Las quejas de su amor

Bellísima parece
al vástago prendida,
gallarda y encendida
de abril la linda flor;
empero muy más bella
la virgen ruborosa
se muestra, al dar llorosa
las quejas de su amor.

Suave es el acento
de dulce amante lira,
si al blando son suspira
de noche el trovador;
pero aun es más suave
la voz de la hermosura
si dice con ternura
las quejas de su amor.

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Al alba

Yo no sé qué
fría noche me alejaba
de tu silencio.
Al alba te miré
por última vez.
por las olas amargas.
¡Que caigan en los abismos
de una muerte sin gracia!
Desde la noche defiendo
la soledad ganada
con la victoria inútil
del oro y de la estatua.

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Árbol

Yo te soñé, invisible majestad
que planea por la faz de todas las cosas.
Arraigado en el dolor de la ceniza,
un hombre tan sólo, te llevaba, sepulcro,
padre muerto, dentro de mí, en silencio,
y te llamaba con palabras de viento
de antiguos milenarios, que la ira encienden.

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Cementerio de Sinera

Digo adiós a los que quieran
mentirse perdurables
en el torrente. Cosechadas
son ya las flores, y se encalman
recuerdos, miradas, alas,
todo mi mar. Benigno
aire nocturno acerca
claridad de fuente, ocultas
voces del fuego. Por el fiel silencio
de nobles árboles
por mí amados, camino
al olvido, dejando atrás
amores, veleros, sufrimientos,
últimas señales de pasos.

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El jardín de los cinco árboles

Luego, cuando ya me había
causado mucho daño y casi
tan sólo podía sonreír,
escogí las palabras
más sencillas, para decirme
cómo pasó un momentáneo
oro de sol sobre la hiedra
del jardín de los cinco árboles.
Brevísimo amarillo, de puesta,
en invierno, en tanto caían
los últimos dedos del agua
serpentina, de altas nubes,
y el extraño tiempo me entraba
en prisiones de silencio.

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Ensayo de cántico en el templo

¡Oh, qué cansado estoy
de mi cobarde, vieja, tan salvaje tierra,
y cómo me gustaría alejarme,
hacia el norte,
en donde dicen que la gente es limpia
y noble, culta, rica, libre,
despierta y feliz!
Entonces, en la congregación, los hermanos dirían,
desaprobando: «Como el pájaro que deja el nido,
así el hombre que abandona su lugar»,
mientras yo, bien lejos, me reiría
de la ley y de la antigua sabiduría
de mi árido pueblo.

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Es propia de mi mundo una reservada felicidad

Detrás de esta puerta vivo,
pero no sé
si puedo llamarla vida.

Cuando vuelvo, al atardecer,
de mi diario odio contra el pan
(¿no sabías que tengo
la inmensa suerte de venderme
a trozos por una moneda
que llega ya a valer
mucho menos que nada?),
me quito un viejo abrigo, la esperanza,
y me adentro por los caminos de mis ojos,
por el vacío espanto donde siento,
más allá, a mi Dios,
más allá siempre, más allá de los falsos
profetas y de extrañas culpas
y de este viejo necio enfermo de los versos
disciplinados, como éstos, con pintas
de oscuras marcas que el afán de los críticos
un día aclarará para vergüenza mía.

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Espera

Entonces diré: «Cimas y nubes
y tierras a lo lejos y la lenta
herida del río y el incendio
del cielo, muchos crepúsculos
sobre el desierto y los viejos árboles
amados cual dioses, aún vuelven
para los hombres.
Mas yo, que este día aguardaba,
he aquí que estoy muerto.»

Versión de José Batlló

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Final del laberinto

Cuando aquellos dedos sensibles
toquen frágiles músicas
y lentamente vacilen
cambiantes luces de cirios,
sal de la fiesta. Mira
cuánta noche, qué extrema
soledad se te lleva,
por la risa, al hombre
justificado y libre
que nace de tu silencio.

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Frágil espejo

Non so chi sia, ma so ch’ei non è solo.
Purg., 14, 4.

Recordando a B. Rosselló-Pòrcel (5-1-1938)

Alejado en abismos,
donde el rostro me aguarda,
me acerco a verme.
Cuando la sombra penetra
el cristal puro, en silencio
me siento sonreír.

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I beg your pardon

Meditación, con ciertos ripios, en
torno a la teoría atómica, tal como
se la alude en los periódicos.

Cuando el centro del rnundo
no eres exactamente tú
(por más ilusiones que te hagas),
si te despertasen en mitad de la noche,
no quieras preguntarte por qué vives:
distráete royéndote la uña de un dedo.

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Llama

En círculo, noche, observan
reciente silencio, mármol
en triunfo, apagada
boca rebelde. ¿Qué ritmo
extraño de metales, por árido
reino, te conduce
a un desnudo combate? Presiento
cómo se convierte en difícil,
perverso, príncipe de muertas
flores cenicientas, palabras.

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Lluvia

De ninguna parte llega. ¿Partir?
No existe la mágica palabra que rompa
esta costumbre del ojo, este silencio
sonoro de dardos. La primavera, el lujo
de los años y de la luz, se perdía ahora
en el camino vencido. Las esperanzas
han muerto a tiempo.

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Los jacintos

Sentir tan sólo, conocer de cada cosa
el nombre sencillo, el simple nombre, caricia
cual la de abril sobre las nuevas hojas,
mientras la luz de lluvia de la tarde
se aleja poco a poco con los jacintos.
Claro momento de la flor, reflejada,
muy escondida, última
belleza de unas flores en mis ojos.

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Noche

Palidez. Súplicas,
hundido, con ávidos labios
de nieve, más cántico
instantes de abril. Todavía,
en cerco de noche, se debatían
los guerreros, música, púrpura,
frágiles recuerdos de sedas,
en tanto quedas inmóvil,
sin regreso del aire,
recia blancura que velo

Versión de José Batlló

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Poco mas o menos, amor

Estalla tu risa, y miro
cómo crece en la garganta
un vulgar disfraz
de deseos metafísicos.

Ante mí, creerías
que pienso en ti, cuando siento
tan sólo pesadumbre de árboles,
salvajes clamores de sueños.

Te he visto llena de tristes
pecados y faringitis.

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Pontos

En el fondo de los ojos tranquilos del mar
he visto el sueño
caído, roto, del templo
de un dios antiguo.
¡Ay, frío- mármol del tiempo, mi vida
que pierdo contra el hielo de las palabras!
Sobre la roca desnuda de la muerte,
sólo puedo ya lamentar la alta columna
de este dolor, un áspero, solitario
grito sin canto,
sin recuerdo del canto, mientras a la luz del día
se llevan las negras alas del ventisquero
por las cárceles del cielo, y me reflejan,
invitándome a partir, por un serenísimo
y profundo camino, los tranquilos ojos del mar.

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Rostro

Dolor del sueño, me alzo
cual fuente nocturna, por recibir
tu sed. Medusa,
ojos maternales. Te aniñas
para siempre, paz, al verme
desde recuerdos, nublados
veranos, espejos, navío
serenado por el mármol.

Versión de José Batlló

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Sus pies

Cada mañana contemplo
dos pies de vencido dentro
de zapatos que ríen.

Si lo tengo cerca, la ropa
sobre los débiles hombros
refleja mi rostro.

¡Qué dolor de heridas
de piel y de carne viva,
tanto tiempo!

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Aire viciado

Cuando nos falta fe para cremar la tarde
sostengo con el índice la llama de una vela;
y a esa luz palpitamos
de sombra en la pared,
pero no nos abriga.
Como no hacen hogar las mecedoras
(por más que ralenticen el tiempo de tenernos),
ni la mesa camilla, ni el frufrú de las manos,
los libros, la quietud, los días por venir.

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Amour Fou

Apaguemos la vela y en silencio
hagamos el amor palpando sombras.
Que crujan de placer nuestros desnudos.

Que las ondas de aliento entrecortado
te rosen el fulgor de los pezones.
Probemos de esta miel la noche toda.

Luego me marcharé sin despertarte:
no dejaré ningún beso dormido
sobre tus labios blandos y entreabiertos.

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Autorretrato

Al final de estos brazos unas manos
para tocar por gusto
o acercarle sustento
a la boca que pía.

Igualmente dos piernas acopladas
al tronco: lo pasean
con sus lagares dentro,
con sus filtros y bombas,
sus engranajes sordos.

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Buenos días, noche

De buen amar se vuelve
magullado y hambriento,
con sabor en la lengua a carne cruda.

El suelo se amortigua,
los caminos convergen, silba el aire.

Agradecido así,
con sonrisa imantada
por el impulso mismo que iza al árbol
al sol,
tarareando:

no puedo amarte más, no soy tan físico.

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De noche, los domingos

De noche, los domingos son más tristes.
Ayuda la impresión bobalicona
de la distante luna, cuyo velo de flema
irreal se contagia:
las familias se arropan a la lumbre
eléctrica, o apuran
los restos de la cena quedamente,
pensando ya en la paz merecida del catre;
descienden el telón de las persianas
y se rinden al sueño de sí mismas.

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El beso

Un dedo masculino y corazón
surca las languideces de esos labios
débilmente entreabiertos.

Se siente un leve soplo.

Tras los ojos cerrados
cada cual imagina el lento beso
que comienza a brotar.

Saborean. Demoran el deseo.

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La rueda

Mientras duermo algún sueño
en la sabana
una presa sucumbe a su depredador.
Aquí es noche. Allí día.

Se despereza el mar a cada ola,
las dunas del desierto no encuentran acomodo.

Si alguien colma su sed,
alguien se desahoga entre memorias tristes.

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Madriguera

Al alba, con el sol, la humareda
subía de la tierra como el vaho de un horno.
Carlos Martínez Rivas

Desde las mantas,
como el vaho de un horno,
sube su aliento rancio en la mañana:

huele a barro
el regusto lechoso y fermentado
de su sueño en la boca.

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No me lo expliques

Cuando unas aguas se diluyen
en más agua
crece el anonimato del mundo.

También a las hormigas,
mientras portan el grano y lo almacenan,
las atrae esa muda voluntad
integradora.

Si una presa es cazada
la vida toma impulso en el depredador.

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Nocturno

La oscuridad del cielo adquiere perspectiva
por los astros que brillan entre nubes dispersas,
y es bello contemplarlo, y peligroso;
el crepitar de leña que nos sugiere el sexo,
canciones de acampada y juventud
dispuesta a emborracharse
con la luna; hay también
quietud en lo profundo, donde no ocurre nada,
allí donde podría imaginarse
un vuelo de lechuza que atraviesa el silencio.

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Nos han dejado solos

A la orilla del mar,
donde el aire se densa porque viene
rumiando idiomas.

Tiembla el cielo en las aguas,
la tarde mece así sus intuiciones.

Y si me abrazas nos desvanecemos
en el paisaje pardo.

Qué placenta

esta balsa de tiempo suspendido,
qué remanso de paz.

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Principio y fin de la siesta

Saciados el estómago y el sexo,
¿qué queda?

Mullo el vientre calmado de mi amiga,

que entrecierra los ojos
y apenas corresponde:

un roce, como ondas
erizando sus hebras.

Desnuda, libra
la gravedad

de los acantilados

bajo el plácido vuelo
de los pechos

(el corazón,

poroso y rojo,
serena nuestro canto en su caverna).

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Regresión

Y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve al primer amor.
Alfredo Le Pera

Tú quédate, no impidas
esta mano templada.
Muéstrate verdadera y dime, suave,
la lentitud del mundo si vives en la ausencia:
que un tiempo nos buscamos torpemente,
que nos equivocamos.

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Silba

Unas hojas
-mustias, ocres-
fingen ser mariposas
mecidas por un viento
hueco:
vibran,
revolotean.

Me lleva esa deriva,
la frágil suspensión pero serena,
su absorto devaneo
me lleva…

Será que a mí también me basta un soplo suyo
para soltar al vuelo un peso muerto.

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Disparates

Anoche de madrugada,
ya después de medio día,
vi venir en romería
una nube muy cargada;
y un broquel con una espada
en figura de ermitaño,
caballero en un escaño
con una ropa nesgada,
toda sana y muy resgada.

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Las cosas que deseamos

Las cosas que deseamos
tarda o nunca las habemos,
y las que menos queremos
más presto las alcanzamos.

Porque fortuna desvía
aquello que nos aplace,
mas lo que pesar nos hace
ella mesma nos lo guía:
así por lo que penamos
alcanzar no lo podemos,
y lo que menos queremos
muy más presto lo alcanzamos.

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Más vale trocar placer

Más vale trocar
placer por dolores
que estar sin amores.
donde es agradecido
es dulce morir;
vivir en olvido
aquel no es vivir;
mejor es sufrir
pasión y dolores
que estar sin amores.
Es vida perdida
vivir sin amar;
y más es que vida
saberla emular;
mejor es penar
sufriendo dolores
que estar sin amores.

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