Sucede al vivir que en las noches
las manos abren caminos, escriben ríos.
Piel y piel tan solo y nada importa
sino el rumor del corazón enloquecido
somo el mar bajo el furor de las tormentas.
Poemas cortos
Salta el botón, y la seda
de la blusa se desliza
sobre tus hombros. Ceniza
es el momento. No queda
ni un pájaro en la alameda
y el poniente ha dicho adiós.
Sueltas tu falda. Los dos
temblamos.
Que otras vidas más hondas sofoquen mi nostalgia
y que el don del valor me sea concedido.
Que el amor se engrandezca y sea fiel y dure
y que ajenos paisajes impidan la tristeza.
Que el olvido y la muerte, que el tiempo y el dolor
formen por esta vez en el bando vencido.
–Yo pintaré un hombre con una linterna.
–Hazlo. Pero qué le pondrás
alrededor para que se vea?
–Pues, noche dijo, ya iracundo.
Van dirigidas estas líneas a quien poseyó:
la Belleza, sin la arrogancia
la Virtud, sin la gazmoñería
la Coquetería, sin la liviandad
el Desinterés, si la desesperación
el Ingenio, sin la mofa
la Ingenuidad, sin la ignorancia
todas las trampas de la feminidad, sin usarlas.
Esta noble sentencia
Que tengo en blanco mármol ya esculpida,
me dijo un sabio de ática elocuencia
Que recuerda a Platón: «la inteligencia
Es la flor de la vida».
Cuando un padre afligido
le dice a su hijo acuéstate pequeño
y duérmete seguido
es que quiere a la par hacerse dueño
del hijo y de su sueño
Si canto soy un cantueso
Si leo soy un león
Si emano soy una mano
Si amo soy un amasijo
Si lucho soy un serrucho
Si como soy como soy
Si río soy un río de risa
Si duermo enfermo de dormir
Si fumo me fumo hasta el humo
Si hablo me escucha el diablo
Si miento invento una verdad
Si me hundo me Carlos Edmundo
Van tres gauchos liberales
a quejarse, con razón,
de una floja y ruin aición
de dos gobiernos desleales.
Siendo gauchos, como tales,
se explicarán sin rodeos,
sin que dentre en sus deseos
ni un remoto pensamiento
de hacer en el fundamento
agravio a los uropeos.
¿Un verso para salvarte
del olvido sobre la tierra?
Si es en mí que estás olvidada,
el verso recordaría apenas
esta fuerza de olvido,
mientras la vida, sin memoria,
vaga atmósfera, se condensa
en la pequeña caja donde vives
como los muertos saben vivir.
Huerta de los repollos, huerta del jiló
huerta de la lectura, huerta del pecado,
huerta de la evasión, huerta del remordimiento,
huerta del escaramujo y del sapo y del pedazo
de cuenco de color guardado por el recuerdo,
huerta de acostarme en el suelo a poseer la tierra,
y de poseer el cielo, cuando la tierra me cansa.
La casa fue vendida con todos los recuerdos
todos los muebles todas las pesadillas
todos los pecados que se cometieron en vida
o por cometer.
La casa fue vendida con sus golpes en la puerta
con su viento acanalado su vista del mundo
sus imponderables
por veinte, veinte contos.
Quiero pensar
que alguna vez pudiere
abrir la ostra hermética
donde mi alma duerme.
Rociarla
con el jugo agrio de la tarde.
Comérmela,
y sacar una perla de mi boca.
Quedó Zagreb al otro
lado del río.
Se mueve el tren. Paisaje
ante mis ojos pasa. Lo cercano
rápidamente, lo distante
apenas.
San Juan,
lo más distante.
Sarajevo,
doblemente extraña.
Cuando la sombra duerme su cuerpo se ilumina
su rostro reflejado atraviesa cristales
y finalmente se instala en todo brillo
Sus dedos trenzan en el aire
los bellos frutos de los días de mayo
Muda en la respiración muda de las cosas
la voz de una mujer pasa buscándola
Desnuda en el esplendor irreparable
sus ojos se abren como un río
de luz y de sonido
Déjame
estoy lleno de ti,
no te perderé,
llevo conmigo tu esperanza invicta
y los diluvios de tu claustro;
he visto levantarse de tus pupilas
el sentimiento inaugural del hombre,
pero todavía no tengo la sangre
y la tierra y la palabra
no me pertenecen
Déjame entrar a tu íntimo alfabeto
para saber lo tuyo por su nombre
y a través de tus letras
hablar de lo que permanece
y también de auroras y de nieblas.
Déjame entrar para aprenderte
y girar en tu órbita de voces
hablándote de lo que me acontece
describiéndote a ti.
Donde el ensoñado y el soñado
van por un solo camino
se levanta un cuerpo
Por ese adentro de mujeres que hablan
de pasadas contiendas en las que no estuvimos
otro cuerpo se abre
y todo aquello que los cuerpos forman
es en la sombra
un brillo solitario
Ni un momento
he dejado de ver en este cuerpo
la forma de tu ausencia,
como una esfera que ya no te contiene.
Pero dos cosas constantes te revelan,
te tienen de cuerpo entero en el instante,
y son la cama y la mesa de madera,
hechas a la medida del amor
y del hambre
hasta que las puertas de tu ciudad
fortificada con estatutos inviolables
me acojan como habitante
de la vida que en ti se desenvuelve
igual que la lluvia de silencio
sobre tu cabeza
Gradualmente me impregnaré de ti
hasta que sea humo en tu voz
luz en tus ojos
y haga sobre mis hombros tu futuro
Cuando llegue el otoño
te descubriré al rostro de los hombres
para que en tus vasos alimenticios
vengan a nutrirse de esperanza
Sé que piensas en mí
porque los ojos se te van para adentro
y tienes detenida en los labios
una sonrisa que sangra largamente
Pero estás lejos
y lo que piensas
no puede penetrarme
yo te grito Ven
abre mi soledad en dos
y mueve en ella el canto
haz girar este mundo detenido
Yo te digo Ven
déjame nacer sobre la tierra.
Tu nombre repetido por las calles
Tu boca
Tu paso que no es nocturno ni de aurora
Tu voz
Sólo tu ser creciendo en las esquinas
Tu tiempo… tus alianzas
Ahora sentada en espiral
Después el humo.
Todos llevamos, como Eneas, a nuestro padre sobre los hombros.
Débiles aún, su peso nos impide la marcha,
Pero luego se vuelve cada vez más liviano,
Hasta que un día deja de sentirse
y advertimos que ha muerto.
Entonces lo abandonamos para siempre
En un recodo del camino
y trepamos a los hombros de nuestro hijo.
Después de hoy
comenzaré la distancia.
Mañana habrá lágrimas,
suspiros y un nombre.
Después,
suspiros y un nombre.
Y más lejos,
sólo será un nombre.
De vez en cuando
camino al revés:
es mi modo de recordar.
Si caminara sólo hacia delante,
te podría contar
cómo es el olvido.
Cuando nací
me pusieron dos lágrimas
en los ojos
para que pudiera ver
el tamaño del dolor de mi gente.
El fuego
acuclillado
apaga la tristeza del leño
cantándole
su ardiente canción.
Y el leño
lo escucha
consumiéndose
hasta olvidar
que fue árbol.
Aprendí el sabor de la vida
como cualquier indio pobre.
Los demás sabores
me vienen sobrando.