Ars Amandi (5)

Tu cuerpo es como una mesa dispuesta para un banquete
llena de viandas, de frutos, de vinos, panes y mieles.
Tu cuerpo es como un altar dispuesto para el rito,
la devoción, el silencio, la comunión, el sacrificio.
Tu cuerpo es como un barco dispuesto para el viaje
a la otra orilla del sueño, desafiando el oleaje.

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Ámbito

Palacios abandonados:
una ráfaga escabrosa de tiempo
pasa por ellos: un hálito de ausencia,
una explosión de pétrea melancolía.
Y sin embargo están allí:
con sus muros altísimos
y sus vastos recintos dispuestos
para la escena sublime
del ritual desplegándose frente
a la pregunta permanente
de los ojos humanos, ¡ceremonias,
rituales de la grandeza y el asombro!

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Alfonso Cortés

A Ramiro Argüello Hurtado,
inmerso y recoleto en la ciudad de León

Un hombre solo, ceñudo, ceñido
a su estrofa interior, camina
por las calles de la vieja ciudad colonial.
Es joven ese hombre, pero antiguo,
de tanto bullirle el Ser dentro de sí,
de tanto cosquillearle la palabra suprema
en el caracol de los sentidos.

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Tarde

La tarde ronda siempre la infinidad
del día. Un límite de muerte
que nos recuerda el fin de toda cosa,
el color, los colores que se apagan,
los labios abrevando en la marea baja,
el cansancio del párpado y del cuerpo
buscando la sombra de la cueva,
el café con su leche, la poción
silenciosa, el lomo de los libros
intocados esperando la mano
que los abra y descifre.

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La corona de espinas

Desde que vi, en la primera iglesia
-vecina de la casa en donde cantaron
los gallos de mi nacimiento junto
a la sonrisa inclinada y curiosa
de mi madre-, la faz de Jesucristo,
su corona de espinas, no he dejado
de buscar nunca a ese hombre,
la suma toda del dolor humano,
la suma de lo que no dijeron
ni griegos ni romanos, ni el judío
fariseo envuelto en su traje lujoso
de Pontífice dictaminando la Ley
y la Norma como después en las
capillas augustas del Vaticano.

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Celebración frente al espejo

Partamos de la imagen de la mujer frente al espejo.
Recordá a Picasso y sus colores quebrados
en la superficie de lo soportable,
los dos cuerpos diferentes, nunca el reflejo
el uno del otro.

Dejalo ahí.
Pensá en el poeta inventariando el cuerpo poseído
Templo de los Abandonos, en el que atisba
desde la semiluz y semisombra
al onírico cuerpo femenino
paseándose por habitaciones clandestinas
ofreciéndose hermosamente irregular
en la superficie frágil del cristal, seguro.

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Geometría de la mujer

Soy mujer
Redonda como el Universo
Pirámide que desconoce sus secretos
Tringular en algunas partes
con hipotenusas perfectas
y calculables
por cualquiera de mis lados

Soy mujer
Cuadrada y terca cuando de vos se trata
Pentagonal cuando planeo
la más secreta de mis armas
Soy mujer-Lineal
la distancia más corta
entre tu todo y tu nada

Soy Mujer Punto
tal vez de tus referencias.

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Pernocte

Encorvada la garra del animal
Uno. El otro sobre las crines
el colmillo de mamífero siempre
encima. Y el otro solo pellejea
ladra y fuerza.
El insomnio no conoce de paciencias.
Perrea en la noche, la familia como una bandera
que ondula en trizas.

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Credo

Creo en el sol aún cuando no brilla
y en la tierra aún si es estéril.
En el trabajo aún si es esclavo
y en las manos aunque no estén unidas.
En el dolor aún cuando nos duela
y en Chile aún cuando agoniza.

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Yo, mujer

Yo, mujer,
terca habitante del planeta
veo llegar el día en que el otoño
bese feliz la primavera.
Espero la vendimia de mi sangre.
Veo tomarse ocres las verdes hojas de mis manos.
Siento crecer la vida que sembré con loco amor
e insensatas alegrías,
mientras fueron pasando, uno a uno,
soles, constelaciones y planetas.

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Fuga de otoño

Aquí todo, hasta el tiempo se hace espacio.
En los viejos caminos nuestra voz yerra como olvido,
y un éter lleno recuerdos, se ha salido
de nosotros el alma, para vernos de lejos.

El cielo es como un fiel recuerdo de colores,
en que tú arremolinas, luz sonora, tus vientos;
la loca de la tarde hunde sus pensamientos
de luz, en la epidermis de seda de las flores.

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Irrevocablemente

Por donde quiera que escudriña la mirada,
sólo encuentra los pálidos pantanos de la Nada;
flores marchitas, aves sin rumbo, nubes muertas…

Ya no abrió nunca el cielo ni
¡la tierra sus puertas!
Días de lasitud, desesperanza y tedio;
no hay más para la vida que el fúnebre remedio
de la muerte, no hay más, no hay más, no hay más
que caer como un punto negro y vago
en la onda lívida del lago,
para siempre jamás…

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