Con piedras y maderas hago mi casa bajo el sol,
la visto de ventanas para que el sol entre a habitarla.
Cierro sus puertas luego de que ha partido el ocaso.
Mi casa cruje bajo la lluvia que ha venido a mirarla.
Poemas cortos
Tiembla el hielo del sol y la calle se llena
con su rojez. El aire se congela y es piedra.
En la mitad del día el corazón se agolpa
y la sangre levanta su torrente de espuma.
Caen, lentas, las nubes calcinadas
y comienzan a rodar en la vereda.
Al mar dije que no.
Dije también ya no más cielo,
ya no más canto al manantial
ni al eco grácil y purísimo
de sus aguas que bajan
de la más alta inmensidad.
Ahora solamente nombraré la desgracia,
dije y le puse nombre.
Tú me pedías poesía
como quien frutos desespera
del olmo viejo del camino.
Cada mañana amanecía
y el árbol peras no arrojaba.
Cuando vivir no es necesario
escribe el cerdo, lee el puerco
y se emocionan los marranos.
Reconozco, alma mía, tu candidez.
Sé que malherida mientes
detrás de una sonrisa
por no devolverle al mundo
su verdad y su miseria.
Pero reconozco también tu pereza,
tu desprecio, tu indiferencia;
sonríen cuando tú sonríes
y dejan creer que crees
que tus amigos son, al fin y al cabo,
tus amigos, que tus amores
te quieren según dicen, vamos,
que te quieren, que esta vida, en fin,
es la vida, más o menos.
Todo queda en el camino:
los brazos abiertos
y este no ir a parte alguna;
todas las inútiles preguntas,
los pasos sin fin.
Detrás de los cristales de la noche
hay un horizonte eterno
que ha vivido siempre
con nosotros
y no sabe decirnos nada.
Qué importa que no me quieras;
en la rama de un cerezo
la primavera se deja
tocar el corazón.
Recuerda: estos frágiles instantes
que caminan hacia el olvido
no son la vida, somos nosotros.
Ella seguirá distante,
no va a pedir disculpas
ni ha de volvernos a ver.
Noche más allá de la noche,
cuando las palabras
no escriben el poema,
y el poema sin palabras
es el poema infinito.
La arena de otra orilla,
la noche de otro cielo,
una silenciosa madrugada
con el mar al fondo
como un sueño.
Otras manos en mis manos.
Otras calles y no éstas.
Mi vida
es una cita a ciegas
a la que nunca llegas tú,
o de la que ya te has ido
para siempre.
Tal vez tengas razón
y sea una tonta manía
la de intentar convencer a las palabras
para que escriban juntas un poema
que hable de ti, de mí…
si todo lo que somos ya lo saben
estos días azules
y a nadie más le importa.
Porque ya no sufro
ni sueño
con ella.
Porque tantas veces nunca,
tantas veces nadie,
tantas veces nada…
(y porque
a mi edad ya no soporto
despertarme en mitad
de una mentira)
empiezo a perderle
el respeto
a la vida.
Que no hayas existido,
que no existas,
que no hayas de existir jamás,
nada importa;
nunca sabré perderte.
Cómo será pregunto.
Cómo será tocarte a mi costado.
Ando de loco por el aire
que ando que no ando.
Cómo será acostarme
en tu país de pechos tan lejano.
Ando de pobrecristo a tu recuerdo
clavado, reclavado.
No fue mi intención,
disculpa.
No se elige el amor,
es como una marea…
No sé cuándo
devolverá a la playa
mi tembloroso corazón
desnudo y roto.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Habrá un día en mi vida
un espacio para ti al que siempre
podrás volver sin que te haga daño;
allí donde yo te haya olvidado
y tú no me recuerdes.
Entretanto, no temas.
Ya sabes que el invierno es solamente
un sortilegio de aire y lluvia
sobre los días
y en esas noches
en las que pasa de largo nuestra soledad.
Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.
Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.
¡Digo que el hombre debe serlo!
Alza tus brazos, ellos encierran a la noche, desátala
sobre mi sed,
tambor, tambor, mi fuego.
Que la noche nos cubra con una campana
que suene suavemente a cada golpe del amor.
Entiérrame la sombra, lávame con ceniza, cávame del dolor,
límpiame el aire:
yo quiero amarte libre.
Vuelve a tu memoria
aquella aldea de humo, su cabello,
y el rumor de la brisa entre las ramas.
Fue un día feliz.
Y recuerdas que ya entonces
supiste que hoy te iba a doler
su eterno esplendor, tu imposible regreso.
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí la sed,
hasta aquí el agua?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el aire,
hasta aquí el fuego?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el amor,
hasta aquí el odio?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el hombre,
hasta aquí no?
Sentado al borde de una silla desfondada,
mareado, enfermo, casi vivo,
escribo versos previamente llorados
por la ciudad donde nací.
Hay que atraparlos, también aquí
nacieron hijos dulces míos
que entre tanto castigo te endulzan bellamente.
Hay que aprender a resistir.
Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la Revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.
Habítame, penétrame.
Sea tu sangre una con mi sangre.
Tu boca entre a mi boca.
Tu corazón agrande el mío hasta estallar.
Desgárrame.
Caigas entera en mis entrañas.
Anden tus manos en mis manos.
Tus pies caminen en mis pies, tus pies.
Así dulzura de la vida es
tu vientre de calor/ batalla/ puro
árboles como piedra/ ojo del cielo
así dulzura de la vida es
contra el desastre/ vientre de dulzura
así dulzura de la vida es
carbón ardiente en manos de ya niño
altura de la voz/ dos animales
fulgor o triste/ sombra de la voz
doble cantor si trata al enemigo
fulgor o triste/ voces de la sombra
cielo del ojo/ sombra de la voz
y cinturón de paz o brillo/ clara
cantorita de luz/ dulzura/ vos
Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.
Mi deseo
ahora:
no tener ningún deseo
o mejor,
sentir gula
del canto de un gallo
fuera de hora
sólo por el gusto
de despertar
en este pecho ajado
alguna aurora
Y ese sonido que poco a poco
a se apodera
de toda la ciudad
¿es acaso quimera
o fiera de verdad?
Es un convoy de vagones
que con su chillido corre
y en cada triste grito
el pasado llega.
¿No notas
como el amor
hiere?
Y nos corta,
las manos.
Siguiendo la estela del silencio
En un mar surcado de penas
Trato de ondear la bandera
De mi alegría, con un par
De carcajadas rotas.
Ven a mi barco con paso seguro
Enrolémonos en la marina sin viento
Buscando en el cielo
Timones de estrellas.
¿Cómo escribir ahora poesía,
por qué no callarnos definitivamente
y dedicarnos a cosas mucho más útiles?
¿Para qué aumentar las dudas,
revivir antiguos conflictos,
imprevistas ternuras;
ese poco de ruido
añadido a un mundo
que lo sobrepasa y anula?
Es tan deleznable toda poesía amorosa,
tan llena de ripios,
que no puedo dejar de escribirla.
Tú subviertes mi flácida rutina
y aun así desfallezco en cada línea.
Todo me incita a la modorra de los sentidos.
Única certeza
en estos tiempos de oprobio y ruido
tu lustrosa energía.
El viejo judío enfermo su oficio es mirar-
levanta con el índice el párpado paralizado:
allí están los polvorientos estandartes del Emperador.
Las leyendas del liberalismo
no han logrado enturbiar su gesto aristocrático.
Además, renegar de Yahvé, mendigar unos francos
no era, en verdad, asunto grave.
La luna entre los árboles
ennobleció el silencio de la noche armoniosa
y tomaron las fuentes vaguedad de pupilas,
y hubo meditaciones albm en las magnolias.
El misterio nocturno se aromó de azucenas,
conmovidas palabras vinieron de la sombra
Los amores antiguos, -seda triste, oro turbio,-
vivían en la voz helada de las hojas.
Sí, también yo
quisiera ser palabra desnuda.
Ser un ala sin plumas en un cielo sin aire.
Ser un oro sin peso, un soñar sin raíces,
un sonido sin nadie…
Pero mis versos nacen redondos como frutos,
envueltos en la pulpa caliente de mi carne.
Distancias.
En la vida hay distancias.
El hombre emite su aliento,
el limpio cristal se empaña.
El hombre acerca sus labios
al espejo…
pero se le hiela el alma.
(…Pero se le hiela el alma.)
Distancias.
Caliente amarillo: luto
de la faz desencajada;
contraluz que atributo
y auge de presunta nada,
¡muerte! Por la hundida ojera
se asoma la calavera,
ojo avizor de un secreto
que estudia bajo la piel
su salida de doncel
póstumo: don de esqueleto.
Mujer. Palabra rubia,
de miel. Vaso de oro.
Persistencia monótona, de lluvia.
Silencio puro. Balbucir sonoro.
Mármol o bronce. Simulacro.
Corporeidad rotunda. Lanza
de emoción. Fuego sacro.
Cumbre de todos los instintos. Danza.
Médula de lo ignoto.
Decidme, zagales,
¿qué fuerza tendrán
los ojos de Lesbia,
que así me hacen mal?
Desde que los vide
ni sé descansar;
perdí mi reposo,
no puedo parar.
Sin duda que fuego
oculto tendrán,
pues, cuando me miran,
me siento abrasar.
A VECES EL MAR TIENE un extraño sosiego
que las aves imitan, una incierta conciencia
de la vida que pasa inútilmente bella,
hermosamente vana, calladamente quieta.
Es el mudo deseo de ser hoja en la brisa
lo que emulan las aves.
Bésame la boca
con tu boca de rosas,
con tu boca de mirtos,
con tu boca de cáscara de naranja mandarina.
Bésame la boca
y ahuyenta mi tristeza de lata en la basura.
Llévame al garaje,
el día es frío y ando a tres pistones.
Sucesión de sonidos elocuentes movidos a resplandor, poema
es esto
y esto
y esto
Y esto que llega a mí en calidad de inocencia hoy,
que existe
porque existo
y porque el mundo existe
y porque los tres podemos dejar correctamente de existi
Buda se equivocó.
La causa del dolor no es el deseo
sino la carencia que motiva el deseo.
JUAN EDUARDO CIRLOT
¡Sí! es necesidad, por eso tan real,
surtiendo adentro,
recreando lo creado,
persistencia indefinible juntando
expectación y carencia,
algo abstracto, fuera de consumo,
inconsumible, llamada confundida
con la costumbre de respirar.
Hábito: dudar de la esperanza
y sentirla como carencia.
Agonía sin crisis, declive, desgaste,
lento derrumbe por trozos,
memoria, ruinas, vestigios.
Cuando impere el desasimiento
¿Advendrá la resurgencia?
La página replegada sobre la blancura de sí misma.
La apertura del documento cerrado: (EVOLUTIO LIBRIS).
El pliego / el manuscrito: su texto corregido y su lectura.
La escritura de un signo entre otros signos.
La lectura de unas cifras enrolladas.
Avanzan solos gris andrajo de nubes
gris pesadilla bronce herido llamaradas grises
terco pedernal de fantasmas
tierra terracota mineral
insomnes avanzan furor helado
bronce herrumbre ira petrificada
cuerpos sombras sombras cuerpos
ballet de muerte astillas de sueños
avanzan solitarios remotos
ciegos árboles andando atraviesan
puertas piedras palabras
plata roñosa paredes de espejos
lágrimas sin ojos avanzan
reclaman mendigan sueñan
otro infierno distinto
otro infierno
otro.
Se mira en el espejo que ya no le refleja,
todo, menos él, aparece en la fría superficie,
la habitación, muebles y cuadros, la variable luz del día.
Así aprende, con terror silencioso, a verse,
no en los gestos teatrales aún rasgos humanos de la muerte,
sino en los días de después, en el vacío de la nada.
A la hora en que el sueño se desliza
Como un ladrón por senderos de fieltro
Los poetas beben aguas rumorosas
Mientras hablan de la oscuridad,
De la oscura edad que nos circunda.
A la hora en que el tren tizna la luna
Y el ángel del burdel se abandona a su suerte,
La orquesta toca un aire lastimero.
Voy por la calle con mi maletín de antílope
Y mi billetera de becerro.
Calzo zapatos de toro
Y llevo un blusón rojo teñido en achote.
Toda mi ropa fue lavada por un secreto río
Y jabones de rosa.
En mis papeles rumora un viejo bosque,
Por momentos siento que
Se despereza la serpiente del cinturón.
Una puerta
Abierta a la noche
Y se pueblan los ruidos
Las estancias.
Sus rumorosas bisagras
Anuncian
Alguien llegado de la lluvia
O los pasos de un lento animal
Que invade el sueño.
Una puerta, una grieta
Abierta en el asombro.