Reja de lenguaje

Redondez del ojo entre los barrotes.

El párpado, animal ciliar,
boga hacia arriba,
deja libre una mirada.

Iris, nadadora, sin sueños, sombría:
el cielo, gris-corazón, ha de estar cerca.

Sesgada, en la férrea arandela,
la tea humeante.

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Salmo

Ya nadie nos moldea con tierra y con arcilla,
ya nadie con su hálito despierta nuestro polvo.
Nadie.

Alabado seas, Nadie.
Queremos por tu amor
florecer
contra
ti.

Una nada
fuimos, somos, seremos,
floreciendo:
rosa de
nada, de nadie.

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Shibboleth

Junto a mis piedras
crecidas bajo el llanto
tras las rejas,

me arrastraron
al medio del mercado,
allá,
donde se iza la bandera, a la que
no he prestado nunca juramento.

Flauta,
flauta doble en la noche:
piensa el sombrío
y doble rojo
en Viena y en Madrid.

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Sueño y sustento

El aliento nocturno es tu sábana,
la tiniebla se acuesta a tu lado.
Los tobillos te roza, las sienes;
te despierta a la vida y al sueño,
te rastrea en el verbo,
en el deseo, en las ideas,
duerme con cada una de ellas
y te atrae con halagos.

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Tardío y profundo

Maligna como palabra de oro esta noche comienza.
Comemos las manzanas de los mudos.
Hacemos un trabajo que bien puede dejarse a su fortuna;
en pie permanecemos en el otoño de nuestros tilos, como rojas
banderas pensativas,
como abrasados huéspedes del Sur.

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Tenebrae

Estamos próximos, Señor,
próximos y apresables.

Ya apresados, Señor,
uno en otro enzarzados, como
si la carne de cada uno de nosotros fuese
tu carne, Señor.

Ora, Señor,
invócanos,
estamos próximos.

Ladeados por el viento íbamos,
caminábamos para inclinarnos
sobre la zanja y la oquedad.

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Toda la vida

Los soles del sueño ligero son azules como tu cabello una hora antes del amanecer.
También ellos crecen rápido como la hierba sobre la tumba de un pájaro.
También los enreda el juego que jugamos como ensueño en los barcos del placer.
En las rocas calcáreas del tiempo también los encuentran los puñales.

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Tubinga, enero

A la ceguera per-
suadidos ojos.
Su -«un
enigma es
manantía pureza»- su
recuerdo de
flotantes hölderlinianas torres en
un vuelo circular de gaviotas.

Visitas de carpinteros ahogados con
estas
sumergidas palabras:

Viniera,
viniera un hombre,
viniera un hombre al mundo, hoy, llevando
la luminosa barba de los
patriarcas: debería,
si de este tiempo
hablase, de-
bería
tan sólo balbucir y balbucir
continua, continua-
mente.

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Alegría

Gozo mezclando mis cabellos con vosotras, hojas del otoño,
corriendo por el bosque loco, resbalando, riendo y arañando
mis mejillas en vuestras formas rugosas.
Me alegra poder lanzar
en el Otoño rojo mi grito solo y profundo
bajo las bóvedas de oro seco, en el susurro del viento.

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Lucidez

Esas palabras: «Siempre juntos…» «Siempre…»,
no las repitas, no mientas.
Oh, amado,
pronto no existiremos!

Aun si la muerte nos dejara
vagando bajo el sol,
con el pan en la mesa
y el dulce vino en las copas,

se irá el amor… Pero no lo sabremos.

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Un hombre

Cuando al luchar por la patria
se pierde un brazo, surge el miedo:
En adelante,
haré todo a medias.
Recogeré, la mitad
de la cosecha de los campos.
Y al practicar en el piano
sólo tocaré la melodía
o el acompañamiento,
pues no estoy capacitado para toda la partitura.

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Volaban

Desde aquel instante, comienza a hacer todo
dos veces más.
Y en lugar del brazo arrancado
le crece un ala…

Volaban…

Él tenía un ala en la izquierda,
ella tenía un ala en la derecha,
como un solo cuerpo entre dos alas,
volaban…
Volaban…
Respirando entre dos alas,
ella -el pulmón de la derecha,
él -el pulmón de la izquierda,
a través de un cielo saturado de oro,
como una larga lanzadera de oro,
como una llave de oro,
volaban…
entre oro…
volaban…
entre oro…
volaban…

Versión de Manuel Serrano

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Antes del invierno

Este es mi tiempo, el otoñal, el último.
Ataré mi caballo del tronco de algún árbol
en el lindero de la selva oscura
y me extraviaré por los campos que huelen
a lentas flores tristes, a frases muy maduras,
a hierbas marchitadas por la helada nocturna.

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Caminos (fragmentos)

Yo vestiré de negro
de arriba abajo
mi soledad.
Igual que en el mes de agosto,
lloraré estrellas a montones.
Altivo dolor mío,
da tu voz, desde ahora, a las fuentes del canto,
hondamente encerradas en mi alma
como en el corazón de una montaña.

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Canción de amor

Ven, canción de amor,
desde el corazón de los elementos
sobre el ala de la tormenta
con el aullido de la tempestad,
ven desde los abismos de la noche,
a caballo sobre los torbellinos
con el hervor de las aguas profundas,
que te llevan los pastores del aire
en tropeles de estrellas
ladradas por el trueno.

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De la sombra

Un día, por encima de los años, mi cuerpo
abandonará penas, alegrías,
la sed de ser, el sueño y los ensueños,
y despojándome de todo igual que la serpiente
de su vieja piel,
me deslizaré entre la hierba de los grandes silencios
fantasma de sátiro difunto,
y desde la insondable sombra veré la vida,
ella -con mozas gráciles y labios jóvenes,
y yo- con una copa destrozada en la mano.

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En mi sangre

Nada más tengo que decir,
que vengan otros, si así quieren,
a pescar en esta agua turbia.
Yo he vuelto las espaldas al poniente.

Como una peonía de corola arrancada,
miro el árbol gigante con asombro:
Veo un hombre pender de cada rama.

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La guerra

Están los que juegan con su propia cabeza,
como una pelota única,
lanzada al alto,
contra la tierra,
atrapada en la mano,
golpeada con el pie,
pero no mas que una sola pelota.

Otros juegan con las cabezas ajenas,
con muchas cabezas a la vez, con todas.

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La huida

Ten cuidado, no pierdas un instante,
el más terrible perseguidor
de ti eres tú mismo.
Huye, huye, huye de ti, huye con todas tus fuerzas
porque nada puede haber más terrible
que sentir que nos agarramos nosotros mismos, furiosos,
por los hombros, por la cintura.

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La naturaleza habla

Cuando lloras, soy prado cuajado de rocío,
cuando tú ríes, soy la más feliz cascada,
a la noche, yo soy para ti luna nueva,
soy viñedo, en otoño, de sazonado fruto.
Si tú llamas, respondo lo mismo que la gruta
con una voz en ondas repetidas;
de cuanto tú me dices no olvido una palabra,
hasta cuando parezco a veces estar muda.

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La sombra de Hiroshima

Grabada en los peldaños hay la sombra de un hombre.
Estampada en la piedra estará para siempre.
Ha sido inscrita allí por los dueños del átomo.
Como cuando a la muerte un perro aúlla,
así el recuerdo ladra entre los muros,
aúlla hacia una torre negra, triste y quemada.

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Las llaves

He llegado a ser tu caja de caudales,
tu caja de secretas cerraduras,
y me has llenado de años,
moneda a moneda.

Ábreme, tiempo,
toma tus años,
todos,
o al menos algunos,
los últimos,
algunas decenas.

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Tapiz

Los tapices de mis recuerdos están hechos
de lágrimas, de estrellas y de sangre.
Yo los tejí, bordándoles a través de los tiempos
ramajes con retoños de flores y de espinas,
y entre las hojas, en calientes nidos,
eduqué ruiseñores y tuve nuevos cantos.

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Tú gritas

Tú gritas hacia el hombre que se esconde en ti,
él no vuelve la cabeza.
Tú le agarras por el hombro,
él sigue hacia adelante.
Tú vienes a su encuentro por caminos disimulados,
sus ojos te miran ciegos.
¿Adónde va el hombre en mí escondido?

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Un día

Un día nos llamaremos, sin oírnos,
uno de nosotros no responderá más,
un pájaro caerá, el ala muerta,
y mirará, el ojo temeroso,
hacia el bosque callado.
Vuelas para alcanzar el nido,
un ala sin fuerza lame la tierra,
y de la otra caen tibias gotas-coral.

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