorpiones!)
y siempre quiero espejos
de la imagen más perfecta.

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Anoche

Anoche,
al abrir los ojos para apartarme de la boca un cabello,
la mirada ue luego alcé
por encima del hombro de mi amante
-inexplicable reflejo-
tuvo que detenerse cuando ya iba a salir al pasillo.

Usted,
apoyado en el quicio de la puerta,
se reía de mí.

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Desnudo en sombra

Volverse a enamorar.
Besar una piel que sabe distinto,
no encontrar puntos de referencia
que indiquen el momento justo,
la caricia perfecta,
la mano compañera.
Retornar a un cuerpo nuevo
sin los huecos del anterior,
no poder palpar una nuca excitada,
una espalda con escalofríos conocidos.

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Justo el día

Justo el día en que llevo gafas y un jersey
horroroso
usted descubre mi arrinconada existencia.

Le hablo con la sorpresa de no sorprenderme al tocar una
ardilla.

Y contengo como puedo este alud de labios para no
abalanzarme sobre su nuca
mientras guarda, de espaldas a mi sombra creciente
unos papeles en la carpeta.

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La voz, como lluvia

La voz, como lluvia de plata para dejarte entrever los delicados
amores
que mantiene desde hace siglos, la luna crecida de abril con el
ámbar ruso.

El talle de primavera que inundara tus brazos con flores de
almendro;
la piel, de paloma, y que al deslizarte por mi cuerpo creyeras
estar amando al sueño más puro de la nieve…
¡Ojalá mis ojos fueran como los de una corza herida para que
tú, noble cazador altivo, quedases prendado de ellos!

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Romance en lengua de indio mexicano

Cada noche que amanece
quanto saco mi biscucho
las presco piento poscando.
Onas pillacas latrones
que me lo estaban mirando
que me bay tieso con dieso
mi carañona poscando.
Alcon diable se lo dijo
como me estaba pupado,
me rompieron mi poxento,
serradura con candado:
Y ortado mis callos tres
que un año que me a criado
para ir mi copempernasion
do estado mi marquesado.

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Presos los dos

Presos los dos de aquel imposible decoro
adolescente,
ni yo me sonrojé ni usted tampoco hizo nada por llamarse
al orden
cuando después de las risas y las aceitunas rellenas,
habiéndonos lubricado previamente al oído
con una minuciosa lista de vicios sexuales,
fuimos al amor como quien va al estanco de los primeros
cigarrillos.

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Qué hago yo aquí

Qué hago yo aquí medio borracha
escuchando a este cretino
que sólo sabe hablarme de la mili,
mientras me tapa baboso la calle y la vida
con su espalda.

Y encima estoy sin tabaco.

(Menos mal que desconecto en seguida
pensando en ese géiser de besos
que le provocaré a usted, sin duda,
cuando su camisa se digne o se resigne
a dejarse desabrochar por mi mano.)

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Sátira hecha por Mateo Rosas de Oquendo a las cosas que pasan en Perú, año de 1598

Sepan cuantos esta carta
de declaraciones graves
y descargos de consiencia
vienen, como el otorgante
Mateo Rosas de Oquendo,
que otro tiempo fue Juan Sanches,
vecino de Tucumán
donde oí un curso de artes
y aprendí nigromancia
para alcanzar cosas grandes,
puesto ya el pie en el estribo
para salir destas partes
a tomar casa en el mundo
dejando los arrabales,
en lugar de despedida
determino confesarme
y descargar este pecho
antes que vaya a embarcarme,
porque si en la mar reviento
al tiempo del marearme,
para salir de sus ondas
será pequeña la nave.

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Reconozco

Reconozco que no somos muy originales,
nuestra historia es la de medio Madrid
y como todos, andamos buscando una clarita
entre la oficina y el estudio
para citarnos donde no nos conozca nadie.

¿Pasa algo?

Ah.
Porque a estas alturas y con un enamoramiento de rizos
y piernas por medio,
no seré yo desde luego la imbécil que pierda su tiempo
en agradar a los poetas.

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Señor, ahora que mi piel

Señor,
ahora que mi piel y la suya
-después de las sábanas-
han formado un nuevo «collage» en el agua,
no es el mejor momento para hablarle,
desde luego,
pero aprovechando que estoy arriba
y usted debajo,
quisiera decirle
-casi no me atrevo con sus ojos-
que no puedo más
que voy a pararme

-Era el placer como una de esas muñecas rusas que se abren
y aparece otra,
y otra…-

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Subo

Subo.
Bajo escalones.

Pero esta angustia atrancándoseme en la piel como una
cremallera rota,
tampoco cede al sudor.

Y ya todo el sueño es un inmenso garaje de copas vacías
que el agudo de su ausencia con mi grito rompe.

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Ultimátum

¡Oh,Juan! ¿por qué sueñas siempre rosas?
Ya no nos caben en la habitación,
esto no puede seguir así:
Cada día te levantas con las sábanas llenas de rosas
y si por casualidad hacemos el amor
no se conforman con quedarse quietas de mañana, no:
danzan las gamberras al son de los exquisitos minués que
trazan
tus dedos al vestirme.

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Usted se inmiscuye

Usted se inmiscuye en mi bufanda
desde una aurea blanquísima que me reverbera los labios.

No me muevo,
no fumo -quizá a su silencio le moleste esa arruga en la
nieve-;
y sólo cuando marcha me doy cuenta
de que he estado aguantándome el pis todo el rato.

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Volvemos a comer juntos

Volvemos a comer juntos.
Este hombre cada día más guapo y a ti te rebasan las orejas.

Qué importa.
Qué importa el poco tiempo que tienes para enamorarlo,
qué importa la sopa fría
-no puedes permitirte el lujo
de perderlo de vista un solo instante, Almudena-,
si cuando vas a citar «yo siempre estoy triste»
él se anticipa y acariciándote los ojos dice que le encanta
tu alegría.

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