Río Escabas

A Mari y Antonio Merchante

Roza la palidez vencida de los sauces sus aguas;
baja lleno de sombras
que mi alma conoce. Yo lo recuerdo ahora, lento,
por las umbrías; en el atardecer: cuando deja
el olor inundado de las sábanas húmedas por entre los olivos.

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Sepulcros de la luz

Para Juan Manuel Medina Damiani

El temblor del silencio

I. En el jardín del claustro
vence el tiempo a la luz. Dos leones alados
a los que nace entre sus fauces musgo, mantienen
con sus formas de piedra
una pelea acuática: batalla de reflejos
cuyas llamas inundan de belleza el estanque.

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Confidencial

Ahora que ya se está muriendo poco
quedan tan pocas cosas por hacer
que no le importan lentitud demoras
no le importan.
Ya no le importan,
por acabar de hacer
como por no,
tan pocas cosas.
Y es que además se está -dicen-
muriendo poco a poco
porque leyó de Byron una cita
que presidía los poemas póstumos
de Jaime Gil de Biedma.

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Codicilo para un duelo

Las flores cuyos nombres olvidamos,
esta conversación que mantenemos
y el silencio por el que discurrimos
son la ilusión del tiempo que sumamos,
la anamnesia de a qué pertenecemos
y el ser que, si presente, inadvertimos.
Somos el eco en curso hacia la ausencia
de imágenes con alma, la conciencia
de una vida que apenas intuimos.

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«Cuando tú te hayas ido…»

Y yo me iré…
J.R.Jiménez

Cuando te vayas, ni te llorarán
-es ley de vida,
o fue, dirá un colega-,
pensando como siempre en los demás.
Los bosques que ayer fueron
desaparecerán,
pero muy lentamente,
y lentamente seguirá el olvido
de las pautas aladas de febrero
frente al surco abolido de los campos.

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El ausente

Contempló distraído las sonrisas
en la mirada de los complacientes
y expresó su secreto en las corrientes
alternas del discurso que revisas.
No desoyó el consejo ni las prisas
que impone el acotado continente
a sísifo ascendiendo la pendiente
de las ejecuciones más precisas.

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Insomnio

A Joan Vinyoli

El tiempo libre que carece de horas
arreciará en las páginas en blanco
abiertas ante el miedo y contra el cálculo
de prodigar las noches asediadas
por la arena que sangra en el oído
ante un par de pupilas desveladas.

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Líneas para Gabriel Ferrater

En el apeadero más lejano,
mientras el tren persiste en el silbido
que ya no advertirás
a pesar de que espera tu regreso,
te saludan pañuelos de muchachas
y abrazan los carriles de la noche
distantes, paralelos.
Parece inútil
la espera de los cuerpos
y la lectura que, sin ellos, fija
la mirada de ayer, des asistida
de la imaginación, los años y la suerte.

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Mersault dispara

A I’ horizon, un petit vapeur est passé
et j’en ai deviné la tache noire au bord
de mon regard, parce que je n’ avais pas
cessé de regarder l’ Arabe.
Albert Camus

Si hay en el iris
una mancha ligera sorprendida
sin otro blanco que su urgencia azul,
y enfrente un rostro estremecido espera
la furiosa descarga de la muerte,
también indiferente el mar disuelve
la mirada en su fuga del momento
fatal.

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Saludo al padre

Vuelves de nuevo a mí,
oh pobre triste cuerpo que olvidé,
ya desde mucho tiempo atrás,
en las selladas riberas del instante.
Descuidado del hombre te emplazaba
como un pesar que el tiempo augura,
cuando el dolor no es carga y se desea
-afán de plenitud- ardientemente.

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Transverberaciones

Tu piel es un rocío tembloroso noche arriba
una vegetación desnuda que acaricio
las justas cadenciosas dilaciones
una efusión solar este momento
sucesivo presente venturoso
que orilla lóbulos, mejillas, éxtasis precisos
descubierto discurro hacia tu cuerpo
y azules son tus voces que no sueño
de nuevo amanecida reapareces sin fronteras
y transparentemente ya el deseo afirma el reino
en el eclipse del gozo o su cenit
lo que sabemos
de estrellas fijas calmas soleadas
de un aroma de azogues deslumbrante
por las ramas y en los miembros
labios perdidos retornados rostros
fervor y una vez más recién nos conocemos
y éste es tu cuerpo y ésta la noche inmensa que se inicia
para mi mano presurosa y lenta.

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Flores de hielo

Me filtro a empellones
me acoso a empujones
carrusel de confusiones
y remezones

Me codeo con los masones
detesto los blasones

No se trata de terminar en nones
ni de otra cosa más seria y profunda
que escribir a saltos y a brincos
a hurtadillas
como los ladrones

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El sombrerero

A los pies de un devoto franciscano
se postró un penitente.-Diga, hermano:
¿qué oficio tiene?-Padre, sombrerero.
-¿ y qué estado?-Soltero.
-¿ Y cuál es su pecado dominante?
-Visitar una moza. -¿Con frecuencia?
-Padre mío, bastante.
-¿Cada mes?-Mucho más.-¿Cada semana?

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El té y la salvia

El té, viniendo del imperio chino,
se encontró con la salvia en el camino.

Ella le dijo: «Adónde vas, compadre?»
«A Europa voy, comadre,
donde sé que me compran a buen precio.»
«Yo», respondió la salvia, «voy a China,
que allá con sumo aprecio
me reciben por gusto y medicina.

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Extensión y fama del oficio de puta

No te quejes, ¡oh, Nise!, de tu estado
aunque te llamen puta a boca llena,
que puta ha sido mucha gente buena
y millones de putas han reinado.

Dido fue puta de un audaz soldado
y Cleopatra a ser puta se condena
y el nombre de Lucrecia, que resuena,
no es tan honesto como se ha pensado;

esa de Rusia emperatriz famosa
que fue de los virotes centinela,
entre más de dos mil murió orgullosa;

y, pues todas lo dan tan sin cautela,
haz tú lo mismo, Nise vergonzosa;
que aquesto de honra y virgo es bagatela.

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El apretón

Poema joco-serio,
escrito en el Molar, a 19 de mayo de 1775

Cantaron mil ingenios inventores
empresas de valientes capitanes
o amoríos de damas y galanes;
otros, conversaciones de pastores,
o ya el cultivo de árboles y flores;
unos, útiles fábulas morales;
muchos, agudas sátiras cantaron,
y otros, entre columnas teatrales,
con las prestadas voces declamaron,
ya el suceso festivo, ya el funesto.

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Respuesta de Don Tomás de Iriarte a una dama que le preguntó que era lo mejor que hallaba en su cuerpo

Con licencia, señora, de ese pelo
que en rubias ondas llega a la cintura,
y de esos ojos cuya travesura
ardor infunde al pecho más de hielo;

con licencia del talle, que es modelo
propuesto por Cupido a la hermosura,
y de esa grata voz cuya dulzura
de un alma enamorada es el consuelo,

juro que nada en tu persona he visto
como el culo que tienes, soberano,
grande, redondo, grueso, limpio, listo;

culo fresco, suavísimo, lozano;
culo, en fin, que nació, ¡fuego de Cristo!,
para el mismo Pontífice romano.

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Idilio II – Los celos

Tú, ruiseñor dulcísimo, cantando
entre las ramas de esmeraldas bellas,
ensordeces las selvas con querellas,
su gravísimo daño lamentando.
al Cielo y las Estrellas.
Pesados vientos lleven tu gemido
en las cuevas de amor bien aceptado,
y con pecho en tus penas lastimado,
bien es responda al canto dolorido
de tu picuelo harpado.

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Idilio IV – Delirios de la desconfianza

Osé y temí; y en este desvarío
por la alta frente de un escollo pardo
del precipicio donde no me guardo
sigo la senda, preso el albedrío
con pie dudoso y tardo.
Nuevo ardor me arrebata el pensamiento;
discurro por el yermo con pie errante;
la actividad de un fuego penetrante;
ni la inquietud que en mi interior sïento,
huyen de mí un instante;
por el hondo distrito y dilatado
del corazón en fuego enardecido
se explayó el gran raudal de mi gemido
y la dulce memoria de mi amado
hundió en eterno olvido.

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Idilio V – La agitación

¡Ay! ¡Cómo ya la alegre primavera,
a su felice estado reducida,
torna a las plantas nuevo aliento y vida
esmaltando las flores su ribera,
que antes se vio aterida!
Suelta el raudal su risa armonïosa;
y canta el ruiseñor con trino doble:
de púrpura se viste el clavel noble,
y enlaza al olmo con la vid hermosa,
y con la hiedra al roble.

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