Moja mis quemaduras

Amor, amor, amor,
moja mis quemaduras
con una sola frase de esperanza sencilla,
una sola caricia
azul
de madrugada,
con una sola noche más.
Amor, amor, amor,
hazme vivir,
hazme resurrección callada,
amor, dame luz a beber, dame luz, dame luz,
dame coraje apasionado, háblame,
moja mis quemaduras
con una sola sílaba de esperanza,
una sola caricia
azul de madrugada.

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Poema de viento

Cuando te vas, todo es de viento,
sólo viento.
Las rosas no son rosas,
no hay sonidos de luna,
ya no quedan milagros.
Cuando te vas,
quiero no perdonar,
quiero cerrar mi puerta de ternura,
quiero coger mi patria y marcharme
con ella,
quiero arrancarme el agua de la vida.

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Quiero volver del viento

Quiero volver del viento,
escrutar las palabras
y hablarte,
hablarte con mis manos llenas de cicatrices y regueros.
Quiero morir con los olivos,
silbar dentro de un grillo,
quiero morir
con los olivos.
Con el otoño intenso
me marcharé también,
seguramente caminando
por la desolación de grandes avenidas llenas de hojas,
con manos de naranjos encogidos.

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Casilla de Blas

Entrada ya la noche,
empapado el desmonte por la lluvia reciente,
trepábamos por él, y el mismo ramo
vencido de mimosas nos despeinaba. Luego,
siempre, en silencio, hacíamos
en el repecho un alto, y te miraba,
enamorada cómplice, mientras tomaba aliento
(¿necesitaba aliento entonces yo?) y fingía
actitudes seguras.

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Los progresos del amor

Así un esposo le escribió a su esposa:
«O vienes o me voy. ¡Te amo de modo
que es imposible que yo viva, hermosa,
un mes lejos de ti!
¡Mi amor es tan profundo, tan profundo,
que te prefiero a todo, a todo!…»
Y ella exclamó: «¡No hay nada en este mundo
que él quiera como a mí!»

Mas pasan unos meses, y la escribe:
«¡Qué hermoso debe estar nuestro hijo amado!

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Canción

A la gloriosa memoria de las víctimas
del Dos de Mayo de 1808.

El sol sus alas replegó luciente,
y la noche callada el manto oscuro
en luengo cerco derramó sombría.
Vierten los astros su fulgor doliente,
y entre las sombras se destaca puro,
remedo incierto de la luz del día.

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Contradicciones

Se halla con su amante Rosa
a solas en un jardín,
y ya a su empresa amorosa
iba tocando a su fin,
cuando ella entre la arboleda
trasluce el grupo encantado
en que, en cisne transformado,
ama Júpiter a Leda;
y encendida de rubor,
viendo el grupo repugnante,
se alza, rechaza al amante,
y exclama huyendo: ¡Qué horror!

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El amar y el querer

A la infiel más infiel de las hermosas
un hombre la quería y yo la amaba;
y ella a un tiempo a los dos nos encantaba
con la miel de sus frases engañosas.

Mientras él, con sus flores venenosas,
queriéndola, su aliento empozoñaba,
yo de ella ante los pies, que idolatraba,
acabadas de abrir echaba rosas.

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El tren expreso

Al ingeniero de caminos el célebre escritor
don José de Echegaray, su admirador y amigo.

Canto primero: la noche

I
Habiéndome robado el albedrío
un amor tan infausto como mío,
ya recobrados la quietud y el seso,
volvía de Paris en tren expreso;
y cuando estaba ajeno de cuidado,
como un pobre viajero fatigado,
para pasar bien cómodo la noche
muellemente acostado,
al arrancar el tren subió a mi coche,
seguida de una anciana,
una joven hermosa,
alta, rubia, delgada y muy graciosa,
digna de ser morena y sevillana.

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La virtud del egoísmo

Si anoche no estuve, Flora,
a adorar tu talle hermoso,
es porque soy virtuoso
y me da sueño a deshora.
¡Pecadora!
Ya le contaré a tu madre
que, porque amo mi quietud
y salud,
dijiste hoy a mi compadre:
«¡Qué egoísta es la virtud!»
¿Cómo he de ir con fe no escasa
a ver tus ojos serenos,
si hay cien pasos por lo menos
desde mi casa a tu casa?

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Para tu boca

Para formar tan hermosa
esa boca angelical,
hubo competencia igual
entre el clavel y la rosa,
la púrpura y el coral.

Mintiendo sombras del bien,
en ella el mal se divisa,
por lo que juntos se ven
ya la apacible sonrisa,
ya el enojoso desdén.

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Porvenir de las almas

Para A. R., en la muerte de su hija

Si de vuestra hija fue estrella
dar tan niña el alma a Dios,
¡ay, feliz mil veces vos!
¡dichosa mil veces ella!
Pues ya huella
las celestiales alturas,
no halle en vos nunca lugar
el pesar,
porque para almas tan puras
«morir es resucitar».

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Quién supiera escribir

«Escribidme una carta, señor cura.»
-Ya sé para quien es.
«¿Sabéis quién es, porque una noche oscura
nos visteis juntos?»
-Pues…
Perdonad; mas… . No extraño ese tropiezo.
La noche… la ocasión…
Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo:
Mi querido Ramón :
«¿Querido…?

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Soneto

De amor tentado un penitente un día
con nieve un busto de mujer formaba,
y el cuerpo al busto con furor juntaba,
templando el fuego que en su pecho ardía.

Cuanto más con el busto el cuerpo unía,
más la nieve con fuego se mezclaba,
y de aquel santo el corazón se helaba,
y el busto de mujer se deshacía.

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A la muerte de Filis

En lúgubres cipreses
he visto convertidos
los pámpanos de Baco
y de Venus los mirtos;
cual ronca voz del cuervo
hiere mi triste oído
el siempre dulce tono
del tiempo jilguerillo;
ni murmura el arroyo
con delicioso trino;
resuena cual peñasco
con olas combatido.

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Anacreóntica

¿Quién es aquél que baja
por aquella colina,
la botella en la mano,
en el rostro la risa,
de pámpanos y hiedra
la cabeza ceñida,
cercado de zagales,
rodeado de ninfas,
que al son de los panderos
dan voces de alegría,
celebran sus hazañas,
aplauden su venida?

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Epístola dedicada a Ortelio

Desde el centro de aquestas soledades,
gratas al que conoce las verdades,
gratas al que conoce los engaños
del mundo, y aprovecha desengaños,
te envío, amado Ortelio, fino amigo,
mil pruebas del descanso que consigo.

Ovidio en tristes metros se quejaba
de que la suerte no le toleraba
que al Tíber con sus obras se acercase,
sino que al Ponto cruel le destinase;
mas lo que de poeta me ha faltado
para llegar de Ovidio a lo elevado,
me sobra de filósofo, y pretendo
tomar las cosas como van viniendo.

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