Son monstruos inconsecuentes,
altaneros ya batidos;
humildes, si aborrecidos;
si amados, irreverentes;
con el favor, insolentes;
desean, pero no aman;
en las tibiezas se inflaman,
sirven para dominar;
se rinden para triunfar;
y a la que los honra infaman.
Poemas cortos
y tus besos
como el órgano de la catedral
como sus tubos
largos
como el dejo de sus bajos
tus besos hondos
graves como la octava de pedales
cuyas lentas vibraciones son las últimas que escucha
el oído humano
fértiles como el teclado de tierra
y la resonancia de sus pesados temblores
me llamas con humedad
me humedeces con llamas
tu cama es una plantación de palmeras
olla silbadora
el vértigo mío
vértigo viejo como tu espíritu
vértigo tu espíritu
viejo tú
a cuántos metros del bosque
de las aceras y formas de estrella
el sueño ha llevado su arco
la tapia y sus colores
la red del transcurrir
el diminuto acero del recuerdo
Cazador
este reposo que tanto necesitas
este rigor
la carne almibarada
el olor del deseo descansa sobre este aire florecido
Cazador
este encuentro no habla ni da cuenta de la pasión que conmina
da cuenta de tantas debilidades y desazones
este sentarse cimbreando los deseos
las rodillas que se juntan y se frotan por tu nombre
Cazador
entiendo el desespero
entiendo la sorpresa
los nuevos linderos
la amenaza
Estás en el estante
con la mirada fija
en nadie, imagen íntegra,
fotogénico amor
de mi desvelo.
Ya no miro a diario
esta fotografía,
ni otras como ésta.
Aquel año llevabas
lacio el pelo.
Aquí
-entre la cuerda rota
e inmóvil de las horas-
se para
cristalina
la rueda de la noche.
Aquí
-la luna entre salas desiertas
de madurez-
comienza
silenciosa
la rueda del alba.
A Ricardo Carballo
Luz mojada le llegaba del mar.
¡Qué claro el tiempo
para verla en la playa
con presencia de cosa!
¡Qué sencilla la tarde
para besarla en el pelo
con caricia animal y pura!
Ni donde viviré por largos años,
ciudad prometida primavera,
ni donde amante amor aguarda.
Atravesando la tierra, la temerosa rueda,
quizá un árbol florecido pueda
sostener la derramada soledad.
Quizá en la sombra aquella se encontrara
sed abundante, sangre, carne, hueso,
en que albergar la voz que ahora huye.
Ella vestía los trajes cortos de la primavera.
Andaba con paso de ribera o torso yacente
dejando caer los brazos por entero a lo largo de sus manos más
imprevistas.
Alumna desprendida del aire
la mañana llevaba su color igual que los vidrios la llevan a ella.
Era también el tiempo de crecer la hierba
y de las sonrisas verosímiles de las infancias
escondidas entre una pared y una palomilla.
Todo tenía la dulzura y la inexactitud del rosario
de la aurora
y dormía en el aire una gracia postrera de
anochecer de invierno.
Desde el paisaje huraño y desvelado
que acogió entre la niebla mi figura,
rescata mi memoria la más pura
imagen que guardara del amado.
Revivo silencios del pasado
en el beso amarrado a mi cintura,
y descubro una llama que perdura
en el minuto ayer eternizado.
Tres años resumidos en una bolsa plástica
se ha cerrado la puerta
y todavía guardo las llaves en mi bolso
se ha volteado la página
y aun quedaron capítulos pendientes,
pero no he de leerlos
y no habré de quedarme
a mirar a través de las rendijas
ni intentaré falsear la cerradura.
como un bosque intervenido por compañía americana
se me agotan los recursos
y no sé sustentar flora ni fauna
me completo pues la pirámide y me depredo
intento terminar el proceso económico
de mi sector servicios
y resulto la misma realidad empobrecida de mí misma
oh cuánto mejor no resultaría invertir en el extranjero
entonces te elijo a ti
pero tú prefieres la inversión segura de lo real
por la letra a plazos de lo imposible
se plantea el hombre medio raya en medio
la aceleración constante de su esposa
tras haberla arrojado desde el quinto
se plantea ella -también media y nadie media-
o el suelo sistemático o el hacha
la muerte acelera más de nueve metros por segundo
descoyunta el fémur
la planta de la calle diseñada
a abiertos espacios de arboleda
el miedo desciende cambia a cero
el hombre medio de la raya en medio
rellena el marco de la ventana
se acomoda a la vista de los edificios
y quién sabe si ya está pensando en el radio
de alguna plácida circunferencia
el poeta no es un descendido
sino un tipo que asciende/
ni un libertador de patrias de aquí mismo
sino uno que se libra de la patria de sí mismo aquí/
el poeta se consume
y sus cantos son la oferta
de un dolor que es la demanda/
el poeta es una moda delirante y en alza
que pierde románticamente sus puntos
en el bosque de los precios al consumo
y es justo aquí y entonces
que pierde el interés
no/ tampoco y sin duda/
sí/ no obstante/
y por eso / quién o cómo /
sobre qué / o bajo cuántos /
pocos libres altos bosques /
bastante / nuestros primeros finitos
y qué pronto tarde /
su íntima respuesta /
y según / al fin / y después de todo /
por encima únicamente sus largos brazos
tomó la última palabra
la calentó con el aliento
y la soltó redonda
como un radiador
sólo que dijo ‘nunca’
sin la ternura de un electrodoméstico
Abandonada de ti
te llevo en mí
como la antigua Venus
su belleza en los brazos rotos
sabiendo que al final de mí
me esperas tú
para cortármelos.
Las ventanas se apagarán un día;
hagamos cuenta que hasta aquí
lo habías previsto, lo había previsto
polvo polvo el polvo
lunijunto de barrancos
blancos palacios de hueso
cal y arena que se mueven
prolongado flujo
esperándote, esperándome
esperándonos.
Rameras de la noche sin consuelo
las notas del reloj que dibujaban
sus trípticos, pendientes de la hora
buscaban el color desesperadas
donde el blanco
tajo en la piel de las estrellas
llovía sobre el papel
y las mudas madreselvas lo miraban.
El temor
atrapa lo que queda de tus ojos
el destello fijo en la carrera
terrible claridad sin muerte como agua
en la pureza de tus pies tan blancos
conejos que saben huir.
Una mujer en negro y blanco
detiene el minutero
se cruza de brazos
sin alfileres
sin tuercas
no sabe llorar
espera
que todo haya terminado
que sus zapatos la lleven
donde no hay calumnia.
Saltar de alguna forma el mediodía
crecer en el crepúsculo
tocar la yema
fruncido el llanto. Vernos
inmensamente labios desnudos
enfrentar tu nombre
mi nombre, nuestros nombres
nunca abandonados en los parques.
Acaso el polvo en sus cuatro estaciones
nos sepulte.
Un deseo de ríos y palmeras
me tiembla entre los dedos
enredándose
en la voz del tiempo
tan cansado
que va nombrando las calles
donde nadie ha pasado llorando desde entonces
y está en juego el recuerdo de la piña
fermentándose en las venas,
en mis labios que desean el azúcar,
o ese tiempo del regreso
al amarillo de un girasol despierto
centro de fieltro
encrucijando tiempos.
Lenta
abierta y dolorosa sobre mi pecho
rosa
sangrante rosa fría
Mi memoria es verdor
y hojas
y espesura
Mi memoria se yergue frente a mí
y me contempla
Brota en la palidez de mi desnudo
como ángel doliente
una rama de agua
Mi memoria es un árbol
Torno a la oscura posesión
al fuego
al rapto de las ciervas al misterio
de los frutos que caen
lentos en la espesura de las sombras
Un ardiente rumor como de labios
tu voz tu grito es la espesura que arde
que ilumina la orilla
una queja tan dulce que humedece los ojos
que funde las nevadas y los siglos