No quiero que desgranes tu pasado en mis manos,
porque sólo el presente ofrece carne viva.
Sería, recordar, sentir dolores de otros
doliendo en nuestras vidas.
Serenidad. Se siente el otoño en el alma
caer, con la tristeza de su razón cumplida.
No quiero que desgranes tu pasado en mis manos,
porque sólo el presente ofrece carne viva.
Sería, recordar, sentir dolores de otros
doliendo en nuestras vidas.
Serenidad. Se siente el otoño en el alma
caer, con la tristeza de su razón cumplida.
(Lectura de madrugada)
Serenidad, tú para el muerto,
que yo estoy vivo y pido lucha.
Otros habrá que te deseen:
ésos no saben lo que buscan.
Si se durmieran nuestras almas,
si las tuviéramos maduras
para mirar inconmovibles,
para aceptar sin amargura,
para no ver la vida en torno
apasionadamente nunca,
duros y fríos, como piedra
que sopla el viento y no la muda…
Almas claras.
Si soñaras siempre, si amaras
olvidándote, abandonándote…
Pensaría por ti las cosas
dejando que me las soñases.
Con mi velar y tu soñar
el camino sería fácil.
Yo daría los nombres justos
a los sueños que deshojases.
Para Paula
Es una rubia furia desatada,
gatea, sube y baja, embiste, grita.
Cléndula que araña, uñas de pita,
torito bravo, más: una manada.
Comedora de flores desmadrada,
Vesubio en miniatura. Es la rayita
que no cesa, pimienta y dinamita,
torbellinita desencadenada.
I. Teoría
Un instante vacío
de acción puede poblarse solamente
de nostalgia o de vino.
Hay quien lo llena de palabras vivas,
de poesía (acción
de espectros, vino con remordimiento).
Cuando la vida se detiene,
se escribe lo pasado o lo imposible
para que los demás vivan aquello
que ya vivió (o que no vivió) el poeta.
Por qué te olvidas y por qué te alejas
del instante que hiere con su lanza.
Por qué te ciñes de desesperanza
si eres muy joven, y las cosas viejas.
Las orillas que cruzas las reflejas;
pero tu soledad de río avanza.
Juan de la Cruz, dime si merecía
la pena descolgarte, por la noche,
de tu prisión al Tajo, ser herido
por las palabras y las disciplinas,
soportar corazones, bocas, ojos
rigurosos, beber la soledad…
-¡Otro whisky?
Todas las cosas son las mismas
que ayer estaban en mi orilla:
tierra inmutable y poderosa,
cielo sereno y hondo arriba,
piedras heladas donde el tiempo
pasa lejano y nunca mira…
Solo las nubes y las rosas
cada mañana son distintas,
como el misterio de mi carne,
por una sangre enrojecida,
donde las luces de la aurora
rompen sus ondas cada día
y en sus espumas me arrebatan
flores ocultas de ceniza…
Pido las cosas que no tengo,
algo que quise y no quería,
un amor vago… Pero pasan
todas las cosas, alma mía,
como las nubes y las rosas
pasan, pasan… Yo no sabía
que allá en tu fondo me brotaba
una tristeza sin medida,
porque las cosas que yo quise
cada mañana son distintas:
nubes y rosas, amor vago,
y esta tristeza que no es mía…
Acércate. Más, más,
hasta palpar mis sueños.
No, todavía no…
Aún más y más, sin miedo:
como el agua del mar
a su fondo de cieno,
como se acerca a Dios
todo el azul del cielo.
Como me acerco a ti
cuando digo: te quiero.
Ahora que ya estoy solo te llamo suavemente
y bajas a mi boca como un fruto maduro
desde el árbol eterno donde existes y velas,
con las ramas rozadas por los astros desnudos.
Ahora que ya estoy solo puedo morir.
Nunca he sabido si acaso la muerte
era algo más que tocar una rosa
y sentir que sus pétalos rojos
se ocultaban, de pronto, en la sombra.
Me he perdido de noche en un bosque
y vino a encontrarme la luz de la aurora,
y he comprendido que el sol encendido
dora de nuevo las lívidas lomas.
Cuando dos cuerpos se unen para amar,
se quema más despacio la soledad de la tierra.
De corazón a corazón, de hueso a hueso,
saltan pájaros ardiendo como puñales
piel del mundo o deseo donde la carne gime,
un gran río desnudo de inesperados crisantemos.
Atardecer de marzo
en la mar cenicienta.
El crepúsculo, lejos.
ya no se ve, se sueña.
Atardecer de marzo,
tú estás aquí, tan cierta
como esta dicha de ahora
que me da tu presencia.
Dame tu mano, inclina
sobre mí tu cabeza
y calla, no me rompas
este paisaje y esta
ternura que se alza
desde ti y se me adentra
por el cuerpo y el alma…
Mírame, piensa y deja
todo así como está
sin besarme siquiera:
el cielo alto y sereno
que sobre el mar se espeja,
en el aire parado
la gaviota que vuela,
y bajo nuestros pies
éste poco de tierra…
Dame tu mano, inclina
sobre mí tu cabeza.
Como un pájaro herido
venía tu tristeza,
sus pobres alas mustias
sosteniéndote el alma.
Había un aire azul
con un cielo sin fondo
para volar…
Y el pájaro
leve de tu tristeza
voló a mi corazón
¡porqué tú me querías!
El zumo de la noche me gotea
con racimos de estrellas en la cara,
y madura mi frente su luz triste,
como una fruta sola sin su rama.
He perdido mi tronco; ardientemente
ha tajado el amor en sus entrañas
con un hacha sombría.
Cómo llegas, abril, con qué delgada
planta de junco pisas en la arena.
Un delirio de luz en cada vena
y una gota de azul en la pisada.
Una gota de azul, la delicada
inundación de amor ceñida y plena,
una esbelta delicia que encadena
de inabarcable aroma desbordada.
Este día que viene a mis labios
esgrimiendo su zumo de oro,
moja el alma en su triste belleza,
y la embriaga de sueños remotos.
Todo acaba en su luz amarilla.
Los recuerdos se borran, y de otro
me parecen las manos que tocan,
me parecen las cosas que lloro.
Nunca la palma blanca del amor
podrá tocar en ti y abrir las fuentes
de un alegre vivir, limpio y desnudo,
que cante como un pájaro en tus sienes.
Nunca, porque el amor deja a los hombres
cuando dejan de serlo con la muerte.
Llueven tus ojos palomas somnolientas de ceniza
que hieren lentamente el silencio de este ciervo de
música que tengo entre los brazos.
(De Norte a Sur abre su boca el firmamento
como un gran perro que tuviera dentadura de estrellas.)
Te quiero como nunca.
Hoy vengo a hablarte, mar, como a mí mismo.
Como me hablo cuando estoy a solas,
cuando alejado de los tristes días
que nos contemplan desde el ojo humano
acerco el ascua tenebrosa y sola
al principio del ser, a las raíces
donde alborea, matinal y oscura
la caricia primera de la tierra.
Puerto de amor tus ojos,
aguas claras.
(Brisa que me querías
sobre la mar salada.
Aguas sin corazón
que me llevabais…)
Hacia el mar de tus ojos
navegará mi ansia.
Mi corazón, mi vida, mi sangre enarbolada,
bajo esta noche hosca, tumbada como un perro,
te busca para siempre, honda huella del llanto,
para estrechar tu alma estremecida y pura
contra este pecho mío tan grande como el mundo.
Quiero tenerte aquí, quiero hundir tu tristeza
con el hacha amorosa de mi ardiente alegría.
La noche te derriba para que yo te busque
como un loco en la sombra, en el sueño, en la muerte.
Arde mi corazón como pájaro solo.
Tu ausencia me destruye, la vida se ha cerrado.
Qué soledad, qué oscuro, qué luna seca arriba,
qué lejanos viajeros por ignorados cuerpos
preguntan por tu sangre, tus besos, tu latido,
tu inesperada ausencia en la noche creciente.
¿Por qué voy a Llorarme? Los árboles no lloran
cuando el hacha furiosa les hiere la madera.
Yo sólo he preguntado si tu mano sombría
con nuestros troncos lívidos enciende sus hogueras.
Lloro a los que han caído porque son de mi bosque,
pero yo sigo erguido cantando en las tinieblas.
Mis manos acarician
el torso de la sombra.
Desnudo por mis dedos
se ha deslizado y tiembla
un palpitar lejano
de luces y de nieblas…
Yo siento por mi cuerpo
esa nostalgia honda
del silencio enterrado
debajo de las piedras.
Soñaste un día azul
un temblor,
una hoja,
una mano callada tocándote la frente
y los ojos purísimos del poeta encendido
mirando tu mirada perdida en la ribera.
Y esta palabra mía,
que no fue mía nunca,
dijo lo que no quise
y que tú no entendiste…
Pero yo estoy aquí.
De bienes destituidas,
víctimas del pundonor,
censuradas con amor,
y sin él desatendidas;
sin cariño pretendidas,
por apetito buscadas,
conseguidas, ultrajadas;
sin aplausos la virtud,
sin lauros la juventud,
y en la vejez despreciadas.
Déjame penetrar por este oído,
camino de mi bien el más derecho,
y, en el rincón más hondo de tu pecho,
deja que labre mi amoroso nido.
Feliz eternamente y escondido,
viviré de ocuparlo, y satisfecho…
¡De tantos mundos como Dios ha hecho,
este espacio no más a Dios le pido!
Borrasca disfrazada en la bonanza,
engañoso deleite de un sentido,
dulzura amarga, daño apetecido,
alterada quietud, vana esperanza.
Desapacible paz, desconfianza,
desazonado gozo, mal sufrido,
esclava libertad, triunfo abatido,
simulada traición, fácil mudanza.
Perenne manantial de sentimientos;
efímera aprehensión que experimenta
dolorosas delicias y escarmientos.
Que el verdadero sabio, donde quiera
que la verdad y la razón encuentre,
allí sabe tomarla, y la aprovecha
sin nimio detenerse en quién la ofrece.
Porque ignorar no puede, si es que sae,
que el alma, como espíritu, carece de sexo.