Por qué el sombrero de la noche
Vuela con tantos agujeros?
Qué dice la vieja ceniza
Cuando camina junto al fuego?
Por qué lloran tanto las nubes
Y cada vez son más alegres?
Para quién arden los pistilos
Del sol en sombra del eclipse?
Poemas de la vida
Los trabajos comienzan al alba. Pero nosotros comenzamos
un poco antes del alba a encontrarnos a nosotros mismos
en la gente que va por la calle. Cada uno recuerda
que está solo y tiene sueño, descubriendo los raros
transeúntes – cada cual fantaseando a solas,
porque sabe que al alba abrirá bien los ojos.
Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
De otra forma ni siquiera comiences.
Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
Esto puede significar perder novias,
esposas,
parientes,
trabajos y,
quizá tu cordura.
Ve hasta el final.
Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed…
Lo demás, nada… Vida… Cosas… Lo que se sabe…
Calaveradas, amoríos… Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía…
¿Vicios?
¿Dónde estará lo que persigo ciega?
—Jardines encantados, mundos de oro—
Todo lo que me cerca es incoloro.
Hay otra vida. Allí, ¿cómo se llega?
Un perfume divino el alma anega:
olor de estrellas, un rosado coro
de Dianas fugitivas; el esporo
viviente aún de la delicia griega.
Con qué nobleza se revuelven
Todos juntos esos muchachos
Y claman por una justicia
Perturbando, vociferando,
Tan inocentes los carrillos,
Tan fieros el porte y los pasos,
Con la mirada en dirección
De un porvenir extraordinario,
Pero a la vista ahora, ahora,
Presente ya sobre el asfalto
De las calles estimuladas
Por los rumores calculados
De esa tan filial muchedumbre,
Coro de gargantas y brazos,
Crédulamente fiel y dócil
-Candor por alud- al dictado
De los mayores en edad,
En crueldad y en aparato,
Aun carceleros de una cárcel
Donde todo queda murado,
Sin salida a ningún futuro:
Ni a ese que van anhelando
Los que, por fin, desfilan jóvenes,
Magníficos frente al tirano.
Estoy vivo y he sorprendido las estrellas en el alba.
Mi compañera continúa durmiendo y lo ignora.
Mis compañeros duermen todos. La clara jornada
se me revela más limpia que los rostros aletargados.
A distancia, pasa un viejo, camino del trabajo
o a gozar la mañana.
Un silencio fecundo de rugidos
acompaña la tarde litoral y nubosa.
Es una playa ilesa del Pacífico.
Manzanillos de agua, heliconias gigantes
meciéndose en la brisa embriagada de nubes.
De repente, el milagro:
dos papagayos rojos
rebasan el umbral de lo posible.
Hay que ingerir distancia,
lanudos nubarrones,
secas parvas de siesta,
arena sin historia,
llanura,
vizcacheras,
caminos con tropillas
de nubes,
de ladridos,
de briosa polvareda.
Hay que rumiar la yerba
que sazonan las vacas
con su orín,
y sus colas;
la tierra que se escapa
bajo los alambrados,
con su olor a chinita,
a zorrino,
a fogata,
con sus huesos de fósil,
de potro,
de tapera,
y sus largos mugidos
y sus guampas, al aire,
de molino,
de toro…
Hay que agarrar la tierra,
calentita o helada,
y comerla
¡comerla!
Ten cuidado con las palabras,
incluso con aquellas milagrosas.
Para las milagrosas hacemos lo mejor posible,
a veces se enjambran como insectos
y dejan no una picadura sino un beso.
Pueden ser tan buenas como los dedos.
Pueden ser tan confiables como la roca
sobre la que apoyas tu trasero.
Hace unos minutos
que ha recibido la llamada,
y desde entonces no ha soltado el pañuelo
Qué tristes
son las lágrimas de un viejo,
te desarman,
te dejan sin opción.
Solo puedes imaginarte lo peor.
***
Autor del poema: Karmelo Iribarren
Era un sólo galanteo,
seguramente lo sabías-
alguien fue herido
hace mucho tiempo.
Todo está igual,
el tiempo ha pasado-
un día llegaste,
un día morirás.
Alguien murió
hace mucho tiempo-
alguien que intentó,
pero no supo.
Qué secreta y hermosa
es la noche festiva para aquel
que no tiene pasado: un tiempo frío
dentro del corazón.
Qué exacta noche
de fuego y juventud.
Qué diferente
ya de cuando éramos
aquellos que en la sombra
furtivos se besaban y reían.
Hasta nosotros sube de los confines del mundo,
el anhelo febril de la vida;
con el lujo la miseria confundida,
vaho sangriento de mil fúnebres festines;
espasmos de deleite, afanes, espantos,
manos de criminales, de usureros, de santos.
La humanidad con sus ansias y temores,
a la vez que sus cálidos y pútridos olores,
transpira santidades y pasiones groseras,
se devora ella misma y devuelve después lo tragado,
incuba nobles artes y bélicas quimeras,
y adorna de ilusión la casa en llamas del pecado;
se retuerce y consume y degrada,
en los goces de feria de su mundo infantil,
a todos les resurge radiante y renovada,
y al final se les trueca en polvo vil.
Es una maravilla poner la radio
a poco volumen
a las 4.30 de la madrugada
en un edificio de apartamentos
y oír a Haydn
mientras a través de la persiana
no se ve más que la noche cerrada
hermosa y tranquila
como una flor.
A cambio de mi vida nada acepto.
¿Qué se puede ofrecer que valga más
que el calor de la llama, que la espiga
convocada a ser grano, que la noche
que dentro ya contiene el joven día?
Escucho mis pisadas sobre el suelo.
Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
ó clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Mientras descanso bajo los abedules
recuerdo tiempos ya pasados,
cuando con mi dolor adolescente
un mismo olor atravesaba el bosque.
En este lugar mismo, sobre el musgo,
tímido y ardoroso, yo soñaba
con una joven rubia y muy esbelta,
primera rosa para mi corona.
Gente
exhausta,
con la vista
clavada
en el suelo,
preguntándose
por la vida,
la de verdad…
porque no puede ser
que sea
solo eso…
***
Autor del poema: Karmelo Iribarren
Allí donde se agrupan los tenderetes blancos
de los libreros, con mercancía escasa
y a menudo banal;
allí donde más claramente se confunden
palabras y monedas, el desdén y el olvido
hacia autores triviales;
allí donde se mezclan muy raras ediciones
con el libro vulgar;
allí donde está escrita la sombra de una mano
no diestra en dar memoria de su mundo,
no templada en el arte,
que es incierto, y de trato difícil;
allí donde los libros son apenas mercado
de la desolación,
de un hermoso fingir lo que no es cierto
ni tiene falsedad y poco importa,
la sensación de vida es algo extraño
y un gesto no muy noble, allí la vida.
Están cogidos de la mano
en silencio,
bajo los soportales.
El niño mira su columpio,
muy triste,
bajo la lluvia,
y no lo entiende.
El padre mira al niño:
es la vida, hijo
-quisiera poder decirle-,
y no ha hecho más que empezar.
Yo fui agraciado en el amor, sin límites.
Pero de niño,
la gente preocupada, trabaja.
Y yo,
escapaba a las orillas del río Rión,
y vagaba sin hacer nada.
Se enojaba mi madre:
«¡Chiquillo maldito!»
Mi padre me amenazaba con el cinturón.
Alguna gente es joven y nada más
alguna gente es vieja y nada más.
Y alguna gente está en el medio
sólo en el medio.
Y si las moscas usaran ropa
y todos los edificios ardieran en
fuego dorado,
si el cielo se sacudiera como
en la danza del vientre
y todas las bombas atómicas empezaran a
gritar,
alguna gente sería joven y nada más
y alguna gente sería vieja y nada más
y el resto sería lo mismo,
el resto sería lo mismo.
Mariposa de luz, la belleza se va cuando yo llego a su rosa.
Corro, ciego, tras ella… La medio cojo aquí y allá…
¡Sólo queda en mi mano la forma de su huida!
En los Paseos junto al mar
en las sillas de mimbre de los bares
reclinadas en suaves chaises-longues de terciopelo
fumando cigarrillos atrevidos y exóticos
vestidas de colores muy decentes
o en lugares cerrados y más íntimos
mirándose al espejo
retocando sus labios y empolvándose
las mujeres de antes parecían irreales
eran como otra cosa algo distinto
pero cuando nos daban caramelos
o las fotografiaban de perfil
todos todos sabíamos que aquello se acababa
que no podía ser
que la hermosa película no iba a continuar siempre
y que la extraña joya que al parecer tenían
escondida en los pliegues del escote
o quizás entre las piernas
iba a volverse pronto mercancía barata
que ellas eran como nosotros
con sus deseos y melancolías
con sus trabajos y su desengaño.
Es tarde ya en la noche
y la playa está desierta.
Rompe el mar
sobre las rocas.
Un aire cálido,
espeso de salitre
y de recuerdos,
me baña la cabeza.
Cierro los ojos.
Inhalo.
Me dejo llevar.
Un pájaro de papel en el pecho
dice que el tiempo de los besos no ha llegado;
vivir, vivir, el sol cruje invisible,
besos o pájaros, tarde o pronto o nunca.
Para morir basta un ruidillo,
el de otro corazón al callarse,
o ese regazo ajeno que en la tierra
es un navío dorado para los pelos rubios.
no me quedan lugares
(hay un sombrero boquiabierto
en el cuarto de huéspedes)
no tengo adónde ir
(un ángel disecado
cuelga de mi salón)
han helado mi casa
(un anciano merienda
monstruos en mi jardín)
dónde he puesto las llaves
(una loca me dice
que soy un policía)
Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.
Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.