Tú, que vienes caminando
desde el fondo de mi vida;
que traes como bandera
la música de tu risa;
tú que en tus ojos escondes
lo que mi alma necesita;
tú, que en mi pecho has vivido
por años como dormida
y hoy me despiertas de golpe
hasta que no da cabida
mi pequeño corazón
para esta explosión de dicha.
Poemas guatemaltecos
Nada de ésto es así.
Esta no es nuestra tierra.
Ni ésta ni cualquier otra ni el agua.
Yo soy un desterrado.
Todavía mi espalda tiene dolor de alas.
Nunca podré aprender a tocar las monedas:
Se palpan
se acarician,
se toman fieramente,
¿o se les busca algo?
Aguja de una iglesia que se eleva
con esa clara unción de la plegaria.
Árbol con golondrina necesaria.
Parque: almendro que músicas renueva.
Ansiedad de un crepúsculo que lleva
los tintes de una sangre temeraria.
Calles con rectitudes de araucaria.
Base de tu figura es tu pie breve
y porque en él se inicia tu estatura
lo encuentro de principio en tu figura,
como el agua es principio de la nieve.
Se me interna en alma su blancura
su peso musical de alondra leve:
en tu huella permíteme que lleve
el cimiento inicial de tu estructura.
Tus nobles manos buenas.
Tus manos dulces sobre mi veneno.
Qué llamas tibias, compañera,
entre agujas de invierno.
Qué dos brasas serenas.
En ellas el milagro que sólo mi alma y yo sabemos.
El cielo limpio en ellas.
Pósalas, compañera, como dos alas médicas
sobre el turbio hemisferio
de mi cabeza.
Si sólo pudiera verte
y sólo escuchar tu risa.
Si sólo fuera la brisa
que en tu pelo se divierte.
Si sólo fuera el inerte
ladrillo que tu pie pisa
o el agua que se desliza
sobre ti sin conocerte.
Tengo ganas de un poco de entusiasmo
que no siento hace tiempo.
No sé por qué no sabe a nada vivo
ni el mes, ni la avenida, ni la luz, ni el orgasmo.
En realidad también tengo la culpa
y me declaro honestamente reo de una gris negligencia
que por todo mi cuerpo se pasea
y que de todo mi fervor disfruta.
Toda tú eres santuario,
toda blanca;
se ha llenado tu cuerpo de designios.
Tienes la santidad de la esperanza
y la paz
generosa
de los lirios.
Toda tú eres milagro,
das tu lecho
de altas arenas
al naciente río;
enciendes en tu sangre
el claro fuego
y con tu carne pueblas el vacío.
Encinta de sol,
colmada de tu barro limpio y firme
vas trasmutando mi cuerpo
en viva flor que destila rocío tras tu ruta.
Vegetal,
el temblor de mis dedos
trenza cuencas azules
y transitan por tus ojos
leves hiervas de fiebre
y fértiles vagidos que me anuncian.
Yo pondré la esperanza, hermano.
Caerá en tu frente,
en tus axilas,
entre el músculo fuerte
y la coraza que te cubre las arterias.
Te nacerá entonces una rosa sobre el pecho
y volcará el horizonte su distancia
para juntar su infinitud silvestre con el cielo.
No supe que mi padre
tenía hojas en las manos,
hasta que verde vi
la plenitud lunar
de sus dedos
que troncharon, cotidianos,
la estrella -pan que nos alumbra
la boca y la garganta.
No supe de sus yemas jardineras,
hasta que florecí como llama angustiada,
anunciación, agua o frío,
como maíz o como miel tan sólo.
No te diré
de qué fibra está formado
el corazón que me sostiene:
me será más dulce decir
que lo tengo hecho de Ti,
de tu sonrisa,
y de las penas inmensas
que me llegan contigo…
(A los mártires de 1962)
Marzo, tilitante responso
viejo y ensombrecido clavel.
¡Qué multitud de ojos desgarrados
reflejan aún tus amapolas!
¡Qué avalancha de voces
hace rugir la delgadez callada de tus ríos!
¡Cuántas sombras errantes hieren
tu adorada canícula de siglos!
Estoy aquí
-mirando sin mirar-
a las niñas que suspiran
por mecerme en sus brazos
renovando el sarcasmo
de las cortas ideas y los largos cabellos
y sin embargo la fábrica
no me dió las lágrimas
ni la ira
para llorar con ellas
esta afrenta de siglos.
En nuestros templos
habita el paraíso
profundo y claro
en la oquedad que dejan
los besos
y el temblor de espasmos milenarios
el fuego es apenas un roce
en la curva del tiempo
un trecho recorrido
en algas,
tibiezas y recuerdos.
¿Dónde
si no en el beso,
encontraremos la orilla redentora?
Leve espada
anida y combate
compartiendo la savia
que deviene en torrente.
Uva frugal.
Ayuno de antiguas plenitudes.
Agua y jugos
humanamente turbios
coronan
sin laureles
la puerta vital del paraíso.
Todo lo dulce y amargo
brotó de un solo instante:
tiempo espacio
sacrificados
al día que llegaba entre cenizas.
Visión, su luz, para vivir.
Cerrazón, su luz, para no saber vivir
sino atada a las manos
que escribieron la primera
y la última palabra.
En sus manos,
en mi piel, Edipo vuelve.
Niño casi
levanta la mirada
y aspira polen
de lunas renovadas.
Hombre casi
tiembla y solloza
hundido en terrenales simas,
desconocidos fuegos.
De sus ojos
a mis pies, Edipo resucita.
Si intentaras abarcar
con la mirada
toda la tempestad
que nubla mis sentidos,
tú -pequeño dios errante-
dudarías entre el llanto
y la rabia
de tus ojos vencidos.
Y acaso,
náufrago indeciso,
querrías compartir mi tempestad,
en este universo donde el calor
y la furia de mis besos,
te dejaran -apenas-,
sensación,
olor,
quietud de olvido…
No puedo saber
si tu muerte
hirió la arena y el musgo
del pasado.
Ávido,
te cubriste de tiempo
con una espada
de odios y silencios.
Cardo tu corazón,
hiel tus ojos,
filo enhiesto y amargo
las manos
que apretaron la sal,
de tus playas
y el surco
de tus lágrimas tardías.
Caes,
caigo
en el abismo
de una lágrima:
agua que no es agua.
Sal que no admite lo salobre.
Trémula ¿de dónde llega?
¿Hacia dónde alza
su breve bastión de tiempo ido?
¿En qué iris descompone
su color, su forma vieja
de cristal y olvido?
La tarde se tiñó de pájaros,
fue preñándose de plumas…
La vi alzarse
profunda como una campanada.
Pero fue quedándose quieta,
tornándose lejana:
se borraron las plumas,
su tintura de pájaros
fue muriéndose toda…
Traídos por una lluvia
De salivas lubricantes
Caen pechos a mi boca y piernas
Y mejillas y caderas y muslos
Y vulvas y suaves pezones y frases
Dichas para el hambre incontenible
De la carne
El lujurioso Encomendero
Arrasa hembras en su feudal
Dominio de sí mismo
Y hay después
De tan abrupta molicie
Ese enseñoramiento del pecado
Que aclara y vivifica las ideas
Razones sólo para la yesca
de la sangre
sin ideas nada se hace
no se irrumpe en la alegría
de saberse a sí mismo
no da la mano el amigo
no habría el dinero
no se le superaría
sin ideas nuestro lenguaje
no sería más allá del mugido angustioso
de la res en el rastro
no mallarmé no safo
aún con vida sin ideas
La fantasía del niño remitida
A una realidad es inagotable
Como un escepticismo
Soy digamos un muñeco (o un zompopo)
Un niño sabe hablar a sus criaturas
Darles de comer curarlos corregirlos
Si hay que hacerlo da golpes de estado
Suspende garantías ametrallando desde
Supersónicos con boca e índices
O simplemente si se aburre
El cesto de los juguetes será suficiente
Mis muñecos soy yo mismo
Puedo también ser el cadáver de un zompopo
Acarreado por otro zompopo
Da lo mismo la muerte prevalece
Ella que desconoce todo de sí
Si tuve en los caminos insensato
afán de regresar, y si del viaje
no me quedó sino el amable dato
de algún humilde ocasional paraje;
si el mar me dio tan sólo el inmediato
goce de la canción de su oleaje,
montaña, cielo y mar en su arrebato
me enseñaron su pítico lenguaje.
Yo quisiera ser el viejo caballero
amante de las esquinas solitarias,
bañado por una suave lumbre de alelíes,
que en la noche repasa, con los dedos,
cuentas de amor y melancolía
a través de desvaídos almanaques.
Yo quisiera ser el viejo caballero.
Límite de jazmín y nieve intacta,
aurora boreal, país de nardo,
témpano de azucenas, rosa exacta,
vellón de azúcar, cristalino dardo…
Velamen de la nube fugitiva
y fuga de relámpago y de espuma,
en el aire de luna pensativa,
muerta de plata en ataúd de bruma.
Si quieres encontrarme no me sigas
en mi desamparado movimiento,
guárdate de la flor de mis fatigas
y del dictamen de mi desaliento.
Mis pájaros de sueño no persigas,
huye el que es en mí vencido intento,
mi destrozado símbolo de espigas,
mi desolado sollozar de viento.
Ese día que esperas temeroso,
vendrá. Te irás pausado, y otros seres
ocuparán tu espacio. En tu reposo
escucharás las risas de mujeres
nuevas, el renovarse silencioso
de cuanto vive, y sentirás que mueres
de nuevo en todo día victorioso,
que otra vez dejas sueños y placeres.