La ráfaga

Tuvo en la mano el ramo erguido,
brioso relámpago de fiesta.
Por las corolas de ascendía
la luz amarga de la tierra,
la luz del hueso amanecido,
la luz en trance de cometa,
la luz alzada por su rostro
contra el fragor de la tiniebla;
la luz audaz que abre en su risco
despeñaderos a la abeja,
la luz que andaba por sus ojos
sobre las lágrimas sedientas.

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Liras (IV)

¿Por qué me duele el cielo
su luz de llaga que olvidó la muerte?
¿Por qué este oscuro duelo
que mi lengua pervierte
y en mi propio verdugo me convierte?

Voy a vivir la estrella
voy a tocar su frente de alegría.

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Liras (V)

Voy a llorar sin prisa.
Voy a llorar hasta olvidar el llanto
y lograr la sonrisa
sin cerrazón de espanto
que traspase mis huesos y mi canto.

Por el árbol inerme
que un corazón de pájaro calienta
y sin gemido duerme,
yal gran silencio enfrenta
sin esta altiva lengua cenicienta.

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Mira

Ven, acércate hermano, ven y mira
la vena enlucerada que desciende
lenta por las entrañas pudorosas
del animal vencido; ven y mira
como quien quiere ver: adentro mira.

Quiero mostrarte esta sencilla puerta
que no has abierto nunca y se te ofrece
bajo las cerraduras celestiales
que abrasan mano y sangre y pensamiento;
que te devoran sin razón ni duda,
que te hacen circular por la ceniza,
que te avientan en aires pavorosos
y te devuelven a tu triste sangre,
a tu quieta mirada te devuelven,
a tus éxtasis, vagos a gu asombro,
a tu límite frío, a tus miserias,
a este asomarse a las entrañas puras
de un animal vencido… Pero mira,
mira y verás el rastro enlucerado,
mira y verás, porque salvado seas.

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No puedo

No puedo cerrar mis puertas
ni clausurar mis ventanas:
he de salir al camino
donde el mundo gira y clama,
he de salir al camino
a ver la muerte que pasa.

He de salir a mirar
cómo crece y se derrama
sobre el planeta encogido
la desatinada raza
que quiebra su fuente y luego
llora la ausencia del agua.

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Tiempo II (X)

¿Cuándo la rosa concibió este frío?
¿Cuándo esta leve sombra cazadora
afinó en mi garganta su rudeza
y me detuvo en la canción que llora?
¿Cuándo nació la pálida maleza
que enturbia el goce de su pulcra aurora?
¿Cuándo perdí su celestial privanza,
de sangre a sangre el nudo y la alabanza?

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Tiempo III (XV)

Tu aire esculpe el otoño en mi garganta.
La lumbre de las uvas montaraces
mis arriscadas vértebras levanta.

Dividio entre lágrimas rapaces
cruzo tus laberintos transparentes
empañados de perros y torcaces.

Palpo en tu rostro mis cenizas, claras,
mis pies vislumbro en tus cerradas fuentes.

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Yo te sentí, paloma

Yo te sentí, paloma, en las mejillas
recién salidas del manzano alerta.
Tu cauto pico me encontró despierta
deletreando arenales y gramillas.

Jugaba un aire enano en mis rodillas
cuando tu anunciación pasó mi puerta.
Liviano amanecer, mi frente abierta
sufrió la voluntad de las semillas.

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Animales

Colgadas de cualquier frágil almanaque
las arañas se descalzan
y empiezan a tejer
las pálidas camisas
que sudaré mañana.
Y en el piso
de una apartadísima caverna
las cucarachas mezclan sombras
con el estiércol de dientudos pájaros:
ellas me preguntarán mañana
por qué estamos aquí.

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Canción del escriba de pie (4-6)

4

‘Si miramos el desierto
como un cuero de camello
aplastado por la luz
no podremos ver cada partícula
que a cada instante abandona
su grano de arena.
Y el polvo así formándose
con quemados elementos de planetas
de veloces deyecciones
y de tronchadas médulas
llegará sin fatiga
a tocar las garras
de la más inmóvil dueña del miedo.’

No: yo jamás escribí ni pinté
el discurso de ningún viajero
ni mencioné las ruinas imperiales
ni escuché las preguntas
que sólo un rey de pupilas arrancadas
pudo responder.

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Ciertas lágrimas

Una muchacha arroja sus lágrimas
a través de los nervios negros
del teléfono.
¿Dónde ha nacido
el origen de esas aguas
desesperadas que manchan
la acidez de la sal?
Una muchacha simplemente
expulsa respiraciones floraciones
dulces mocos
y oxígenos oxidados.

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Composición: La primavera

(para Víctor Hugo Quintanilla C.)

La silla blanca con sus huesos
descansa en el jardín.
Los pinares se encienden
cerca de otras playas.
Ningún árbol camina
hasta las raíces de aquí.
Una mujer y un hombre
con cada pie traspasan
el asfalto las piedras
y tocan un terregal
de costras coaguladas.

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En el jardín

(para Alberto Chimal)

Voces llaman voces.
Un pueblo de nombres
se levanta.
Cada rosa consume
sus pétalos terrestres.
Un gato polvoriento
retira espinas de su piel.
El agua se disuelve
entre baldosas rojas.
Una araña prepara
su cocina traslúcida.

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Hombre esperando

El hombre se acuesta
con sus mudas palabras
trepándole por la boca.
Hay miedo en esas palabras
miedo en esa lengua
miedo en la espalda enterrándose
entre las vaciedades de la sábana
miedo en el cuerpo que no encuentra
ahora la suave sombra carnal
que lo sustente
miedo en los relojes
que se gastan
miedo en el grito que solamente
las orejas del hombre
pueden escuchar.

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Ladridos

¿Quién es ese otro perro
que ladra
en un dialecto que nadie conoce?
¿Por qué debe echar
en los aires chirriantes
de cualquier ciudad
grito a grito los coágulos
de la última voz
de la última tribu?

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Lapsit Exilla

(para Julio Ricci, in memoriam)

Sobre estas piedras
tomadas de cualquier calle
habrán de abrirse
los pasos extranjeros.
En cada suela de estos
esos aquellos pies
se acumulan sedimentos
de toses perdidas
y babas de gorriones enfermos
y lágrimas de caracoles condenados
y las migajas de un rostro
que no podremos contemplar
bajo ninguna lluvia.

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Libélulas

El viento salta
desde los más lejanos
verdores de la ceiba:
rompe las confusiones
de la luz:
destruye el perfecto temblor
de un vuelo transparente.
De espaldas en la alberca
la libélula
no puede gritar
los colores de su muerte:
sus quietos dientes
aún se ocupan
de un hígado de mariposa
de una leve víscera de cínife
de los muslos de un gusano
macerados por el sol.

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Lluvia en Coayacán

(Para Carlos López)

Detrás de los vidrios lastimados
por sudores de insectos
y la cagazón de suspiros y derrotas
y el previsible olvido
está la lluvia.
La lluvia disuelve carreteras de polvos volanderos
mete aquí sus uñas fabricadas por el frío
escupe sus lenguas de dragón moribundo
arrastra sus sandalias de papel en trituración
balbucea por los caños burbujas babeantes
expulsa orines y alimentos masacrados
perturba el idioma de los teléfonos
interrumpe colores luces nieblas siluetas
mezcla y entreteje sus gotas sus goterones
sus chorros sus escurrimientos
sus filtraciones sus violencias.

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Morir en Medellín

(al uruguayo Carlos Gardel, 65 años después)

Todavía en Medellín / el cielo reconstruye / sus hojas
de espuma / sus fibras de agua verde. / Al cielo agregan/ los ladrillos bermejos / las torres coloradas / las tejas de
sustancia enrojecida/ el óxido de la sangre cotidiana / el
púrpura enredándose / en las lluvias que se mezclan / con
un aire de violento metal.

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Muertes

Morirán tres pollos mañana
tres hijos de una gallina
tal vez inmortal.
Sus alas de dedos disueltos
estarán en tu plato
y las salsas que ensabrosen
sus muslos no serán
los sémenes del emplumado amor.
Sus pechugas partidas
no darán raíz
a un brevísimo corazón
y sus tripas despreciadas
entrarán en los ciclos
de quién sabe qué vísceras
de quién sabe qué especies.

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Para una muchacha en la lluvia

Usted tú vos señora señoría
señorita vuesa merced doncella
sacerdotisa actriz astronauta
viuda virgen profesionista amadora
amante sirvienta sibila emperatriz
mendiga moza del partido campesina
cocinera poeta suripanta:
cada día de cada noche
he visto
cómo las lluvias
de esta desplomada ciudad
ensucian también
todo su llanto
suyo de usted
todo tu sollozar
tuyo de ti
todas vuestras
nuestras gotas
y chorros y humedades
y lágrimas.

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Patria perdida

Ya no puedo volver
¿cuál es mi patria?
Me han pedido
que descanse el corazón
que resucite
la insistencia lograda
tenazmente
que reitere mi atención
por el perfume
de las pálidas estrellas imprevistas.
En el principio de las huellas
allá lejos permanecen
un símbolo enfermo
y una gastada bandera
sosteniéndose.

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Pax

El día es nuestro Señor:
han llegado
el reposo de la espada
la quietud de la flecha
la inocencia del misil
el frío de los fusiles
el crujido de la ceniza
el cansancio
de todas las banderas.

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Perro con palabras

Estas palabras así tan otras
empiezan con un perro.
Nuevas y ya contaminadas
palabras que traen entre hilos
y fibras de silencio
el pedazo envejecido
de este solo perro.
Porque todo animal toda
pulsación de mugre o de energía
todo pétalo todo océano
toda mínima mancha de materia
en su momento de arder o morir
o estallar súbitamente también envejece.

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