Mersault dispara

A I’ horizon, un petit vapeur est passé
et j’en ai deviné la tache noire au bord
de mon regard, parce que je n’ avais pas
cessé de regarder l’ Arabe.
Albert Camus

Si hay en el iris
una mancha ligera sorprendida
sin otro blanco que su urgencia azul,
y enfrente un rostro estremecido espera
la furiosa descarga de la muerte,
también indiferente el mar disuelve
la mirada en su fuga del momento
fatal.

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Saludo al padre

Vuelves de nuevo a mí,
oh pobre triste cuerpo que olvidé,
ya desde mucho tiempo atrás,
en las selladas riberas del instante.
Descuidado del hombre te emplazaba
como un pesar que el tiempo augura,
cuando el dolor no es carga y se desea
-afán de plenitud- ardientemente.

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Transverberaciones

Tu piel es un rocío tembloroso noche arriba
una vegetación desnuda que acaricio
las justas cadenciosas dilaciones
una efusión solar este momento
sucesivo presente venturoso
que orilla lóbulos, mejillas, éxtasis precisos
descubierto discurro hacia tu cuerpo
y azules son tus voces que no sueño
de nuevo amanecida reapareces sin fronteras
y transparentemente ya el deseo afirma el reino
en el eclipse del gozo o su cenit
lo que sabemos
de estrellas fijas calmas soleadas
de un aroma de azogues deslumbrante
por las ramas y en los miembros
labios perdidos retornados rostros
fervor y una vez más recién nos conocemos
y éste es tu cuerpo y ésta la noche inmensa que se inicia
para mi mano presurosa y lenta.

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Flores de hielo

Me filtro a empellones
me acoso a empujones
carrusel de confusiones
y remezones

Me codeo con los masones
detesto los blasones

No se trata de terminar en nones
ni de otra cosa más seria y profunda
que escribir a saltos y a brincos
a hurtadillas
como los ladrones

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El sombrerero

A los pies de un devoto franciscano
se postró un penitente.-Diga, hermano:
¿qué oficio tiene?-Padre, sombrerero.
-¿ y qué estado?-Soltero.
-¿ Y cuál es su pecado dominante?
-Visitar una moza. -¿Con frecuencia?
-Padre mío, bastante.
-¿Cada mes?-Mucho más.-¿Cada semana?

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El té y la salvia

El té, viniendo del imperio chino,
se encontró con la salvia en el camino.

Ella le dijo: «Adónde vas, compadre?»
«A Europa voy, comadre,
donde sé que me compran a buen precio.»
«Yo», respondió la salvia, «voy a China,
que allá con sumo aprecio
me reciben por gusto y medicina.

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Extensión y fama del oficio de puta

No te quejes, ¡oh, Nise!, de tu estado
aunque te llamen puta a boca llena,
que puta ha sido mucha gente buena
y millones de putas han reinado.

Dido fue puta de un audaz soldado
y Cleopatra a ser puta se condena
y el nombre de Lucrecia, que resuena,
no es tan honesto como se ha pensado;

esa de Rusia emperatriz famosa
que fue de los virotes centinela,
entre más de dos mil murió orgullosa;

y, pues todas lo dan tan sin cautela,
haz tú lo mismo, Nise vergonzosa;
que aquesto de honra y virgo es bagatela.

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El apretón

Poema joco-serio,
escrito en el Molar, a 19 de mayo de 1775

Cantaron mil ingenios inventores
empresas de valientes capitanes
o amoríos de damas y galanes;
otros, conversaciones de pastores,
o ya el cultivo de árboles y flores;
unos, útiles fábulas morales;
muchos, agudas sátiras cantaron,
y otros, entre columnas teatrales,
con las prestadas voces declamaron,
ya el suceso festivo, ya el funesto.

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Respuesta de Don Tomás de Iriarte a una dama que le preguntó que era lo mejor que hallaba en su cuerpo

Con licencia, señora, de ese pelo
que en rubias ondas llega a la cintura,
y de esos ojos cuya travesura
ardor infunde al pecho más de hielo;

con licencia del talle, que es modelo
propuesto por Cupido a la hermosura,
y de esa grata voz cuya dulzura
de un alma enamorada es el consuelo,

juro que nada en tu persona he visto
como el culo que tienes, soberano,
grande, redondo, grueso, limpio, listo;

culo fresco, suavísimo, lozano;
culo, en fin, que nació, ¡fuego de Cristo!,
para el mismo Pontífice romano.

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Idilio II – Los celos

Tú, ruiseñor dulcísimo, cantando
entre las ramas de esmeraldas bellas,
ensordeces las selvas con querellas,
su gravísimo daño lamentando.
al Cielo y las Estrellas.
Pesados vientos lleven tu gemido
en las cuevas de amor bien aceptado,
y con pecho en tus penas lastimado,
bien es responda al canto dolorido
de tu picuelo harpado.

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Idilio IV – Delirios de la desconfianza

Osé y temí; y en este desvarío
por la alta frente de un escollo pardo
del precipicio donde no me guardo
sigo la senda, preso el albedrío
con pie dudoso y tardo.
Nuevo ardor me arrebata el pensamiento;
discurro por el yermo con pie errante;
la actividad de un fuego penetrante;
ni la inquietud que en mi interior sïento,
huyen de mí un instante;
por el hondo distrito y dilatado
del corazón en fuego enardecido
se explayó el gran raudal de mi gemido
y la dulce memoria de mi amado
hundió en eterno olvido.

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Idilio V – La agitación

¡Ay! ¡Cómo ya la alegre primavera,
a su felice estado reducida,
torna a las plantas nuevo aliento y vida
esmaltando las flores su ribera,
que antes se vio aterida!
Suelta el raudal su risa armonïosa;
y canta el ruiseñor con trino doble:
de púrpura se viste el clavel noble,
y enlaza al olmo con la vid hermosa,
y con la hiedra al roble.

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Cavar una fosa

Cavar una fosa.
Edificar una casa.

Sobre las ruinas de las ruinas,
ahora y siempre por los siglod de los siglos,
la vida siempre en obras.

Un basurero atesora
la indiferente memoria de los días.
Quién reciclará nuestros despojos,
quién regalará fascículos
con nuestra colección de instantes,
qué teletipos darán noticia
de la simulación de un sueño,
quién archivará cuidadosamente nuestros nombres
y hará el penúltimo inventario,
en qué autopista o hiperespacio habitaremos.

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Ceniza

Sólo aguas en tregua
nacidas para ser ceniza múltiple del viento.

Ya ves qué paradoja
amor, qué despropósito,

quería ser ave fénix,
amor, qué engaño,
qué fraude sustentaba mi proyecto,

quería volver como un corcel glorioso,
como un crepúsculo de llama
recurrente
y amanecer contigo en lo absoluto.

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Desasosiego de otoño

Tampoco tienen fecha las hojas de este otoño
y acaso no es verdad que su mundo agonice.
Ni queda amargura en sus grietas
ni sus arrugas aguardan la soledad del invierno.

Es sólo levadura, madriguera,
lazada de luz cuando reposa,
cuando cierra los ojos
para buscar los nombres de lo oscuro.

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Imán de ti

Tengo una atmósfera propia en tu aliento
La fabulosa seguridad de tu mirada con sus constelaciones íntimas».
Vicente Huidobro

Cuando te pienso se desatan atractores extraños,
mi cuerpo se desplaza,
se hace trizas en todas direcciones para encontrarte.

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Itaca no existe

Tres vueltas de llave y un olor a silencio,
la luz súbitamente estrangulada en el lecho sin fondo
y la humedad de quince o más otoños
y esta locura
y esta oscura gangrena de embriagada penumbra,
tres o cuatro macetas con esquejes de olvido
o esa vela gastada en noche de tormenta.

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Para siempre

El viento insiste,
se arrastra por el débil dintel de mi ventana;
rarefacto reptil, anhélito de ausencia
para la incertidumbre clandestina de la hoguera,
el fuego vertebral que nos rotura
y nos abre en el alma una intemperie.

Ahora que lucho con mis párpados
para trazar un credo perdurable,
un sortilegio a solas para mi corazón telúrico afiebrado,
un sortilegio eterno a las tres de este sueño incontenible,
un verso más para tu duda,
un verso más hacia poniente.

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Patio interior

Patio interior.
Un niño pronuncia notas de saxo,
notas de níquel y nácar
para interiores urbanos.
Desde el sexto se precipitan
sonidos de Pork Pie Hat.
Un niño llora canicas blandas
sobre las horas de hormigón:
aullido en cuatro metros
patio interior
cuadrado.

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Sin razón

He interrogado hasta el amanecer al pozo
de las preguntas. Es mentira que el corazón
sepa decirse mejor en esa sombra.

He interrogado a la memoria y al camino,
y al cielo turbio que coagulaba dudas.
Pero no bastaba crecer en los escombros
del verbo, ni formular la cicatriz reciente.

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Tótem I

Entre
tótem y
autómata,
una zozobra
de marioneta,
virutas de tiempo
invisibles hilos
de oro tiran
de ti hacia
los bosques
sagrados de los druidas. Desde los serbales milenarios,
el muérdago llega hasta tus brazos, se hace resina y ritual
para ahuyentar a la muerte.

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Casa

Sobre la mesa
el abanico tierno
Un pájaro muerto en pleno vuelo

La casa de enfrente
blanca de yeso y de nieve

En el jardín ignorado
alguien pasea

Y un ángel equivocado
Se ha dormido sobre el humo de la chimenea

Para seguir el camino
Hay que recomenzar

QUIÉN ESCONDIÓ LAS LLAVES

Había tantas cosas que no pude encontrar

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Siempre bella

Precisamente porque estaba sola
tendida en una rama de la noche
no quise vadear el arco iris
para unir en un beso nuestras voces.

Ella guardaba dentro de sus ojos
una pareja de palomas blancas,
ella tenía dentro de sus párpados
la nieve derretida de sus lágrimas.

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Sueños

Embadúrnate el cuerpo,
de oscuridad
y de silencio,
y podrás levantar
la copa de los sueños.

Pasaron superpuestas
ráfagas de recuerdos,
y los nuevos clisés
sólo quedan impresos,
mientras hay luz de menta
dentro del pensamiento.

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Unidos por la luz

Bajo una misma luz
están nuestras cabezas.

Tu corazón y el mío
cantan sobre las piedras
cuando la noche oculta
los rugidos de fieras.

¿Tu corazón y el mío eran sólo de arena?

Por el desierto arrastran los camellos sus penas
y llevan en sus ojos oasis de palmeras.

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Alegría interior

En mí la siento aunque se esconde. Moja
mis oscuros caminos interiores.
Quién sabe cuántos mágicos rumores
sobre el sombrío corazón deshoja.

A veces alza en mí su luna roja
o me reclina sobre extrañas flores.
Dicen que ha muerto, que de sus verdores
el árbol de mi vida se despoja.

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Alma dormida

Me tendí sobre la hierba entre los troncos
que hoja a hoja desnudaban su belleza.
Dejé el alma que soñase:
volvería a despertar en primavera.

Nuevamente nace el mundo, nuevamente
naces, alma (estabas muerta).
Yo no sé lo que ha pasado en este tiempo:
tú dormías, esperando ser eterna.

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Amanecer

Imagínate tú…
Imagínatelo tú por un momento.
R. A.

La estrella aún flotaba en las aguas.
Río abajo, a la noche del mar, la llevó la corriente.
Y de pronto la mágica música errante en la sombra
se apagó, sin dolor, en el fresco silencio silvestre.

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Así era

Canta, me dices. Y yo canto.
¿Cómo callar? Mi boca es tuya.
Rompo contento mis amarras,
dejo que el mundo se me funda.
Sueña, me dices. Y yo sueño.
¡Ojalá no soñara nunca!
No recordarte, no mirarte,
no nadar por aguas profundas,
no saltar los puentes del tiempo
hacia un pasado que me abruma,
no desgarrar ya más mi carne
por los zarzales, en tu busca.

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