Y te nombré:
Sólo para cubrir con voces
Esta fosa común, este anticipo
De lo que ya no seremos…
Si Dios pudiera, terrestre y circunspecto,
Desenredarse de su cielo; resarcirse:
El hijo que tuvimos
No hubiese sido un remedo de su fuga
Sino un insecto verde que habría nacido en el mar.
Poemas ecuatorianos
Nací en el siglo de la defunción de la rosa
cuando el motor ya había ahuyentado a los ángeles.
Quito veía andar la última diligencia
y a su paso corrían en buen orden los árboles,
las cercas y las casas de las nuevas parroquias,
en el umbral del campo
donde las lentas vacas rumiaban el silencio
y el viento espoleaba sus ligeros caballos.
Sobre el tejado del mundo
puso el gallo a secar su canción de colores.
La Luz era ya pesada como un fruto.
Sus tablas de la ley me entregó el campo.
De la misma madera de la cruz
estaba hecho el arado.
Te vuelves vegetal a la orilla del tiempo.
Con tu copa de cielo redondo
y abierta por los túneles del tráfico,
eres la ceiba máxima del Globo.
Suben los ojos pintores
por tu escalera de tijera hasta el azul.
Yo vengo que la tierra donde la chirimoya,
talega de brocado, con su envoltura impide
que gotee el dulzor de su nieve redonda,
y donde el aguacate de verde piel pulida
en su clausura oval, en secreto elabora
su sustancia de flores, de venas y de climas.
Mademoiselle Satán rara orquídea del vicio.
¿Por qué me hiciste , di, de tu cuerpo regalo
la señal de tus dientes llevo como silicio
en mi carne posesa del Enemigo Malo.
¿Por qué probó mi lengua el sabor de tu sexo
y el vino que en la noche destiló tus pezones?
Tú, que ibas con tu padre carpintero
a la altura, Señor, a cortar abedules
y hacías con tus ojos
parpadear los mil ojos diminutos del hacha
y con tus tiernas manos llorar a las cortezas,
ten piedad por este hombre que hizo plana su vida
como una mesa humilde de madera olorosa.
Vendrá un día más puro que los otros:
estallará la paz sobre la tierra
como un sol de cristal. Un fulgor nuevo
envolverá las cosas.
Los hombres cantarán en los caminos,
libres ya de la muerte solapada.
El trigo crecerá sobre los restos
de las armas destruidas
y nadie verterá
la sangre de su hermano,
El mundo será entonces de las fuentes
y las espigas, que impondrán su imperio
de abundancia y frescura sin fronteras.
Bienvenido, nuevo día:
Los colores, las formas
vuelven al taller de la retina.
He aquí el vasto mundo
Con su envoltura de maravilla:
La virilidad del árbol.
La condescendencia de la brisa.
El mecanismo de la rosa.
CANTO A BOLÍVAR
El trueno horrendo que en fragor revienta
y sordo retumbando se dilata
por la inflamada esfera
al Dios anuncia que en el cielo impera.
Y el rayo que en Junín rompe y ahuyenta
la hispana muchedumbre
que, más feroz que nunca, amenazaba,
a sangre y fuego, eterna servidumbre,
y el canto de victoria
que en ecos mil discurre, ensordeciendo
el hondo valle y enriscada cumbre,
proclaman a Bolívar en la tierra
árbitro de la paz y de la guerra.
En catre de esmeraldas nace altiva
la bella rosa, vanidad de Flora,
y cuando en perlas le bebió a la aurora
cobra en rubís del sol la luz activa.
De nacarado incendio es llama viva
que al prado ilustra en fe de que la adora;
la luz la enciende, el sol sus hojas dora
con bello nácar de que al fin la priva.
no puedo sacarte de mi mente
tu casa de hueso es mi cabeza
en ella duermes, guisas, vas descalzo
deslizando tus pasos, tu pereza
no puedo alejarte de mis charcos
donde tomas tu baño las mañanas
a flote de la piel traes burbujas
de agua mineral o de champaña
quiero lamer tu espalda y abrazarte
pero tú estás adentro y no te alcanzo
no andes sin camisa que me aloco
ciérrate los botones que me canso
me canso de seguirte piel adentro
gentil inalcanzable vas riendo
eres el rey de mi cabeza
sin pagar ni luz, ni agua, ni arriendo
acércate a mis ojos cabecilla
tan hondo y tanto me has dolido
que lloro y en mi llanto sumergido
salado te me vas por la mejilla
mojado de sal vas y yo te olvido
en la memoria de mis sentidos
canoa el dolor de labios
mi cuerpo sobre el tuyo
mis brazos
turbamar
en tu cabeza
la piel del pecho
rosa
la piel del pecho
tus piernas son las puertas de las mías
tus piernas la piragua
mi boca sobre tu boca
busca la sal de su sexo
como la red pincha las aguas
en la memoria de mis sentidos
se hincan tus dientes
mis labios se espantan beso de peces
mis labios se riegan rosa partida
beso partido
rosa de peces
-no te vayas- te dice mi boca colorada
-no te vayas- te dice la memoria de mis sentidos
en los confines de nuestra selva
un hilván de truenos
jolgorio jolgorio
bebes del jarro de una alfarera
bebes y no derramas ni un sorbo de chicha
de las hojas de plátano caen los líquidos que necesitamos
gota a gota
pegan el día con la noche
sujetan la piedra a la mano que muele el camino
y cuando amanece
retiene la luna prendida al cielo como un aerolito
no dejes de beber
amor mío
otras mujeres me han dado su saliva
masticaron también nuestras raíces
bailando
con los pies pintados de huituc
-debo decir- con mis sandalias de carbón que no resbalan
bailando
mientras tomo tus manos
tuve un hombre y él me tuvo
ahora somos memoria de carboncillo
ciclistas en la siesta de la ceniza
pero tuve un hombre
y él me tuvo
crudo abrió el beso en la yema del pubis
sentó la oreja para oír mi caracol caliente
mientras borrando pecas
hundí la nariz en el musgo tremente
de sus ingles
la lengua para lamer su venar violeta
tuve un hombre
fue pan en remojo su boca de abrir cajoncitos
mordiente su hacer de muslos y mejillas
él me tuvo
fue tristeo de agua mi pecho de dos pozos
crujiente mi hacer de cejas y ranuras
ahora somos memoria de carboncillo
un ceibo que cuida el horizonte
tiene menos orgullo
que el que orilla tus piernas
un ceibo en tus piernas africanas
matará mi deseo
la cadera cruje como un cangrejo
un crujido en la tenaza de mis huesos
matará mi deseo
trago de ardienteagua
un ceibo te orilla los crujidos
una huella de hollín
los vellos y tobillos
y una equis que enrosca mi cintura
una equis matará mi deseo
la noche ha terminado
y no hay agua que enjuague
tu rastro de mi cuerpo
las cardas de tinieblas
en mis hombros
son el beso de un lago de brea
la brea de un beso de sombras
las sombras de tu oscura saliva
no sé cómo sacarme las huellas
de tus dientes
esos monjes hincados en los muelles del cuello
esos muelles que velan
la huella de la noche
no quiero que te vayas
no me quites la mano que te toca
este gajo jugoso
este toque de pelvis
que no puede borrarte
y que te ama
qué sabes tú de trepanarme, reno
donde no estás
mis huesos crujen y granizan
sin mordaza
donde no estás
relincha un río hacia mis muslos
y es fresca la lechuga
que lo acoge
no te he olvidado
pero otros ojos son panteras
en el agua
otro es dragón y daga
otro es presa de mi caza
qué sabes tú, reno inútil
quédate mejor entre las reses
y tus besos
como el órgano de la catedral
como sus tubos
largos
como el dejo de sus bajos
tus besos hondos
graves como la octava de pedales
cuyas lentas vibraciones son las últimas que escucha
el oído humano
fértiles como el teclado de tierra
y la resonancia de sus pesados temblores
tus besos
guatitambos de carne y jugo
el acento de la incertidumbre en cada movimiento
suave la nave de la lengua
las teclas de mader o de marfil
la exhalación del fuelle y sus columnas de aire
el órgano de la catedral
esófagos y pliegues lánguidos
como las algas del lago que se extinguen
los altares laterales
las alturas oscuras del coro
la cúpula húmeda de los besos
la cúpula de la hembra rezumante
la cúpula del hombre que rezuma
las válvulas de la vulva como un corno nocturno
la piedra estremecida con el intercambio de óleos
la catedral de cal
desde los muros escupe el frío
y apaga el candelero
la organista mitiga las pasiones tubulares
en l tumbado frescos de tus buenos designios
contratalones la cicatriz de caudas y cráneos
que fueron arrastrados y rodaron
el portón y su chirrido de gallo degollado
largas la aldaba y la nostalgia
y el ahogo
un hongo en el atrio
la sombra que te nombra
la catedral contrita
resuella
como una flor de hollín
como sobre la arena
una ballena
entre caballos
sé que las ratas me morderán el corazón
pero ésta es una despedida
reí y fui
loba
loba en el palomar
loba en el palomar de tus jadeos
buches y espumas rociaron la aurora de los sudores
jadeos tus de palomar él en loba
aunque
entre graznidos y hendiduras
entre zureos grumosos
loba
entre palomas en tus jadeos
digo adiós
la pena canina cubro de vidrio
lengua y falanges apago al fuego
aros y poros al polvo cocido
esta cachorra arde bajo las burbujas
aullidos sollamados invitan a las ratas
ellas escuchan su piel de chamiza que crepita
sus uñas que raspan el celo cristalino
la esfera de calor de su cuero esquilado las convida
olorosa
sé que me morderán el corazón
lastimero
pero no permitiré que tú lo muerdas
ésta es una despedida
me llamas con humedad
me humedeces con llamas
tu cama es una plantación de palmeras
olla silbadora
el vértigo mío
vértigo viejo como tu espíritu
vértigo tu espíritu
viejo tú
¡Hoy cumpliré veinte años: amargura sin nombre
de dejar de ser niño y empezar a ser hombre
de razonar con lógica y proceder según
los sanchos profesores del sentido común!
¡Me son duros mis años y apenas si son veinte ;
ahora se envejece tan prematuramente,
se vive tan de prisa, pronto se va tan lejos,
que repentinamente nos encontramos viejos,
enfrente de las sombras, de espaldas a la aurora,
y solos con la esfinge siempre interrogadora!
Va ligera, va pálida, va fina,
cual si una alada esencia poseyere.
Dios mío, esta adorable danzarina,
se va a morir, va amorir… se muere.
Tan aérea, tan leve, tan divina,
se ignora si danzar o volar quiere;
y se torna su cuerpo una ala fina,
cual si el soplo de Dios la sostuviere.
Para mi amada
Cuando de nuestro amor la llama apasionada,
dentro de tu pecho amante contemples extinguida,
ya que sólo por ti la vida me es amada,
el día en que me faltes me arrancaré la vida.
Porque mi pensamiento lleno de este cariño,
que en una hora feliz me hiciera esclavo tuyo,
lejos de tus pupilas es triste como un niño,
que se duerme soñando en tu acento de arrullo.
Rueda como una lágrima en la atmósfera fina,
la voz del campanario antiquísimo: la una…
y su eco pasa, leve como una ave marina,
sobre los techos blancos de escarcha de la luna.
Finge una lanzón la antigua torre de San Alejo,
a cuyo extremo brilla, temblando una estrellita…
húmedos callejones… Casas de tiempo viejo,
con ventanas que el viento, como un ladrón, agita…
Una copla canalla tiembla en el aire puro…
guiña un farol, su guiño se refleja en el muro
y hace mayor el duelo de los sucios portales…
El paso de la ronda se pierde en la calleja
y el rumor de las ramas, en la penumbra, deja
épicas remembranzas de días coloniales.
Madre: la vida enferma y triste que me has dado,
no vale los dolores que te ha costado;
no vale tu sufrir intenso madre mía,
este brote de llanto y de melancolía.
¡Ay! ¿Por qué no expiró el fruto de tu amor,
así como agonizan tantos frutos en flor?
Muda nodriza, llave de nuestros cautiverios,
Oh, tú que a nuestro lado vas con paso de sombra,
¡Emperatriz maldita de los negros imperios,
¿cuál es la talismánica palabra que te nombra?
Puerta sellada, muro donde expiran sin eco
De la humillada tribu las interrogaciones,
Así como no turba la tos del pecho hueco
La perenne armonía de las constelaciones…
Yo cantaré en mis Odas tu rostro de mentira,
Tu cuerpo melodioso como un brazo de lira,
Tus plantas que han hollado Erebos y Letheos.
Ayer miré unos ojos africanos
en una linda empleada de una tienda.
era ojos de noche y de leyenda
eran ojos de trágicos arcanos..
.
Eran ojos tan negros, tan gitanos,
vagabundos y enfermos, ojos serios
que encierran cierto encanto de misterios
y cierta caridad con los hermanos—
Ayer miré unos ojos de leyenda
en una linda empleada de una tienda
ojos de huríes, débiles, huraños.