1
Daré muerte
a todas mis estatuas
para construir
de sus tetas muertas
un esqueleto
que devore
ATÓMICO,
cada
peldaño
de
la
escalera
que
no
subiré.
…La escalera que no subiré…
2
De noche.
1
Daré muerte
a todas mis estatuas
para construir
de sus tetas muertas
un esqueleto
que devore
ATÓMICO,
cada
peldaño
de
la
escalera
que
no
subiré.
…La escalera que no subiré…
2
De noche.
Y cuando la hora repentina
de la costumbre
y la desdicha
rompe como ola o muerto
la paz de la tarde,
y separa la vida
en antes y después de esta hora,
como sepulcro o testigo,
como arañando la espalda
o la tierra,
quisiera diluirme
en el suelo,
en la sombra,
en el río de las latitudes
plenas y apartadas
de esta hora que rompe;
y cuando sucede lo súbito;
y las vidas recuerdan
el peso de la hora
como invisible mundo
en el hombro,
en la interminable columna
o vértebra,
de los días postreros y anteriores,
algo se duerme
y algo se tumba,
y las vidas recuerdan
el peso de esta hora
como si hablaran,
como el graznido
o la muerte
de un condenado,
como sentencia.
No hubo solución, no hubo,
la ciudad se reveló tantas veces
y las sábanas no fueron refugio,
ni amor, ni palacio,
las camas repletas de odio
no fueron lugares seguros,
aun nunca fueron lugares,
ni suficiente ahogo ni extremaunción,
nada se hizo necesario,
la ciudad contempló todo
y a todo tuvo respuesta
como respuesta de ciudad iluminada,
a todo hubo respuesta en la voz de la ciudad,
tuvo peso la resonancia de las leyes
y las leyes de la ciudad
fueron objeto de culto
y objeto de refugio, amor y palacio,
y ante cada erupción o palabra
de los conocidos o ignorados,
hubo sangre,
y sangre fue la respuesta tres veces
a cada uno de sus costados,
y las heridas nunca fueron sanando,
sangre fue la respuesta,
y manejamos el ojo en la sangre,
el hilo en la sangre,
ocultos a la vista de todos,
bien digo, no hubo solución,
pero hubo ritos para celebrar
la caída y la perpendicularidad de las leyes,
directo a las cabezas,
directo a las cabezas,
.
1
La casa en cierta medida como un sepulcro,
y todos los muertos sentados a la mesa,
las cucharas lentas por el peso del mundo,
la comida antes de alimentar a la tierra.
Pronto vendrá la noche sin dejar que llegue la tarde,
y la violencia del viento me hará pensar
en canciones podridas que hablaban de Cristo.
Las personas que me visitan
no imaginan
lo que desencadenan en mí.
C. no sabe que sueño
con acariciarla
sin que me vea
mientras le echa dulce de camote
al pan parece que juega
con cálices y piedras sagradas,
el modo como levanta la mano
para llenar el cuchillo
de mantequilla
es un gesto
donde los mares hacen equilibrio
donde las mujeres que tienen frío
se solazan.
Desde hace cincuenta años
se ha estado eligiendo en Inglaterra
La Mujer Ideal.
Cada año incontables jovencitas
concursan en los siguientes rubros:
Elegancia
Rapidez de Arreglo
Belleza
Arte de Cocinar
Arte de Planchar.
La más bella y diligente
obtiene el título.
Empeci / Nada sima (: hoyo profundo, abismo) infancia hasta
los huesos.
Residuos mondos, Ultimo amor o adveni / Miento. Pulidos ros-
tros, inexactos o exactos equivalentes de la
memoria.
Superficie de enquistada taracea. Quienes los robados can-
tos, los ajenos frutos entre los que no soy
Dios,
sino abismado espectro / límite extremo / salvada o insal-
vable distancia: semejanzas, coincidencias.
A ras de la vigilia el sueño que se anega;
desbordado canjilón
/ vasija de la noria,
vaso grande /
moribundo clima recobrado, desvelados brocales;
anónimos rastros, cerradas cuencas traicionando
la oscuridad o ese su más enfebrecido ramaje que
es la muerte.
Revelada convergencia, soledad el horizonte o su más
extendido cielo abejado de cegados
nom
bres: Presencia asombro, saldo germinal los ros-
tros sublimados luengo inverso recorrido hasta su
cumbre.
Prójima de tan andina lejanía, creciendo bosque en
tu neblina; hilado viento, silencio ardiente idio-
ma del recuerdo.
Vulnerado cerco los olvidados diálogos; corteza
en sentenciadas voces. Acerbo eco; último sueño
regresando a su orilla más confín.
Rotundo gesto
cruzando el luengo litoral, andino, el rojo curso:
ríos descendiendo de la nieve a su tragedia.
Innominada riada (rostros) adiosando la corriente.
Toda tu presencia / insoslayables cielos vacíos / hondo vuelo
del grito alejándose de sus deslumbradas escamas / Tu cuerpo
se curva en-
Volviendo al cerrado diálogo entre dos sombras:
quemados filos lentamente nudo, insospechado ruido que pre-
Cede al derrumbe / Añorada víspera:
(‘una de las divisiones
que para el día establecieron los romanos, y que correspon-
día al crepúsculo de la tarde’)
sin frutos ni alejado dulce sitio,
zarpazo, último y sin vuelta de la tuerca que el llanto ahoga.
Renacidos posibles sidos: deslindes o mundo a tientas / oscuros
desvaríos (con decir que en sus fronteras fui el vagabundo ro-
Dando en el sueño, con el rostro en velas) Los dedos embriagando
el alba que hubo, y tan humana / paredes de apretado aliento /
Prolongado dolor es la alegría.
Oh larga y finita línea de mis dioses / memoriales rostros /
lapidados consejos: d e f i n i t i v a Mente / Silencios.
sume
duele
Un ámbito de greda / eterna noche / les con centra
y
forma
El misterio es vuestro término último / Suprema zona o ves-
tigio {: huella
reliquia)
Tampoco en el misterio
tocarán fondo.
Contextos habituales, anuncios por palabras, palabras
de toda especie / conjunto de caracteres y costumbres que
establecen la semejanza /
caso
suceso
asunto /
el fin del juicio o el juicio final. No el grito y su garganta
sino su esquina peligrosa:
la incandescencia, tránsito que nos abre cada signo.
Te levantas / eres aún ese niño idiota corriendo ciega-
Mente tras extendidas manos nunca ami-
gas / con el mismo amor o su esperanza caes en el sue-
ño / das la nota en los lugares / cerca o lejos irrum-
Pes en el inconformismo de las grandes ceremonias /
‘La poesía ha sido seguramente un
pilar del techo que cobija tu demencia’ /
Se te levantan los muertos de entre los vivos con ente-
ra parsimonia / y sueles danzar para matar agravios
nunca inferidos / se te negó la tierra la larga tierra
/ la orgía de tu mar y su obstinado rito y aún te la-
dran desde la otra orilla / Inmenso charco / los perros
del odio / pero retornas ciego cada día al inventario
de tus primeros pasos
‘En estos itinerarios que a menudo
he seguido, hasta la sorpresa se me ha hecho familiar;
ya no trepo los helechos y las rocas sino entre los
fantasmas de mis recuerdos.’
¡Oh prebendas las de la muerte sumergida en los actos!
Al ver pasar a la gente,
¿Nunca te has preguntado quiénes son?
¿Por qué luchan, qué sienten, qué hacen?
¿serán protagonistas de historias románticas,
serán esclavos de una rutina amarga,
serán juguetes del destino o marionetas de Dios?
Al ver pasar a la gente,
al caminar junto a ella, tú sientes, al igual que yo,
que no caminas entre ganadores y perdedores,
sino que sabes que caminas entre sobrevivientes.
Bastó tan sólo un sí
para vivir el ya y el después,
bastaron algunos suspiros
para crear un hoy.
Bastó tan sólo un sí en el momento justo
para que muriera el eres.
Bastó tan sólo un sí de tus labios
para que se olvidara el soy.
Me gustaría decirle al viento que no te quiero, que te he olvidado;
me gustaría pedirle al tiempo que me perdone, por mi pasado.
Me gustaría cantarle al cielo, abrir las alas y emprender el vuelo;
me gustaría escribirte un verso, para que olvides lo que has llorado.
¡Cuánto te odio distancia!
Vestida de puta disimulas tu ingenuidad,
con tu ligero de olvido alimentas el recuerdo
¡cuánto te odio distancia!
La rabia que llevo dentro te la debo a ti
¿contenta? ¡deberías!
porque no puedo matarte
Te escupo en la cara si miro una foto
y entrada la noche me revuelco solo,
sacudido por tu estúpida risa.
Las luces se apagan… Valparaíso está oscuro.
Los fusiles apuntan hacia la presa de turno, que soy yo,
que tuve alma, que amé sin calmas.
Las sirenas se encienden, silenciosa esperanza,
el domingo se acaba, otro lunes insomne
escribiéndole al alba.
A mi padre
Me encontré de repente, casi sin darme cuenta
por el viejo y nunca terminado camino de los recuerdos.
Recuerdos que alguna vez fueron pasos en mis zapatos;
ilusiones en mi alma, lágrimas en mis ojos.
Recuerdos que son sonrisas de niño,
esas mismas que uno siempre extraña por lo cristalinas
y por la inexplicable tibieza que las engendró,
quién sabe a través de qué misteriosos detalles.
No soy bueno ni malo ni bueno
Soy irresponsable,
como un niño que al salir
se mete el sol
en un bolsillo agujereado.
No vuelvas,
mejor no vuelvas.
Si lo haces,
me consumirá la pena,
arderé de rabia
y moriré de celos.
Porque yo sé
que si tú vuelves,
si alguna vez regresas
será por mil razones
pero no será por mí.
Observa como se alejan… volando.
Mira como regresan… humillados.
Siente el dolor en sus rostros,
la palabra que corre por sus venas,
escucha su agonía eterna…
No los toques; se pueden caer y se rompen
no los llores no tiene sentido ellos no mueren
Sólo observa como se alejan… volando
y mira como regresan… los poetas.
Sobre las llanuras
del cielo atardeciendo
cabalgan figuras,
como manchas.
Un hombre
mira hacia el poniente.
A sus espaldas
la oscuridad avanza.
Pero la mirada
viaja con la luz
y se desprende.
No me mires, con tus verdes ojos gastados,
no me llames, con tu boca suave y quebrada,
no me extiendas tus tibias manos amantes,
ni menos, camines en puntillas por mi mente.
Porque entonces si haces eso sé que no soy dios,
me siento débil, enfermo, pequeño,
y me escondo en mi alma de niño,
y entiendo mi soledad y lloro y me asusto.
El día que me mate,
los trenes llevarán minutos de retraso,
el tiempo justo para recoger mi cuerpo de las vías.
Y la ciudad se abrirá, desvencijada y pujante,
sobre la olvidad trocha de sus tranvías.
No sé qué rumor acunó mi amor por sus veredas,
pero es como si fuera ayer que mi viejo la narró tal como era.
Huelo a muerte en estos días, huelo a olvido,
a poema inacabado, a tristeza, a pecado.
Huelo a estorbo de recuerdos, a Navidad de niños huérfanos.
A polvo puesto, a caras parcas, a espermios muertos.
Huelo a negro de conciencias, huelo a entierro,
a ciudad contaminada, a estribillo sin solfeos.
El verde ha sido verde desde mucho antes que tú y yo fuésemos nosotros
y de mucho antes que ambos volviésemos a ser extraños.
Cuando vivíamos en rojo y soñábamos en azul, ya lo echábamos de menos,
cuando me hundí en el negro y te fuiste tras el blanco supimos que nos era ajeno.
Esta ciudad sin Dios, este amorío,
estos versos inspirados por el alcohol,
el día que llegué y tu te habías ido,
tus compactos y los libros,
que dejaste en el cajón.
El cruel naufragio de todas mis creencias,
los pecados que nunca voy a contar,
la redención que entre tus piernas buscaba,
mi felicidad truncada,
cuando te hiciste a la mar.
A ti te gustaba el hecho
que yo dijera ser poeta
Pensabas que así me tendrías
y yo -baboso- te escribiría
largos y encendidos versos.
Versos que exaltaran tu belleza
que hablaran al lector de tus virtudes
para que no existieran dudas
sobre la grandeza de tu alma
y la firmeza de tus besos.
La noche antes de mi muerte estuve mirando el mar.
Lo penetré, sus olas abrazaron mis rodillas vestidas.
Aunque era de noche sentí su color, reviví el verde esmeralda del que está hecho.
Lo amé, al comprender que era el color de tus ojos expandidos en él,
y tuve miedo, me sentí solo, pero no pude llorar.
Ahora espero acorralar las pocas palabras que me agradan
para abrirlas por el medio y descubrir su fondo.
Dos de ellas se escondieron en mi viejo diccionario
las demás huyeron… pero tengo un libro que las contiene
y las pronunciaré hasta quedar dormido.
Hace una semana te fuiste de Chile hacia otro país,
muy al norte de aquí.
Yo no sé cuanto tiempo estarás alejado de mí, ni si regresarás,
pero para que al volver no te asusten los cambios que ves,
te hago un resumen de noticias, donde te cuento un poco de todo,
lo que pasó este último mes.
Afuera; en las calles hay olvido de vehementes tormentas.
Afuera; desde las ramas de un árbol sigue brillando el sol.
Afuera; sopla el viento revolviendo las hojas apagadas
y el silencio se torna más mudo todavía.
Hay un gris que despierta en el aire deshojando mi aliento,
hay un rumbo que me invita a tomarlo por las veredas solitarias.
Cada vez que es otoño
yo me quedo en el tiempo
y cada hoja que cae,
traerá tu recuerdo.
…y aquél viento frío,
que penetra mis huesos,
y esa fría llovizna,
que es mi llanto secreto.
Ya mi risa se apaga,
y me cuesta creerlo,
ya no habrá primavera
en mi vida de nuevo.
Tú estarás lejos.
Yo dejaré la vida
como una pena olvidada
que se abandona para
proseguir el camino,
y emprenderé la muerte.
Detrás de mí, siguiéndome,
irán todas las cosas
queridas,
el silencio que nos uniera,
el arduo amor que nunca pudo vencer el tiempo,
el roce de tus manos,
las tardes junto al mar,
tus palabras.
Estoy muerto ahora sí
ya no soy, ya no siento
viviré entre tus instantes
seré sólo un pensamiento
uno oscuro, uno negro
tendré forma de recuerdo
Seré algo que no ves,
no una carta, no un poema,
ni siquiera un sentimiento,
ni llanto ni risa ni sombra ni viento.
Te propongo algo…
te propongo que imagines que llego a tu casa una mañana,
una mañana de invierno, una mañana con lluvia.
Imagíname de traje, con ese traje azul que te gustaba; con abrigo y con corbata.
Imagínate que soy un vendedor, tu me escuchas, tu me atiendes,
tu me sigues con las manos, con las voz, con la mirada.
¡Qué me importa la muerte!
Ráfaga veloz que rasante te besa.
Canción de torrente con veneno en la sangre.
Trueno desierto con arenas que dan tu tiempo.
Vino traicionero, por incapaz.
¿Qué me importa la muerte?
Si total no es mía.
Sólo un gesto audaz
bastó para revelarme
el significado de todo cuanto allí existía.
Supe entonces,
que una flor bien podía ser todo el jardín.
Que la palabra, todas las palabras.
Que una mirada, todos los ojos.
El universo, una masa oscura.
Si te dijera,
Que ha llovido un niño,
Que una flor se ha hecho hombre,
Que los pájaros son una mancha azul,
Que las mañanas crecen de raíz a la sombra de los ríos.
Si te dijera:
Que la angustia dura más de doce meses,
Que todos mis días son martes y trece,
Que el tiempo irremediablemente se está muriendo de viejo.
Quédate,
me dijo,
y lo toqué.
Ahora,
atado al mástil de la indecencia,
ahogado entre mi semen y mi sangre…
Desespero.
Después,
contando posibilidades imposibles,
inventando odiosidades venideras…
Agonizo
Mañana,
sacudiéndome el polvo del camino,
arrimándome a la sombra que sofoca,
a la línea que se rompe, a la puerta que se abre…
Muero.
Surgiste de su propia nada
a mi presente.
En un revuelo de otoños a medio caer.
De la flor misma de mi árbol preferido.
Del grito que nunca di.
Del sueño que siempre tuve y jamás conté.
Y tuviste la piel del niño.
Tu castigo será
saber que yo he sufrido
Tu castigo será
verme sufrir
Serás quién,
desde la otra orilla,
me extienda su mano
sobre el abismo
Para que yo la rechace
y la vuelva a implorar,
cuando ya te hayas ido.
Ha muerto el hombre que yo fui, te lo prometo,
incluso siento pena por él;
tan falso, tan cruel, tan bohemio,
tan absurdo en su vivir, tan grotesco.
Ha muerto hoy, pero es para mejor.
Rescatemos de él lo poco que era verdadero;
el amor por su trabajo, su falta de dinero,
la pasión con la que de ti me hablaba a cada momento.
Escribe pobre engendro Nerudiano,
pero esta noche no escribas los versos más tristes,
escribe de una vez las rimas más alegres,
pero escríbelas tú ¡No se las copies a Bécquer!
Escribe, maldito amante despreciado,
escribe algo puro, que no se refleje tu alma,
cántale a tu sombra que es lo único que amas
y entierra ese pasado horrible, tan lleno de pecados.
Ya no se dice oh rosa, ni
apenas rosa sino con vergüenza; ¿con vergüenza
a qué? ¿a exagerar
unos pétalos, la
hermosura de unos pétalos?
Serpiente se dice en todas las lenguas, eso
es lo que se dice, serpiente
para traducir mariposa porque también la
frágil está proscrita
del paraíso.
¿Qué veo en esta mesa: tigres, Borges, tijeras, mariposas
que no volaron nunca, huesos
que no movieron esta mano, venas
vacías, tabla insondable?
Ceguera veo, espectáculo
de locura veo, cosas que hablan solas
por hablar, por precipitarse
hacia la exigüidad de esta especie
de beso que las aproxima, tu cara veo.