Pan y vino

Surge, a un replique modulado en trino,
del misterio floral en que reposa,
la blanca Eucaristía, blanca rosa
emergente del Cáliz purpurino.

La espiga recibió el Cuerpo Divino,
pero la vid su sangre generosa…
¡El trabajo y la lucha, en dolorosa
íntima comunión de pan y vino!

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Pomarrosas

En las orillas de los viejos ríos,
que llevan sus corrientes rumorosas
por los bosques recónditos y umbríos,
nacen las pomarrosas
pálidas, escondidas y aromosas,
lejos del sol, como los versos míos….

En el suelo feraz, que al agua inunda,
yérguese el tronco en la raíz profunda,
al son perpetuo del raudal sonoro;
¡y absorbe, en cada poro,
el jugo que le nutre y le fecunda
y el resplandor de sus manzanas de oro!

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Último actio

Colgádme al pecho, después que muera,
mi verde escudo en un relicario;
cubridme todo con el sudario,
con el sudario de tres colores de mi bandera.

Sentada y triste habrá una Quimera
sobre mi túmulo funerario…
será un espíritu solitario
en larga espera, en larga espera, en larga espera…

Llegará un día tumultuario
y la Quimera, en el silenciario
sepulcro erguida, lanzará un grito…

¡Buscaré entonces entre mis huesos mi relicario!

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A MIS AMIGOS

Cuando no reste ya ni un solo grano
de mi existencia en el reloj de arena,
al conducir mi gélido cadáver,
no olvidéis esta súplica postrera:

no lo encerréis en los angostos nichos
que llenan la pared formando hileras,
que en la lóbrega, angosta galería
jamás el sol de mi país penetra.

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CANTO A PUERTO RICO

¡Borinquen!, nombre al pensamiento grato
como el recuerdo de un amor profundo;
bello jardín de América el ornato,
siendo el jardín América del mundo.

Perla que el mar de entre su concha arranca
al agitar sus ondas placenteras;
garza dormida entre la espuma blanca
del níveo cinturón de tus riberas.

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Hombres descalzos

Grávida luz, me hiere tu silencio;
quéjate, grita, rómpeme la sangre
con un feroz escalofrío.
Será la muerte, sí, pero no importa.
¡Morir hasta que el mundo resucite!
Morir hasta que sean en el mundo
los hombres recorriéndolo descalzos:
¡la humanidad por fin enriquecida!

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Tú sabes

(…) Aunque me sepas, ¡mírame!
¿Y si yo no pudiera?
¿Si al buscarme,
me desmoronara. los desconociera,
¡tus ojos, ellos, sobre mí, como una brizna de calor!
y dejáramos de ser?
Ellos, sobre el mundo.
No nos importará repasar el camino,
andarlo y andarlo.

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Tú venías

Tú venías.
Sobre un mar infinito de lumbre venias soñando.
Y en tus ojos, despierta, venia la flor en su nieve.
Tantos pájaros eran contigo, que arpegios gozosos
imantaron la seca llanura, ¡y todo fue vuelo!
Fue en el aire canción de azucena tejiendo su encaje.

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Vergüenza

(Ante una muerte)

Cae tu muerte en mi corazón, llenándolo de vergüenza.
Le grito a mi corazón: «¡Nunca!»
Pero él levanta una nota y me contesta:
«Siempre», murmuro. «¡Siempre!»
El eco repite sobre el mundo: «¡Siempre, siempre!»
y todos los poetas,
con tu muerte doliéndoles, avergonzándolos,
responden: «¡Siempre!»
Porque, mientras tú morías,
mientras tus manos que morían aún intentaban volar
todos los poetas abrazaban su canción.

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Bestiario

Esta es la historia de una mujer en su
habitación. De noche un enorme
insecto se dedica a vigilarla. La
mujer confusa, la mujer irritada, por
tan insignificante animal. La mujer
atemorizada huye de esquina en
esquina, más sus sentidos le indican
que el animal se encuentra cerca.

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La cabalgata

Todo el día he estado cabalgando
este caballo. Un animal vigoroso
y suave al tacto. Es como trotar con el lobo,
la zorra, sus patas, su cabello largo.
Galopando con esa intensidad me
aficiono al óvulo, al ovario entero,
todos los huevecitos de mi cariño
y de a poco cuatro poderosos brazos
me levitan, sientiéndome cómoda,
sin peso, suelta, suspendida y estas ganas
de estar, solo estar, la mera presencia
y brillo como un hallazgo de oro
en mitad de la cueva o un incendio
de guirnaldas en medio del bosque.

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Alta mar

Para asomarme, desde mi alma, al mundo
ábrete y serás tú la única puerta.
Ábrete en un amor tan ultrahumano
que se salga del caso de la tierra.

Ábrete en el temblor de la mirada
que más en tu alma que en tus ojos tiembla,
y en el rocío de sangre de lucero
que te untas en los labios cuando besas.

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Anhelos

Oh, los anhelos de mi amor insanos.
Quiero empañar tus límpidos cristales
y ver palidecer esos corales
sobre las perlas de tu boca ufanos.

Quiero que llore, herida en sus arcanos,
tu fuente de rosados manantiales
y que tiemble en tus tiernos maizales
la panoja rindiéndome sus granos.

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Carnaval

Bella ficción de reinas y de reyes…
Oh, carnaval, alegre carnaval,
que unces tus yuntas de mejores bueyes
y aras la carne en el vaivén del vals.

Arado quo revuelcas corazones,
en surcos de dolor y de placer,
y arrancas las raíces y tocones,
que dejaron las siembras del ayer.

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El negro

Niño, de noche lanzábame a la selva,
acompañado del negro viejo de la hacienda,
y cruzábamos juntos la manigua espesa.
Yo sentía el silencioso pisar de las fieras

y el aliento tibio de sus bocas abiertas.
Pero el negro a mi lado era una fuerza
que con sus brazos desgajaba las ceibas
y con sus ojos se tragaba las tinieblas.

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Germinal

¿Qué me dicen desplegadas las nubes,
esas nubes de tus tristes ojeras?
¿Qué me dicen tus mejillas tan pálidas,
esas curvas de tus nobles caderas?

¿Qué me dicen tus mejillas tan pálidas,
tus dos cisnes ahuecando su encaje,
tus nostalgias, tus volubles anhelos
y el descuido maternal de tu traje?…

¡Oh!, yo escucho, cuando tocas a risa,
un allegro que del cielo me avisa,
y vislumbro, cuando el llanto te anega

en los lagos de tus ojos en calma,
las estelas de la nao de mi alma
que en el cosmos de tu sangre navega.

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Hambre azul

Ensueño que estoy cenando
y que tu espalda es mi mesa,
acostada su blancura,
como en la playa te viera
nadando sobre la ola
o echada sobre la arena.

Mesa desnuda, sin nada
de mantel ni servilletas;
azucarada, olorosa,
pintada de miel de abeja
libada en los azahares
de la luna y las estrellas.

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La negra

(A Félix Matos Bernier)

Bajo el manto de sombras de la primera noche,
la mano de Elohím, ahíta en el derroche
de la bíblica luz del fiat omnifulgente,
te amasó con la piel hosca de La serpiente.

Puso en tu tez la tinta del cuero del moroco
y en tus dientes la espuma de la leche del coco.

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Linda rubia

Linda rubia: las otras lindas rubias
saben que tú eres la más rubia entre ellas.
¿De qué áureos medievales, de qué onzas
de virreinos en flor, de qué monedas,
por el roce de siglos derretidas,
se amontonan en tus bucles y tus trenzas
la melcocha de oro en que embalsada
salta en rizos de sol tu caballera?

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Ojos negros

¡Ojos tuyos! Ojos negros, que el amor los enfurece.
Pupilas que se dilatan ante la azul inmensidad.
Astros donde la luz se ennegrece
para que haya estrellas en la claridad.

Viajeros en que el polvo de la Vía Láctea florece,
porque vienen jadeantes de la eternidad.

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Pancho Ibero

(A Antonio Pérez-Pierret)

¡Pancho Ibero! Tronco de honda raíz ibérica
y encarnación de la América española.
Una ola te trajo a las playas de América.
¡Pancho Ibero! ¡Bendita sea la ola!

Tramas la dictadura, pero armas la revolución;
que eres a un tiempo pulpero y soñador.

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Parió la luna

Altamar del Mar Caribe.
Noche azul. Blanca goleta.
Una voz grita en la noche:

-¡Marineros! ¡A cubierta!

Es el aullido del lobo
capitán de la velera.
Aúlla porque ha parido
su novia la luna nueva.

Y todos yen el lucero
que en el azul va tras ella:
ven el corderito blanco
detrás de la blanca oveja.

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PUEBLO

¡Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo
donde mi pobre gente se morirá de nada!
Aquel viejo notario que se pasa los días
en su mínima y lenta preocupación de rata;
este alcalde adiposo de grande abdomen vacuo
chapoteando en su vida tal como en una salsa;
aquel comercio lento, igual, de hace diez siglos;
estas cabras que triscan el resol de la plaza;
algún mendigo, algún caballo que atraviesa
tiñoso, gris y flaco, por estas calles anchas;
la fría y atrofiante modorra del domingo
jugando en los casinos con billar y barajas;
todo, todo el rebaño tedioso de estas vidas
en este pueblo viejo donde no ocurre nada,
todo esto se muere, se cae, se desmorona,
a fuerza de ser cómodo y de estar a sus anchas.

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Reunión de espejos

Hay en San Juan una cuesta empedrada
por la que circula el viento
de la bahía profunda,
vuelan las risas sobre los espejos
y tallan en las azoteas
huellas nocturnas.
¿Qué nuevo camino se impone
en este laberinto que oculta
un sombrero de plata?

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CIALES… CASI CIELO

A mis padres
en la eternidad

Ciales…
casi cielo

Cuenca de tierramante de luceros
entraña y corazón de Puerto Rico
Corazón de la Patria
nido y vuelo

Desde la austera meseta castellana
esta ocre luz en grises tamizando
velo de oro en la otoñal nostalgia

¡altos los cielos!

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