Del silencio

Mientras el cuerpo nos protege
del desastre

y un turbión hace cauce en nuestras venas
y se nos cubren los ojos de raíces agrias

mi alma sabe que allá del otro lado
en la esquina o tienda o consultorio
también tú te sufres en la oscuridad
con los brazos abiertos
para recibirme.

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Ella es yo

Porque te conozco
porque adivino a qué horas
en qué rincón

porque te descubro leyendo las cartas
tristes que te envío
los besos al mayoreo
los regaños que firmas con tu nombre

porque entiendo que no gustas de lavar
un calcetín
y no de salir en las mañanas a comprar
para el almuerzo
el pan de ausencia que habrá de consolarte

porque un botón de la camisa que me pongo
a diario
de la única camisa de hombre bueno
que me queda
te hace llorar hasta el fondo de mí
y me hiere

porque estás conmigo
y sé lo que tú eres
me conozco

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Diatriba

Si los otros
los que llegan a deshoras
y se marchan

los que respiran comen
y se acuestan

supieran que te quiero hasta la punta
del mediodía
y que tú también me quieres
y nos queremos

no les dolería vemos tan cansados del amor
tan agobiados
en esas noches en que apagamos la luz
para olvidamos un poco.

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La tierra donde crece

Qué alegres las semanas y los días contigo
qué mar en calma eres cuando estoy
cuando acostados uno encima de otro me preguntas
algo que he olvidado

o te recuestas como sabes
y arrancas las costritas de una nostalgia
o de una lluvia triste como todas las lluvias
que hay en mí

qué alegre sabemos en una casa solos
en una ciudad
sin que el vecino se entere de que sufres
o gozas cortándome las uñas

y que tú y yo nos bañamos al amanecer
y hablamos de un cigarro
o de un botón
cuando alguien habla de la mujer
que ha regresado

qué alegre todo esto de no saber quién soy
sino por ti
de no saber si estoy contigo
que ahora me miras
para reconocerte

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lighthouse

el poema que escribí ayer,
el escrito a ojos vistos de la noche,
su cuerpo de espaldas a tu cuerpo,
reposa (y ahí está) todavía
esperando andar/

nada anda (desde entonces) si tú no haces o señalas,
si no construyes
o derribas,
en tu altura/

hoy (es decir: jamás) descubrí su caracol en llamas,
su mapa de pájaros y espumas,
su círculo sin calles o vigilias:
herida o no, hay una carta,
por ejemplo/
una mesa intalterable,
otra verdad ligeramente en pie/

todo (y hasta tus manos, que no son) termina,
se hace viento
y recomienza.

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Remanso

Tus ojos claros me convencen
y me convences tú que estás en ellos
yo que soy tus ojos
y que miro un rayo de luz que hay en ti
de esa luz que alumbra un rincón
una mesa donde se aman amor y desamor
el punto exacto del encuentro no por azar
sino por cita previa
a tales horas

esa tuya luz está precisa siempre para alumbrar
adioses bienvenidas
para decimos claramente que es ahí ahí donde hay
que poner los ojos
para no perder rumbo y distancias
auras horizontes

por eso yo tus ojos soy
y por ti no pierdo ni un detalle
ni un suceso
ni un encuentro bueno o malo en fin
porque tus ojos claros me convencen
tus ojos que me alumbran para verme desde ti
en qué amor ando
en cuál dolor

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Testamento

Debo confesar que la he visto desnuda
dormir con la luz encendida
derrotada al fondo de la cama sucia
entre las colchas manchadas por pleitos anteriores

debo confesar que otras bocas han pronunciado
sus más austeras cicatrices
y se han burlado conmigo de todas las lluvias
que carga tan lloradas
y la han maltratado como a una perra sarnosa

debo confesar que también desnuda se levanta
para ir al baño
y lee las cartas que le escribo cuando no estoy
Cuando de algún modo me ausento

y la he encontrado en otros labios que descubro
por la calle
y la he besado en otros rostros ligeramente fríos

debo confesar que he salido a oscuras de su cuerpo
a cazar otros cuerpos
y en esos cuerpos sin lamentos ella está
más profunda todavía más cercana sin saberlo
como si esas voces que me llaman fueran distintas
amarguras
como si esa carne extraña conociera ya
el rumbo de mis manos.

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Un canto sin orillas

poema que va naciendo con la luz del pájaro, esta mañana,
aquí, en el
compás de lo imprevisible/
escritura que no conspira contra nadie
y hasta en ello se equivoca/
¿se equivocan acaso los que aman?
¿también los que no aman se equivocan?

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Vivirnos

La quiero porque tiene una orquídea
en los ojos tristes
porque se levanta ausente de mí
y me recuerda
y yo me ayunto a su piel y la acaricio

me toco en la guitarra su canción
esa canción que hacía que ella por ella misma
caminara
sin necesitarme
sin pedirme una mano
sin mis ojos

ahora no puede respirar si del aire de mi aire
no le doy
si mis latidos no laten

ella no puede hacerse a la comida ya sin mí
no sale a la calle sin decir gordito ahorita vengo
voy por las tortillas
no me tardo

me espera con la luz encendida debajo de las sábanas
y cuando llego vuela de un aire a otro aire
brilla en la oscuridad como luciérnaga
se adelgaza y se agranda como un resorte vivo

la quiero porque a veces pienso que soy yo mismo
y a veces cuando va de visita con amigas
o la saluda aquel muchacho que la quiere aún
o todavía
lo mismo da
yo me descarno me rasguño me deshueso

y eso que pienso a veces
eso de que yo soy ella y ella yo conmigo
lo confirmo.

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Arieta

Yo me enveneno con un recuerdo:

En el violado camarín, la seda
y el sutil vello y de odorante nardo
discreto olor y la hora soñada…

Yo me enveneno con un recuerdo.

En el violado camarín, el mudo
férvido amor que en las pupilas arde
y el tibio zumo de la boca henchida…

Yo me enveneno con un recuerdo.

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Arieta II

A Pepe Mexia

Perfumes, aromas ya idos. ..
Aromas, perfumes… Aromas
de áloes, sándalos y gomas,
suaves perfumes abolidos:
¿en cuáles Edenes perdidos,
en cuáles Pompeyas, Sodomas,
Lutecias, Corintos y Romas,
estáis?

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Balada del mar no visto, ritmada en versos diversos

No he visto el mar.

Mis ojos
–vigías horadantes, fantásticas luciérnagas;
mis ojos avizores entre la noche; dueños
de la estrellada comba;
de los astrales mundos;
mis ojos errabundos
familiares del hórrido vértigo del abismo;
mis ojos acerados de viking, oteantes;
mis ojos vagabundos
no han visto el mar…

La cántiga ondulosa de su trémula curva
no ha mecido mis sueños;
ni oí de sus sirenas la erótica quejumbre;
ni aturdió mi retina con el rútilo azogue
que rueda por su dorso…
Sus resonantes trombas,
sus silencios, yo nunca pude oír…:
sus cóleras ciclópeas, sus quejas o sus himnos;
ni su mutismo impávido cuando argentos y oros
de los soles y lunas , como perennes lloros
diluyen sus riquezas por el glauco zafir…!

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Canción nocturna

En tu pelo está el perfume de la noche
y en tus ojos su tormentosa luz.
El sabor de la noche vibra en tu boca palpitante.
Mi corazón, clavado sobre la noche de avenuz.

La noche está en tu frente morena, erguida y frágil
y en tus brazos que un vello sutil aterciopela.

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Cancioncilla

Quise una vez y para siempre
-yo la quería desde antaño-
a ésa mujer, en cuyos ojos
bebí mi júbilo y mi daño…

Quise una vez -nunca así quise
ni así querré, como así quiero-
a ésa mujer, en cuyo espíritu
fundí mi espíritu altanero.

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Cancioncilla 2

Tú coronas mis quince lustros
con el cíngulo de tus brazos,
con el cíngulo de tus muslos,
con el perfume de tus labios,
con el éxtasis de tu júbilo
-cabrilleante por los lagos
auriendrinos, hondos carbundos-.

Con la tersura de tus manos,
con el ardor de tu combusto
tesoro en flor, que orna melado
toisón en rizos: el refugio
fragante, que al híspido fauno
tú le donas, -intercolumnio-:
oasis tibio entre alabastros.

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Divagación nocturna

Riela en mi alma tu recuerdo
como la luna sobre el mar…

En el silencio de mis noches
oigo tu voz aletear,
tu voz que me dice muy paso
que no me quieres olvidar…

En el silencio de mis noches,
-como la luna sobre el mar-
riela en mi alma tu recuerdo…

Veo el undívago vibrar
de las estrellas, en tus ojos…

Me embriaga el cálido aromar
de tu melena tenebrosa…
Tu frente, -un milagro lunar-
trasluce los puros anhelos
de tu querer, de tu ensoñar.

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Doble canción

I
Tengo una sed de vinos capitosos
-venusino furor, pugnas salaces,
ojos enloquecidos por el éxtasis,
bocas ebrias, frenéticos enlaces-.

Tú, Dinarzada, tú, fogosa mía,
tú, Melusina, vid de mis deseos:

¡dóname tu lagar tibio y recóndito!

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La luna blanca… y el frío

La luna blanca… y el frío…
y el dulce corazón mío
tan lejano… tan lejano…

¡tanto distante su mano…!

La luna blanca, y el frío
y el dulce corazón mío
tan lejano…

Y vagas notas del piano…
Del bosque un aroma arcano…
Y el remurmurar del río…

Y el dulce corazón mío
tan lejano…!

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Más breve

No te me vas que apenas te me llegas,
leve ilusión de ensueño, densa, intensa flor viva.

Mi ardido corazón, para las siegas
duro es y audaz…; para el dominio, blando…

Mi ardido corazón a la deriva…
No te me vas, apenas en llegando.

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Mi pobre amor se está yendo

Mi pobre amor se está yendo…
yo me quedaré llorando…
La lluvia, leve, cayendo;
una nube, allá, glisando…

Mi pobre amor se está yendo.

Lejos, muy lejos!, soñando
la dulce amada, y tejiendo
su ilusión, me va matando…
Mi pobre amor se está yendo…

¿Qué pasa, que nada entiendo?

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Nocturno N° 2 en mi bemol

(Scherzo Serloso)

I
Tiro los dados en el azul tapete de la noche
para jugar el albur supremo!

Juego mi vida!
La llevo perdida
sin remedio…!
Bien poco valía!

II
Juego mi vida contra una sonrisa de Venus Cipriota
hembra madura, parpadeante en acecho del primer cupido;
o contra la Osa Mayor
que ha de bailar en las ferias al són del adufe;
o contra el anillo de latón de Saturno, viejo verde,
taimado prestamista, insigne usurero;
o contra el rebaño de las Pléyades,
-vírgenes necias, capretinas locas-.

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Rimas

Tímida, la palabra
de tus labios caía,
y en mi pálida frente
dolorosa y macabra,
toda melancolía
se regó, evanescente,
blanda, como un arrullo…

Oh tu voz adorable…
¡Voz única entre tantas!
(Bajo el influjo suyo
fue placer inefable
mi dolor…) -Hoy no encantas
este fúnebre yermo…

( No sé dónde se riega
-toda melancolía-
tu voz… ) -Y estoy enfermo
porque tu voz no llega
a bañar de alegría
mi sufrir… en mi vida
dolorosa y macabra,
tal vez hubieran sido
para curar la herida,
tu voz y tu palabra
que yo jamás olvido…!

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Ritmos

A Rafael Maya

Atardecer.
Temor crepuscular…
Inquietudes que el véspero insinúa…
Luces violadas. Nombre de mujer
que escucho musitar
cuando el silencio se acentúa…

Angustia tremulenta.
Indeciso dolor
que no se nombra…
Indeciso dolor que se aposenta
-frío y taimado- en lo interior
de nuestra sombra!

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Señora, Dama, dueña de mis votos

Señora, Dama, dueña de mis votos!
¿cuándo veré tus ojos encantados,
tus manos inasibles, tus dedos abusados,
y tus cabellos -piélagos ignotos-

Cuándo veré tus ojos encantados,
y oiré tu voz de ritmos sosegados…!
Pero serán todos mis sueños rotos
por el furor de inevitables notos…
y tus manos pequeñas -los dedos ahusados-
no curarán mis rudos alborotos,
ni darán paz a mis martirizados
labios, que ardieron odios y sedes y pecados…!

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Soneto

No te besé la boca sino cuando
me decías que el viento te besaba…
Si te gocé, ello fue si te gozaba
también Eros….: con él te iba gozando.

Yo sólo se decir como es «amando»
ni supe ni sabré como es «amaba»….

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Vieja romanza

Oh gracia de tu rítmico cuerpo gozado un día!
Oh misterio inasible de tus ojos sedeños!
(Me persiguió tu hechizo por ilusos y lueños
países encantados que holló mi fantasía…)

Oh gracia de tu cuerpo que ritmó la alegría
para danzar la Danza Única de mis Sueños!

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Al final tres deseos

Ven, baila conmigo mientras aún aliente
y exista de suelas arriba.
Lo que de cambiar el paso he aprendido desde mi infancia
me sigue siendo conocido, como la palma de la mano,
pero a menudo, en la pantorrilla izquierda siento un golpeteo,
un dolor que se me va cuando estoy quieto.

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Amor

Es esto:
Transacciones sin efectivo.
La manta siempre un poco corta.
El contacto flojo.

Buscar más allá del horizonte.
Rozar con cuatro zapatos las hojas muertas
y frotar mentalmente pies desnudos.
Arrendar y tomar en arriendo corazones;
o en la habitación con ducha y espejo,
en un coche alquilado, con el capó hacia la luna,
dondequiera que la inocencia se baja
y quema su programa,
suena la palabra en falsete,
cada vez diferente y nueva.

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Danza de los velos

Y cae otro
pues tu vestuario, inagotable:
el cajón de los saldos, en liquidación.

Y menos enredada en cada uno,
hay una historia:
continuará.

Y, velada siempre de nuevo,
entregas sorpresas,
a veces trágicas, a veces cómicas.

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Danza en la nieve

Después de tantos cambios de tiempo,
duros se levantaban unos árboles ante un gris mojado,
ninguna otra cosa se le ocurría al invierno-
¡nieva!, ¡nieva!
Sobre el este y el oeste cae nieve,
cubre, iguala,
como si, por obra del tiempo,
hubiera vencido el socialismo
y Mariano Medina, el hombre del tiempo que empuja las nubes,
fuera -inmediatamente después del telediario-
su profeta.

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Sobre pies de barro

Luego, casi lista
y habiendo conseguido una figura esbelta,
en mitad de la danza, se desplomó
una pareja,
cayó hecha añicos.

Bellamente, en el suelo, los miembros,
en desorden.
Grietas, a lo largo de la espalda,
y roturas limpias
liberaban espacios huecos.

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Tango mortale

Orden, como desde arriba: el cuerpo que huye el cuerpo,
estirado, está en fuga,
así es como esto nos arrebata.

Ningún abismo, pero una vastedad a la que,
como si hubiera espejos alrededor,
lanzamos miradas que se pierden.

Y luego, ordenado: volver hacia dentro.

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Un milagro

Hace un momento todavía flojo y gastado,
después de tantos años de uso,
él está de pie
-¡qué milagro!,
está de pie-,
quiere ser objeto de tu asombro, del mío y del tuyo,
difamado y al mismo tiempo útil.

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Varados

Tras empinado ascenso,
hasta llegar más alto que las nubes
y más arriba aún,
Ícaro e Ícara se precipitan
más rápido de lo previsto,
pero aterrizan suavemente en las dunas,
donde -más empinado aún-
planean el siguiente vuelo.

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Dificultades

A Emilio Porta

Lo más difícil es que el corazón
recorra su distancia sin heridas,
que el tiempo tenga besos suficientes
entre las páginas del libro que hace piedra la Historia.
Lo más difícil es
que las fotografías rocen sin abrasar
las horas degolladas,
acaricien sin daño
los encajes oscuros de las horas que fueron.

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El silencio ha crecido y está solo

«Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se hizo
un silencio en el cielo, como de media hora» (8.1)

Buscaremos la risa de los niños
y no la encontraremos,
ese leve chasquido de las hojas
pisadas en los parques,
un susurro del sol en nuestro rostro,
el perfecto latido
que hace dormir la mano sobre el pecho,
ese temblor de azúcar y de sangre
que se esconde en los besos de la sombra.

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