Televidente

Aquí estoy otra vez de vuelta
en mi cuarto de Iowa City

tomo a sorbos mi plato de sopa Campbell
frente al televisor apagado

la pantalla refleja la imagen
de la cuchara entrando en mi boca.

Y soy el aviso comercial de mí mismo
que anuncia nada a nadie.

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Tractatus de sortilegiis

En el jardín había unas magnolias curiosísimas, oye,
unas rosas re-raras, oh,
y había un tremendo olor a incesto, a violetas macho,
y un semen volando de picaflor en picaflor.
Entonces entraron las niñas en el jardín,
llenas de lluvia, de cucarachas blancas,
y la mayonesa se cortó en la cocina
y sus muñecas empezaron a menstruar.

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Acacia

Converso con la acacia
que está florida como un mar de espuma.
¿Por qué, poeta, no me ven tus ojos
que ayer me presentían en el llanto?
Para no lastimarla es mi voz suave.
La miro ahora desde el fin del mundo,
desde el árbol primero de la tierra.

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Adoración

Este mi amor no puede volverse un alarido.
A veces en él siento fragancias de ceniza.
Así en el mediodía se quemarán los trigos.
¡Yo no puedo llorar a Dios como las islas!

Atraviesas mi orgullo flameando tan cercana
que me emociono como si yo fuera algo tuyo,
pulsera de tu mano, collar de tu garganta,
y lloro contemplando tus pestañas de humo.

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Amada mía

Amada mía, amada en tiempos del primer arco iris
o allá en la creación junto a las primeras alas.

Desde la sangre de mi madre hacia ti vuelvo mi rostro.
Las abejas de mis almendros vuelan en torno de tus ojos.

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Cuerpo de la mujer, claro como un sollozo

Cuerpo de la mujer, claro como un sollozo
que fulgura en la noche de granates dormidos,
zona de la esperanza, reseda del reposo,
hacia tus brazos van trémulos los sentidos.

Cuerpo de la mujer, país de la alegría
que adivinamos con un deleite jocundo
desde tus hombros sube su marejada el día
y de ola en ola crea cada mañana el mundo.

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Cúpula

Es mi corazón como una cúpula
llena de cantos. Hacia él suspiran
los mares y los ríos de este mundo.
Y todo este vibrar se vuelve al cielo
como en las alas de un arcángel hondo.
Me siento perfumado como un fruto
por la desgracia; pero siempre llevo
la música y la miel de mis abejas.

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El amor junto al mar

En mi silencio azul lleno de barcos
sólo tu rostro vive.
En el mar de la tarde el día duerme.
Eres más bella cuando estoy más triste.

Tiembla mi amor como una voz antigua
sobre la calma verde.
El sol cantando como los pastores
te dio su melodía hasta la muerte.

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El canto de los mares solos

Somos la remembranza de la tierra vencida.
Necesitaba Dios nuestro vaivén profundo
que era ritmo en sus venas y en su carne florida
la invencible y eterna melodía del mundo.

Nuestro vigor es fuerza de estrellas y raíces.
Los árboles nos dieron sus moribundos bríos.

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En el éxtasis

Era tu amor el único digno de tristeza.
Se me volvió una llaga perenne tu belleza.

Hoy, para no morir, miro el rostro profundo
de mi madre. Mis ojos sienten llorar el mundo.

Y agradezco a mi Dios el momento encantado
en que mi corazón trémulo te ha mirado.

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Es amor

Abeja de mi tarde y de mi muerte,
anticipo del sol, bien de mis ojos,
deja que en tu cruz grabe mi día
como en la gloria de un bajo relieve.
Ancha de mirra, música de arcángel
en toda latitud tu cuerpo vive,
como la rueda leve de este mundo
que de los cielos a los mares gira.

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La aparición

En un monte apacible de ramajes oscuros,
como aquellos del hondo Huerto de los Olivos,
apareció el Maestro de los momentos puros
llamado por el turbio tormento de los vivos.

Bajo un sol quieto y fuerte, amarillo de asombro,
el mundo lo esperaba laxo de sufrimiento.

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La última

Hallada de improviso
así como la muerte o como el júbilo,
dueña del día y dueña del destino.
¡Hallada ahora en el camino último!

¿Serás la amiga
o serás el amor hondo de música?
En los rincones se enfermó mi vida
y sólo me ha quedado mi dulzura.

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Las columnas

Se han desplomado todas las columnas
sobre mi vida, sólo tú sostienes
con tu gracia la cúpula del cielo
¡oh santa amparadora de mi muerte!

En mi deslumbramiento soy un grito.
¡Cómo me inundas con tu cabellera!
Y estoy tan lejos de tu maravilla
que nunca has de acercarme a la tristeza.

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Momento melodioso

Eres sobre mi vida
una suave canción de ojos azules.
Nunca sabrás que soy como una llama
que besa agudamente tus cabellos.

En mi silencio quedarás dormida,
clara y azul como un jazmín de oro.
Aquietaré todo rumor del mundo
para que tengas el perfil sereno
sobre el espejo turbio de mi vida.

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Perfil

Quería eternizar tu perfil armonioso,
suave como los niños, triste como un sollozo,
pero cayó en tu alma como una negra veste
el ala de Luzbel. Mi corazón celeste
ha llorado en la sombra sintiéndose vivir.
¡Acaso nunca más lograré sonreír!

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Soledad

¡Otra vez solo! Agita la muerte sus anillos…
Yo la tenía cerca como una trizadura
del corazón. Y era mi único regocijo
sentirla andar, reír. Mi alma ya no la busca…

Se fue de mí. No pudo mi red echada al día
tomarla toda.

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Tu voz

¿Más allá de qué monte, de qué dormida estepa
lejanísima y sola viene tu voz de llama?
Eres como una herida de miel en mi tristeza.
Llegas como la tarde perfumando mi casa.

Voz que suspira como volviéndose una esencia,
voz que duerme en mis ojos y que muere en mis canas.

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Lluvia

Llueve y tú dices es como si las nubes
lloraran. Luego te cubres la boca y apresuras
el paso. ¿Como si esas nubes escuálidas lloraran?
Imposible. Pero entonces, ¿de dónde esa rabia,
esa desesperación que nos ha de llevar a todos al diablo?

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El mono exterior

¿Te acuerdas del Triunfo de Alejandro Magno, de Gustave Moreau?
La belleza y el terror, el instante de cristal en que se corta
la respiración. Pero tú no te detuviste bajo esa cúpula
en penumbras, bajo esa cúpula iluminada por los feroces
rayos de armonía.

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El señor Wiltshire

Todo ha terminado, dice la voz del sueño, y ahora eres el reflejo
de aquel señor Wiltshire, comerciante de copra en los mares del sur,
el blanco que desposó a Urna, que tuvo muchos hijos,
el que mató a Case y el que jamás volvió a Inglaterra,
eres como el cojo a quien el amor convirtió en héroe:
nunca regresarás a tu tierra (¿pero cuál es tu tierra?),
nunca serás un hombre sabio, vaya, ni siquiera un hombre
razonablemente inteligente, pero el amor y tu sangre
te hicieron dar un paso, incierto pero necesario, en medio
de la noche, y el amor que guió ese paso te salva.

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Intentaré olvidar

Jus lo front port vostra bella semblança
Jordi de Sant Jordi

Intentaré olvidar Un cuerpo que apareció durante la nevada
Cuando todos estábamos solos En el parque, en el montículo detrás
de las canchas de básket Dije detente y se volvió:
un rostro blanco encendido por un noble corazón Nunca
había visto tanta belleza La luna se distanciaba de la tierra
De lejos llegaba el ruido de los coches en la autovía: gente
que regresaba a casa Todos vivíamos en un anuncio
de televisión hasta que ella apartó las sucesivas
cortinas de nieve y me dejó ver su rostro: el dolor
y la belleza del mundo en su mirada Vi huellas
diminutas sobre la nieve Sentí el viento helado en la cara
En el otro extremo del parque alguien hacía señales
con una linterna Cada copo de nieve estaba vivo
Cada huevo de insecto estaba vivo y soñaba Pensé: ahora
me voy a quedar solo para siempre Pero la nieve caía
y caía y ella no se alejaba

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La griega

Vimos a una mujer morena construir el acantilado.
No más de un segundo, como alanceada por el sol. Como
Los párpados heridos del dios, el niño premeditado
De nuestra playa infinita. La griega, la griega,
Repetían las putas del Mediterráneo, la brisa
Magistral: la que se autodirige, como una falange
De estatuas de mármol, veteadas de sangre y voluntad,
Como un plan diabólico y risueño sostenido por el cielo
Y por tus ojos.

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La suerte

Él venía de una semana de trabajo en el campo
en casa de un hijo de puta y era diciembre o enero,
no lo recuerdo, pero hacía frío y al llegar a Barcelona la nieve
comenzó a caer y él tomó el metro y llegó hasta la esquina
de la casa de su amiga y la llamó por teléfono para que
bajara y viera la nieve.

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