Soneto definiendo el amor o sus contrariedades

Borrasca disfrazada en la bonanza,
engañoso deleite de un sentido,
dulzura amarga, daño apetecido,
alterada quietud, vana esperanza.

Desapacible paz, desconfianza,
desazonado gozo mal sufrido,
esclava libertad, triunfo abatido,
simulada traición, fácil mudanza.

perenne manantial de sentimientos,
efímera aprehensión que experimenta
dolorosas delicias y escarmientos.

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No es nadie

No es nadie. La plaza está vacía. Los otros, ¿quiénes, viejo, son los
otros?

No es nadie. Es el error metiendo ruido, lima que te lima al otro lado
de la puerta.

Tienes que agarrarte a él, tú que no quieres sólo la verdad,
toda la verdad, la verdad entera.

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Caída

Algo hace quien pasa de una luz
a menos claridad, quien surca oscuro
el transitar del aire a menos aire.
Quien se encomienda a algún anochecer.
Quien trata realidades con el nombre
que en la noche, sin más, le sale al paso.

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El acero

Aquí en el ascensor, la torre arriba
y abajo, fuera y dentro –extraños-, yo amo
que nuestros cuerpos vayan al reclamo
de este azar de botón y pasión viva.

Mecánica carnal a la deriva
descendente, ascendente, tramo a tramo,
en la que me proclamas, te proclamo
divinidad de sexo y de saliva.

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El río de agua

(fragmento)

[…] Rocas,
islas que no llegan a islas,
reticentes de erizos;

buceas
y sales luego al aire del rompeolas,
con cara de saber secretamente,
oculta tras tus gafas de buceo.
Me veo en su transparencia,
sumergido en tu fondo en superficie
como en un agua oscura.

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La noche junto al álbum

Tenía en aquel tiempo el pelo más oscuro
y se tendía a un sol filtrado por los árboles
sobre el blanco mosaico de sus siestas de anciana.
Os hizo tomar sopa y varias precauciones
contra aquel barrio de óxido y, ahora,
la noche junto al álbum, ve la bruma
de los días perdidos igual que un oleaje
o lo que fue la vida, lejos, rara,
en un país de insomnio y de sobrinos.

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Muerte

Noche final, si al fin tengo que verte,
sé una duelista noble y dame el sable
con el que en nuestro duelo inevitable
no esté dejado yo sólo a mi suerte.

Si la naturaleza no subvierte
su orden por más lucha que se entable,
déjame por lo menos la improbable
ocasión de intentar matar mi muerte.

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Reding

He mirado la verja de unas tumbas,
la fuente en que bebían los caballos,
el sosiego que guarda para sí este paseo
de escaparates mínimos, sin gente.
Esta ciudad no es ya el poder de tedio
que yo un día temí como a un murmullo.

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Tiempo

Tiempo que nos desunes y nos unes,
tiempo que eres abstracto y tan concreto
que, por mucho que guardes tu secreto,
reaparece en las cosas más comunes:

para que con tu norma no importunes
el sitio sin lugar, te lanzo el reto
de intemporalidad al que me someto:
al escribir y amar somos inmunes,

amando y escribiendo rompo el pacto
de que tú, el invencible, vencerás
un tiempo hecho de amor y nada más:
alta inexactitud contra ti, exacto

pero que desconoces, tiempo idiota,
esta inutilidad que te derrota.

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Canciones I

Si Dios, nuestro Salvador,
ovier de tomar amiga,
fuera mi competidor.

Aun se me antoja, señor,
si esta tema tomaras,
que justas de quebrar varas
hicieras por su amor.

Si fueras mantenedor,
contigo me las pagara,
no te alzara la vara,
por ser mi competidor.

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Al Otro Lado

Al otro lado me dijeron
los viejos se van convirtiendo en árboles
viejos también sin hojas en el lado del sol
aguardando sin saber qué, mudos.

Pero súbitamente un árbol cualquiera
siente subir dentro de él la savia de un sueño
al borde de la muerte ya, pero todavía
tibio como la leche de la madre.

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Al Otro Lado De Las Montañas

Alguien dijo que había ciudades para soñar
al otro lado de las montañas.
No dijo si estaban suspendidas en el aire,
sumergidas en las lagunas,
o perdidas en el corazón del bosque.
Los que allá fueron nada encontraron,
ni altas torres ni jardines
ni mujeres hilando en el atrio,
ni un muchacho aprendiendo a tocar la gaita.

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Elegía

Yo temía por su sonrisa.
Ella era aquella profundamente meditativa
a la que todo le nacía de los ojos
a la que nada le nacía de los ojos.

Sabía su sino por experiencia
y esto le había dado una melancolía graciosa de
ángel herido.

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Noviazgo 1 (Ella Y Él)

Cigüeñas geográficas en mi noviazgo novio.
Un tiempo claro como un ojo de rueda de vidrio.
Yo en el medio de litorales y aviones platino
ciudadano de corrientes submarinas color tibio.
Mi claraboya en brújula silvestre:
un árbol por el Norte, Oriente hecho
de moluscos, Sur de riberas liquidas.

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Final

Era era.

Sus manos nacían al lado de cada cosa
y de cada flor.

Temíase siempre su rotura
y a ella parecían converger los números y las estrellas.

El amanecer encontraba sus cabellos perdidos
y sus ojos depositados en sus propias orillas.

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Le Dije A La Tórtola

Le dije a la tórtola: ¡Pase mi señora!
Y se fue por el medio y medio del otoño
por entre los abedules, sobre el río.
Mi ángel de la guardia, con las alas bajo el brazo derecho,
en la mano izquierda la calabaza de agua,
mirando a la tórtola irse, comentó:
-Cualquier día sin darte cuenta de lo que haces
dices: ¡Pase mi señora!

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Noviazgo 2

Los fragmentos de espejos amaban ríos.
Amistades con la sal. Con las cosas más antiguas.
Una novia de las fuentes y de los pájaros novios.
Los cabellos despiertos. La sal imagen mansa,
central de noches vivas. La luna cosa antigua.
Una piedra hierve su talle.

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Noviazgo 3

Mirad los árboles cómo sueñan las hojas florecidas.
¡Yo tengo un árbol! ¡Mirad la novia novia!
Cada sueño deposita grietas en las manos.
Mirad como se fueron haciendo los dedos.
Todo anda revuelto con mi sangre reciente.
La luna tiene un hombro.

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Noviazgo 4

Noche azul de silencio
esquina de sí misma
oída por las amables
galerías de la luna.

Nadie piensa la lejana
melancolía tibia
de los espejos de luto
de tus ojos primeros.

Creciste como mansa
angustia de vidriados
alambre sin respuesta
de tu sexo solícito.

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Parque

Siegas llamadas por tributo: rosas
Flor trigal espacio travesía.
Como nudos cortados: Ala infancias.
De claro nombre en risas reflejadas.
Nueva estampa pastora en niño lloro
Igual vidrio agobiado en luz fundida.
Pastora:
Sí pastora: íntima rueda
Qué corazón de calle -¡ay!

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Poema 5 (En medio de su pecho)

En medio de su pecho los veleros habían armado una red tímida
que tenía una voz llena de lámparas y eclipses
y un párpado tejido por los vientos.

Ella seguía siendo universal y nítida.

Una garganta llena de distancias
era la flauta que encantaba los ecos olvidados en el fondo de las
corrientes marinas,
penetradas de cauces desde las islas negras de sus ojos.

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Retorno De Ulises

Pendiente y pensativa Penélope
pierdo ovillo nueve nuevamente canto.

Ese rostro que a las aguas envidiando
cómo sonríe tejiendo cuando el viento:
a las aguas cómo sonríe envidia que tejiendo
ese rostro en que pende que amanezca.
Cuando el viento el ovillo ovilloviento lleva,
-los largos dedos que nacieron flautas
en la boca de Ulises, cuando estaba enamorado.

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