A la geología

A mi profesor el distinguido ingeniero

ROGELIO DE INCHAURRANDIETA

ODA

Ábreme, Tierra, las profundas hojas
que muestran de tu vida los afanes,
y, nuevamente, las antorchas rojas
enciende de tus hórridos volcanes;
que, a su luz, quiero recorrer tu historia,
cantar tus hechos, ensalzar tu gloria.

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A la imprenta

Perdona ¡oh sombra augusta de Quintana!
si es osada mi pluma,
el tema a proseguir que con lozana
inspiración trataste y gloria suma;
humilde es el deseo que la mueve:
pues loaste la Imprenta en sus albores,
al comienzo del siglo diez y nueve,
el de cantar su noble gallardía,
su viril ardimiento;
hoy que, merced a alambres conductores,
vuela más rauda que la luz del día;
hoy que, doquiera late,
llevada por veloz locomotora,
como en férreo caballo de combate.

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A la locomotora

ODA

Watt, Stéphenson, Crámpton, yo os conjuro;
en premio a vuestro infatigable anhelo,
dejad un punto el inmortal seguro,
pisad de nuevo la región del suelo;
y, al contemplar con ávida mirada,
de metálicas venas
su faz rugosa, por doquier surcada,
gozaréis mayor dicha que en el cielo.

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Al Polo Ártico

ODA

¡Dó estás! ¡Por qué te ocultas
con pertinacia tanta,
y en sudarios de hielo te sepultas,
que dique ponen a la humana planta!
¡Acaso, al descubierto, en ti se apoya
el sabio mecanismo,
labrado por la mano de Dios mismo,
al que imprimió perpetuo movimiento
un leve soplo de su puro aliento!

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El rayo

I

Como caballo salvaje,
saltando de nube en nube,
corre inquieto, baja y sube
sin frenos y sin rendaje;
tenido fue por mensaje
de celestiales enojos,
pues, lanzando dardos rojos,
el alto muro derrumba,
y abre inesperada tumba
a polvorientos despojos.

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En clase

Dando vueltas al globo de los mundos,
asombrado un alumno así exclamaba
«en torno a tan pequeños continentes:
¡cuánta agua !»
mientras yo, por las penas abrumado,
murmuraba inconsciente estas palabras
«en torno a escasas dichas de la tierra:
¡cuánta lágrima !»

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La forma poética

SONETO

Quien desea encontrar substancia pura
nunca la busca en el revuelto cieno,
ni en el hierro en fusión, de escorias lleno,
sino bajo una armónica figura.

En cristales de mágica tersura,
que claro muestran de la forma el freno,
cual hija predilecta de su seno,
nos la brinda la próvida Natura.

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La poesía y la ciencia

Muda la lira en la indolente mano;
desceñida la túnica; en el aire
la flotante abundosa cabellera,
que ya no logra sujetar el mustio
laurel de Dafne, sube la Poesía
a paso lento el Léucade riscoso;
buscando va la muerte que halló un tiempo
de Mitylene la poetisa augusta:
breve instante reposa; atrás contempla
y ve razas y pueblos sucederse;
por doquiera se mira reflejada,
siempre su luz iluminando el cuadro;
jovial sonrisa en las alegres fiestas,
lágrima dulce en las luctuosas horas;
mira lo porvenir, lo ve sombrío,
y prosigue el sendero; al ardua cumbre
llega por fin; las aguas acaricia
con su mirada virginal, y lanza
a los vientos su canto postrimero:

«Sacerdotisa de la cipria Diosa:
eolia Musa, de celeste numen;
cantora de Eros; en amor maestra;
mísera Safo.

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La unidad de las fuerzas

SONETO

A mi amigo el escultor Querol

Veo brotar de tu fecunda mano,
a que tantas creaciones son debidas,
la Unidad de las fuerzas conocidas,
que la vetusta alquimia buscó en vano.

Como para tu genio todo es llano,
das cima a las ideas concebidas,
y el mundo verá en mármol convertidas,
grandes conquistas del saber humano.

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Las plantas insectívoras

ODA

Aun cuando es gigantesca la Natura,
a paso de gigante no camina;
desde la sombra oscura
al sol, que los espacios ilumina;
desde la ingente mole de granito,
al aire, que en su falda juguetea;
desde el cristal de roca al aerolito;
del caos a la idea;
desde la esponja al ruiseñor alado;
¡cuántas imperceptibles transiciones,
cuántos y cuán variados eslabones
la cadena sin fin de lo creado!

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Un secreto de las flores

Es cosa averiguada,
por dos naturalistas comprobada,
que influyen los colores
en el aroma de las gayas flores.
Con germana paciencia,
que no hasta dar con la evidencia,
sometieron a ensayo
cuantas tributan el Abril y el Mayo,
quedando, según reza la Memoria,
a favor de las blancas la victoria;
y no así como así, ventaja y mucha
es la alcanzada en la florida lucha.

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Corre una brisa

Corre una brisa de invisibles, millares
gotas de agua,
por mi corona de noche
y almendra laminada.
Corre entre dos bocas
un solo hilo de almohada
es un telar callado
la noche.
Envejecen los paisajes,
depositan sus perfiles
en cristales distantes
los cabellos del río,
y no canto,
que estoy quieta en la nota,
alto estambre
del amor.

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Desplegó el mantel

Desplegó el mantel y dispuso doce platos,
doce copas de vino, doce tenedores, doce cuchillos…
y se sentó a esperar, de espaldas a la mesa,
la llegada de sus invitados,
e imaginó:
once troncos erectos sobre once sillas,
y sus once cabezas servidas ante sus once platos,
y pensó:
‘Es una imagen justa.

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Aguamarina

«Por el número de escoriaciones
del buque conocemos la cantidad de
sus viajes:
por las escoriaciones de nuestra piel,
cuántas veces hemos amado.»
Cristina Peri Rossi

Había perdido el timón y las estrellas,
equivocó el marino muslos con bitácoras,
nacarados senos arrancó el arrecife
con los labios que el alba nunca había dormido.

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Mediodía perfecto

Mediodía perfecto en Egipto. Antínoo duerme.
Diríase barbilampiño, algo rubio de sienes,
hábilmente depiladas sus piernas para hacer
más lenta y reiterada la caricia de Adriano.
Su cuerpo, apenas un botón de miel salvaje,
un cervatillo de oro bajo la faz del sol.

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Un tigre

Pienso en un tigre. Bajará a la ciudad
a la hora en que abren los bares
y se expande un intenso perfume
humano. Anochece. Sediento
se acodará en la barra y beberá
unas copas con los ojos prendados
del brillo siniestro y metálico,
dúctil su lengua, aromado el local
con un vaivén continuo de clientes.

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As time goes by

Decir pestes de él tiene, sin duda,
un sólido prestigio literario
-tacharlo de asesino, por ejemplo,
o compararlo con
uno de esos ciclones con nombre de corista
que pasan y que dejan en los telediarios
un paisaje de grandes palmeras derrocadas
y uralitas errantes,
o simplemente lamentarlo a base
de tardes y de otoños en pálidos jardines-,
pero ahora, con la mano en el poema,
os lo confieso: he sido siempre yo
el que salió ganando de todos nuestros tratos.

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Calendario perpetuo

El lunes es el nombre de la lluvia
cuando la vida viene tan malintencionada
que parece la vida.

El martes es que lejos pasan trenes
en los que nunca vamos.

El miércoles es jueves, viernes, nada.

El sábado promete, el domingo no cumple
y aquí llega otra vez- o ni siquiera otra:
la misma vez- la lluvia de los lunes.

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Contraste

Ellos que viven bajo los focos clamorosos
del éxito y poseen
suaves descapotables y piscinas
de plácido turquesa con rosales
y perros importantes
y ríen entre rubias satinadas
bellas como el champán,
pero no son felices,

y yo que no teniendo nada más que estas calles
gregarias y un horario
oscuro y mis domingos baratos junto al río
con una esposa y niños que me quieren
tampoco soy feliz.

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Ella

Es misteriosa como el tiempo y el mercurio,
delirante y exacta, álgebra y fuego.
Cuando nadie la espera, coronada de escarcha
baja tarareando con pies maravillosos
por entre los helechos. Muchos enamorados
consagraron su vida a llamarla, elevaron
laboriosos palacios para ella
y no condescendió ni a una mirada.

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Era el abuelo

Era el abuelo y sus inmensas expediciones mirar
qué oruga viva y la caja con sus agujeritos los zapatos
lustrosos
para los Reyes Magos el séptimo no hurtar las canicas
el trompo el adelante mis valientes Supermán
con su vista de rayos X pero la kryptonita
era estar de vigía en la rama más alta
de un manzano musgoso doscientas veces
No debo hablar en clase
No debo hablar en clase
No debo hablar en clase
No debo hablar en clase
a la capilla filas silenciosas 4 a 1 y el córner
a los tres penalty Extremadura dos
Cáceres y Badajoz en busca del tesoro enterrado y los
laboratorios
era el ‘Celtas’ fumando entre los cuatro tras un montón
de leña el rosa-rosae y la calcopirita no es pecado
era Susana con sus trenzas
era

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Insisto

Mi vida: tantos días
que no estuve en El Cuzco
ni en Siena ni en Grenoble,
tantos aviones rubricando el cielo
en los que yo no iba, tantas voces
cuyo calor jamás
tocó mi corazón.
Sólo el tiempo, vacío,
sólo el tiempo, esta estepa
desesperada, sólo
ver los martes, los miércoles, los jueves,
ver cómo suceden, implacables,
los tubos de Colgate.

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Mírame

Desde ese tiempo diferente al mío
en que de una mirada ven Tus ojos
la semilla la rosa y los despojos
nacercorrerdesembocar al río

mira esta pobre vida desgarrada
entre el ayer el hoy y mil quién sabe
de los que sólo Tú tienes la llave
mírame en esta hora desolada

a tientas sin saber equivocándo-
me en todos los recodos del camino
confundiendo el veneno con el vino

mira qué Noche oscura qué sangrando
mira cómo hacia Ti se elevan juntas
desde mi herida todas las preguntas

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Otro poema de amor

Qué dicha no ser Basho, en cuya voz
florecían tan leves los ciruelos,
ni ser Beethoven con su borrasca en la frente
ni Tomás Moro en el taller de Holbein.
Qué dicha no tener
un bungalow en Denver (Colorado)
ni estar mirando desde el Fitz Roy el silencio
mineral de la tarde patagónica
ni oler a bajamar de Saint-Malo

y estar aquí contigo, respirándote, viendo
la lámpara del techo reflejada en tus ojos.

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Pequeño testamento

Os dejo el río Almofrey, dormido entre zarzas con mirlos,
las hayas de Zuriza, el azul guaraní de las orquídeas,
los rinocerontes, que son como carros de combate,
los flamencos como claves de sol de la corriente,
las avispas, esos tigres condensados,
las fresas vagabundas, los farallones de Maine, el Annapurna,
las cataratas del Niágara con su pose de rubia platino,
los edelweiss prohibidos de Ordesa, las hormigas minuciosas,
la Vía Láctea y los ruyseñores conplidos.

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Por favor

Se van muriendo uno tras otro
como en las películas de náufragos
o de aviones estrellados en neveros incógnitos.

Sucumbió el portero de fútbol catequístico
y el bailarín de valses bajo la luz periódica de un faro

y el estudiante que sueña
un verano arqueológico en Egipto

y el insensato que sufre por unos ojos
que eran una sucural del Cantábrico

y el posible profesor de español en Colorado.

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Raro asunto

Raro asunto la vida: yo que pude
nacer en 1529,
o en Pittsburg o archiduque, yo que pude
ser Chesterton o un bonzo, haber nacido
gallego y d’Ors y todas esas cosas.
Raro asunto
que entre la muchedumbre de los siglos,
que existiendo la China innumerable,
y Bosnia, y las cruzadas, y los incas,
fuese a tocarme a mí precisamente
este trabajo amargo de ser yo.

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Tal es la inspiración

Los antiguos hablaron de la Musa.
Del Numen Don Manuel Josef Quintana
(naturalmente, entre signos de admiración).
Otros de ángel, de duende, de un dedo celestial
y otros mil artilugios
que en un pérez -afirman levantan un Poeta.

La experiencia prefiere dejarse de cumplidos:
obstinada, nos habla
más bien de madres locas, de padres coroneles,
de palizas borrachas
o largas tardes grises meditando la lluvia
en la ventana de la soledad

como si cada verso tuviera en su pasado
un niño con las alas malheridas.

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Aprendizaje de la fe

Eres un brote más para la muerte,
qué esperabas de tu parva finitud.
Acéptalo. Contempla el rostro sin luz
que nada explicará porque es de piedra.
Resuelve la duda que atormenta
tus días, abrígate,
húndete en el turbio lamedal
que destruye tus noches, profiere
en alta voz
el ancestral gruñido que redima
a la especie o que la enfangue
para siempre.

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Arar el huerto

Vivir ha sido arduo. La lengua
de la angustia
como un áspid
sobre la piel enferma. Sobre la piel
que tiembla.
Contra esa turbiedad,
contra la árida rutina de ese légamo,
cada nueva palabra
es un diluvio de paciencia,
una semilla,
el resto de un juguete, un agua
de cristal
que disipa el veneno
y convierte la sed en una excusa
de la supervivencia.

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El día después

La ceniza es un don, como el agua que fluye. Se detiene un instante en la tiniebla que habita las miradas. Arropa con su pátina, y apaga, la luz de los objetos. Hay un deleite imperceptible en esa fragilidad que va tejiendo ruina en nuestras vidas.

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El lector

A Pedro García Batalla

Pasa la página final y se remueve.
Apoya el tomo, despacio, sobre la manta
que cubre sus rodillas.
Meditabundo,
mira las brasas de la hoguera
e incorpora su integridad al fuego, pone los ojos
en la llama que, al arder,
al unísono es y se consume.

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El resentido

¿Qué bien echas en falta si respiras,
si cuelga en tu mirada la memoria
de aquel fuego?
No todos tuvieron
en las manos la dádiva del gozo
que dejaste escapar, torpe mortal,
a sabiendas de que una vez tan sólo
apoya su tibieza en nuestra puerta.

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Espejismo

Quizá haya para mí un lugar al sol,
un cubil de soledad donde extender,
como mantel de olor, el fluir de la duda.
Una sola palabra, un ademán, un rito
que diluya el murmullo del pavor
que se acrece por dentro y disminuye
la fuerza de los músculos, la sangre
ya gastada por el severo tránsito
que nos conduce, ciegos, de la vida
a la muerte, de la nada
a la nada.

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Eternidad de la ceniza

Morir es un momento, lo demás un vacío
que colmamos de tiempo y de silencio. Vivir, en cambio,
es fácil: proseguir.
Esta severa duda que atraviesa los cuerpos.
Pisar la huella de otros pies sobre la grava,
aprender con certero dolor
el modo más sereno de enfrentar el instante:
desnudo y sin aullar, apegado a la paz
de quien conoce que no puede saber
porque es partícula y no germen, fragmento
en el espacio, mojada brizna que se extingue
y enmudece en silencio bajo el sol,
sobre la piedra casi eterna que lo acoge.

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