Segundo poema para antes de morir

Siento ya sobre el ojo que vio correr los días
Batiendo récords trágicos de muerte
El llanto de los hombres caídos en desgracia
Después de ser ministros o inmunes consejeros
En el imperio de Dios y la esperanza.
Sorbo la miel salobre
De los panales míseros que el huracán sacude
En árboles bañados de espanto y de ceniza.

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Poema de la voz intacta

Habla mi voz autoritaria,
–Invasora de nardos y de rosas–
Mientras el pan de tu sonrisa se alza
Desde el horno sangriento de tu boca.
Bajo la tarde
–Mujer ciega que lava sus penas en el tiempo–
El corazón se vierte gota a gota
En los innumerables móviles del silencio:
Y es en vano seguir
Las sombras de esperanza
Donde anochece la mirada
Y querer sepultarse en un suspiro
O en un surco de lágrimas.

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Momento

Por un túnel tan negro que pareciera mi hijo
Se desboca la angustia
De hombres zozobrando en el diluvio,
Como descarrilado tren
En que van, pasajeros, la muerte y el olvido.
Y yo siento temor de verme en los espejos
Y de saber que estoy semi-espantado
Luchando contra el grito de los insectos
Que se enrolla en las torres de metal
Y en los candentes hilos telegráficos.

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Invitación a la lucha

A Ella
Fraterna sombra, hermana de algún ángel,
Prima de alguna llama de mí mismo,
Que me sigue a la noche y a la aurora,
Al combate, a la tregua y al descanso:
Ayúdame a vencer esta agonía
Que en la entraña me crece como una sed de árbol;
A repoblar este silencio abierto
Que ha enmudecido el rumbo de los pájaros
Y a domeñar el pánico latido
Que socava la aurora caída hacia mis brazos.

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Buscando tu saliva

Buscando tu saliva
En esta constelación de gritos
Y en este vaivén de olas humanas y difusas,
Yo busco la corriente clara de tu saliva
-Ungüento iluminado de palabras y risas.
Me quito la camisa y el miedo y los zapatos
Y subo por escalas de aire y nada
Para asaltar y desflorar
La desnuda verdad de tu esperanza.

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A manera de salmo de ausencia

I

A manera de salmo de ausencia
Rebotan mis palabras
En las piedras oscuras del recuerdo
Y mis lágrimas ruedan ateridas
Y enhebradas con hilos en desfleco.
No hay soñador que sueñe los sueños de mi noche:
Apagado está el grito, muerto el clamor del alma:
Y un mudo seguimiento de fantasmas y sombras
Burlescamente hiere mi fría piel bronceada.

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Estos muros de sombra, que se los abandona

Estos muros de sombra, que se los abandona, estos solemnes muros
de arcilla somnolienta,
Que se los abandona a su familiar suficiencia bajo los cielos,
Y a su diálogo de polvo.
Como las piedras que se despiertan tiernamente en el instante más húmedo del año,
Que se maravillan, descubren y tienden sus cuerpos endurecidos a la espuma
que los envejecerá sin tardanza.

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Poemas varios

A Alberto Coloma Silva

1.

De lo remoto a lo escondido

Tanto soy y más la brizna de saturada espina
A cuya sed perenne se acrecientan los desiertos.
Sangre adentro y de soslayo iré por consiguiente,
Como van las tempestades,
Hacia aquel país cerrado a toda mente,
País de Khana, cuando al paso, en las sales densas de la muerte,
Habré de hablarte,
Toda en escombros, ciudad de Balk.

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Tempestad secreta

Para ti, profundamente.
Para David García Bacca,
esta desvergüenza.

I

Las razones de la vista: aparecen consiguientes las llanuras, el cárcavo de las selvas.
Encendidas aves, romped de vuelo mis cristales;
Las consabidas alas de este mirar,
La luz naciente que en soledades llevo a los más altos ayes,
Juntad las de vez segura ya en su común medida, en su cenit secreto.

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Pero él

¡Amén, Silencio!

El paso se inquieta en el suelo de las gamas.
Recojamos las melódicas flores de la pastoral
Para nuestras tiernas hermanas.
Venid todos, mordamos los barbechos; para nosotros los peces y el arsenal.
Agua disipada de ámbar en la resonancia estelar.

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Los amotinados

¡Ah, risa loca!
¿Henos aquí tus compañeros
Ilustres en la ciudad de los políperos?
¡Dispara y modela la línea de nuestra muerte!
Anda, corre y toma entre los astros tu noble impulso.
¡La tierra para nosotros!

¡Y en nuestra angustia
Más bien el cieno de los cerdos
Que el hueso que flota
Como leño podrido del alud!

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El ladrón

A Jules Supervielle

Como los grandes vientos que soplan en su nocturna y miserable inmensidad,
En las profundas soledades del invierno,
Yerro hirsuto, miserable y sin abrigo.

Ya el lobo no escucha en su guarida
Sino el golpe siniestro de mis años.

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El agua

Navegante,
¡Almendra del navío!
La mirada acorralada por tantos brillos,
Amianto y témpanos vivos de la estrella polar.
El arco metálico arranca de las ramas astrales
El lino de las cataratas.
¡El hielo de las cabezas sobre la esfera
Que sonará una voz sin nombre!

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Ausencia 1932

A.M.E.

A la que fue todo amor,
embriagadora y cortejada,
Lucrecia Borgia,
mi ancestro bienamado.

Para vosotros, mis compañeros de exilio,
Henri Michaux, andré de Pardiac de Monlezun,
Aram D.

Mourandian

Versión de Gonzalo Escudero

* * * * *

IV.

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A contraluz

Bebo los latidos de la ceniza
En el velorio de los sueños
Roto póstumo
Deshaciendo oráculos
Destruyendo arcos
Subastando lágrimas
Bronces desvaídos
Anillos como gargantas
Nunca fueron hechos los sueños
Sin paciencia
Sin ríos
Sin espigas
Nunca faltó un grano de luz
Un mar de golpes cubriendo la vida
Bebiendo hasta en boca
Ajena
La sangre

Nunca para levantar un alma
Faltaron cuerpos
Hoy lo sé cuando ellos
Construyen el silencio
Y desnudan la tierra
En pleno sol

Nunca para vivir
Ha dejado de congregarse
La muerte todos los días
Con su pañuelo de palpitante río

Nunca he dejado de caminar sin tregua
Sin fuego
Sobre un horizonte de rieles
De peces y pasmos
Y huellas

Nunca dejé de sentir ecos
Paleolíticos
En la osamenta insomne de las esferas

Salvo el frío del grito

Salvo las piedras hondas del vacío…

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Ahora, hoy, siempre

Ahora desnuda tu alma.
Hoy he salido de la noche
A buscar tus ojos que ven
En la remota distancia.
Siempre busco una forma:
La forma del amor desnudo
Que calcina como fuego.
Ahora eres densa en mi Psique,
Y siendo lo que eres:
-mi perpetuo pensamiento-
que la luz caiga al alma
entera y unitaria.

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Aún queda el crepúsculo

Aún queda el crepúsculo
(Menos mal)
Rodajas de nubes
Pedazos de cielo
Brisas de vez en cuando
Ventanas aunque sin vecinos en los balcones
Gatos cazando ratones
Cucarachas felizmente alimentadas
Con suculentas migajas
Húmedos albañales
Cloacas
Mujeres madres solteras
Niñas a la moda con medias blusas y asteroides
Pantalones al estilo cantinflas

Pese a todo
Aún quedan flores de las once
Aunque agonicen en las tardes
Cirios de reventa en los cementerios
Noches sin colores
Pañuelos de asfalto
Calles inciertas
Rostros de ceniza

Aún nos queda el crepúsculo
Para adjetivar los semáforos
Buscar habitaciones
Falsear puertas
Tragar sueños
Usurpar paisajes
Buscar el retorno a Ítaca

Aún nos queda el crepúsculo
Para ver los rótulos en primer plano
Sentirnos repletos de siluetas
Gritarle a las sombras
Asirse a los árboles
A los párpados
Amortajados de eructos
Diluidos por bocanadas de humo
Que desprende el aire
Anochecido de los espejos

Aún nos queda el crepúsculo
Como un furtivo pozo
Para tocar el tiempo
Helado de los acantilados
El abandono
El silencio
Pese al murmullo del marketing.

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Confesión del tiempo

«¿Qué tierra es ésta?
¿Qué violencias germinan
bajo su pétrea cáscara,
qué obstinación de fuego ya frío,
años y años como saliva que se acumula
y se endurece y se aguza en púas?»
Octavio Paz

Inventé el aguardiente
Para quitarme las imágenes
Del miedo
Y desprenderme del horror
Que provoca la historia

Siempre anduve entre escombros
Espectro de sueños
Apagándose
En la espuma sangrienta
De húmedos pájaros
Descendí a la tierra
Ensordecida
A la novena extensión
De los vitrales
Donde el cáliz del halito
Se vuelve piedra
Por montañas de ceniza

Jamás renegué de las ciudades
Cansadas por el plomo
Ni por el abismo
De las persecuciones

No hubo plenitud.

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Despojos

Eternidades que están
atravesando mi alma.
Manuel Altolaguirre

En todas partes el frío
Inunda las calles
Y las esquinas envejecen
La gente aflora sus toxinas
De pronto se cuelan los recuerdos
Por el orificio
Cinematográfico
De los calendarios
No sé cómo este mundo apretado
Mitiga su silencio
El madero que acuña
La mortaja sigilosa del vacío
El aire molido de la noche
Miro que suben y bajan los dioses
Zapatos cansados
Ya sin forma
Sin sitios conquistados
¿Qué luz nos desnuda
Para luego desconocernos?

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