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Ah! reanimad con la uva mi marchitada vida;
ungidme en sus aromas si es ya mi último sueño;
y envuelto de hojas frescas en túnica florida
dejadme entre las frondas de una huerta escondida;
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Para que, reviviendo por la vernal tibieza,
pueda enviar mis adioses a los viejos amigos,
en la rama que al muro se inclina y se adereza
para verter sus flores por sobre su cabeza;
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Para que mis cenizas, como el vástago altivo
de la viña, el espacio en espiral escalen,
y así, el buen creyente, si pasa pensativo,
no quedará enredado por absorto o esquivo.
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