La adolescente

A Concepción Silva Bélizon

Desnuda, blanca, sola, como los huesos.
Un puñado de hormigas. Unas manchas de lluvia.
Una puerta. Unas brisas nacieron de sus madres.
—Sin libros, sin trajes, sin números,
entre la selva y sus paseos.
Abrazada en secreto por los árboles.

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La memoria

La historia no registra el pan crucificado,
el rey sin arcoiris, los niños, de colores,
quebrados por el crimen,
las batallas de encinares
contra el acero enemigo,
las hormigas vencidas por el peso.
No registra la nave
que arrastra su deriva
en aguas extensas
sin encontrar el puerto
que los mapas aseguran,
no registra las águilas perdidas
en el humo sin luz,
la catedral secreta de los pobres
sólo de llanto adornada.

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La que pasea

El aire la recibe cuando anda,
el cielo la posee, los árboles la besan,
la ama el mar.
Sus pies no pertenecen a su cuerpo,
sino al camino.
Sus piernas le obedecen
como columnas a la Música.
Sus pasos desprendidos del tobillo
no caen en el silencio
como sonidos huérfanos.

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Dieciséis (16)

eran los tiempos de la modernidad, cuando había cuadros que se llamaban ‘Composición No. 5’ o ‘Serie del pez’, era el estructuralismo, el teatro del absurdo, la guerrilla urbana; se discutía, por la noche, acerca del papel del intelectual, una brisa frenética, animada por la música (disonante) y el sexo (insinuado) depositaba briznas de significado, me acuerdo de la fiebre del libro, del poder del intelecto, de la fuerza de la ilusión, tiempos de terapia y susurros en verano; por ejemplo, la expresión ‘a nivel piel’.

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Quince (15)

En el Uruguay, en el Uruguay, la literatura es igual al Uruguay.
Permanece, perenne, establece: rostros aparentemente animados, en el
tardecer, repasan: ya no hay aquel humus, aquéllas eran clases. Sin
embargo, cientos de teclas repiten al unísono la ‘u’ de la literatura, que
al prolongarse es índice de una profundidad que defenderemos hasta
el fin.

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Confesión piramidal

pirámides formando en un momento.
Julián del Casal

Si la distribución de los azules en este vértigo
cónico, en vísperas de primavera
sobre la colcha, espera todo de la música
aunque colabora hacia el espejismo de finales
plenos de sentidos, es que la vida
trae sus manojos apretados, sus gavillas, el torneado
turbante desde el cual el sol se escapa girando
y no sabemos cuál es la relación entre ‘arte’ y ‘vida’
salvo cuando el pelo de una gata en celo se eriza.

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El secretario

Yo soy el hombre de mi destino, etc., aquí en una casa
sola, la técnica del bebé o la viudita
sin persuadir a nadie, sin que crean en mí
yo soy la momia de la calle Arturo, preparo el café
con menta, descubrí que me había muerto, en aquella tarde
con los negros verdosos, las lámparas de mercurio rosado
—su memoria no la respeta nadie, dije.

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El verano siguiente

Ingrávido de materia sutil
el aire en espiral se inclina —oído por la suerte.
Y antes de respirarte
sube el musgo arrancado a los ladrillos
como tonda lasca que arrojó el verano
de los ojos. Antes de olvidarlo, por no sabido
estrecho del sentido, pudiendo barajarlo, tenso e ido,
cifra el redondel de una plaza, el ventanuco blancuzco
con un fondo verde de pecera.

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Imbuche

No pudieron resistir, no pudieron mirar
tu hermosura, tu comercio con el aire.
Narinas, boca, ano, sexo, oídos, ojos:
cosieron tus aberturas.
Monstruo de hermosura, cosido monstruo.
Cerraron orificios de tu piel,
condenaron puertas de tu cuerpo
a ningún tráfico.

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Mella

No me habría detenido en ti si no hubieras estado
al final de la avenida junto al kiosco de tiro al
blanco
donde pasan en correa patos de metal. Hiciste
mella en uno.
Fuimos al tren fantasma; en cada curva saltaban
los muertos.

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Juglar

el río
el juglar
avanza
bajo un cielo
macizo

sin miedo

con su martirio
luminoso
(amargas uvas)
lejos del corazón
y de los ojos

aquel juglar
avanza

duros dientes
la muerte
camina
(paisaje de la luna)
hacia este dulce poeta
secretamente

hoy

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Moneda

Cae negro el sol
enero agosto
sobre el muro
de piedras desamparo

de este lado esperamos
hay silencios y hay miedos
tan parecidos
gelman a la palabra
nunca

no obstante a la
hora dulce del mar
inevitable la virazón
moneda
de terciopelo
y llega

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Redes

las redes de la lluvia
mercantil necesidad
limpieza
fuerte necesidad de paz
y lluvia

reyseñor de la noche
raíces ??pan- profundas
seguridad de naves

continuidad montaña

nunca más
miedo
espanto

largo grito sin jaula

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Tord

sobre muertos sin filtro
sobre mujeres, niños
sobre el alma de amigos
he construido
pisando
mi inexorable camino hacia
la cumbre
(relativa)
hacia el sillón que crispo
el micrófono, la cámara
el libro que casi nadie lee
pero yo escribo
mano segura
escribo

he inaugurado cárceles
alambrado fronteras y
racimos

pero nadie me oye
temblar
en la azul
noche

nadie invoca café
por mi retrato
vino de arroz
ni verde trigo

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Viajes

(viajes)

no imagino cómo será el exilio
no imagino
la ultramar la furiosa
nostalgia
aquel dudante avión
los ecuadores

el barrio antiguo aquel
el entrevisto

desde la quieta –feroz–
montevideo
roja en dolor
callada tan negada

no imagino el exilio
el barrio gótico

a esta ciudad con lluvia
no imagino

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Apocalipsis XX (Visión primera)

El cuerpo del monstruo fulmíneo llenaba el espacio
como un pez que se hubiese tragado la mar.
No existía ya sitio más que para un temblor
y la luz era a un tiempo su piel y su carne.
Un leve punto, gota, gota, embrión de la tiniebla,
apareció en el tenso vientre en llamas,
en el furioso vientre hurgó como semilla de la noche.

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Atalaya

Sobre este muro frío me han dejado
Con la sombra ceñida a la garganta
Donde oprime sus brotes de tormenta
Un canto vivo hasta quebrarse en ascuas.
Yo aquí mientras el sueño los despoja
Y en sueños comen su mentida baya
Para erguirse en las venas de la aurora
Pábulo gris de su sonrisa vana;
Yo aquí mientras los sabios inocentes
Y los tranquilos de crujiente casa
Durmiendo abajo, y aprendiendo el frío
De sus angostos mármoles descansan;
Yo aquí volteado por el viento negro
Que el olor de la noche desampara,
Los cabellos fundidos en raíces
Que van abriendo turbulentas lamas;
Yo solo entre planetas condenados
Que en busca de sus huesos se desmandan
—la edad del mundo en esta pobre sangre
que entre las quiebras de su historia clama—
yo aquí turbado por la paz bravía
que con sagaces témpanos me aplaca,
sintiendo entre las médulas ausentes
el duro frenesí de las espadas;
yo aquí velando, los desiertos ojos
quemado por el soplo de la nada,
las negras naves y los negros campos
vacíos de sus oros y sus lacras.

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Callar

a A. Rimbaud

Rigor de esta ciencia rara
que en relámpago indiviso
del infierno al paraíso
quiebra el color de mi cara.
Que ya no me desampara
su asistencia abrasadora,
la palabra me devora
si me aviva el pensamiento,
y en callada flor del viento
mi antigua canción demora.

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Combate imposible

Con astuta cabeza de zafiro,
Bloque de piedra fría y transparente,
Inmóvil, la mandíbula sellada,
Linda con la tiniebla el monstruo leve.

Mientras el polvo en que se duele el mundo
Curva su flor, su lágrima troquela,
Y entre los tersos cánticos del día
Sordas espadas con su vuelo templa.

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Desdén

a Paul Valéry

Vuélvete rosa desnuda
al carmen rosa del cielo.
La forma de mi desvelo
frente a tu sonrisa duda.
Quiero y no quiero tu ayuda
pábulo de mi agonía;
vuelvo la espalda a tu día,
y en esta nocturna rosa,
con tu ausencia rencorosa,
me quema la geometría.

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Interrogación ¿ ?

Dejóme Dios ver su cara
cuando entre paloma y flor
sobre aquel cielo mayor
brotó una blanca almenara;
dejóme Dios ver su cara?

Me miraba Dios acaso
cuando en la noche sin mella
dejaron lirio y centella
testimonio de mi paso;
me miraba Dios acaso?

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La página vacía

a Stéphane Mallarmé

Cómo atrever esta impura
cerrazón de sangre y fuego,
esta urgencia de astro ciego
contra tu feroz blancura.
Ausencia de la criatura
que su nacimiento espera,
de tu nieve prisionera
y de mis venas deudora,
en el revés de la aurora
y no de la primavera.

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La palabra

De pronto el viento que movía
Las vestiduras y las almas
Borra en un sueño de ala inmóvil
Su rumorosa torre de alas.

Cada mujer y cada hombre
Solo en su sola huella marcha,
Y se ignoran secretamente
En el desnudo de la plaza.

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