El ser y un oleaje que sube,
desde las paredes de la vieja casa,
que sube, hasta las aturdidas torres,
sitio de vigías y adormilados hombres
que imaginan la ciudad,
la de los perros callejeros,
la de los muertos,
la de las calladas avenidas,
la ciudad,
la del circo
y sus tartamudos payasos,
la que calló para sobrevivir,
la que fue muro contra el despojo;
la ciudad, la de las puertas entreabiertas
y los ojos acechantes,
aquellos que hacían guardia
para cuidar a sus hijos de la muerte;
aquélla, de nuevas avenidas
y héroes cansados,
ataúd visceral,
burla de los muchachos de la escuela;
la ciudad, laberinto de puertas
y objetos sin nombre,
sin apellido,
sin podredumbre,
perdurable.
Poemas guatemaltecos
El ser ha llegado, por fin,
al umbral de los días nuevos,
en su rostro se dibuja la
ebriedad de la muerte,
como la materia profunda
de las piedras;
ha reescrito a ciegas
las señas de identidad
de las heridas más profundas.
¿Adónde voy
después de la renuncia?
Sin tus ojos
sin los hijos
sin el árbol de mi patio
sin mi perro
sin un nombre
ni un camino
¿Quién seré?
Aprendí todo de memoria
hasta el camino a ti.
Sapos de piedra
en la tarde
que empuja el viento
mientras el agua canta
hasta reventar
el sentir.
Mis ojos se fijan vacíos
llenos de volcanes que atardecen
chapotenado entre las aguas
y tu presencia resucitante
se vuelve azul
de repente.
En la Primera Comunión de Sebastián
El cuerpo y la sangre de Cristo
Amén.
Buscando la vida eterna
empiezan por saborear
el cuerpo de Cristo
y terminan
comiéndose los unos
a los otros
sin la menor piedad.
No estoy.
Estoy CERRADA POR INVENTARIO
hasta nueva orden.
Vean las cortinas oscuras
que he colocado
para que nadie se atreva
siquiera a tocar.
Más cerca de la muerte
que entonces
necesito saber cuánto de mí hay
cuánta desnudez me queda.
Comienza mujer
por escribir en los muros
con las uñas.
Para salir de prisión
sólo recordar
la palabra
la mano
la cerradura.
Día tras día mide
el tamaño de tu cárcel
recorre
el suelo por sus esquinas
la mirada
más allá del miedo.
Éstos son los cuerpos
de amantes que recuerdan.
Cuerpos tatuados en lechos verdes
y resucitados en la humedad
para recibir la partícula invisible
del amanecer
y agotarte y agotarme
hasta la última gota del diluvio.
Líneas dibujando líneas.
Hoy
aquella joven se casó.
Mañana
seguramente se cortará
el cabello
se pondrá pantuflas
y será tan vieja
como su mamá.
lo llevo en mi frente
y en mi sexo.
Es olor de piel humedecida
con lengua de gato negro.
El olor de tu mirada
espía perdigueramente
mi deseo.
Es olor de pan caliente
hecho en horno de leña
que se enreda en mi cabello
recorre mis senos
y me hace temblar
el presagio del vuelo.
Me voy de tu tierra
de tus raíces
de la patria de tu amor
porque quiero vivir
con las alas extendidas
y la sonrisa puesta.
Me voy de tu vida
buscando la mía.
Dicen que el exilio
es infierno y nostalgia.
es mujer de cabellera rala
y garganta seca.
Vieja de piel agrietada
lagrimea mientras camina
a tientas.
La tierra se queda ya
sin savia en las venas.
Está sentada
cansada
meciéndose
en el balcón.
No se oyen
pero escuchan.
Están sentadas
en la parte de atrás.
Cuando por fin alzan la mano,
descubren el rostro
de una palabra
con ojos de liebre asustada
que huye
de las cocinas
de los cuartos
y las salas
para asomarse
-aunque sea por un instante-
a un lugar sin paredes
pero con alma.
Mis primeros zapatos
eran desnudos
de niebla y estrellas
cosidos con agua de río.
NACÍ DESCALZA.
Descalza y húmeda
por si me olvidaba
de la huella.
Demasiado pronto
encerraron mis pies
y empecé a olvidar
el olor de la tierra.
Se vistió la mujer
con viejo vestido
de flores rosadas
de seda y hastío.
Se vistió de silencio
prudencia y olvido
se vistió la mujer
con el mismo vestido
de las viejas mujeres
del mismo destino
de las mismas historias
de los mismos caminos.
Somos dos soledades
que se beben
el amor impostergable.
Dos osadías
que se atrevieron a amar.
Dos biografías
escritas en papel y carne.
Llegué a ti desde mi ávido pasado
y llegaste a mí desde tu historia sedienta de
amor.
Para endulzar tu saliva
tu sangre
y la humedad de tu cuerpo
usaré veneno.
Te veré morir
lentamente
en este lecho
entre manos de agua
y leche.
La palabra que te ama
recorrerá tu cuerpo.
Trituraré la caña
y cuando hable
será jugo para ti.
Se hará nada
en los laberintos
de tu pensamiento
y endulzará el ayuno
de tus recuerdos.
Se derramará
pegajosa
entre tus dedos
te provocará
te llamará
te comerá por dentro.
Fui agarrándome de ti,
de tus ojos,
campanarios llenos de palomas,
y tu pecho
encendido como un lucero sólo.
Caminé desesperada
en los senderos
trazados por tus venas
y me así
a tus riñones
y testículos,
a tus orejas
y tu lengua.
Mentira:
el perfume
la voz
el encaje
la mujer de plástico
flor y ángel.
Verdad:
esqueleto y piel
angustia
pensamiento
eterna herida
inacabada.
Te propongo
la dulzura del higo,
su carne sonrosada,
replegada y húmeda
como un animal marino.
Goza el misterio de este fruto,
su textura de molusco,
su íntimo tamaño.
Tersa,
su pulpa
apremiará el deseo
de tu lengua.
A veces huyo
por intrincados caminos
construidos de palabras,
que me llevan
a los páramos de nadie.
Durante breves momentos
siendo este precario puente
hacia los otros,
con las palabras
que me crecen como ramas
en la boca,
y me sacan
de mi silueta
de animal desnudo.
Bajo el ala de la noche
que deja
su huella imprecisa
bajo la sombra
del corazón repudiado
rumores de vidrio
rozan el sueño esquivo.
En esa hora que rezuma olvida,
en esa hora secreta y desgarrada,
la piel que me contiene
se llena de nostalgia y latidos.
Casi podría decirte
devorada por la angustia
me asomo
a la vieja cueva prohibida
donde habitan
-libres y crueles-
mis monstruos, mis fantasmas,
los antiguos dioses
que me reservan un castigo inevitable.
Apenas un momento
los observo
y sus voces dispersas
se unen
llamándome con su canto de sirenas.
Nada he sido
nada soy
sino escondida isla
sin pájaros
ni habitantes
sin voces que la pueblen
yerma
apenas viva
negra isla
huérfana
de la ternura de los nidos
región del vértigo petrificado
sin risas
ni panales
áspera isla soy
hondo lamento arrinconado
en la soledad del viento
polvo y sal
nutren mi médula
desterrada la plegaria
y la esperanza
sin astros finales
sin oráculos
sin nombre
yo la torturada.
Tengo miedo.
Qué difícil contarte esta verdad,
porque tú no sabes nada
sobre su vestimenta leve,
que se va deslizando
por los huesos
y se prende
como una enredadera amarga
en lo más hondo
de las raíces de la vida.
Un solo corazón ama por dos,
por tres, por cuatro,
y por todos aquellos
que han dejado de amar.
Y cuánto amor no derrotado
le corre al solitario por las venas.
Más allá de la aurora
no muere, ni muriéndose,
su último zafiro.
A veces creo
que es bueno
darse una cagadita de zopilote
y es cuando
escurro ideas
por donde el sol
no pega
Construimos los castillos
y la arena se movía
con cada marea
se derrumbaban ambiciosos proyectos
y cada tarde diáfana
las romerías se acercaban
palas y manos
dedos y collares
para construir las murallas
y luego otros castillos
que a la noche
tocada de espantos
el mar barría sin ruido alguno
nada más aquel necesario
para acercarse a la muchedumbre
y trastocar los cimientos
de los seres que afanosos
aún creían en su grano de arena
De espaldas al mundo
como desafiante
al bullicio de la gente
la vida
pasa de prisa
bañándome de sudo