Los flamencos

Aquella larga noche
mi sueño me llevó a la alberca
de las luces profundas y los flamencos
prendidos como rosas eléctricas
en el interior de una aguamarina.

Y en la soledad de aquel paraje
comprendí ─dentro del sueño─
que eran otros pájaros
los que soñaban minuciosamente
a los flamencos encendidos.

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Los gorriones

Bajan de nueva cuenta hasta el jardín
bajan en grupo, solos, en parejas
en busca de semillas o de pan,
de agua fresca, de frutos o de insectos
pero los amilana una mirada.

Siguiendo loa atávicos auspicios
de su naturaleza, los gorriones
alzan el vuelo y tímidos se posan
en los cables de luz — como si fueran
las notas de un rondó en el pentagrama.

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Los mirlos

El canto de los mirlos
compuesto en la quietud
es como un pensamiento.

Por momentos parece crecer
para luego concentrarse
en su puntual irradiación.

Si se le presta atención
cada pétalo de sonido
convoca a su contrario.

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Los pericos

Hablan todo el día
y entrada la noche
a media voz discuten
con su propia sombra
y con el silencio.

Son como todo el mundo
─los pericos─
de día el cotorreo,
de noche malos sueños.

Con sus anillos de oro
en la mirada astuta,
las plumas brillantes
y el corazón inquieto
por el lenguaje…

Son como todo el mundo
─los pericos─
los que hablan mejor
tienen su jaula aparte.

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Los petirrojos

Con la puesta del sol los colorines cantaron:
de todos los puntos cardinales
convergieron los petirrojos en la almendra.

Paulatinamente llenaron con sus cuerpecitos
las ramas duras y secas del otoño.

Las jacarandas en tonos menores
y las nubes sonrojadas después del primer acorde
ensayaron el arte de la fuga.

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Un escéptico Noé

Las voces, oigo las voces cantando
en medio del diluvio canciones dulces
con el crujir de las vigas que se mecen.

Es la lluvia que da sueño, la alabanza
del mar cuya paciencia levanta barcos.

El canto es bello, pero la violencia
que el oro y las ricas maderas suscitan,
crece como la duda en la cabeza de un rey.

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Dormirme en mí, para soñarme otra

Dormirme en mí, para soñarme otra
para ya no dormirme
con los sueños ajenos
para permanecer despierta
cuando hordas de sueños
incumplidos
me hagan su residencia.

En mí dormirme
y parecer despierta
y hacer treguas de vida con la otra
la que tiene el control
de cada sueño
que me hizo dormir
para soñarme.

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Cercano de la grieta que te miente

Cercano de la grieta que te miente

disecciona la uña tu luto pasajero

¿de qué se aglutinó polen y savia

para hacerte esa sangre

que te ha dejado inmóvil?

Cada línea en la huella forma el laberinto

un dedo lleva al otro sobre la misma mano

sólo la piel es una

pero en los surcos guarda

los deshechos del día:

la refracción del polvo.

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No me dijeron: el bosque está ocupado

No me dijeron: el bosque está ocupado
ni tampoco: el bosque es ente vivo
yo me vine a ganarlo porque era libre entrar
y más fuerte y más hondo
y más viejo que yo.

No me dijeron: hay una casa adentro
ni tampoco: hay una casa adentro con mujer
yo estaba en un olvido de puertas amaestradas
para volverme cárcel las veredas.

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Para que entre tu cuerpo

No tienes nombre, pero llevas tu origen ceñido a mi garganta como un collar de fuego que me abre las puertas para que entre tu cuerpo. Bienvenido, tú, el vulnerable, a quien contengo y doy a luz. Yo soy la odiada cuando me creés silicio, carcelera, corazón confuso.

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Porque olvido los nombres de las cosas comunes

Porque olvido los nombres de las cosas comunes:
el hijo que no tuve
nuestro centro nutricio.
Porque recuerdo tanto la infancia contra el cielo
al cielo sobre el charco
y a mis ojos sopesándolo todo…

hoy quisiera cerrar
la llave de esa puerta que fracasa
frente a tanta pupila congelada

quedan muy pocas calles
para hilar el espectro:
palabras que al decirse me retraten
no olvido ni recuerdo
ni mi mano asustada enmedio del renglón

sólo el inicio de la primera letra
de mi buscado nombre.

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Salir

Salir.
Un paso al frente
convencidos mis pies
iban en busca
de los cuatro costados:
risa y gesto
alegoría y espada.

Abierto a lo imposible
de par en par mi traje
exhibiendo la piedra
mil tallas por la torso
de aluminio
en la ciudad
que me vestía de Esfinge.

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Vine del mar

Vine del mar
de aquel mar vertical que mis ancestros
miraron desbordarse
de aquel que por el norte
se abrió a la embarcación de las especias
y al sur se fue envolviendo con la tromba

yo le ofrecía los huecos de mis manos
y la sal más profunda de mis ojos
pero no se alejó

hay los mares así
que se adueñan de todo el territorio
donde avanzan los niños
a saltos entre el charco y el cemento
encarrerado el corazón
por tanto transitar aventurado
que junta los azúcares del lago
con las jaras del río

los nunca mansos mares
donde el atún escala
las redes angulares de un enigma
que siempre lo preepara
para dueños más aptos
y vigías
de mares antagónicos.

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Yo amaba de mis ojos

Yo amaba de mis ojos
ese vínculo de aguas
que cambiaban el rumbo:
del fango a los cristales.

Algo andaba de prisa
en mi mirada:
aquel doble presagio
de los niños nombrándose
en las cosas
por los cuartos baldíos
y su pericia
en los ríos temblorosos
de la carne.

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La alameda

En los veranos rojos, cuando a los mediodías
desata los bozales de sus perros el sol,
¿quién no gozó tu abrigo, quién ignoró las pías
frescuras que derrama tu inmenso parasol?

¿Quién, en el sueño rosa del minuto romántico,
no, tembloroso y pálido, se detuvo al pasar
bajo tu fronda amiga, para esparcir el cántico
del beso en el propicio sortilegio lunar?

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Nocturno

Seda oscura sobre tus piernas,
qué paradójico ataúd;
veo surgir de hondas cisternas
los mástiles de la inquietud.

Rueda en el lánguido sulfato
de sus miradas de candor,
el puñal del asesinato
entre los juegos del amor.

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Venus suspensa

Tu presencia en mi sombra se divulga
como el vuelo de un pájaro escarlata
con el que un pardo atardecer comulga.

Y tu alegría matinal desata
un sonoro esplendor sobre mi vida;
es una esquila de cristal y plata

que, en silencio de muerte sacudida,
me lleva del pavor del Viernes Santo
al júbilo de la Pascua florida.

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A DOÑA INÉS DE ULLOA

Blanca flor de los claustros, irrisorio
capricho de don Juan, me abraso en gana
de platicar contigo, bella hermana,
en la paz del oscuro locutorio.

Mi cabeza en tus senos, el mortuorio
recuerdo evocarás de noche arcana
en que oíste la voz de la campana,
en brazos del sacrílego tenorio.

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A LA PATRONA DE MI PUEBLO

Señora: llego a Ti
desde las tenebrosas anarquías
del pensamiento y la conducta, para
aspirar los naranjos
de elección, que florecen
en tu atrio, con una
nieve nupcial… Y entro
a tu Santuario, como un herido
a las hondas quietudes hospicianas
en que sólo se escucha
el toque saludable de una esquila.

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A LA TRAICIÓN DE UNA HERMOSA

Tú que prendiste ayer los aurorales
fulgores del amor en mi ventana;
tú, bella infiel, adoración lejana,
madona de eucologios y misales;

tú, que ostentas reflejos siderales
en el pecho enjoyado, grave hermana,
y en tus ojos, con lumbre sobrehumana,
brillan las tres virtudes teologales:

no pienses que tal vez te guardo encono
por tus nupcias de hoy.

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A MI PADRE

Nunca, señor, pensé que el verso mío
cuando te hablara en él por vez primera
la música filial de los veinte años,
del huérfano infelice la voz fuera.

Nada valió la familiar plegaria;
moriste en plena vida, y ¡qué contraste
tocóles a los tuyos, muerto amado,
en la noche fatal que agonizaste!

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A MI PRIMA ÁGUEDA

A Jesús Villalpando

Mi madrina invitaba a mi prima Águeda
a que pasara el día con nosotros,
y mi prima llegaba
con un contradictorio
prestigio de almidón y de temible
luto ceremonioso.

Águeda aparecía, resonante
de almidón, y sus ojos
verdes y sus mejillas rubicundas
me protegían contra el pavoroso
luto…
Yo era rapaz
y conocía la o por lo redondo,
y Águeda que tejía
mansa y perseverante en el sonoro
corredor, me causaba
calosfríos ignotos…
(Creo que hasta le debo la costumbre
heroicamente insana de hablar solo).

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A SARA

A J. de j. Núñez y Domínguez

A mi paso y al azar te desprendiste
como el fruto más profano
que pudiera concederme la benévola
actitud de este verano.

(Blonda Sara, uva en sazón: mi apego franco
a tu persona, hoy me incita
a burlarme de mi ayer, por la inaudita
buena fe con que creí mi sospechosa
vocación, la de un levita).

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A UN IMPOSIBLE

Me arrancaré, mujer, el imposible
amor de melancólica plegaria,
y aunque se quede el alma solitaria
huirá la fe de mi pasión risible.

Iré muy lejos de tu vista grata
y morirás sin mi cariño tierno,
como en las noches del helado invierno
se extingue la llorosa serenata.

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A UNA PÁLIDA

Vos una claridad y yo una sombra

E. ROSTAND

Dama de las eternas palideces,
con tu mirar tranquilo me pareces,
irradiando destellos de pureza
el hada del país de la tristeza.

Eres la imagen del dolor que implora,
y por eso mi pecho que te adora,
al mirar tu expresión contemplativa
te juzga una madona pensativa.

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AGUAFUERTE

(Alfonso Camín)

Alfonso, inquisidor estrafalario:
te doy mi simpatía, porque tienes
un aire de murciélago y canario.

Tu capa de diabólicos vaivenes
brota del piso, en un conjunto doble
de Venecias y de Jerusalenes.

Equidistante del rosal y el roble
trasnochas, y si busco en la floresta
de España un bardo de hoy, tu ave en fiesta
casi es la única que me contesta.

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AL VOLVER

¡Bien hayas oh lejano
y glorioso contento
de volver a mirarla!
¡Qué desgano
el del viaje de ahora, que me cubre
de una angustia de pésame!
Presiento
la fuga del amor en este octubre.

Corre la antigua posta en la llanura
barrida por los cierzos de contino;
el sol avaro apenas si fulgura
sobre la paz de otoño del camino,
y con fúnebres sones
que se dilatan por la carretera
van entonando en la mañana austera
coplas de desamor los postillones.

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ALEJANDRINOS ECLESIÁSTICOS

Tú, Fuensanta, me libras de los lazos del mal;
queman mi boca exangüe de Isaías los carbones;
por ti me dan los cielos profundas contriciones
y el ensueño me otorga su gracia episcopal.

Para comer las viandas del convite nupcial
en que se han desposado nuestros dos corazones,
tomo el báculo y ciño mis pies y mis riñones
cual se hacía en las fiestas del Cordero Pascual.

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ÁNIMA ADORATRIZ

Mi virtud de sentir se acoge a la divisa
del barómetro lúbrico, que en su enagua violeta
los volubles matices de los climas sujeta
con una probidad instantánea y precisa.

Mi única virtud es sentirme desollado
en el templo y la calle, en la alcoba y el prado.

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BOCA FLEXIBLE, ÁVIDA

Cumplo a mediodía
con el buen precepto de oír misa entera
los domingos, y a estas misas cenitales
concurres tú, agudo perfil; cabellera
tormentosa, nuca morena, ojos fijos;
boca flexible, ávida de lo concienzudo,
hecha para dar los besos prolijos
y articular la sílaba lenta
de un minucioso idilio, y también
para persuadir a un agonizante
a que diga amén.

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COLOR DE CUENTO

¡Oh qué gratas las horas de los tiempos lejanos
en que quiso la infancia regalarnos un cuento!
Dormida por centurias en un bosque opulento,
despertaste a la blanda caricia de mis manos.

Y después, sin que fueran los barbudos enanos
o las almas en pena a turbar el contento
del señorial palacio, en dulce arrobamiento
unimos nuestras vidas como buenos hermanos.

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COMO EN LA SALVE

¡Oh bienaventuranza fértil de los que saben
ir gimiendo y llorando desprecativamente,
como en la Salve, que es un óleo y una fuente!

Yo también supe antaño de la bondad del cielo
que en mis acerbos pésames llovía,
y compuse mi Salve, con la fe de un cruzado
bajo los muros de Antioquía.

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COMO LAS ESFERAS

Muchachita que eras
brevedad, redondez y color,
como las esferas
que en las rinconeras
de una sala ortodoxa mitigan su esplendor…

Muchachita hemisférica y algo triste
que tus lágrimas púberes me diste,
que en el mes del Rosario
a mis ojos fingías
amapola diciendo avemarías
y que dejabas en mi idilio proletario
y en mi corbata indigente,
cual un aroma dúplice, tu ternura naciente
y tu catolicismo milenario…

En un día de báquicos desenfrenos,
me dicen que preguntas por mí; te evoco
tan pequeña, que puedes bañar tus plenos
encantos dentro de un poco
de licor, porque cabe tu estatua pía
en la última copa de la cristalería;
y revives redonda, castiza y breve
como las esferas
que en las rinconeras
del siglo diecinueve,
amortiguan su gala
verde o azul o carmesí,
y copian, en la curva que se parece a ti,
el inventario de la muerta sala.

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CUANDO CONTIGO ESTOY, DUEÑA DEL ALMA

Cuando contemplo a veces
que plegando los labios enmudeces,
mi adoración pretende en su locura
bajar hasta tu alma a paso lento
y sorprender, en su mansión oscura,
como nota de luz tu pensamiento.

Cuando me miran, oh mujer, tus ojos
luminosos cual sol de primavera,
por oír anhelante
las pulsaciones de tus nervios flojos
y el rumor de tu pecho palpitante,
en mi pasión quisiera
el misterioso oído de los magos
que en las nocturnas sombras escondidos
escuchan, a la orilla de los lagos,
hasta sus más recónditos murmullos,
de las ramas los débiles crujidos
y la reventazón de los capullos.

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CUARESMAL

Tu paz ??¡oh paz de cada día!??
y mi dolor que es inmortal,
se han de casar, Amada mía,
en una noche cuaresmal.

Quizá en un Viernes de Dolores,
cuando se anuncian ya las flores
y en el altar que huele a lirios
el casto pecho de María
sufre por nos siete martirios;
mientras la luna, Amada mía,
deja caer sus tenues franjas
de luz de ensueño sideral
sobre las místicas naranjas
que, por el arte virginal
de las doncellas de la aldea,
lucen banderas de papel
e irisaciones de oropel
sobre la piel que amarillea.

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DEL PUEBLO NATAL

Ingenuas provincianas: cuando mi vida se halle
desahuciada por todos, iré por los caminos
por donde vais cantando los más sonoros trinos
y en fraternal confianza ceñiré vuestro talle.

A la hora del Angelus, cuando vais por la calle,
enredados al busto los chales blanquecinos,
decora vuestros rostros —¡oh rostros peregrinos!—
la luz de los mejores crepúsculos del valle.

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DEL SEMINARIO

Hoy que la indiferencia del siglo me desola
sé que ayer tuve dones celestes de contino,
y con los ejercicios de Ignacio de Loyola
el corazón sangraba como al dardo divino.

Feliz era mi alma sin que estuviese sola:
había en torno de ella pan de hostias, el vino
de consagrar, los actos con que Jesús se inmola
y tesis de Boecius y de Tomás de Aquino.

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DÍA 13

Mi corazón retrógrado
ama desde hoy la temerosa fecha
en que surgiste con aquel vestido
de luto y aquel rostro de ebriedad.

Día 13 en que el filo de tu rostro
llevaba la embriaguez como un relámpago
y en que tus lúgubres arreos daban
una luz que cegaba al sol de agosto,
así como se nubla el sol ficticio
en las decoraciones
de los Calvarios de los Viernes Santos.

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