La ofrenda

¡Que vuelo sideral de ala extendida!
¡Que zigzag de emoción era su vuelo!
¡Que ansiedad por llegar al Santo Suelo
vibraba en el albor de su caída!

Y llegó palpitante, estremecida
a ofrendar la grandeza de su anhelo,
el destello alumbraba al mismo cielo
que en su seno teníala dormida.

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La esperanza

Así la aparición era esperada
como Signo Celeste de ventura,
presciencia presentida, clara y pura
que en la mente del pueblo era fijada.

Su irreal realeza, casi una tortura
por la ansiedad de su presencia amada,
rayo de luz, emblema de dulzura,
gloriosa en su existencia ya forjada.

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La duda

Y un vislumbre se vio. ¡Era la lumbre!
que entre sombras lejanas se acercaba,
por violentos instantes se alejaba
y volvía otra vez la incertidumbre.

¿Era El Pájaro Azul allá en la cumbre
acaso, el mensajero que Ella enviaba?

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A la silla de ruedas

Guardiana de los libros: Ya cerrados
los fríos brazos de brillante acero
quietas las ruedas. Fijos y callados
los goznes rechinantes, mustio el cuero.

Evocadora fiel de los cuidados
últimos del vivir bajo el alero
que guarda imagen, risa y ceño amados,
postrer amor que siempre fue el primero…

Descansas hoy, el freno detenido,
más bien paralizado tu crujido
en el ir y venir de aquella mano

que dejara su huella en el gemido
del dolor y el placer de haber vivido:
espejo del final de un ser humano.

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Desolación

Llamaron a mi puerta, y por temor a las sombras
y a los lobos hambrientos no respondí. Fue el hu-
racán, el amor o la muerte? ¡Quién sabe! ¡Tal vez!
Más tarde tuve encendida mi lumbre y servido mi
vino. Nadie llamó.

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Gato negro

Alma de duende en cuerpo de sombra. Enjoyada la cabeza,
el espinazo interrogante, el paso de seda.
Las campanas desbordan sus doce vinos. Luna en los
tejados. Brisa en las ramas deshojantes. La pedrería
de los ojos del gato se abrillanta.

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Noche mendiga

En los telares eternos, las brujas tejen fantasmas
para estas noches de invierno. La geometría gris
de la tristeza descuelga un arco trágico sobre el
lomo del tiempo.
Madre Miseria ríe, piruetea y danza en el circo
de las desgracias; en las callejuelas mendigas,
los perros hambrientos aúllan, aúllan hasta hacer
rodar sobre las sombras los aros fríos del silen-
cio…
Luna medio apagada, lluvia fina y nerviosa.

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A Chistina Georgina Rossetti

¿Dónde crece el manzano marinero
que sabe de la espuma y la colina?
¿En dónde la granada granadina
para el cumpleaños del amor primero?

¿Va en el aire tu acento verdadero
o duele a media sangre, como espina?
¿Se esconde bajo el sueño que adivina
el luminoso viaje del lucero?

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A Gabriela Mistral

Una rosa de angustias -mar y viento-
y la estrella que gime en tierra oscura;
una secreta herida de ternura
y el camino interior del pensamiento.

Tu nombre fijo, tu divino intento,
la suelta voz que llega, larga y pura;
este compás de sangre, que asegura
tus cantos recogidos en mi acento.

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Cancion que te hizo dormir

La noche del mundo:
¡qué largos cabellos!…
Los suelta en la torre,
la torre del viento.

Los peina en el valle,
los trenza en el cerro,
los abre en las ramas
frías del almendro.

¡La noche del mundo:
qué oscuro su cuerpo!…
En él transforman
las cosas del suelo:
el lirio descalzo
se calza de acero;
el loro se vuelve
piedra de silencio;
la errante neblina,
ángel medio ciego;
y el naranjo en flor,
un oso de hielo.

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Cara y cruz

Alta visión de un sueño sin espina,
honda visión en realidad clavada;
ansia de vuelo en recta que se empina,
miedo del paso en curva accidentada.

Rosa de sombra, rosa matutina,
una caída y otra levantada;
ángeles invisibles en la esquina
donde el presente cambia de jornada.

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Casa sobre tu pecho

I

A medio otoño, casi del olvido
volviendo con la rosa del verano;
el mar del corazón bajo tu mano
y el camino de ayer para el oído.

No es golondrina, no, la que ha venido
al cielo de este cielo cotidiano;
porque llega del frío más lejano
sabe escoger la tarde de su nido.

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Del fino amanecer

(Fragmento)

Hermoso el visitante,
descubridor de grutas misteriosas
y amigo de mi frente.
Me contó su aventura con las olas;
su pacto con la tierra;
quiso evocar edades ya borradas,
nombres que fortalecen,
y anunciando la noche más difícil
dijo: ‘busca el lucero’.

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Dibujo del regreso

Para Alberto Velásquez

Alza la dulce muerta su carne soterrada
en verdes que se extienden del suelo a la retina.
Con un gesto de flor responde a tu llamada;
sobre su nombre nuevo un pájaro se inclina.

Lo demás… gracia rota, palabra peregrina,
corazón exprimido y sueño sin morada,
como fuego celeste -¡trémula serafina!-
permanece en tu amor y quema en tu mirada.

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El misterio

Alma encarnada en mi seno
¿de qué mundos has llegado?
¿Por qué entre miles de madres
a mí has buscado?
¿Qué lección dura o sencilla
has de aprender en la Vida?
¿Habrá más risa y más canto
por tu venida
o debo de tener lista
carga de fe y de valor,
para hacerle frente, juntos,
al Amo Dolor?

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En un lugar del alma

En un lugar del alma, entre muros de olvido
y en arenas estériles, se entierran los amores
que nos nacieron muertos; y en tierra bendecida,
donde sueño tras sueño la vida siembra flores,

los que ya comenzaban a fabricar su nido,
cuando los alevosos minutos cazadores
les hirieron el alma… y los que sólo han sido
samaritano ungüento para nuestros dolores.

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Espejo

Miré a la dulce niña del pasado
con piel ansiosa y con el ojo puro,
dibujando su forma contra el muro
donde el amor la había equivocado.

Era yo misma…cuerpo ya olvidado,
gesto de ayer y corazón seguro;
simple inocencia en el afán oscuro
y ssecreto del canto inaugurado.

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Eva a Adán

¡Si tienes sed, Adán, abrévate de mi boca!
¡Ten fe y obra el milagro! ¡Mis besos serán buenos
como el agua que un día brotara de la roca
y como la que el Hijo de humildes nazarenos,

que será, de amar tanto, Dios mismo, cambie en vino!

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Fuerteza

Esta colina de girasoles
convertida en zompopero humano;
estos hombres amargos
con desafiantes niños sin ropas;
esta sequía veranera
y estas humedades que cultivan fiebres;
estas muchachas morenitas
jugando a ser mujeres antes del tiempo;
estas madres de quince partos
y diez hijos cabales en el hambre;
estos abuelos come-sin-dientes;
estos mendigos de mendigos;
estos ladronzuelos robando cuanto pueden
desperdicios de robos mayores;
estos perros como ánimas solas;
esta ‘fuerteza’ que es paraje y defensa
de los que nacen para morir pobres.

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Hermanos

Peso del aire, vuelo de la tierra
en opuesta verdad y simbolismo;
doble color del cielo y del abismo
que el ojo exacto de la vida encierra.

Sal aceptada, dulcedumbre en guerra,
paisaje del espejo y de ti mismo;
isla del sueño, mágico bautismo,
ángel sin voz que llama y que destierra.

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La cantora y su tiempo

Vivo un temblor de presentimientos
y estoy en medio de la borrasca
como la sacudida hoja de un árbol inútil.

Presencio el instante que enloquecidos visionarios
anunciaron con signos de relámpagos
y me dobla su fuerza incontenible
y su maduro peso funeral.

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Migajas

Va la hormiga con un retazo de amapola
hacia el blando montoncito de arena.

Yo soy insecto,
tú eres insecto,
él es insecto.

¡Ah pesada basura
la del nombre que escogieron
para hacerme tan importante!

*

Como poeta ciego
canté mi ensueño, mi albergue,
mi amistad y mis lágrimas.

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Niño de ayer

Eras niño de niebla
casi en la nada;
nombre de mi sonrisa
detrás del alma.

Y era un barco dichoso
de tanto viaje
y un ángel marinero
bajo mi sangre.

Subías como el lirio,
como las algas;
en tu peso crecía
la madrugada.

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Nodriza

¡Calla , mi flor de leche,
mi siempre niña!
Los sueños que se cuentan
se hacen ceniza.

No te fíes del mar
porque da y quita,
ni del hombre que llega
de lejanías.

Primores de este valle
son tuyos, hija.

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