Ola

Hacia la arena tibia se desliza
la flor de las espumas fugitivas,
y en su cristal navega el aire herido,
imperceptible, desplomado, oscuro
como paloma que de pronto niega
de su mármol idéntico el estío
o el miedo que en silencios se apresura
y sólo huella fuese de un viraje,
melancólica niebla que al oído
dejara su tranquilo desaliento.

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Poema de amorosa raíz

Antes que el viento fuera mar volcado,
que la noche se unciera su vestido de luto
y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo
la albura de sus cuerpos.

Antes que luz, que sombra y que montaña
miraran levantarse las almas de sus cúspides;
primero que algo fuera flotando bajo el aire;
tiempo antes que el principio.

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Vencidos

Igual que roca o rosa, renacemos
y somos como aroma o sueño tumultuoso
en incesante amor por nuestro duelo;
fugitivos sin fin que el rostro guardan,
mudos cadáveres precipitados
a una impasible tempestad;
y morimos en nuestras propias manos,
sin saber de agonías,
caídos descuidados al abismo,
a través de catástrofes en nuestro corazón dormidas,
así tan simplemente, que al mirar un espejo
hallamos dentro sombras silenciosas
o una paloma destrozada.

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El aire

El aire se alistó de marinero
con boina de muchacho vagabundo,
un barco lo condujo por el mundo
soplándole el blancor de su velero.

El aire se cansó de aventurero
y quiso conocer el mar fecundo,
un buzo le enseño de lo profundo
corales encendidos al viajero.

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El barrilete malva entre tus dedos

¡El barrilete malva entre tus dedos
las flores del guayabo
la sinfonía oscura de aquel viento
y octubre era de ensalmos…!

Fuimos a la montaña… ¿Lo recuerdas?
¡Viejo Lobo del Bosque!
Y conjuraste rudas y tabacos
Y aullaste cual coyote…

Me enseñaste el misterio de las yerbas
Viejo Lobo del Bosque…
Y me anudaste aquel pañuelo rojo
Viejo Lobo del Bosque…
Tus gritos alertaron a las cabras
Viejo Lobo del Bosque…
Tu olfato abrió el vellón de las conejas
Viejo Lobo del Bosque…
Tus pasos inquietaron a la ardilla
Viejo Lobo del Bosque…

“Vamos a la montaña —me dijiste―
Te mostraré sus rumbos,
Verás nacer el alba en el rocío
Y apagarás la noche…”

“Te enseñaré el color de las parásitas
y el sabor de los hongos”…

“Vamos a la montaña”… Me dijiste,
Viejo Lobo del bosque…
¡Y me diste una orquídea serenada
en el hueco de un roble!…

“Vamos a la montaña”… Me dijiste,
Viejo Lobo del Bosque,
Y te seguí en la noche…
¡Y desde entonces oigo tu aullido
Viejo Lobo del Bosque…!

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El fuego

El gozo de la joven panadera
Brotó de las caricias matinales
Del fuego que convierte a los trigales
En panes de morena caballera.

El rojo crepitar de la madera
Quemó las inclemencias invernales;
La lumbre de los soles tropicales
Doró la juventud de la pradera.

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Espacio del color

Desde que me anunciaron tu venida
dispuse regalarte los colores
prestados a las frutas y las flores
hermanas vegetales de tu vida.

La fresa me prestó su piel de herida,
el trébol su conjunto de verdores,
el blanco jazminero sus candores
y la aceituna oscura su medida.

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Espacio de canela

Mi cuerpo es una rama de canela
cortada en un Agosto de claveles,
el trópico quemaba níveas pieles
y hervía en los trapiches la panela.

Hermana del zenzontle que pincela
sonidos de su buche en los vergeles
la rama se acompaña con las mieles
que ríen de abeja cuando vuela.

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Jucuapa

Dulzura de jocote, piel caliza,
hermana del izote campesino,
madruga en cafetales tu camino
y en claros ojos de agua tu sonrisa.

La vida de tu pueblo se desliza
sembrando la semilla, atando el fino
suspiro del tabaco matutino
y haciendo germinar a la hortaliza.

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Las manos y los siglos

“Y he aquí que ese pasado de súbito se hace presente. Que lo palpo y aspiro. Que vislumbro ahora la estupefaciente posibilidad de viajar en el tiempo como otros viajan en el espacio”.
Alejo Carpentier

Voy a decirlo todo
Como lo vio el bisonte
Y lo esculpió en las rocas
El hombre de Altamira…
Soy la lumbre del tiempo
Y el corazón del mundo.

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Mariposas de hielo volaban

“Si el fuego que ahora abanican las mujeres se apagara de pronto, seríamos incapaces de encerdelo nuevamente, por la sola diligencia de nuestras manos”.
Alejo Carpentier.

Mariposas de hielo volaban sobre el río.
Frías estalactitas colgaban sus arañas
En las cuevas oscuras…
El mar se desbordaba
Y caracoles negros de miradas gigantes
Horadaban las playas…
Huracanes terribles arrancaban raíces
De abedules hermosos
Y elevados pinares…
Osamentas deformes de omóplatos torcidos
Y fémures calcáreos
Escribían sus huellas junto a los esqueletos
De enormes dinosaurios…
Las finas cornamentas de los alces perdidos
Colgaban de los troncos podridos de las aguas…
(Eran tiempos sombríos
de pájaros siniestros y de inviernos morados)
Lianas entumecidas por la manos del cierzo
Semillas congeladas y bellotas vacías
Felinos enterrados en dédalos de hielo
Mujeres anegadas en túnicas de limo
Pedernales de hombres
Hombres de pedernales…
El frío perforaba los párpados del sueño…
Fue entonces que en la noche de vientos acerados
El hombre de las cuevas
Aterido e insomne
Frotó medrosamente dos fragmentos de cuarzo
Y una chispa sublime le iluminó los ojos
Y esa noche hizo fuego
Por obra de sus manos…

En las profundidades verdosas de los bosques
Transitaban las piaras de antílopes y renos
Y en las vastas estepas de iluminados rumbos
Pastaban las manadas de caballos salvajes.

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Mundo mineral

La tierra se vistió de profetisa
Y alzando al infinito la mirada,
Cavó en su corazón la codiciada
Criatura mineral de pétrea risa.

En cobre condensó la luz rojiza
Que nace jugueteando en la alborada;
En hierro la pupila fatigada
Del día que entre lluvias agoniza.

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Mundo vegetal

Yo conocí la edad de la palmera
Y el verbo de los blancos arrozales.
El mundo de los seres vegetales
Me dio la anunciación de Primavera.

Las rosas visitaban a la higuera,
El bálsamo curaba a los maizales,
El pino repartía madrigales,
La pascua su encarnada cabellera.

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Un vuelo de azules mariposas

Un vuelo de azules mariposas
Le inundaba la frente
Y los pasos menudos del rocío
Verdecían el musgo
Empurpuraban más a los geranios
Y agitaban su pulso…

La noche de un agosto fronterizo
Entre el gozo y el miedo,
(mariposa-zenzontle-miel-canela)
Sacudió sus entrañas
Y el rumor pizarrino de la lluvia
Y el dolor de la sangre
Despertaron mi llanto
Y heme aquí… desde entonces.

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Vengo del viento

Vengo del viento azul
Donde el jacinto
Sorprende en su temblor al lirio de agua.
Vengo en el viento
Y con el viento traigo
La voz delgada del Guarajambala,
El eco acantarado del Sumpul,
El dialecto azulino del Jibia
Y la música en flor del viejo río.

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Aguamarina

«Por el número de escoriaciones
del buque conocemos la cantidad de
sus viajes:
por las escoriaciones de nuestra piel,
cuántas veces hemos amado.»
Cristina Peri Rossi

Había perdido el timón y las estrellas,
equivocó el marino muslos con bitácoras,
nacarados senos arrancó el arrecife
con los labios que el alba nunca había dormido.

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Mediodía perfecto

Mediodía perfecto en Egipto. Antínoo duerme.
Diríase barbilampiño, algo rubio de sienes,
hábilmente depiladas sus piernas para hacer
más lenta y reiterada la caricia de Adriano.
Su cuerpo, apenas un botón de miel salvaje,
un cervatillo de oro bajo la faz del sol.

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Un tigre

Pienso en un tigre. Bajará a la ciudad
a la hora en que abren los bares
y se expande un intenso perfume
humano. Anochece. Sediento
se acodará en la barra y beberá
unas copas con los ojos prendados
del brillo siniestro y metálico,
dúctil su lengua, aromado el local
con un vaivén continuo de clientes.

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Bienvenido sea (III)

Verán los siglos un drama…
un sangriento panorama
que a Dios mismo asombrará.

En la cima del Calvario
la hostia blanca de un lirio
de sangre se manchará…

Sobre un monte funerario
se consumará un martirio,
y una virgen llorará…

¡Oh, cuan triste panorama!…
¡Cuánta sangre tiene el drama
que ni el tiempo borrará!…

Pero duerme Tú, entretanto.

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Bienvenido sea (I)

¿Eres Tú la Sunamitis pura y blanca
que soñaron los patriarcas y entrevieron los profetas?
Aunque atruene tierra y cielos el acorde que se arranca
de los astros y las plumas de los santos y poetas,
para darte el parabién,
no despiertes, Niña blanca;
duerme bien.

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Cada vez más ceñido

Cada vez más ceñido el horizonte. Y cada vez más amplio. Difusión. Diferencia. Como se dice, una proyección diferida (una toma de mando, un EVENTO, un juego…) Una hora que no es. Que fue y se verifica, se simula y acepta, como un rito. Una repetición / terapéutica.

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Estática

Estática. Una vibración o interferencia. Repetir. Repetir -el temor o el coraje. Lo que se sabe impronunciable, a no ser por la mirada. Un murmullo insistente, local, distinto, bien-perfilado. Una (im)posibilidad extenuante y extenuada. La gota horada la piedra, o la piedra el charco.

Alguien pinta un biombo con pájaros verdes, azules, crisantemos.

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La escena tan temida

La escena tan temida -finalmente- está teniendo lugar. Allí, siempre, del otro lado. No hay justicia poética. ¿Quién narra, si la hay? ¿O era éste el deseo? La expectativa ¿de qué audiencia? El soñador que sueña la pesadilla ¿qué se desea? Si toda la Comedia es sólo el andamiaje del carro de Beatrice, si el imperio de Adriano no es más que la medida del solipsismo suicida de un esclavo ¿será el desasosiego la vara que mide la liberación?

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La metáfora ha muerto

La metáfora ha muerto.

Nada se parece a nada.

La más mínima fracción de cada átomo absorbida en la tarea de cumplir su ínfimo mandamiento. Sostenerse en el ser, cada mañana, no importa qué. La anatomía exhausta del ciprés… La terquedad crispada de los pinos… El blanco inocuo del hielo en el dintel.

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Bienvenido sea (IV)

¿Eres Tú la Sunamitis, cuyo dulce imperio abarca
los eternos siglos?… ¿Eres
la escogida entre millares de mujeres?…
¿La que sueñan los poetas,
la que amó cada patriarca,
la que llaman los profetas
Primogénita, Deífica, Vellocino y Trono y Arca?…

¿Eres Tú la siempre Pura
que en el seno llevaras, siendo criatura,
al Rey sumo que en los cielos de los cielos no cabría?

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